Carlos Martínez
García
www.jornada.unam.mx
/ 070617
En vísperas de su
cumpleaños el cardenal Norberto Rivera Carrera fue demandado por encubrir
pederastas. Ayer cumplió 75 años, edad a la que según el derecho canónico un
arzobispo debe presentar su renuncia al Papa en turno. Corresponde a éste
aceptar inmediatamente o posponer la dimisión y el nombramiento de quien tomará
la vacante dejada por Rivera Carrera.
José Barba Martín
y Alberto Athié presentaron hace cinco días en la Procuraduría General de la
República (PGR) una denuncia contra el cardenal Rivera por el presunto
encubrimiento de casos de pederastia al interior de la arquidiócesis de México.
Argumentan que el propio prelado reconoció en conferencia de prensa, efectuada
en noviembre del año pasado, haber sancionado en la arquidiócesis de México al
menos a 15 sacerdotes por abusos sexuales cometidos contra menores. Esos casos
no fueron dados a conocer por Rivera Carrera a las autoridades judiciales
mexicanas, lo que debió hacer de acuerdo con la legislación, por tratarse de
delitos penados por las leyes del país.
Rivera Carrera
asumió el arzobispado de México en 1995, fue designado por el papa Juan Pablo
II. Dos años después explotó el escándalo del pederasta serial y fundador de
los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel. Al conocerse los abusos del
legionario mayor, Rivera Carrera defendió públicamente al agresor sexual de
niños y adolescentes. Entonces, y durante varios años, sostuvo que las
acusaciones eran falsas, nacidas con el afán de atacar a la Iglesia católica.
Él junto con el cardenal Juan Sandoval Íñiguez y el obispo Onésimo Cepeda
conformaron el trío eclesiástico más aguerrido para blindar a Maciel y, con
sobrada soberbia, encararon a quienes revelaron periodísticamente las
atrocidades e impunidad del legionario mayor.
La Jornada jugó un
papel muy importante en la documentación del caso de Marcial Maciel Degollado.
El periódico fue uno de los pocos medios que investigaron e hicieron pública la
pederastia compulsiva del clérigo. En las páginas del diario se publicó (abril
y mayo de 1997) una serie de reportajes de Salvador Guerrero Chiprés acerca del
encubrimiento eclesial a los abusos de Maciel.
En contraparte, el
periodista recibió reclamos de Norberto Rivera, quien, altanero, le dijo que
todo era una difamación bien orquestada. Pero el reclamo no quedó allí. El
conspicuo funcionario eclesiástico puso en duda el trabajo del reportero, a
quien le soltó: Son totalmente falsas [las acusaciones contra Maciel], son
inventos. Y tú nos debes platicar cuánto te pagaron. Lo entonces acontecido
quedó bien reseñado por Guerrero Chiprés, y es ilustrativo del autoritario
modus operandi de Rivera Carrera.
Norberto Rivera
nunca se ha retractado de la férrea defensa que hizo de Marcial Maciel. Siempre
puso la carga de la sospecha sobre las víctimas y las estigmatizó al aseverar
que tenían interés en golpear a la Iglesia católica. Todo ello a pesar de que
las pruebas contra su protegido eran contundentes. Quedó plenamente demostrado
que el fundador de los Legionarios de Cristo abusó por décadas de niños y
adolescentes que estudiaban en escuelas de la orden que se enfocaba a trabajar
entre los pudientes del país.
Además de haber incurrido
en el pecado de negar la verdad en el caso Maciel, Rivera Carrera cometió el
delito de encubrimiento en favor de un agresor sexual serial. En su respectiva
jurisdicción, ni las autoridades de la Iglesia católica, ni las judiciales de
México hicieron que Norberto Rivera enfrentara las consecuencias de su proceder
contrario a los intereses de las víctimas. La reciente denuncia penal
presentada por José Barba y Alberto Athié debe ser atendida por ofrecer
elementos indudables del papel jugado por Rivera en la protección de un
criminal.
Desde 1997 tanto
Barba como Athié, junto con otros organismos y personas, han presentado
abundante información del proceder de Rivera en el caso de Maciel y algunos
semejantes. Dicha información la hicieron llegar al Vaticano en el papado de
Juan Pablo II y en el de Benedicto XVI. Cuando iba a realizarse el cónclave que
concluiría eligiendo a Jorge Bergoglio (actual papa Francisco) como sucesor de
Joseph Ratzinger, varias voces se alzaron y plasmaron en una misiva su oposición
a que participara Rivera en la elección del nuevo Papa. La misiva fue entregada
en la nunciatura apostólica de la ciudad de México y contenía datos del
reiterado accionar de Rivera Carrera contrario a los derechos de las víctimas.
Desde que conoció
el caso del pederasta serial y fundador de los Legionarios de Cristo, el
entonces sacerdote Alberto Athié decidió acompañar a las víctimas tanto
pastoralmente como en su exigencia de justicia. Él ha dejado constancia de cómo
tuvo conocimiento de las continuadas atrocidades perpetradas por Maciel, así
como de su posterior involucramiento en sacar a la luz pública el caso, en
distintos momentos y lugares. Un valioso documento que resume su itinerario en
favor de quienes sufrieron los abusos sexuales de Maciel Degollado está en el
libro La voluntad de no saber: lo que sí se conocía sobre Maciel en los
archivos secretos del Vaticano desde 1944 (Grijalbo, 2012), obra conjunta de
Athié, José Barba y Fernando M. González. El volumen presenta un pormenorizado
recuento del entramado eclesial católico que hizo posible el accionar y
posterior encubrimiento de las atrocidades perpetradas por Maciel.
Ahora corresponde
a la Procuraduría General de la República investigar diligentemente la denuncia
de Alberto Athié y José Barba, en esto no caben privilegios eclesiásticos, los
cuales fueron abolidos en México desde el siglo XIX.