Nazanin
Armanian
www.publico.es/101016
La
reciente visita del Pontífice a Georgia y Azerbaiyán no tenía, evidentemente,
el objetivo de bendecir a sus católicos: sólo el 0,1% de los 4,3 millones de georgianos, en su
mayoría cristiano-ortodoxos, y el 0,01% de los 9,3 millones de un Azerbaiyán
musulmán-chiita son católicos. En la patria de Stalin, donde su visita
fue boicoteada por la Iglesia Ortodoxa, el Papa lejos de recibir un “baño de
multitud” se encontró con un estadio de fútbol semivacío y las protestas de
quienes le acusaron de querer “catolizar” a los ortodoxos. La invitación venía
del presidente Giorgi Margvelashvili que tiene prisa por entrar en la en la
OTAN y la UE, y utiliza al Vaticano para acercarse al Occidente.
A los
escasos asistentes, el
Papa les habló de la guerra mundial, pero no la que está teniendo lugar
en fascículos en Oriente Próximo y que ya ha destruido la vida de cerca de 100
millones de seres humanos en Irak, Afganistán, Pakistán, Yemen, Libia y Siria,
sino de la “guerra mundial
para destruir el matrimonio” llevada a cabo por “la teoría de género“,
pidiendo a los georgianos tentados por el adulterio buscar ayuda, como si el principal problema de
aquella gente fuese de tipo sexual. Luego rogó a Dios, no que impidiera
las guerras, sino que consolara a los que están cansados de los bombardeos.
¡Amén!
La
región del Cáucaso, hasta 1991 parte de la Unión Soviética, es una de las más estratégicas y volátiles del mundo: por
sus incalculables reservas de hidrocarburo y por su ubicación. Está entre el mar
Negro y el mar Caspio e incrustada en los límites de los antiguos imperios
ruso, persa y turco. El rosario de las guerras que ha sufrido empieza después
(y a causa de) la desaparición de la URSS: la de Nagorno - Karabaj (1988
y 1994) entre Azerbaiyán y Armenia;
Georgia - Abjasia (1992 - 1993); los conflictos intermitentes entre Chechenia y Rusia
(1994 a 2009) y la guerra entre Georgia y Rusia (2008).
Es
toda una tentación para EEUU hacerse con el control de esta zona. Ya tiene una
base militar en Azerbaiyán y pretende incluir a Georgia, – o “Iberia”, su
nombre cuando era la provincia cristiana del imperio Persa –, hoy es candidata
de entrar en la OTAN en las proximidades de Rusia e Irán.
Entonces,
¿qué interés tiene el
Vaticano en introducirse en tal berenjenal?
La Santa Sede y la “Anaconda”
Los
antecedentes del Vaticano en cooperar con la CIA, en destruir el socialismo y a
las fuerzas anti imperialistas en el mundo, son motivos suficientes para
desconfiar de las intenciones del Papa en el Cáucaso. La cooperación entre
ambos Estados llegó a su punto álgido con la elección del cardenal polaco antirruso
y antisoviético, Karol Wojtyla, como Papa con el objetivo de promover disturbios para derrocar al
gobierno socialista de la Polonia “católica”.
Fue en 1978, el mismo año que la “Agencia” también contrató a los yihadistas y
a Bin Laden para hacerse con Afganistán, frontera sur de la URSS. En Georgia,
Francisco declaró (al igual que EEUU), que no reconocía la independencia de
Abjasia y de Osetia del Sur, separadas de Georgia y donde Moscú mantiene sus tropas.
¿Participa el Vaticano en el Proyecto
Anaconda -el nombre de una temible boa que rodea y estrangula lentamente a su
presa, aunque sea un elefante-, diseñado por EEUU para asfixiar a Rusia desde
Eurasia?
El
Vaticano estrechó sus lazos con el partido Republicano de EEUU durante la era
de Ronald Reagan. Sin embargo, sus esperanzas en “catolizar Rusia” con la caída
del socialismo se desvanecen por dos hechos principales:
+ Que
en 1997 la Ley Yeltsin suprimiera la igualdad de las religiones, otorgando mayor
privilegio a la Iglesia Ortodoxa. El número de los centros religiosos ortodoxos
ascendió de 5.318 en 1985 a 31.200 en 2012, y eso en una sociedad agnóstica que
necesita hospitales y escuelas, entre otros servicios sociales. La fusión de la “ortodoxa” y el
nacionalismo ruso ha construido una efectiva barrera al “catolicismo llegado
del Occidente”.
+ Las guerras lanzadas por EEUU en
Oriente Próximo que lo vaciaron de cristianos (aunque la mayoría de
gente huida es musulmana y atea), erosionando su poder no sólo “espiritual”
sino también material, por la inmensa fortuna que albergan cientos de templos
allí ubicados.
El
Vaticano anima a los católicos de Oriente Próximo a quedarse en sus tierras y a
poblarlas con sus bebés cristianos (prohibiendo anticonceptivos, aborto y
homosexualidad), y así proteger con sus vidas el poder de quienes desde sus
confortables despachos en Roma participan en la gestión de este mundo de
miseria y de dolor.
Un espacio para “Ostpolitik”
Hoy,
el Vaticano confecciona su propia agenda, en la que incluye el “Ostpolitik”: la
mejora de sus relaciones con Moscú. Reconoce el papel de Rusia como garante de
los intereses de los cristianos en Oriente Próximo; pues comparten el mismo
temor por el avance de la extrema derecha islámica, y coinciden en el que el
futuro régimen de la posguerra Siria no debe tener rasgos religiosos. En el conflicto de Ucrania,
Francisco se negó a hablar de “la invasión rusa”, sino de una “terrible
violencia fratricida”, alejándose de la postura de EEUU, y más próximo a la de
Alemania y Francia. La iglesia católica ucraniana se tiraba de los pelos.
Forma
parte de la Doctrina Putin la
distensión con el centro del catolicismo mundial, ahora que las cosas no van
bien con Europa y con EEUU. Que el Papa no sea europeo, sin duda, ayuda a que
se convierta en un interlocutor entre Moscú y Bruselas. Fue la iniciativa del
propio líder ruso el encuentro histórico entre el Papa Francisco y el Patriarca
Kirill celebrado el día 12 de febrero. Aunque tuvo lugar en el aeropuerto de La
Habana en Cuba. Invitar al Papa a Moscú, el sueño de cualquier “pontífice”,
tendrá su precio, y sucederá cuando decida Kremlin.
La prioridad de ninguno es paliar el
principal problema de la humanidad que es el hambre que mata cada día a cerca
de 60.000 personas en el mundo (más que cualquier guerra), sino mantener sus
zonas de influencia para ampliarlas, y poner su sello en el orden mundial.
Que el Vaticano invoque las raíces cristianas de Europa y se oponga a la
adhesión de Turquía a la Unión Europea, forman parte de esta política, también
en sintonía con su Ostpolitik, que es hacer trueque con Rusia.