Vicenç Navarro*
www.publico.es/160715
Como era predecible, el
establishment político-mediático español (incluyendo el catalán) ha presentado
lo ocurrido en Grecia y en las negociaciones con la Troika, con el Eurogrupo y
con el Consejo Europeo como un completo fracaso del gobierno Syriza, que en el
colmo de su supuesta incompetencia sometió a su pueblo a un gran sacrificio, el
corralito, y a un referéndum que, además de ser inapropiado, tuvo un
impacto contrario al que pretendía, pues en lugar de conseguir mayores
concesiones de las instituciones europeas, estas endurecieron sus posturas,
exigiendo incluso mayores sacrificios de los que ya habían ofrecido antes de
conocerse el resultado del referéndum.
Ha sido, pues, un
desastre producto de la incompetencia del gobierno Syriza. El nivel de
hostilidad de este establishment político-mediático español (incluyendo el
catalán) -que también apareció con igual intensidad en los mayores medios de
información alemanes- alcanzó unos niveles nunca antes vistos en contra de un
gobierno europeo.
Las medidas impuestas
por el establishment financiero europeo (hegemonizado por el alemán) –y sus
instrumentos políticos (la Troika, el Eurogrupo y el Consejo Europeo)–
intentaban humillar al pueblo griego, que ha sido el único que, a través de su
gobierno, se ha rebelado contra el austericidio forzado por aquel establishment
financiero.
Esta humillación se
presentaba al público con satisfacción y regodeo por parte de los mayores
medios de información, que alcanzaban lo que algunos humoristas estadounidenses
han definido sarcásticamente como un “orgasmo mediático”. Nunca tanto odio se
había expresado en tales medios con tanto placer para el que lo transmite, y
tanto dolor para el que lo recibe.
La enorme manipulación
de los medios
En toda esta
presentación se olvidaron, además de la causa justa que el gobierno Syriza
defendía, de algunos elementos clave para entender lo ocurrido, incluido el
enorme desequilibrio de fuerzas en tal conflicto, que alcanzó (como
indiqué en un reciente artículo, “El principio del fin de esta Europa
antidemocrática e injusta”, Público, 07.07.15) niveles bélicos,
conflicto que era parte del existente entre las élites gobernantes en la
Eurozona (que están al servicio del capital financiero) y sus clases populares,
un conflicto que mi amigo Noam Chomsky ha definido no como una lucha, sino como
una guerra de clases, que ha alcanzado su máxima expresión en Grecia.
Y los grandes medios de
información al servicio de los intereses financieros que los controlan
ocultaron la mayoría de los hechos, ignorando, cuando no ocultando, esta guerra
de clases. Por un lado estaban las instituciones más poderosas de la Eurozona,
deseosas de destruir al partido Syriza, y así matar al enemigo (y la expresión
no es hiperbólica, pues esta era su intención: destruir al enemigo y al partido
Syriza, expulsándolo del gobierno). Este era su objetivo. Por el otro lado
estaban las clases populares de Grecia.
La ocultada guerra de
clases
A fin de conseguir este
objetivo, el establishment que gobierna la Eurozona, liderado por el alemán,
siguió paso por paso su plan de destrucción, iniciándose este solo horas
después de la victoria electoral del partido Syriza, cuando el Banco Central
Europeo, el BCE, limitó la liquidez a los bancos griegos (es decir, disminuyó
drásticamente el dinero transferido a estos), lo que fue seguido por un notable
estrangulamiento (días antes de que se celebrara el referéndum donde se iba a
pedir al pueblo griego su acuerdo o desacuerdo con las medidas impuestas por
las instituciones europeas), forzando al gobierno Syriza a introducir el
altamente impopular corralito, con la intención de atemorizar al pueblo
griego y mostrar las consecuencias de que este votara en contra de lo que
deseaban aquellas instituciones.
Y después del referéndum, el BCE continuó limitando la liquidez,
amenazando con interrumpirla en cualquier momento, creando así una parálisis
bancaria al país. En cada uno de estos pasos, el BCE utilizó todo su
armamento financiero de destrucción masiva para presionar al gobierno Syriza.
Tales medidas tendrían que haber generado una gran protesta en la Eurozona,
pues el BCE se estaba atribuyendo funciones que no tenía. Ante estos actos
ilegales y canallescos (no hay otra manera de definirlo), el pueblo griego
realizó un enorme acto de valentía y coraje al votar mayoritariamente en contra
del establishment político-mediático europeo, sabiendo lo que ello podría
significar.
