www.rebelion.org/161115
Las nuevas
matemáticas de AFRICOM, la base Bonanza de EEUU y los “más terroríficos”
tiempos que se vienen en África
En las sombras de lo
que una vez se llamó el “continente negro” ha habido mucho barullo. Si usted no
se ha enterado de nada ha sido por algo deliberado. Pero si fuerza la mirada lo
suficiente –de norte a sur, de este a oeste– verá los frutos de ese esfuerzo:
una red de bases, complejos y otros emplazamientos cuyo número total supera la
cantidad de países del continente.
Para unas fuerzas
armadas que han tenido un traspié tras otro en Iraq y Afganistán y sufrido reveses
desde Libia a Siria se trata de un logro insólito. En lugares apartados, detrás
de vallados y lejos de miradas indiscretas, las fuerzas armadas de Estados
Unidos han construido un vasto archipiélago de puestos de avanzada; según
algunos expertos, se trata de un laboratorio para un nuevo tipo de guerra.
Entonces, ¿cuántas bases militares de Estados Unidos
hay en África? Es una pregunta sencilla con una respuesta sencilla. Durante
años, el Comando África de EEUU (AFRICOM) da una respuesta estándar: una base. Camp Lemonnier, en Djibouti, el diminuto
país bañado por el sol, es la única “base” que Estados Unidos reconoce en el
continente africano. Por supuesto, no era verdad. Porque había campos,
complejos, instalaciones y servicios por todas partes, pero la semántica no es
el fuerte de los militares.
Pero si echa una
mirada a la lista oficial de bases del Pentágono, la cantidad crece. El informe
2015 sobre la propiedad global del Departamento de Defensa incluye a Camp
Lemonnier y otros tres emplazamientos de larga data en el continente o cercanos
a él: la Unidad Nº 3 de Investigación Médica de la Marina de EEUU, una
instalación de investigación médica cerca de El Cairo, Egipto, que empezó a
funcionar en 1946; el aeropuerto auxiliar de Ascensión, una estación de
seguimiento de naves espaciales y aeropuerto situada a 1.000 millas de la costa
occidental de África utilizada por EEUU desde 1957; y almacenes en Mombasa,
Kenia, construidos en los ochenta.
Esto no es más que
el comienzo de la cuestión; no acaba aquí. Durante años, distintos informes han
derramado alguna luz sobre puestos de avanzada supersecretos –la mayor parte de
ellos construidos, mejorados o ampliados después del 11-S– que salpican el
continente, entre ellos las llamadas ‘localizaciones de cooperación en materia
de seguridad’ (CSL, por sus siglas en inglés).
A principios de este
año, el jefe del AFRICAM, general David Rodríguez reveló que en realidad había
11 de esas localizaciones. Una vez más, algunos viejos observadores del
AFRICOM, sabían que esto también era apenas el comienzo de una historia más
amplia, pero cuando pedí al comando África una relación de sus bases, campos y
otras instalaciones, tal como había hecho regularmente, fui tratado como si
fuera un infeliz.
“En total, el
AFRICOM tiene acceso a 11 CSL en toda África. Por supuesto, tenemos una
instalación militar importante en el continente: Camp Lemonnier, en Djibouti”,
me dijo Anthony Falvo, jefe de Asuntos Públicos del AFRICOM. Falvo estaba
vendiendo cifras que tanto él como yo sabíamos perfectamente bien que eran, en
el mejor de los casos, engañosas. “Este es uno de los aspectos más ingratos de
nuestra política militar en África y, en general, fuera de nuestras fronteras:
que los militares no pueden ser honestos y transparentes en relación con lo que
hacen”, dice David Vine, autor de Base Nation: How U.S. Military Bases
Abroad Harm America and the World.
La investigación
hecha por TomDispatch indica que, de hecho, en los últimos años las fuerzas armadas de Estados Unidos han
desarrollado una red notablemente amplia –con 60 unidades– de puestos de
avanzada y puntos de libre acceso. Algunos de ellos se utilizan
regularmente, otros son mantenidos como reserva y algunos quizás estén
cerrados.
