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En medio de la
jungla de espejos que rodea la tragedia siria subsiste un hecho en forma de diamante:
A pesar de tantos grados de separación, los
saudíes siguen hablando con los rusos. ¿Por qué?
Una razón crucial es
porque una perennemente paranoica Casa de Saud se siente traicionada por sus
protectores estadounidenses que bajo el gobierno de Obama parecen haber
renunciado a aislar a Irán.
Los saudíes no
pueden entender intelectualmente el sube y baja de incoherentes políticas de
Washington debido a la confrontación entre neoconservadores sionistas y el
antiguo establishment. No es sorprendente que puedan sentirse tentados a
colocarse del lado ruso de la valla. Pero para que eso ocurra tendrán que
pagarse muchos precios.
Por lo tanto
hablemos de petróleo. En términos energéticos, un acuerdo petrolero con la Casa
de Saud significaría mucho para Rusia. Un acuerdo podría producir ingresos
incrementales del petróleo para Moscú de unos 180.000 millones de dólares por
año. El resto del CCG no cuenta realmente: Kuwait es un protectorado
estadounidense; Bahréin es un área turística saudí; Dubái es una deslumbrante
operación de lavado de dinero de la heroína. Incluso los EAU son un acaudalado
grupo de buceadores de perlas. Y Catar, como señalara brillantemente
"Bander Bush" es “300 personas y una estación de televisión, “más una
aerolínea decente que patrocina Barcelona”.
Riad –paranoia
incluida– tomó nota cabalmente de la “política” del gobierno de Obama de
descartar Arabia Saudí por una supuesta bonanza de gas natural iraní, que
presumiblemente reemplazaría a Gazprom en el suministro a Europa. Eso no sucederá,
sin embargo, porque Irán necesita por lo menos 180.000 millones de dólares de
inversión a largo plazo para modernizar su infraestructura energética.
Moscú, por su parte,
tomó cabalmente nota de cómo Washington bloqueó South Stream. También ha estado
tratando de bloquear Turk Stream, pero es posible que eso no fructifique
después del reciente éxito electoral de Erdogan en Turquía. Adicionalmente
Washington ha estado presionando a Finlandia, Suecia, Ucrania y Europa Oriental
para que se armen aún más contra Rusia en la OTAN.
El rey va a Vlad
Desde el punto de
vista de la Casa de Saud tres factores son primordiales, 1) Un sentido general
de "alerta roja" ya que han sido privados de una relación exclusiva
con Washington incapacitándolos por lo tanto para conformar la política
exterior de EE.UU. en Medio Oriente; 2) Han sido fuertemente impresionados por
la rápida operación de contraterrorismo de Moscú en Siria; 3) Temen como a la
plaga la actual alianza Rusia-Irán si no tienen medios de influenciarla.
Esto explica la
razón por la cual los consejeros del rey Salman han insistido en que la Casa de
Saud tiene una probabilidad mucho mayor de contener a Irán en todos los temas
–de “Siraq” a Yemen– si forja una relación más estrecha con Moscú. De hecho el
rey Salman podría visitar a Putin antes de fin de año.
La prioridad de
Teherán, por otra parte, es vender todo el gas natural que pueda. Eso convierte
a Irán en un competidor de Gazprom (no por el momento, ya que la mayoría de las
exportaciones adicionales serán dirigidas hacia Asia, no a Europa). En términos
de gas natural no existe una competencia rusa-saudí. El petróleo es un tema
diferente; una cooperación rusa-saudí podría tener sentido en el marco de una
reducción de OPEC si pueden llegar a un acuerdo respecto a la tragedia siria.
Una de las historias
no expresadas de la reciente conmoción causada por Siria es que Moscú ha estado
trabajando silenciosamente entre bastidores para aplacar tanto a Arabia Saudí
como a Turquía. Ya fue el caso cuando los ministros de exteriores de EE.UU.,
Rusia, Turquía y Arabia Saudí se reunieron antes de Viena.
Viena fue crucial no
solo porque Irán estuvo presente por primera vez sino también por la presencia
de Egipto, incidentalmente, poco después del reciente descubrimiento de nuevas
reservas de petróleo y emprendiendo una relación reforzada con Rusia.
El punto crucial
absoluto fue este párrafo incluido en la declaración final de Viena: “Este
proceso político será dirigido por sirios, es de los sirios y el pueblo sirio
decidirá el futuro de Siria”.
No es por accidente
que solo los medios rusos e iraníes prefirieran dar al párrafo la apropiada
relevancia. Porque esto significó el verdadero fin de la obsesión por el cambio
de régimen, para gran aflicción de neoconservadores estadounidenses, Erdogan y
la Casa de Saud.
Eso no significa
necesariamente que la alianza Rusia-Irán esté totalmente de acuerdo respecto a
Siria. Esta semana el comandante de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria
Islámica, el mayor general Mohamad Ali Jafari, explicó una vez más que Irán no
ve ninguna alternativa a Bashar el-Asad como líder de Siria. Incluso reconoció
que Moscú no comparte enteramente este punto de vista, exactamente lo que la
portavoz del ministerio de Exteriores ruso, Maria Zakharova, ha estado
diciendo.
Pero eso no es lo
principal. El principal punto es la muerte de la opción de cambio de régimen
producida por Moscú. Y eso deja a Putin en libertad para seguir proyectando su
estrategia extremadamente compleja.
Llamó a Erdogan el
miércoles para felicitarlo por su victoria personal y la del AKP. Esto
significa que ahora Moscú evidentemente tiene alguien con quien hablar en
Ankara. No solo sobre Siria. sino también sobre el gas.