La respuesta de las
élites gobernantes en la Eurozona al rechazo de sus propuestas fue incrementar
aún más su hostilidad, exigiendo medidas que convertían a Grecia en un “protectorado”
de la Troika, recuperando la fórmula política imperial que había dejado de
existir desde el periodo de descolonización que siguió a la II Guerra Mundial.
Una de las medidas más
humillantes y difíciles de aceptar para el gobierno Syriza fue que Grecia
tendría que venderse el equivalente a 50.000 millones de euros en propiedades
públicas y ponerlos aparte en un fondo supervisado por la Troika, con el fin de
pagar a los acreedores.
Estos son los Estados
de la Eurozona, que habían comprado la deuda pública griega que tenían los
bancos privados (predominantemente alemanes y franceses), los cuales la habían
obtenido a unos intereses desorbitados y escandalosamente altos (debido en
parte al hecho de que el BCE –que es un lobby de la banca- no tenía como
función proteger a los Estados, como hace cualquier banco central digno de su
nombre, ayudando en su lugar a la banca privada).
El
BCE, en lugar de ayudar a los Estados de la Eurozona prestándoles dinero, lo
que hacía era prestar dinero a unos intereses ridículamente bajos a los bancos
privados para que estos se lo prestaran a los Estados a unos intereses
elevadísimos, que en el caso de Grecia
alcanzaron unos niveles escandalosamente altos, una de las causas de que la
deuda pública griega sea tan elevada.
Cuando estos bancos
privados, que se habían enriquecido enormemente a base de comprar bonos del
Estado griego, sumamente rentables, vieron que el Estado griego podría colapsar
y no pagarles los intereses, e incluso perder el principal de la deuda (es
decir, los bonos públicos, generadores de renta), pidieron a los Estados que
les compraran su deuda, evitando así el colapso de los bancos, y ello a costa
de que los Estados fueran ahora los que tenían los bonos públicos, compra (en
realidad, el mejor término es rescate bancario) que los Estados hicieron sin
que tuvieran ningún mandato popular para ello, pues salvar a los bancos no
estaba en la oferta electoral de ninguno de los partidos gobernantes. Y su
población tampoco fue llamada a referéndum para preguntárselo.
La
gran mentira y falsedad promovida en los medios era presentar esta compra de
bonos públicos griegos (que se habían adquirido en condiciones abusivas) como
la ayuda de los pueblos de la Eurozona al pueblo griego. En realidad,
era la ayuda de las élites gobernantes, próximas al capital financiero, a sus
bancos. De ayuda a Grecia no había nada. Y ahora, en las negociaciones querían
que Grecia les pagara la deuda, utilizando todo tipo de presiones para
conseguirlo.
La gran falsedad de
presentar la ayuda a los bancos como un acto de solidaridad con el pueblo
griego
Con un ejercicio de
gran cinismo, estos Estados que habían rescatado a los bancos con dinero
público a costa del bienestar de sus clases populares, presentaban ahora a
Syriza como el malo de la película por no querer pagar a los pensionistas
europeos el dinero que dichos pensionistas habían prestado a los pensionistas
griegos (los cuales, indicaron todos los medios, gozaban de una pensión
supuestamente exuberante).
El objetivo de esta
propaganda era evitar que las clases populares de los países de la Eurozona se
aliasen en contra de sus propios establishments, liderados por el alemán. Leer
la prensa alemana o española da idea del extremo hasta el que tal establishment
es capaz de manipular para dividir a las clases populares, estimulando su
movilización a favor suyo y en defensa del establishment financiero. Oír al ministro
Guindos (el mismo exbanquero de la banca más tramposa que haya existido, la Lehman Brothers) decir que el gobierno
Syriza tiene que devolver el dinero a España para que se puedan mejorar las
pensiones, alcanza dimensiones vomitivas. Las clases populares griegas y las
españolas vivirían mucho mejor si ambos países hubieran podido nacionalizar o
intervenir la banca privada y ponerla al servicio de sus clases populares.
Pero lo que alcanzó unos niveles nunca antes
vistos fue la exigencia de los 50.000 millones de euros, extraídos de la venta
de propiedad pública griega, que deberían ser pagados por el Estado griego a
los acreedores. Con ello, además de los recortes y de la austeridad, se
añadía un latrocinio al pueblo griego, robándole el equivalente a un 17% del
PIB griego para pagar el rescate a los bancos por parte de los Estados. En
cuanto a las medidas de austeridad, estas se incrementaron, con lo cual el
descenso del PIB (que ha sido de un 25% en cinco años) aumentaría todavía más
(se calcula que un 5% más).
