Nazanin Armanian
www.publico.es/161115
¿Alguien sabe por qué un Vladimir Putin que había
conseguido cierto apoyo de Occidente para conseguir una solución política
a la crisis siria, que había declarado frases como “Asad debe irse” o “de
momento mejor que se quede hasta que termine la transición”, comete el
grave error de lanzar una intervención militar contra las
fuerzas contrarias al Asad, echándolo todo a perder?
Dos días antes, Barack Obama había tenido una
reunión con el presidente ruso en la sede de la ONU. Del tranquilo tono de sus
declaraciones se pueden deducir dos cosas: que la intervención rusa había sido
pactada; o que Obama está encantado de mostrar a los críticos que le tachan de
“blando” en el escenario sirio que una operación militar en Siria podría
terminar en desastre, aplicando el dicho de “no interrumpas a tu enemigo
cuando está cometiendo un error”.
El atentado contra el avión
ruso ─ejecutado por los mismos autores intelectuales del 11S─,
es sólo uno de los resultados de la idea equivocada de Moscú de que el
terrorismo yihadista se elimina a base de bombardeos. Putin, que sabe que
dichas fuerzas son creadas por el Pentágono y los jeques del Golfo Pérsico,
¿está buscando un choque directo con sus patrocinadores? Debería saber que al
“terror religioso” ─esa magnífica herramienta utilizada por las élites de una
veintena de Estados para consolidar y expandir su poder─ le queda mucha vida.
En este
“clusterfuck”, escenario político-militar, sólo faltaba que la
Iglesia Ortodoxa Rusa llamase “guerra santa” a las operaciones militar del
señor Putin contra los yihadistas. ¿Por qué Moscú pensó que Turquía y Arabia
Saudí ─entre otros padrinos del terrorismo─ iban a renunciar a sus intereses en
Siria, después de haber invertido ingente dinero y esfuerzo para provocar un
“caos constructivo” sobre los muertos y las ruinas sirias?
El Kremlin deberá
enfrentarse a las posibles consecuencias de sus acciones, como por ejemplo
a:
+ Atentados contra sus
intereses. Quienes hicieron estallar el avión en el Sinaí buscaban quizás un 11S para
Rusia, que ha caído en la trampa: se ha ofrecido a los regímenes de
Irak y de Afganistán a combatir a sus grupos terroristas.
+ El apoyo que hasta ahora
recibía de los ciudadanos rusos se ha convertido en oposición: sólo hay que ver
la imagen en televisión de la decapitación de soldados rusos para ver las
pancartas de “¡Devuélvenos a nuestros hijos!”
+ Haber regalado un gran
pretexto a los NeoCon de EEUU para que sigan forzando a Obama a lanzar una
agresión militar contra Siria, a pesar de no contar con la autorización del
Consejo de Seguridad de la ONU ni con la del gobierno de Damasco.
Obama, que había apartado al general John Allen,
jefe de la ficticia coalición internacional que supuestamente lucha contra el
Estado Islámico, ha tenido que enviar equipamientos avanzados a los
“terroristas moderados”. Éstos están compuestos por exmilitares sirios y por
antiguos oficiales baasistas iraquíes que odian tanto a los Asad como a los
islamistas.
El pequeño despliegue de EEUU de unos 50 asesores
sobre suelo sirio no significa para el señor presidente de EEUU enviar tropas a
territorio sirio. Un intrépido Obama prepara la ocupación de varios enclaves de
Siria por sus tropas, con botas, zapatillas o sandalias, diseñando también la
reocupación de Irak, que se le ha escapado del control: Bagdad afirma que no va
a dar visados a los soldados estadounidenses.
+ Ganarse la peligrosa
enemistad de Ankara y Riad, que ven cómo Asad ha cogido aire. Aunque los turcos
y árabes se equivocan: lo más importante para Moscú entre sus 20
propósitos en Siria está fortalecer su propia posición en el
escenario mundial. La cabeza de Assad sólo representa “un producto con precio a
convenir”.
+ Animar a Francia ─que con
una agresiva política exterior y su alianza con Israel[1] y
Qatar pretende recuperar sus antiguas colonias─ a sumergirse en la guerra
contra Siria. Paris ha desplegado su portaviones Charles de Gaulle hacia Siria.
