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Hace algunos días
una ruptura de dos diques con residuos mineros causó un torrente de lodo tóxico
que arrasó el pueblo de Benito Rodríguez en el Estado de Minais Gerais en
Brasil. Hubo 28 desaparecidos y el lodo avanzó en un radio de más de 100
kilómetros (El Telégrafo, 10.11.15).
La mina a cielo
abierto pertenece a la firma Samarco, una filial de la minera Vale del Rio
Doce. La presidente Dilma sobrevoló el territorio donde los daños naturales y
las destrucciones sociales, se habían provocados. Hace tres años visité la sede
de la mina en Estado de Para, con miembros del MST (Movimiento de los Sin
Tierras). Aquí están las notas que tomé en ese tiempo.
La ciudad de
Paraunapebas en el Estado de Para, cerca de la mina, es de fundación muy
reciente: apenas tiene 50 años, pero está ya muy desarrollada. Su población
roza los 300.000 habitantes. Las avenidas están bien trazadas, pero la
arquitectura de los edificios es el reflejo de la prisa con la que los
construyeron. La estética brilla por su ausencia. Es sobre todo la empresa Vale
do Rio 12 que está en el origen del desarrollo de esta localidad. Situada
aproximadamente a 40 km del centro minero, concentra una parte de las
actividades administrativas, numerosos servicios auxiliares y la vivienda de la
mano de obra obrera.
Para llegar a la
mina, una carretera buenísima atraviesa la selva. Se trata de una reserva
natural. Se necesita un pase para entrar en el territorio, concesión de la mina
Vale. Un miembro del Centro de investigación sobre los recursos mineros nos
acompaña. Pero antes de describir el sitio conviene hacer una referencia
sobre la empresa Vale do Rio Doce.
Esta se define a sí
misma en su sitio Web, como “la empresa mundial de extracción de recursos
naturales número 1, creando valor a largo plazo, gracias a su excelencia y su
pasión por las gentes y el planeta”[1].
Está presente de hecho en 37 países de los 5 Continentes. En el 2011 empleaba a
79.646 personas. Su sede de operaciones está en Brasil, y su sede
administrativa en Suiza.
A pesar de estar
especializada en minas, también es una de las principales empresas mundiales de
fosfato. Igualmente se dedica a los agro-carburantes, en particular, compró en
el 2011 la firma BIOPARMA. Está a punto de plantar 80.000 ha de palma para
producir agro-diesel, (esencialmente para sus propias necesidades) lo cual
representa una “expresión de su preocupación por el carácter ‘duradero’ (de las
actividades industriales) y por la reducción de emisiones de gas a efecto
invernadero”. También invierte en el sector hidroeléctrico “para la producción
de electricidad, indispensable para su funcionamiento”[2].
Fundada en 1942 como
empresa estatal del Brasil, fue privatizada por el Presidente F.H. Cardoso en
1997, y, en el 2006, compró el combinado canadiense INCO por la suma de 18,9
millardos de dólares. Su capital actual es principalmente brasileño, con una
participación japonesa (Mitsui) del 23,08 %. Una inversión total de 16,3
millardos de dólares estaba prevista para el 2013. Para el hierro (la principal
producción en Brasil) es Asia el principal mercado, sobre todo China. En 2011,
el 32,4 % de los ingresos globales de VALE provenían de sus ventas en ese país.
Sin embargo, en 2012, en su informe a la Comisión del Congreso americano sobre
las actividades económicas, su presidente expresó temor por la disminución de
esta proporción[3].
En Brasil, la
concesión de VALE se extiende sobre 650.810 ha por tiempo indefinido. Incluye 4
áreas naturales protegidas. La principal actividad es el hierro, pero la
explotación del cobre ya ha empezado, en particular en Sossego, a 85 km de
Carajas: una carretera acaba de terminarse. El cobre se transporta en camiones
hasta Paraunapebas y de ahí en tren hasta el terminal de Porta da Madeira, en
San Luiz de Maraño. Una extracción nueva ha empezado en 2012 en Salolo 1, cerca
de Maraba, con una inversión de 2 millardos de dólares, se terminó 2013 y
se continuará con Salolo 2”. También se produce oro en Sossego y en 2011 la
producción fue de 90.000 onzas. En Carajas, el lugar de la mina de hierro, una
fábrica siderúrgica está en construcción.