Esas bases, campos,
complejos, instalaciones portuarias, depósitos de combustible y otros pueden
verse en por lo menos 34 países –más del 60 por ciento de los del continente–;
en buena parte de ellos, sus gobiernos son corruptos y represivos y muestran
pobres registros respecto de los derechos humanos. Estados Unidos también opera
“Oficinas de Cooperación en Seguridad en aproximadamente 38 naciones
[africanas]”, según Falvo, y ha cerrado cerca de 30 acuerdos para la
utilización de aeropuertos internacionales como centro de repostaje de
combustible.
No hay por qué creer
que incluso estos guarismos reflejen completamente el creciente archipiélago de
puestos de avanzada en África. A pesar de que es posible que debido a las
fallas del AFRICOM para proporcionar información básica fiable o aclarar algo
algunos sitios hayan sido contados dos veces, la lista elaborada por TomDispatch
indica que las fuerzas armadas de Estados Unidos han creado una red de
bases que se extiende mucho más allá de lo que revela el AFRICOM al público
estadounidense, por no hablar del africano.
Puestos de avanzada,
instalaciones portuarias y otros sitios a los que acceden libremente las
fuerzas armadas de EEUU en África, 2002-2015 (Nick Turse/TomDispatch, 2015)
La base Bonanza del
AFRICOM
En 2008, cuando el
AFRICOM se convirtió en un comando independiente, la información disponible
acerca de Camp Lemonnier decía que todavía era uno de los pocos puestos de
avanzada estadounidenses en África. En los años siguientes, Estados Unidos se
embarcó en nada menos que un boom de la construcción, aunque el comando se
resista a ponerlo en esos términos. Como resultado de ello, ahora es capaz de
llevar adelante cada vez más operaciones corrientes y encubiertas, desde ejercicios
de adiestramiento hasta asesinatos con drones.
“El AFRICOM, como
comando nuevo que es, es un laboratorio básico para diferentes tipos de guerra
y utilización de las fuerzas”, dice Richard Reeve, director del Programa de
Seguridad Sustentable (SSP, por sus siglas en inglés) del Grupo de
Investigación Oxford, un laboratorio de ideas con base en Londres. “Además de
Djibouti, no hay otra concentración importante de soldados, equipo e incluso
aviones. Hay una miríada de ‘lily pads’ o pequeñas bases operativas
avanzadas... por lo tanto es posible dispersar pequeñas fuerzas en una zona muy
amplia y, si es necesario, concentrar esas fuerzas con bastante rapidez.”
Ciertamente, se han construido (o reforzado) zonas
de montaje, localizaciones de cooperación en seguridad y otras de operación
avanzada (FOL, por sus siglas en inglés) así como otros puestos avanzados
–muchos de ellos implicados en actividades de espionaje, vigilancia y
reconocimiento y operaciones especiales– en
Burkina Faso, Camerún, la República Central Africana, Chad, Djibouti, Etiopia,
Gabón, Ghana, Kenya, Malí, Nigeria, Senegal, las islas Seychelles, Somalia,
Sudan del Sur y Uganda.
Un informe redactado
en 2011 por Lauren Ploch, analista de cuestiones africanas del Servicio de
Investigación del Congreso, también menciona el libre acceso de las fuerzas armadas de EEUU en localizaciones de
Argelia, Botswana, Namibia, Santo Tomé y Príncipe, Sierra Leona, Túnez y
Zambia.
El AFRICOM no ha
respondido a numerosas solicitudes de este periodista para tener más
información sobre sus puestos de avanzada y cuestiones afines, pero el análisis
de informaciones de fuentes abiertas, de documentos obtenidos apelando a la Ley
de Libertad de Información y de otros registros muestran una constante,
renovada y creciente presencia estadounidense en el continente africano.
“Una localización de
seguridad cooperativa no es otra cosa que un sitio pequeño al que podemos
acceder... sería algo que usted vería como un lugar muy austero con un par de
almacenes en los que hay tiendas, agua y cosas así”, explicó Rodríguez, del
AFRICOM. Tal como él insinúa, las fuerzas armadas no consideran que un CSL sea
una “base”, pero más allá de cómo se les llame, son algo más que algunas
tiendas y cajas de agua embotellada.
