Immanuel Wallerstein
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Para sorpresa de
casi todo mundo, Justin Trudeau, líder del Partido Liberal de Canadá, ganó las
elecciones canadienses con una sorprendente mayoría absoluta de escaños en el
Parlamento federal. La sorpresa fue doble: ser el ganador y haber obtenido tal
margen. Varias semanas antes de la elección del 19 de octubre, las encuestas
mostraban un amarre virtual de tres vías entre los tres candidatos principales:
el primer ministro Stephen Harper, del Partido Conservador, de ala derecha,
Thomas Mulcair, del izquierdista Partido Democrático Nuevo (NDP, por sus siglas
en inglés), y Trudeau, cuyo partido era considerado centrista. En la predicción
de los votos, Mulcair encabezaba con estrecho margen y se decía que Trudeau iba
en tercer lugar.
Luego, más o menos
en el mes anterior a las elecciones, de pronto crecieron las cifras relativas a
Trudeau y los números de Mulcair se desplomaron, terminando con la siguiente
división de escaños: 184 para los liberales, 99 para los conservadores, 44 para
el NDP, 10 para el Bloc Québécois y uno para los Verdes.
Para entender el
significado de estos resultados, uno debe primero entender el relativamente
poco común sistema de votación en Canadá. El Parlamento federal está dividido
en 338 distritos o administraciones electorales (conocidos como ridings),
cada uno de los cuales envía una persona al Parlamento. En cada riding,
el triunfador es el primero en rebasar el poste. Esto significa que todo lo que
necesita un partido para ganar el escaño en el riding es una simple
pluralidad de votos. El resultado es que es difícil que un partido gane una
mayoría absoluta de escaños a nivel nacional, que es lo que ocurrió esta vez.
La pregunta es por qué lograron los liberales esa empinada subida en el
último minuto, en especial desbancando al NDP. Después de todo, el NDP había
sorprendido a todos en las elecciones provinciales de la ultraconservadora
Alberta el 6 de mayo, con un despliegue a todo lo ancho para convertirse, en
apariencia, en un importante partido nacional. Nadie puede estar seguro, pero
la mayoría de los analistas piensan que la abrupta subida de los liberales vino
de un sentimiento de los votantes que se expresa en la frase: “cualquiera menos
Harper”. Tal vez los votantes pensaron que los liberales tenían más
probabilidad que el NDP de lograr este objetivo a nivel de los ridings particulares.
Sea cual fuere la explicación, Canadá cuenta ahora con un gobierno estable
durante los próximos cinco años. Por tanto deberemos evaluar cómo va a utilizar
Trudeau su mayoría absoluta.
Trudeau ha hecho algunas claras promesas. Dice que va a
brindar su apoyo al gasto deficitario por lo menos tres años, va a incrementar
los impuestos a los acaudalados y a mantener y expandir las previsiones del
estado de bienestar. En resumen, promete un programa de anti-austeridad, de la
variedad keynesiana. Esta promesa puso a los liberales a la izquierda del NDP,
que se había movido al centro para atraer a votantes liberales e
independientes. Además, prometió incrementar la actividad de combate al cambio
climático, algo a lo que se había opuesto fuertemente el gobierno de Harper. Y
en los asuntos sociales se podría mover más hacia la legalización de la
mariguana.
En los asuntos
internos, el centrista Trudeau prometió entonces actuar como un clásico
socialdemócrata de una clase ya desaparecida entre la mayoría de partidos
socialdemócratas. ¿Lo dice en serio? Eso depende de si Canadá va a atemperar la
tormenta económica mundial relativamente bien durante el siguiente año o los
dos años próximos. Si no, Trudeau puede muy bien oscilar de regreso a un
programa un poco más austero.
La diferencia real
estará en el ámbito geopolítico. Los puntos de vista de Harper eran muy semejantes
a los del Partido del Té en Estados Unidos. Él no cree en que el cambio
climático sea una realidad. Estaba en contra de un arreglo nuclear con Irán.
Estaba contra la migración de refugiados sirios y cualquiera otra cosa que
hiciera de Canadá más multicultural. Con fuerza favorecía la construcción de un
ducto petrolero y de gas (el ducto de Keystone) de Canadá a Estados Unidos. Era
un halcón guerrerista y, por tanto, accedió a enviar jets canadienses a unirse
a la coalición encabezada por Estados Unidos en Siria, pero deseaba que la
prioridad fuera el derrocamiento de Bashar al Assad.
El programa de
Trudeau es virtualmente lo opuesto en cada una de estas cuestiones. Esto alinea
su postura con la del presidente Obama en la mayoría de las cuestiones, con una
excepción importante. Trudeau está contra un mayor involucramiento en las
guerras civiles de Medio Oriente. En particular, prometió retirar todos los
aviones canadienses de la coalición. Fiel a su palabra, después que se
conocieron los resultados de las elecciones, Trudeau telefoneó a Obama para
informarle que se retirarían los aviones canadienses. Eran sólo seis, pero el
simbolismo fue importante. Canadá no seguiría a Estados Unidos en el ámbito
global.
Al sacar a Harper
del cargo mediante una votación, Canadá rechazó completo el movimiento
conservador en Estados Unidos. Por eso votaron a cualquiera menos Harper. Y el
presidente que llegue al cargo después de Obama en Estados Unidos tendrá que
vivir con este hecho. Otro locus de cambio será el Acuerdo Transpacífico
de Cooperación Económica (o TPP). Harper perdió votos porque, al final, terminó
firmándolo. Ahora habrá una considerable resistencia en Canadá, al igual que en
Estados Unidos, a la ratificación del acuerdo, por lo que sus perspectivas se
apagan crecientemente todo el tiempo.
Los analistas han
notado las semejanzas de estilo entre Obama y Trudeau. Ambos son esencialmente
centristas –intelectual y emocionalmente-. Ambos creen en discutir con sus
oponentes para arribar a alguna suerte de consenso. Ambos invierten tiempo y
energía en hablar con oponentes en vez de promulgar legislaciones. Obama ha
pagado un alto precio político por las consecuentes demoras. Y es probable que
sufra los mismos reveses, a menos que aprenda de los errores de Obama –algo que
por el momento no está haciendo.
El fondo del asunto
es una disyunción política significativa de Canadá respecto de Estados Unidos.
Es un golpe más al declinar de la capacidad con que cuenta Estados Unidos para
imponer sus puntos de vista en la situación global.