Putin y Erdogan
tendrán una crucial reunión relacionada con la energía en la cumbre del G20 el
15 de noviembre en Turquía. Y tendrá lugar una visita de Erdogan a Moscú. La
apuesta es que se llegará –finalmente– al acuerdo Turk Stream antes de fin de
año. Y respecto a Siria septentrional Erdogan se ha visto obligado a admitir
por los hechos rusos sobre el terreno y en los cielos que su idea de una zona
de exclusión aérea nunca se realizará.
Arrastrando los pies
hacia Meca
Esto nos deja con el
problema mucho mayor: la Casa de Saud.
Existe un muro de
silencio en relación con la razón esencial para que Arabia Saudí bombardee e
invada Yemen y es la explotación de las tierras vírgenes petroleras de Yemen,
lado a lado con Israel nada menos. Para no mencionar la demencia estratégica de
buscar un enfrentamiento con temibles guerreros como los hutíes, que han
sembrado el pánico en el patético ejército saudí, repleto de mercenarios.
Riad, siguiendo sus
reflejos estadounidenses, incluso recurrió a Academi –anteriormente Blackwater–
para reclutar a los usuales sospechosos mercenarios en sitios tan alejados
como Colombia.
También se sospechó
desde el principio, pero ahora es un hecho consumado, que el protagonista
responsable del costoso desastre militar en Yemen es nada menos que el príncipe
Mohamad bin Salman, hijo del rey, que crucialmente fue enviado por su padre a
encontrarse cara a cara con Putin.
Para completar el
lío, el desastre de Yemen ha desatado un cierto juego de sombras en Riad que
involucra a los alineados con el reino de Salman, especialmente el clan del ex
rey Abdulá. Un desagradable lío, ni siquiera basta para describirlo.
Mientras tanto,
Catar seguirá llorando porque contaba con Siria como lugar de destino de su tan
ansiado gasoducto para servir a los clientes europeos o por lo menos como un
centro clave de camino a Turquía.
Irán, por otra
parte, necesitaba tanto a Irak como Siria para el rival gasoducto
Irán-Irak-Siria porque Teherán no podía contar con Ankara debido a las
sanciones estadounidenses (esto ahora cambiará rápidamente). El punto es que el
gas iraní no reemplazará a Gazprom como principal fuente para la UE en el
futuro previsible. Si sucediera, por supuesto, sería un golpe salvaje para
Rusia.
En términos petroleros, Rusia y los saudíes son aliados naturales. Arabia
Saudí no puede exportar gas natural, Catar sí puede. Para ordenar sus finanzas
–después de todo hasta el FMI sabe que están en una autopista al infierno– los
saudíes tendrían que reducir cerca de un 10% de la producción con OPEC, en
concierto con Rusia. El precio del petróleo sería más del doble. Una reducción
del 10% produciría una fortuna para la Casa de Saud.
Por lo tanto, tanto para Moscú como Riad, un acuerdo
sobre el precio del petróleo, que probablemente lo impulsaría hacia 100 dólares
el barril, tendría un sentido económico total. Se puede decir que, en ambos
casos, incluso podría significar un asunto de seguridad nacional.
Pero no será fácil.
El último informe de OPEC asume que un canasto de petróleo será cotizado a solo
55 dólares en 2015 y aumentará en 5 dólares al año, llegando a 80 dólares solo
en 2020. Este estado de cosas no conviene ni a Moscú ni a Riad.
Mientras tanto,
fomentando toda suerte de salvaje especulación, EI (ISIS/Daesh) todavía logra
recaudar hasta 50 millones de dólares al mes por la venta de crudo de los
campos petroleros que controla en “Sirak”, según los mejores cálculos basados
en Irak.
El hecho de que este
minicalifato petrolero logre traer equipamiento y expertos técnicos desde “el
extranjero” para mantener el funcionamiento de su sector energético parece
increíble. “El extranjero” significa en este contexto esencialmente Turquía,
ingenieros más equipamiento para extracción, refinado, transporte y producción
de energía.
Uno de los motivos
por lo que esto tiene lugar es que la Coalición de Oportunistas Marrulleros
(CDO, por sus siglas en inglés) –que incluye Arabia Saudí y Turquía– está
realmente bombardeando la infraestructura energética del Estado sirio, no los
dominios del minicalifato petrolero. Por lo tanto tenemos a los proverbiales
“protagonistas internacionales” en la región ayudando de facto al EI/ISIL/Daesh
a vender crudo a contrabandistas a solo 10 dólares el barril.
Los saudíes –en la
misma medida que la inteligencia rusa– han notado que el EI/ISIL/Daesh es capaz
de obtener el más avanzado equipamiento estadounidense, que requiere meses para
aprender a operarlo, y lo integra de inmediato a sus operaciones. Esto implica
que sus combatientes deben de haber sido extensivamente entrenados. El
Pentágono, mientras tanto, envió y continuará enviando altos militares a
“Sirak” con un mensaje determinado: si elegís a Rusia, no os ayudaremos,
El EI/ISIL/Daesh,
por su parte, nunca habla de liberar Jerusalén. Siempre menciona la Meca y
Medina.
Por lo tanto no cabe
ninguna duda: existen muchas más señales a favor de un acuerdo ruso-saudí de lo
que se ve a primera vista.
Pepe Escobar es autor de Globalistan: How the
Globalized World is Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007), Red
Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge y Obama does
Globalistan (Nimble Books, 2009). Su último libro es Empire of Chaos.