Diseñados como algo temporal y básico –aunque capaz de albergar a unas
200 personas y con una pista de aterrizaje apropiada para un avión de
transporte C-130–, esos lugares están preparados para convertirse en algo más
perdurable. Aparentemente, por lo menos tres de ellos –en
Senegal, Ghana y Gabón– están pensados para facilitar el despliegue de una
unidad de respuesta rápida cuyo sobrenombre es un trabalenguas: Fuerza de
Tareas de Propósitos Especiales Mar-Aire-Tierra de Respuesta a Crisis en África
(SPMAGTF-CR-AF, por sus siglas en inglés). Las bases de esta fuerza son Morón
(España) y Sigonella (Italia) pero su teatro de operaciones es África. Sus
integrantes se desplazan con los aviones
MV-22 Osprey, de rotores abatibles, que pueden despegar y aterrizar
verticalmente y mantenerse inmóviles en el aire como los helicópteros, pero
también volar con la velocidad y la eficiencia de una aeronave turbohélice.
La combinación de
recursos humanos, libre acceso y tecnología hoy se conoce en los medios
militares con el apodo de “nueva normalidad”. Esta combinación, nació en la
estela del ataque contra Benghazi, Libia, en septiembre de 2012, que mató a J.
Christopher Stevens, embajador de EEUU, y a otros tres estadounidenses; la
efectividad de la nueva normalidad permite el pronto acceso militar a 650
kilómetros de cualquier CSL o, como señala Richard Reeve, “pone a su alcance
casi a cualquier país del oeste y centro de África”.
Se hizo una prueba
de campo de este concepto cuando Sudán del Sur se sumió en una guerra civil y 160
infantes de marina y marineros procedentes de Morón fuero desplazados
inicialmente a Djibouti a finales de 2013. En cuestión de horas, un contingente
de esta fuerza fue enviado a Uganda y, a principios de 2014, junto con otra
unidad de respuesta rápida, despachada a Sudán del Sur para evacuar a 20
personas de la embajada estadounidense en Juba. A primeros de este año, la
SPMAGTF-CR-AF realizó pruebas en algunas de sus zonas africanas, entre ellas la
CSL de Libreville, en Gabón, desplegando a cerca de 200 infantes de marina y
marineros junto con cuatro aviones Osprey, dos C-130 y más de 75 toneladas de
material.
Un ensayo similar se
llevó a cabo en la CSL de Senegal situada en la base aérea de Dakar-Ouakam, que
también puede albergar a 200 infantes de marina y al personal de apoyo
necesario para mantenerlos y transportarlos. “Lo que ofrece la CSL es la
posibilidad de situar nuestras fuerzas en sitios de avanzada para responder a
cualquier tipo de crisis”, dijo Lorenzo
Armijo, un jefe de operaciones de la SPMAGTF-CR-AF a un periodista militar. “En
el abanico de posibles operaciones militares, esas crisis pueden ir desde
reforzar una embajada a proporcionar ayuda humanitaria.”
Otra CSL, mencionada
en unas instrucciones del ejército de Estados Unidos sobre África de julio de
2012, está situada en Entebbe, Uganda. Desde allí, según una investigación del Washington
Post, algunos contratistas estadounidenses han realizado vigilancia aérea
utilizando aviones turbohélice desarmados. “La estrategia del AFRICOM es tener
un contacto muy ligero y dejar una huella reducida, pero aun así facilitar las
operaciones de las fuerzas especiales o los destacamentos de espionaje,
vigilancia y reconocimiento (ISR, por sus siglas en inglés) en una zona muy
amplia”, dice Reeve. “Para hacer eso no necesitan mucha infraestructura sino un
acuerdo para utilizar libremente una localización, unas instalaciones
elementales en el terreno o unas reservas de combustible, pero también pueden
contar con la ayuda de contratistas privados para mantener una cantidad de
instalaciones de modo que no hayan tropas estadounidenses en el terreno.”
El archipiélago de
puestos de avanzada
El AFRICOM ignoró
mis pedidos de más información sobre las CSL y de los nombres de otros puestos
de avanzada en él continente, pero según un artículo –aparecido en Army
Sustainment en 2014– sobre los próximos desafíos logísticos en el este de
África, también hay “por lo menos nueve localizaciones de operación avanzada, o
FOL”. En 2007, el departamento de Defensa publicó una noticia que daba cuenta
de la existencia de una FOL en Charichcho, Etiopía. Las fuerzas armadas de
Estados Unidos también utilizan la “localización de operación avanzada de
Kasenyi” en Kampala, Uganda. En 2010, un informe de la Oficina de Responsabilidad
ante el Gobierno mencionó localizaciones de operación avanzada en Isiolo y en
la bahía de Manda, ambas en Kenia.