¿Por qué Syriza aceptó
estas demandas?
La enorme negatividad
contra Syriza que apareció en los medios ocultaba que el gobierno griego tenía
muy poco espacio para poder responder a esta belicosa hostilidad. Y a pesar de
ello, es notable lo que también consiguió, cosa que natural y predeciblemente
no salió en los medios. El hecho de que el rechazo a tales medidas impuestas por
la Troika alcanzara un nivel tan elevado (un 62%), le permitió conseguir un
grado de unidad en su país impensable antes del referéndum, de manera que las
propuestas hechas después del referéndum eran firmadas por la gran mayoría de
partidos, además de Syriza.
Esto fue lo que originó
cambios, incluido el que, en lugar de continuar discutiendo el segundo rescate
aprobado por el gobierno anterior, se discutiera ahora un nuevo rescate, de una
cantidad mucho mayor, que podría alcanzar 80.000 millones, con una promesa de
iniciar el proceso de reestructuración de la deuda griega, aun cuando no se
especificaran las condiciones.
Otras medidas también
importantes que se consiguieron fueron la disminución de la exigencia a Grecia
de tener un superávit primario en las cuentas del Estado (es decir, tener un
balance positivo entre los ingresos y los gastos, sin incluir los gastos para
pagar los intereses de la deuda) que fuera equivalente a un 4% del PIB,
utilizando este superávit para pagar la deuda, lo cual hubiera causado un
colapso de la economía griega.
Syriza consiguió que el
superávit fuera equivalente a un 1% del PIB el primer año, un 2% el segundo
año, y un 3% en el tercer año, exigencias que también serían perjudiciales para
Grecia, pues aun cuando no crearían un colapso, impedirían su recuperación. El
gran problema fue que Syriza consiguió mejoras, pero dentro del marco definido
ya en el rescate anterior. Y este era el punto flaco del nuevo rescate que
entraba en clara contradicción con lo que el pueblo griego había votado. De ahí
que lo que se le ofrecía a Grecia por parte de las instituciones europeas era
más de lo mismo.
¿Qué podría haber hecho
Syriza?
El poder de Syriza en
las negociaciones estaba muy limitado por las condiciones que se daban a los dos
lados de la mesa negociadora. Y una constante por parte de Syriza era su deseo,
reflejando lo que deseaba la gran mayoría del pueblo griego, de mantenerse en
la eurozona. Esta era una condición sine que non.
Se consideró, desde el
principio de su mandato, que la salida del euro por parte de Grecia no era ni
posible ni aconsejable. El mismo por entonces ministro de Finanzas, Yanis
Varoufakis, había indicado en The Guardian que “la salida de Grecia del
euro, creando una nueva moneda, sería dificilísima. En Irak, la introducción de
una nueva moneda duró casi un año, con el desarrollo de una enorme
infraestructura que no existe en Grecia. De ahí que el anuncio de la salida de
Grecia del euro sería equivalente a anunciar una devaluación de la moneda con
18 meses de antelación. Sería una receta para eliminar todo el capital, que
abandonaría el país por todos los medios”.
Se indicaba también por
parte de sectores de la dirección de Syriza que el caso de Argentina (que
muchos presentaban como punto de referencia para salirse del euro) no tenía
validez para Grecia, pues Argentina tenía ya su moneda, el peso argentino, y
toda la infraestructura para operarla en el momento que decidió separarse del
dólar, cambiando el valor de su moneda.
Pero Grecia no tenía
una nueva moneda. Ante esta situación, lo único que podría haber hecho el
Estado griego frente a la amenaza del BCE de interrumpir toda liquidez a los
bancos griegos hubiera sido lo que el ministro Varoufakis propuso al primer ministro
Tsipras el día antes del referéndum en previsión de lo que podría pasar, es
decir, nacionalizar algunos bancos griegos e intervenir el Banco Central
Griego, imprimir euros por parte del Banco Central Griego, emitir una nueva
moneda por parte del Estado y controlar la movilidad de capitales. Pero Tsipras
no lo aceptó, pues temía que ello implicara la expulsión inmediata de Grecia
del euro, que era lo que quería evitarse por todos los medios.