La empresa minera
VALE define ella misma su misión como: “la transformación de los recursos
naturales en prosperidad y desarrollo duradero”[4].
“Es un discurso muy similar al de la mina de oro canadiense BANRO, que había
visitado un mes antes en Sud Kivu (Republica Democrática del Congo). Termina
con estas palabras: “Imagínense, ¡cambiar la riqueza del planeta en
desarrollo!” Afirma que seis son los valores que la caracterizan: ”la vida por
encima de todo; valorizar a las personas; proteger el planeta; hacer lo que
está bien; mejorar juntos; poner todo esto en práctica”[5].
En fin, todo para satisfacer todos los fondos éticos del planeta.
La rentabilidad de
la compañía es apreciable, sobre todo con el aumento de la demanda de materias
primas y de los precios. En 2011, el volumen de negocio fue de 58,990 millardos
de dólares (en el 2008 fue de 38,500 millardos). El beneficio neto después de
pagar impuestos fue en el 2011 de 22,885 millardos, mientras que tres años
antes fue de 13,200 millardos. Los accionistas de la empresa se embolsaron ese
año 12 millardos de ingresos.
El gobierno
brasileño detiene 12 acciones “privilegiadas” (golden), permitiéndole
derecho de veto sobre cuestiones tales como el nombre de la empresa, su sede
social, o bien las modalidades de su disolución. Los royalties pagados al
Estado brasileño sobre el ingreso neto fueron en 2011 el 2% sobre el
hierro y el cobre, y el 1 % para el oro. Cuanto a los impuestos, Brasil es
considerado por la empresa como el “mejor país”, porque no solamente son
inferiores a otras regiones, sino que la empresa goza también de estímulos, es
decir, de desfiscalizaciones[6].
Los sindicatos no son fácilmente tolerados y las organizaciones nacionales de
trabajadores no reaccionan, porque una parte de los fondos de pensiones están
invertidos en el capital de la mina.
Sin embargo, según
el informe de VALE, no todo va sin algunas dificultades. Existen conflictos con
grupos locales, en particular indígenas, que pueden provocar retrasos o
interrupciones en la actividad. Por otro lado, varias acciones judiciales están
en curso, en particular con el Estado brasileño, para el pago de algunos
impuestos, juzgados inadecuados por la empresa.
Lo que no aparece en
los informes de la empresa es que el Foro Social temático, reunido en Porto
Alegre en el 2012 entregó a VALE su Public Eye Award, también llamado el
Premio Nobel de la Vergüenza, por ser “la peor empresa del planeta”, en
competencia con una docena de ellas. Presentada por el World Development
Movement, de Gran Bretaña, y apoyada por 88.000 votos por internet, esta
decisión fue fundada sobre el nivel de contaminación, las políticas
anti-sindicales, la violación de los derechos laborales, el recurso a milicias
paramilitares, y la corrupción.
El informe también
resaltaba la larga huelga de los trabajadores en Canadá[7]
y la participación de la sociedad en la financiación de la represa de Belo
Monte (Amazonia) exigiendo el desplazamiento de 40.000 personas, en su mayoría
indígenas. A finales de 2011, durante una sesión de estudio en la Escuela
Floristan Fernandes, del MST, cerca de Sao Paolo, me entrevisté con un grupo de
trabajadores de VALE, venidos de Brasil, Canadá y Mozambique (la empresa posee
minas de carbón en la provincia del Tété). Se reunían para intercambiar
informaciones y preparar acciones comunes. Uno de los trabajadores
mozambiqueños fue expulsado de Brasil poco antes de la reunión de Rio+20.
La entrada en el
territorio de la mina es impresionante. Pasamos, los amigos del MST y yo,
sin transición, de la selva amazónica, exuberante e inmensamente verde, a un
paisaje lunar. A lo largo de decenas de kilómetros, todo es color marrón. Las
montañas están totalmente deforestadas. En cada cumbre, largas correas de
transmisión del mineral se extienden tal como si fueran brazos múltiples de una
divinidad hindú. Unos relevos en hierro roñoso arrastran el material, el cual,
después es llevado hacia los vagones del ferrocarril. Avanzan muy lentamente
mientras se vacían las grandes palas arrojando sus cascajos de hierro.