De hecho, Camp
Simba, en la bahía de Manda, en los últimos años ha sido ampliada
significativamente. En 2013, los Seabees4 de la marina de EEUU,
trabajaron en turnos durante las 24 horas del día para prolongar la pista de
aterrizaje para que pudieran aterrizar grandes aviones de transporte como los
C-130; al mismo tiempo, se iniciaron otros proyectos para poder albergar en el
futuro a un mayor número de soldados, además de un almacenamiento de
combustible y agua potable y la instalación de más letrinas. La base sirve para
alojar a personal de la marina y a los Boinas Verdes, entre otras fuerzas de
EEUU y, como se reveló recientemente en Intercept, desempeña un papel
muy importante en el programa secreto de asesinatos con aviones no tripulados
destinado a eliminar a militantes en la vecina Somalia y también en Yemen.
Los drones han
tenido un papel cada vez más importante en la concentración militar en África
después del 11-S de 2001. Por ejemplo, se ha construido una base de Predator
MQ-1 en N’Djamena, la capital de Chad. Mientras tanto, su nuevo primo, más
grande y de mayor autonomía de vuelo, el MQ-9 Reaper, vuela desde el aeropuerto
internacional de las Seychelles. Según Intercept, a partir de junio de
2012, se llevaron a Arba Minch, Etiopía, dos drones –un Predator y un Reaper–
para ser operados por contratistas. En tanto, un destacamento dotado con un
Scan Eagle (un drone de bajo costo utilizado por la marina de EEUU) y un
helicóptero manejado remotamente conocido como MQ-8 Fire Scout operaba frente a
la costa este de África. Además, Estados Unidos empezó recientemente a montar
una base en Camerún para Predators desarmados para ser empleados en la lucha
contra los seguidores de Boko Haram.
En febrero de 2013,
Estados Unidos empezó también a utilizar algunos drones Predator con base en
las afueras de Niamey, la capital de Niger. Un año más tarde, el capitán Rick
Cook, por entonces jefe de la división Ingeniería del AFRICOM, habló sobre la
posibilidad de una “nueva instalación similar a una base” que sería
“semipermanente” y “capaz de realizar operaciones aéreas” en ese país. En
septiembre del mismo año, Craig Whitlock, del Washington Post, puso al
descubierto unos planes que implicaban llevar drones a una segunda localización
nigeriana, en Agadez. Pocos días después el embajador de EEUU en Niamey anunció
que el AFRICOM estaba, sin ninguna duda, “estudiando la posibilidad de
establecer una localización expedicionaria de apoyo en emergencias en Agadez,
Niger”.
A principio de este
año, el capitán Rodney Worden, de la división Logística y Apoyo del AFRICOM,
mencionó “un proyecto de asociación y capacidad constructiva... para la fuerza
aérea y las fuerzas armadas de Niger en convenio con el AFRICOM y la fuerza
aérea [de Estados Unidos] en África para construir una pista de aterrizaje y
las correspondientes áreas de apoyo para realizar operaciones aéreas”. Y en
abril de 2015, cuando se presentó la ley de Autorización de la Defensa Nacional
para el Año Fiscal 2016, en ella estaba incluida la petición de 50 millones de
dólares para la construcción de un “aeropuerto y campo base en Agadez, Niger...
para operaciones de apoyo en el oeste de África”. Cuando hace poco tiempo el
Congreso aprobó el presupuesto anual de defensa, esa suma fue autorizada.
Según el brigadier
general Donald Bolduc, jefe del Comando África de Operaciones Especiales, en
Diffa, Niger, en estos momentos hay otra unidad de operaciones especiales que
está “al lado” de las tropas locales en Diffa, Niger. Mediante la utilización
de la Ley de Libertad de Información, TomDispatch obtuvo una diapositiva
con instrucciones militares que también indica la “presencia de EEUU” en
Ouallam, Niger, y tanto en Bamako como en Kidal, en la vecina Malí.
Ouagadougou, la
capital de Burkina Faso, un país que comparte fronteras con los antes
mencionados, alberga a un equipo de coordinación de fuerzas de operaciones
especiales, un destacamento conjunto de operaciones especiales aéreas y una
iniciativa de apoyo al puente aéreo trans-sahariano con aviones de corto
despegue y aterrizaje que, según documentos oficiales, facilita la realización
de “actividades de alto riesgo” llevadas a cabo por unidades de elite de la
fuerza de tareas trans-Sahara de operaciones especiales conjuntas.
