Nazanin Armanian
www.publico.es/011016
Sorprende la imagen
sesgada que los medios de comunicación de masas occidentales están ofreciendo
sobre el expresidente israelí Shimon Peres, fallecido el 28 de septiembre,
a quien muestran como un gran referente de paz.
El historial de Peres durante sus setenta años
al servicio del colonialismo y el apartheid empieza en 1947-49 con su activa participación en la
limpieza étnica de Nakba, en la que miles de palestinos fueron
asesinados, decenas de miles fueron forzados a abandonar sus hogares, mientras
sus tierras eran destruidas y ocupadas por las fuerzas sionistas. Años después,
y bajo la justificación del “desarrollo natural del pueblo judío”, el político
israelí siguió llevando a cabo el proyecto de la Gran Jerusalén, mientras anexionaba el 58% de los territorios
de Cisjordania a Israel.
Desde el Ministerio de
Defensa, entre los años 1953 y 1965, Peres, que reiteraba que Israel no sería
el primer país de la región en poseer la bomba atómica, fue quien buscó esta arma de destrucción
masiva con el apoyo de Francia para conseguir una superioridad militar (en un mundo
parecido a la jungla, donde reina la ley del más fuerte), que le ha servido
para imponerse a todos y cada uno de las naciones de la zona.
Fue Peres quien en 1986 autorizó al Mosad el secuestro
del técnico nuclear israelí Mordechai Vanunu, por revelar lo que era
el secreto a voces. En Roma, la agente Cindy sedujo al científico y una vez en
un hotel le durmió con una inyección para luego enviarlo a Israel (¿Colaboró la
policía italiana en esta operación?). Fue condenado a 18 años de cárcel.
Las cerca de 200 bombas
nucleares israelíes que hoy apuntan a Irán, le han servido a Israel para
rechazar todas las propuestas de paz con los árabes, ir ocupando las tierras de
los vecinos, y mantener a raya a las potencias regionales.
Respaldado por el arsenal
de armas más mortíferas de la región y el apoyo del Occidente, Shimon Peres organizó el 18 de
abril del 1996 la operación Uvas de la Ira al Líbano bombardeando
Beirut bajo el pretexto de castigar a Hizbolá, aunque en realidad
pretendía sacar el pecho en las elecciones generales del 29 Mayo. Perdió a
favor de Netanyahu, aunque dejó 154 civiles muertos, cientos de heridos, y
miles de desplazados. En el nombre de Yahvé, se mandaba a exterminar
a los Untermensch. Sólo se le ocurrió
decir que tenía “la conciencia tranquila”. Hoy, el ministro de Salud libanés,
Wael Abou Faour le desea lo peor a su llegada a la otra vida al llamarle
carnicero.
Tampoco tuvo remordimiento
de conciencia cuando lanzó
las operaciones de Plomo Fundido (2009) y Pilar de
Defensa (2012) contra la Franja de Gaza que dejaron miles de muertos y
heridos. No debe sorprender que la élite militarista israelí haya
establecido alianzas con grupos como Al Qaeda para
preservar sus intereses. La destrucción de los tres destacados estados árabes,
-Iraq, Libia y Siria-, y convertirlos en estados fallidos, están al servicio de
la creación del Gran Israel. De hecho, el principal motivo de la guerra contra Siria es
desmantelar el Eje de Resistencia contra Israel.
Detrás del Premio Nobel
Dos años antes de que en
1993 Simon Peres y Yaser Arafat compartieran el premio Nobel de la Paz, Iraq
era aplastado en la Guerra del Golfo Pérsico bajo toneladas de bombas de una
coalición militar liderada por EEUU. Años atrás, Arafat había depositado su
ilusión en la República Islámica de Irán al distanciarse de ayatolá Jomeini
–quien prefería a Hezbolá y Amal antes que a una OLP laica-. Asimismo, tenía la
esperanza de que Husein se convirtiera en el contrapeso de Israel en la región,
por lo que defendió a Iraq en la contienda. Al perder Saddam la guerra, Israel
no perdonó este error de cálculo.
Lo mismo que
las petromonarquías del Golfo Pérsico, enemigos de Iraq: le cortaron
las ayudas económicas, dejando a la OLP aislada y pobre (mientras inyectaban
millones de dólares a los islamistas palestinos), y expulsaron a miles de
trabajadores palestinos de sus países. Israel ahogó la primera Intifada en su
propia sangre e ignoró la resolución aprobada por el Consejo de Seguridad de la
ONU el 21 de diciembre, que proponía la celebración de una conferencia de paz.
Arafat se vio más obligado
que nunca a entregar mayores concesiones y aceptar los Acuerdos de Oslo,
tragando incluso el proyecto israelí de cantonalizar Cisjordania. “Israel no
habría llegado a los acuerdos de Oslo sin su potencial atómico”, dijo Peres,
quien a punta de ‘pistola atómica’ sometió a los palestinos, sin dejar de
banalizar el Holocausto que supuestamente iba a cometer Irán contra los judíos,
con sus inexistentes armas nucleares: exigía a Barack Obama intensificar el
embargo sobre Irán, que impedía hasta el envío de medicamentos para los
enfermos de cáncer.
Pero, ¿cómo es posible que
los palestinos, teniendo poderosos hermanos árabes como los saudíes y 1200
millones de correligionarios musulmanes, no hayan podido conseguir sus
objetivos de instaurar su propio Estado? ¿Se ríen de la pseudo doctrina
de Choque de
civilizaciones de Samuel Huntington? Los palestinos tendrían que leer a Lenin: cómo levantó
el Estado socialista soviético en medio de la Primera Guerra Mundial y en un
país ocupado por Alemania. Palestina se quedó sin líder cuando Israel mató a
Arafat, como confiesa Peres en una entrevista a The New York Times,
afirmando que él no lo hubiera hecho. “Peres
stated he had “protected Arafat from several plots against his life”, dijo.
La normalización de las
relaciones entre Israel y Arabia Saudí o Qatar no está dirigida a poner fin al
sufrimiento palestino ni suavizar la agonía de dos millones de gazatíes por el
bloqueo israelí. ¡Se han unido contra Irán! Lo escenificaron el israelí Dore
Gold y el saudí Anwar Eshki en junio del 2015 en Washington. ¡Cómo se tiraría de
los pelos Huntington!
También fue bajo su presidencia en 2010
cuando nueve personas solidarias con Gaza que viajaban en el barco turco Mavi
Marmara fueron asesinadas en un asalto de los militares israelíes. La
solidaridad internacional no conoce miedo: mientras el barco de ‘mujeres rumbo
a Gaza’ se acerca a Palestina, Peres abandona Israel para siempre.