El espectáculo es
dantesco. Está animado por cientos de vehículos que atraviesan sin parar el
lugar de un lado a otro. Indicadores luminosos regulan el flujo. Se ven
camiones, buses, camionetas, coches, máquinas enormes cuyas llantas miden más
de 2 metros de diámetro. De vez en cuando los atascos son de tal magnitud que
se necesitan 20 minutos para despejar una fila en espera por el disco en rojo.
Pareciera que uno está en un aeropuerto internacional.
Un promontorio
permite tener una idea de conjunto del sitio, al menos en su parte central. Una
montaña se ha transformado en un agujero de más de dos kilómetros de diámetro.
Un ruido ensordecedor sale de este universo, el de las máquinas y de los
vehículos que están trabajando. La visión es alucinante, a la vez fascinante y
molesta ¿Cómo el ser humano es capaz de dominar así el universo natural?
Una perspectiva
prometeana viene al espíritu, pero al mismo tiempo otras reflexiones surgen:
¿Qué herida a la naturaleza (la Madre Tierra) y probablemente irreversible?
¿Quién se acuerda todavía de una tribu india que se llamaba Carajas, nombre
adoptado por la mina? ¿Qué efectos indirectos habrá sobre el medio ambiente de
este universo extendiéndose mucho más allá del lugar de extracción? ¿Qué uso
tan enorme de aguas recogidas en enormes cuencas circulares? ¿Qué condiciones
de trabajo? ¿Qué compromisos con las autoridades políticas para poder explotar
semejante yacimiento para el beneficio principal de accionistas privados? ¿Para
qué servirá este mineral: armamentos, objetos inútiles para un consumo
irracional?
Si se tratara de una
explotación única, en medio de cientos de kilómetros cuadrados de selva, se
podría tolerar, con condiciones estrictas desde el punto de vista ecológico y
social. Pero la extracción se está multiplicando, no únicamente en esta región,
sino en todo el territorio de Brasil; en América latina, desde México hasta la
Patagonia; y en África y Asia. Es un fenómeno planetario. El agotamiento
de los recursos naturales está a la vista, y la caza por los yacimientos está
abierta, poniendo en competencia a las grandes empresas. Las técnicas son más
destructivas que en el pasado, para alcanzar niveles de producción impensables
anteriormente.
La emisión de gas
con efecto invernadero se cuenta por millones de toneladas. Un número
inverosímil de hectolitros de agua está siendo utilizado en un momento en que
la crisis hídrica aparece amenazante en el horizonte. La contaminación de los
suelos y de las capas acuáticas por la utilización de productos químicos, tales
como el mercurio o el cianuro, convierten numerosas tierras en inexplotables y
afectan a la salud de los trabajadores y de sus familias. En resumidas cuentas,
es el modelo de extracción el que está en juego. No es fácil proponer
alternativas, y sin embargo son posibles e indispensables. Una cosa es segura,
que la situación actual lleva al desastre. No se puede reproducir en el tiempo
y es inaceptable: económicamente, políticamente y moralmente.
Regresando a
Paraunapeba, pasamos por la ciudad construida por la empresa para sus cuadros y
personal administrativo. Está situada a orillas de la selva, sobre una tierra
deforestada para la ocasión, e incluye todos los servicios deseados. Bordeamos
también el aeropuerto privado de la mina y llegamos a la ciudad.
Estas fueron las
notas tomadas en 2012. Seguro que en 2015, la crisis afecta a las actividades
de la mina, pero lo extraño de esta situación es que después de más de 12 años
de gobierno progresista en Brasil, no se transformaron los principios de
explotación y de gestión. Los sindicatos no son bienvenidos. Las organizaciones
nacionales de trabajadores no actúan de manera fuerte: una parte de los fondos
de pensiones son invertidos en el capital de la mina.
Significa que la
fuerza (legal e ilegal) del capitalismo local como transnacional es tal, que la
política no ha podido, ni querido, actuar en la materia. Políticas sociales
compensatorias para luchar contra la pobreza son aceptables para este tipo de
empresas, a condición de no tocar su proceso de acumulación y solo medidas en
el cuadro de la integración latinoamericana tendrán eficacia.