En el otro lado del
continente, Somalia, están operando fuerzas de elite de Estados Unidos desde
pequeños complejos en Kismayo y Baledogle, según un informe de Foreing
Policy. Similarmente, la vecina Etiopía ha sido una de las primeras
naciones en facilitar la instalación de puestos de avanzada de EEUU, entre
ellos Camp Gilbert y Dire Dawa, localizaciones para operaciones de emergencia
tanto en Hurso como en Bilate e instalaciones apropiadas para equipos de 40
hombres en Bara.
Como parte de un
intento para destruir el criminal Ejército de Resistencia del Señor de Joseph
Kony, en la república democrática de Congo y Sudan del Sur se instalaron
algunos de los llamados centros de fusión para operaciones combinadas. Unas
investigaciones del Washington Post han revelado que, para participar en
esas acciones, también están asentadas fuerzas de Estados Unidos en Djema, Sam
Ouandja y Obo, en la república Central Africana. Recientemente, los Seabees de
la marina de EEUU han aumentado la capacidad de estos sitios como también
instalado la infraestructura necesaria para el funcionamiento de unas antenas
parabólicas de seguimiento de satélites.
Hay otras
localizaciones que, aunque no sean puestos avanzados, son eslabones muy
importantes en la cadena de bases de Estados Unidos en África. Entre ellas
depósitos de gas y petróleo situados en puertos de ocho países africanos.
Además, el AFRICOM admite la existencia de un acuerdo para utilizar libremente
el aeropuerto internacional Léopold Sédar de Senegal tanto para el repostaje
como para el “transporte de unidades militares que participen en actividades de
cooperación en seguridad”. Un arreglo similar se ha alcanzado para el uso del
aeropuerto de Kitgum, Uganda, y el aeropuerto internacional de Addis Abeba,
Etiopía. Según la agencia de logística para la defensa (DLA, por sus siglas en
inglés), las fuerzas armadas de EEUU han
cerrado un total de 29 acuerdos para utilizar aeropuertos como centros de
repostaje con 27 países a África.
No todas las bases
estadounidenses en África han sido usadas ininterrumpidamente en los últimos
años. Por ejemplo, después del derrocamiento –con respaldo militar de EEUU– del
gobierno de Mauritania en 2008, Estados Unidos suspendió un programa de
vigilancia aérea con base en su capital, Nouakchott. A continuación del golpe
de estado en Malí comandado por un oficial formado por EEUU, el Pentágono
suspendió las relaciones militares con el nuevo gobierno; aparentemente, un
modesto complejo estadounidense cerca de la ciudad de Gao fue invadido por
fuerzas rebeldes.
Sin embargo, la
mayor parte de los nuevos puestos de avanzada en ese continente parecen haber
echado raíces. Tal como sugiere el experto en bases y colaborador habitual de TomDispatch
David Vine, “El peligro de esta estrategia, en la que se ven surgir cada vez
más bases de Estados Unidos en todo el continente, es que una vez que esas
bases se consolidan se hace muy difícil cerrarlas. Una vez que han creado un
impulso, tanto en el Congreso como en términos de financiación, tienden a
expandirse”.
Para abastecer a sus
tropas en el este de África, el AFRICOM también ha puesto en pie un elaborado
sistema logístico. Se lo conoce oficialmente como la Red de Distribución de
Superficie (SDN, por sus siglas en inglés), aunque su nombre coloquial es “la
nueva ruta de las especies”. Conecta a Kenia, Uganda, Etiopía y Djibouti. A su
vez, estos centros forman parte de una red de transporte y logística que
incluye a sitios como Rota (España), Aruba (Pequeñas Antillas), bahía de Souda
(Grecia) y una FOL en la isla inglesa de Ascensión (Atlántico sur).
La base aérea de Ramstein, Alemania, cuartel general de
la fuerza aérea de Estados Unidos en Europa y una de las mayores bases militares
estadounidenses fuera del país, es otro sitio clave. Tal como informó Intercept
a principios de este año “es el corazón de alta tecnología del programa de
drones de Estados Unidos” para Oriente Medio y África. Alemania también acoge
al cuartel general del AFRICOM, en Kelley Barracks, Stuttgart-Moehringen, que
también forma parte del dispositivo para operar drones en África.