La aviación francesa ha bombardeado los pozos petrolíferos de Deir Ezzor,
paralizando la economía del país. ¿Por qué no ataca los convoyes de los
yihadistas que transportan el petróleo?
El 10 de octubre, y siguiendo
la táctica de la OTAN de destruir las infraestructuras de naciones “enemigas”
(como hizo en Yugoslavia, Irak y Libia), EEUU descargó sus bombas sobre dos
plantas de energía en Alepo, dejando sin luz a sus gentes, tan pobres que no
han podido ni huir del terror.
La entrada militar de Rusia en
Siria ni cambia ni perturba los planes del Occidente, Israel, Turquía, Arabia
Saudi e Irán por aumentar su influencia en el país de los sirios. En Oriente
Próximo la guerra no es la continuación de la política por otros
medios sino una herramienta para forzar a los rivales a negociar.
¡Es una tregua, no una paz!
Con Washington apartar a
Bashar al Asad, y no hacerlo al final del proceso de transición sino
en su inicio (¿antes de que el líder sirio fuese asesinado, quizás?). A ninguno
le interesa una gran guerra en Siria, ni que ganen los republicanos ─que
consideran a Rusia e Irán los dos principales enemigos de los intereses de EEUU
y de Israel─. El asunto de Siria y la incapacidad de los demócratas
de salvaguardar la hegemonía mundial de su imperio forma parte de su
campaña electoral de cara a las presidenciales de 2016.
Al resto de los países
implicados en la guerra, salvo Israel, también les urge
terminarla. Por ello, en la conferencia de Viena, celebrada la
semana pasada a iniciativa de Barack Obama, que reunió a una veintena de
Estados ─entre ellos Irán, Arabia Saudí y Rusia y Turquía, sin representantes
del pueblo sirio─, se acordó el cese inmediato de las hostilidades y trazar una
hoja de ruta para la transición política. Todos aseguran estar conformes en
mantener la integridad territorial y las instituciones del país y celebrar
elecciones parlamentarias en 2016, y aún son capaces de afirmar que serán los
sirios quienes decidan su futuro.
Cualquier paz para Siria que se firme entre las potencias tendrá fecha
de caducidad por dos motivos:
1- Que las 12 razones
reales de la guerra contra Siria (y ninguna es la permanencia de
Asad en el poder) siguen sin solucionarse.
2- Que en EEUU la era
anti Bush (es decir, anti-guerras preventivas) ha terminado y los
sectores belicistas e imperialistas vuelven a ocupar las instituciones claves
del Estado.
Lo único que pretende Obama es
terminar su mandato sin involucrase en el pantano sirio. El cese de Asad, junto
con el supuesto asesinato del fantasma de Bin Laden y conseguir el acuerdo
nuclear con Irán son triunfos considerables en la política exterior
del presidente. El cierre del Guantánamo será su acto final para mostrar que se
merecía el premio Nobel.
Que se quedase sin la
tradicional foto de familia de los presidentes de EEUU con los líderes
israelíes y palestinos carece de importancia: acaba de ceder ante los chantajes
de Netanyahu (por el acuerdo nuclear con Irán), elevando la ayuda militar
a Israel de 3.000 millones de dólares a cerca de 4.500 millones ─sacados del bolsillo de los contribuyentes─
para que Tel Aviv tenga armas a punta pala y poder derrotar a los palos,
piedras y cuchillos de los palestinos.
El objetivo de presidente Obama
al enviar a las Fuerzas de Operaciones Especiales (SOF) al norte de Siria e Irak y
a los caza F-15 a la base aérea de Incirlik en Turquía, no es para crear
la ilusión de una acción, sino reanudar la guerra contra lo que queda de
Siria cuando sea conveniente, mantener el estado de guerra permanente en la
región y seguir reconfigurando las fronteras del Nuevo Oriente Próximo a la
medida de los intereses de su país, y sí, echando mano de los
yihadistas. De hecho, según el ex presidente finlandés Martti
Ahtisaari, Obama, Cameron y Holland ignoraron en 2012 el plan de paz de Putin
para Siria, a pesar de que incluía la retirada de Asad. ¡Cuántas vidas se han
perdido desde entonces!
El tejemaneje de ni guerra, ni
paz es sólo un episodio más de los vertiginosos cambios que están sufriendo
esta región del planeta.