Alberto Betancourt Posada
www.jornada.unam.mx / 040617
¿Qué efectos dejó
la comparsa Trump a su paso por Arabia Saudita, Israel, Bélgica e Italia? Svi
Schuldiner plantea en Il circo trumpiano
che occulta la prossima guerra (Il Manifesto, 18/mayo/17) que el boato de
sus recepciones en Riad y Jerusalén pretende ocultar con oropel la construcción
de un frente pro estadunidense para una nueva guerra en Medio Oriente. En la
víspera de la gira Donald Trump envió a su yerno Jared Kushner a negociar un
tratado de venta de armas a Arabia Saudita. El esposo de Ivanka habló
directamente con los fabricantes de armas para negociar un descuento que le
permitiera cerrar el trato. El ambicioso joven logró un paquete comercial por
110 mil millones de dólares, cifra 11 veces mayor que el plan Marshall.
El paquete vendido
incluye aviones, barcos, bombas guiadas de alta precisión y un sistema de radar
antibalístico. Arabia Saudita reactivará la economía estadunidense con
multimillonarias compras de aviones de guerra. Trump habla de combatir el
terrorismo, pero le vendió un arsenal al país que, de acuerdo con profusa
información de prensa en Medio Oriente, promueve ejércitos mercenarios en
Siria. La misógina nobleza saudí contará con los instrumentos para seguir
destruyendo Yemen y aniquilar a los hutis (chiítas), actualmente sumidos en una
hambruna histórica y una mortífera pandemia de cólera que provoca intensos
calambres musculares, náuseas y, finalmente, deshidratación mortal.
Trump fue recibido
en Tel Aviv como si bajara del monte Sinaí, pero Avigdor Lieberman, ministro de
Defensa israelí, no está contento. La estrategia de Trump obligó a Israel a
aceptar a un vecino superpoderoso. Por lo pronto, estadunidenses, sauditas e
israelíes decidieron que para ellos el demonio se llama Irán.
El 25 de mayo, a
las 8:10 am, las hélices de los helicópteros agitaron los hábitos de las monjas
en Ciudad del Vaticano. El Papa y Trump sostuvieron una gélida reunión de sólo
29 minutos. De acuerdo con Luca Coci (Il Manifesto, 35 de mayo), la frialdad de
la reunión era previsible. El pontífice, Jorge Mario Bergoglio, bendijo a los
migrantes en el muro de Trump, sentenció que quien quiere construir un muro no
es cristiano y aseveró que la madre de todas las bombas era una vergüenza.
Sin embargo,
ninguno de los dos podía rehusar el encuentro. Los católicos representan 25 por
ciento de la población estadunidense y tienen mucho peso en la opinión pública.
Tras el encuentro Trump siguió su viaje de buhonero vendedor de armas. El Papa
viajó a Milán, a un encuentro con obreros metalúrgicos de la planta Ilva, donde
un dirigente sindical expuso los problemas de los trabajadores, en esta cuarta
revolución, bajo el régimen fabril de la industria 4.0.
Por cierto, en
Taormina, Sicilia, el G-7 acordó relanzar la bancarización digital de la
economía y promover la producción basada en inteligencia artificial. La
tendencia principal consiste en usar la automatización para quebrantar los
sectores en que los trabajadores están más organizados y ofrecen mayor
resistencia. Viene en camino una generación de robots antisindicalistas y
esquiroles.
La página de Refundazione comunista señaló que a la
orilla del mar, en el que mueren cada día cientos de migrantes, los reyes del
siglo XXI celebraron un cónclave para lanzar nuevas exclusiones, construir
nuevos muros y edificar nuevas cárceles. Trump se propone detener con
barricadas a quienes tratan de huir de la guerra y el hambre. El padre-padrone
impuso su ley y pareció preguntar: ¿quién osa imaginar un mundo donde los
países gocen de autodeterminación?, ¿a quién se le ocurre vivir sin polución?,
¿en qué cabeza cabe terminar con la especulación financiera?, y ¿qué alma
nostálgica cree que los trabajadores tienen derechos?
Según el editorial
de Il Manifesto, Trump impuso su voluntad y los otros seis acataron seguirlo.
La flota de las naciones más poderosas del mundo se hizo a la mar, la nave va,
pero nadie sabe hacia dónde.
Estados Unidos
abandonó los acuerdos de París. Trump habló de la cattiva Alemania. Al terminar
la cumbre, Angela Merkel expresó: Europa tendrá que acostumbrarse a vivir sin
los anglosajones. ¡Mama mía! Parece que viene una sucesión de guerras
comerciales, afirma el diario fundado por Rossana Rossanda. Trump quiere
extender su muro a los litorales del Mediterráneo: los tecnócratas del G7-
calculan cuánto alambre de púas se necesita para contener la oleada migratoria,
pero son incapaces de escuchar los lamentos del Egipto de Sisi, del turbulento
Túnez, de la trágica guerra civil en Libia o a los sedientos campos de
concentración de migrantes en Níger y Chad.
Tal vez no hubo el
sometimiento total del que habla el cotidiano comunista. La declaración final
de la cumbre del G-7 muestra grietas considerables en ese espacio
patronal-multinacional de negociación de los conflictos interimperialistas e
intercapitalistas. En Taormina la izquierda italiana congregó una multitud que
sitió la cumbre. Nadia Furnari (Assoziasione Antimafiosa Rita Atria) declaró: no es posible que siete estadistas decidan
la vida de 7 mil millones de personas.