Además de ser la
sede de un contingente de infantes de marina y marineros de la SPMAGTF-CR-AF,
la estación aeronaval de Sigonella, en Sicilia, Italia, es otra importante
instalación logística para la realización de operaciones en África. Sigonella,
que por su actividad es la segunda estación aérea en Europa, es un centro clave
para la cobertura con drones del continente africano; sirve como base para los
MQ-1 Predator y los drones de vigilancia RQ-4B Global Hawk.
Las joyas de la
corona
De regreso en el
continente africano, ciertamente, la indiscutible joya de la corona en el
archipiélago estadounidense de bases es Camp Lemonnier. Citemos al secretario
de Defensa Ashton Carter: se trata de “un centro con muchos radios [que cubren]
el continente y la región. Compartiendo pista de aterrizaje con el aeropuerto
internacional Ambouli, de Djibouti, el vasto complejo es el cuartel general de
la fuerza de tareas combinadas del Cuerno de África; allí se aloja la fuerza de
respuesta del este de África, otra unidad regional de reacción rápida. El
campo, donde también funciona el cuartel general de la fuerza de tareas 48-4,
una unidad antiterrorista supersecreta centrada en los militantes del este de
África y Yemen, ha visto cómo su personal crecía en un 400 por ciento desde
2002.
En el mismo periodo,
Camp Lemonnier ha crecido desde las cerca de 360 hectáreas originales a las
cerca de 2.500 de hoy en día y está en medio de un boom de construcción que ya
lleva varios años para el que ya se han adjudicado más de 600 millones de
dólares. A fines de 2013, por ejemplo, B.L. Harbert International, una empresa
de construcción con sede en Alabama, obtuvo un contrato de 150 millones de
dólares con la marina de EEUU para construir “la base de operaciones avanzadas
P-688 en Camp Lemonnier”. Según un comunicado de prensa corporativo, “el sitio
tiene aproximadamente 80 hectáreas, y contendrá 11 edificios principales y las
instalaciones auxiliares necesarias para el apoyo de operaciones normales y de
emergencia en toda la región”.
En 2014, la marina
de EEUU terminó la construcción de una instalación segura para el comando
avanzado de operaciones especiales en el este de África (SOCFWD-EA, por sus
siglas en inglés). Esta es una de las tres unidades similares existentes en el
continente –las otras son la SOCFWD del centro de África y la SOCFWD del norte
y oeste de África– las que, según las fuerzas armadas, “dan forma y coordinan
operaciones especiales de las fuerzas de cooperación en materia de seguridad y
se involucran en el apoyo al comando de operaciones especiales, al comando de
combatientes geográficos y los objetivos de equipos locales”.
Según unos
documentos secretos revelados recientemente por Intercept, en 2012, 10
drones Predator y cuatro Reaper fueron trasladados a la base de Camp Lemonnier,
junto con seis U-28A (un avión monomotor de vigilancia para las fuerzas de
operaciones especiales) y dos P-3 Orion (un cuatrimotor turbohélice de
vigilancia). También hay ocho F-15 Strike Eagle, reactores de combate
tripulados fuertemente armados. En agosto de 2012, una media de 16 drones y
cuatro cazas despegaban o aterrizaban cada día en esa base,
Al año siguiente,
después de varios accidentes con drones y la consecuente agitación producida
entre los controladores aéreos de Djibouti, las operaciones con aviones no
tripulados fueron trasladadas a otro sitio situado a unos 10 kilómetros. El
aeropuerto Chabelley, de Djibouti, en el que ha habido más construcción y tiene
un perfil más bajo que el antiguo Camp Lemonnier, ahora cumple la función de
base clave para la campaña estadounidense de operaciones con drones en la
región.
Dan Gettinger,
cofundador y codirector del Centro para el Estudio del Dron en el Instituto
Bard, Hace poco le dijo a Intercept que la operaciones realizadas desde
este lugar eran en su mayoría misiones conducidas por el comando conjunto de
operaciones especiales (JSOC, por sus siglas en inglés) y la CIA; explicó que
sobre todo estaban enfocadas en ataques contra terroristas en Somalia y Yemen,
espionaje, vigilancia y reconocimiento, como también el apoyo a las operaciones aéreas de Arabia Saudí en Yemen.
