Vicenç
Navarro
www.publico.es/191016
No me
agrada ser un aguafiestas, pero en el momento en el que muchos celebran el
otorgamiento del Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan, quisiera hacer algunas
aclaraciones sobre su evolución, corrigiendo así una idealización de su figura
que tiende a ser una práctica generalizada en los grandes medios de información
españoles. De ahí que me permita publicar de nuevo un artículo ligeramente
modificado que ya se publicó en El Plural el 03.03.14 y que publico
de nuevo ahora en Público.
A lo
largo de mi vida he visto en múltiples ocasiones la evolución que siguen muchos
personajes que, siendo en su juventud críticos con las estructuras del poder en
los países que viven, se acomodan más tarde a estas estructuras, convirtiéndose
en sus portavoces. En realidad, esta evolución es muy común. Es tan común que
un dicho que se repite con gran frecuencia (sobre todo por voces conservadoras)
es que “la persona que no ha sido radical contestatario en su juventud es que
no tiene corazón. Pero la que continúa siéndolo más tarde, es que no tiene
cabeza”. Ello ocurre en todas las áreas de actividad humana, incluso entre
los músicos. Un ejemplo de esto es Bob Dylan.
Bob
Dylan, en su juventud, fue uno de los cantantes más críticos con el
establishment estadounidense. Fue, junto con Joan Baez, la voz del movimiento
estudiantil anti Guerra del Vietnam. Representaba la cultura pacifista y
antisistema, muy generalizada en los campus universitarios de los años sesenta.
Era un movimiento iniciado por los estudiantes de las universidades, que en su
gran mayoría procedían de las familias con más recursos en EEUU. Era, como la
definió Bruce Springsteen, una cultura de privilegio, que se oponía y rebelaba
frente al establishment que dominaban sus padres.
Springsteen,
por el contrario, representaba un movimiento anti sistema de origen de clase
trabajadora, que cuestionaba y criticaba el narcisismo y hedonismo presentes
entre los “flower children” de Berkeley y otros centros académicos. El
conflicto entre las dos culturas era una especie de lucha de clases dentro del
movimiento anti establishment, tal como detallé en otro artículo “Lo que no se
dijo en España sobre Springsteen”, Público (28 de junio 2013).
Estados
Unidos, en contra de lo que se dice y escribe en España, es un país donde la
categoría de clase social es determinante para entender aquel país. Y ello en
la gran mayoría de los componentes de aquella sociedad, que van desde la música
hasta el deporte. Así, los dos grandes deportes en EEUU son el baseball (de
origen predominantemente de clase trabajadora) y el “futbol americano”, que no
es el futbol europeo sino una especie de rugby (de origen de clase media alta,
que se inició en los campus universitarios).
La
final de la liga del futbol americano fue el pasado 2 de febrero, en la Super
Bowl, cuando millones de estadounidenses se pasan casi todo el día frente a la
televisión. Es uno de los días en que cuesta más dinero poner un anuncio en la
televisión, debido al elevado número de televidentes. Pues bien, el anuncio que
creó más sorpresa y más enojo entre las fuerzas progresistas de EEUU fue un
anuncio de la empresa productora de coches Chrysler en el que, con un
chauvinismo ofensivo para muchos otros países, se indicaba que para ciertos
productos de consumo, importantes pero no esenciales, los americanos pueden
depender de productos extranjeros (la cerveza hecha en Alemania, los relojes
hechos en Suiza, o los móviles que se producen en Asia). Pero para productos
esenciales, es decir, para los automóviles, los mejores productos son los
americanos, apareciendo entonces la última versión de los coches Chrysler. Y el
que hacía el anuncio era ni más ni menos que el mismísimo Bob Dylan.
El
anuncio creó gran revuelo e interés (que era lo que Chrysler intentaba), pero
enojó a muchísimos estadounidenses que están cada vez más hartos del
chauvinismo americano. Señalaron –entre otros hechos- que 1) Chrysler no es una
empresa americana, sino italiana. Es propiedad de FIAT (antes lo había sido de
Mercedes-Benz); 2) que el pueblo alemán hace muchas más cosas que la cerveza,
incluyendo automóviles más eficientes y de mayor calidad que empresas
estadounidenses; 3) que los pueblos asiáticos están hoy entre los más avanzados
en áreas tecnológicas, y así un largo etcétera. Y, por cierto, que el término
americano que se utiliza constantemente en el lenguaje cotidiano incluye a la
mayoría de americanos (que viven en el sur y centro en lugar del norte de las
Américas).
Bob
Dylan, que había sido una de las voces de los años sesenta que denunciaba el
chauvinismo del establishment americano, se había convertido, años más tarde,
en su promotor y portavoz. Y a esta evolución, los conservadores la definen
como “madurez y utilizar la cabeza”, cuando lo que quieren decir es “abandonar
los principios para poderGANAR DINERO sin
ningún tipo de escrúpulos”. A esto le llaman madurez. Mientras, el nivel de
popularidad y respeto por Bob Dylan ha disminuido notablemente en Estados
Unidos.
Termino
aquí lo que dije en marzo de 2014. Me parece bien que se celebre al Bob Dylan
de su juventud, a pesar de las limitaciones que tenían sus canciones, resultado
de un contexto político distinto, por ejemplo, al de Bruce Springsteen. Pero
lamento que facetas más tardías de su vida no aparezcan en sus notas
biográficas. Es importante que la historia, incluida la literaria y la musical,
se presente tal como fue, y no como desearía que hubiera sido el que la
escribe.