Un futuro más
terrorífico
Durante muchos
meses, el AFRICOM ignoró una y otra vez incluso las preguntas más elementales
que este periodista hizo sobre el vasto archipiélago de bases estadounidenses.
En términos prácticos, esto significa que no hay manera de saber con total
certeza cuántos de los más de 60 puestos de avanzada, bases, fortalezas, y
áreas de libre acceso son utilizados hoy día por las fuerzas armadas de Estados
Unidos ni cuántos otros sitios adicionales pueden existir. Lo que parece claro
es que el número de bases u otros sitios, aunque definido, está en aumento;
este aumento se refleja en el número de militares estadounidenses, del
despliegue de fuerzas de operaciones especiales y de las misiones en África.
“Habrá una red de
pequeñas bases con quizás un par de drones de vuelo a altura media y gran
resistencia en cada una de ellas, de modo que cualquier lugar del continente
esté siempre en su ámbito”, dice Richard Reeve, del grupo de investigación
Oxford cuando le pido una previsión del futuro. De todos modos, apunta él, esto
ya he empezado en todas partes menos en el sur de África, una zona que para las
fuerzas armadas de Estados Unidos no es de alto riesgo en estos momentos.
La administración Obama, explica Reeve, ha utilizado un discurso de tipo
humanitario para encubrir la expansión en el continente. Y
particularmente señala como ejemplos el despliegue de fuerzas contra el
ejército de resistencia del Señor en África central, la acumulación de fuerzas
cerca del lago Chad para enfrentar a Boko Haram y el concepto de ‘nueva
normalidad’ después de los hechos de Benghazi. “Pero, en la práctica, ¿en qué
se usará todo esto?”, se pregunta Reeve. Después de todo, el refuerzo de la
infraestructura y el aumento de la capacidad, que hoy quizá sean vistos por la
Casa Blanca como una política de seguridad contra la repetición de algo como lo
de Benghazi, en el futuro puede ser reconfigurado fácilmente para otros tipos
de intervenciones militares.
“¿Adónde irá a parar
todo esto después de Obama?”, pregunta Reeve retóricamente, ya que nada que
tenga que ver con el surgimiento del AFRICOM y la proliferación de pequeños
puestos de avanzada estaba “en línea con la ‘doctrina’ Obama”. Él pone la
atención sobre la adhesión del presidente al tipo de guerra que deje menos
huella, y específicamente la confianza depositada en las operaciones especiales
y las misiones con drones. Reeve agrega que esto puede ser el preludio de algo
mucho mayor y potencialmente más peligroso.
“¿Cómo tomaría esto
Hillary?”, pregunta él, refiriéndose a quien –según los sondeos– encabeza la
línea dura del Partido Demócrata, Hillary Clinton, “¿O cualquiera de los
[candidatos] republicanos posibles?” Reeve dice que la administración Bush es
un buen ejemplo y plantea la pregunta acerca de qué se podría haber hecho de poder
retroceder al comienzo del siglo XXI si la infraestructura del AFRICOM ya
hubiese existido. Semejante experimento de pensamiento, sugiere él, brindaría
algunas claves de lo que podría ser el futuro de África en un momento como el
actual en el que el continente está salpicado de puestos de avanzada, bases de
drones y complejos de Estados Unidos en los se alojan unidades de operaciones
especiales. “Yo creo”, dice Reeve, “que
en África podríamos estar ante algo que produce un poco más de terror.”
Notas:
1.
En inglés, blowback es el retroceso de un arma de fuego al ser
disparada. (N. del T.)
2. Lily
pads, en inglés. (N. del T.)
3. Raj
era el nombre que recibía la dominación británica en India. (N. del T.)
4. Seabees
es el nombre de una unidad de la marina de Estados Unidos que se dedica a la
construcción; fue creada en diciembre de 1941 y hoy la integran cerca de 14.000
personas, según Wikipedia. (N. del T.)
Nick
Turse es director de edición de TomDispatch
e integrante del Nation Institute. En 2014, obtuvo los premios Izzy y American
Book por su libro Kill Anything That Moves; sus artículos han aparecido
en el New York Times, Intercept, Los Angeles Times, Nation
y habitualmente en TomDispatch. Su
libro más reciente es Tomorrow's Battlefield: U.S. Proxy Wars and Secret Ops
in Africa.