Es interesante subrayar
que el BCE –que, como dije antes, es
principalmente un lobby de la banca- quería
castigar al Estado griego y expulsar a Syriza del gobierno, pero no (como
he indicado en otro artículo en Público, 11.06.15) sacar a Grecia del euro. El capital financiero alemán no deseaba
que ello ocurriera, en parte por la enorme inestabilidad que ello crearía. De
ahí que en las reuniones del eurogrupo, Mario Draghi, presidente del BCE,
incluso se enfrentara con el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble,
que no excluía sacar a Grecia del euro por un periodo de cinco años. Draghi indicó
que ello ya ahora crearía un gran desequilibrio, punto de vista compartido pero
no enunciado por la señora Merkel, que tenía que equilibrar su deseo de
estabilidad financiera con la demanda de su partido de castigar duramente a
Grecia. Ahí radica el origen del fondo general de 50.000 millones de euros
(basado en la venta de propiedad pública griega) propuesto por Merkel.
Es también interesante
subrayar que los mayores aliados del gobierno alemán, en su mano dura, han sido
los gobiernos español, portugués e irlandés, pues –como indica Varoufakis en su
entrevista en el New Statesman (13.07.15)– odian a Syriza y
querían destruirla, temerosos de que fuerzas políticas antiausteridad que
existen en sus países –como Podemos en España- se beneficiaran de cualquier
mejora que pudiese conseguir Syriza. La preocupación del gobierno Rajoy frente
a Podemos, tal como informa Varoufakis, ha estado detrás de su apoyo a las
propuestas alemanas.
¿Y ahora, qué?
Lo ocurrido en estos
días tendrá un enorme impacto en la eurozona. Europa nunca será a partir de
ahora como fue antes. La Europa punto de referencia mundial para aquellos que
desean vivir en países democráticos y justos, ha desaparecido. El rechazo hacia
esta Europa neoliberal, antidemocrática y reaccionaria, al servicio del capital
financiero, se está extendiendo a lo largo de su territorio, y se ha creado una
nueva situación que abre toda una serie de oportunidades.
Los hechos han mostrado
con una enorme claridad que el gobierno alemán de la señora Merkel domina el eurogrupo
y dicta sus políticas, y lo hace pensando única y exclusivamente en sus
intereses de clase. Y digo de clase porque la clase trabajadora alemana es una
de sus víctimas (merece destacarse, por cierto, el apoyo valiente de las
izquierdas alemanas, Die Linke, y de
los sindicatos alemanes a las demandas antiausteridad griegas). La crueldad y
dureza de las medidas, apoyadas por una movilización mediática que también
hemos visto en España (con tonos claramente racistas, menospreciando al pueblo
griego y a sus gobernantes), recuerda a situaciones anteriores en su historia,
tanto en Alemania como en España.
No hay que olvidar que
los que gobiernan España, el PP, son los herederos de aquellas fuerzas que se
alzaron contra una democracia, venciendo (a pesar de la enorme resistencia de
las clases populares de todos los pueblos y naciones de España) gracias al
apoyo de las fuerzas nazis alemanas, que dominaron y oprimieron a otros muchos
pueblos europeos, incluyendo Grecia, asesinando, destruyendo y robando a aquel
país, sin que el Estado alemán, sucesor del Estado nazi, haya pagado ninguna
reparación a las víctimas de tanta opresión en aquel país (ver
mi artículo “Los costes del nazismo alemán para Grecia (y para España)”, Público,
24.03.15).
Y para mayor
indignación, al Estado alemán, que, por fin, fue derrotado, se le perdonó más
de la mitad de la deuda pública con los acreedores extranjeros en el año 1953 ,
permitiéndole que pagara la otra mitad de la deuda en treinta años y solo en
periodos de crecimiento.
Grecia, que fue uno de
los Estados que le perdonó la deuda, es ahora el país al que el Estado alemán,
heredero de aquel otro de 1953, no deja que se le permita conseguir lo mismo
que se le permitió a Alemania por parte de los aliados, incluyendo Grecia. Nunca históricamente se habían visto
ejemplos de mayor innobleza, desvergüenza y merecedores de condena por su
inmoralidad, como el comportamiento del Estado alemán y de los medios de
información alemanes hacia Grecia.
Lo ocurrido ha
reabierto heridas que se creían cerradas. Hoy al gobierno alemán, aliado con
los establishments financieros en
cada país, se le ve como el centro de un poder que es profundamente
antidemocrático y antisocial. Existe una alianza de las élites gobernantes en
la Eurozona, las castas que representan los intereses económicos y financieros
dominantes, que no tiene límite en su hostilidad hacia las clases populares y
el mundo de trabajo de cada país, incluyendo el griego. Es, repito, lo que Noam
Chomsky ha definido acertadamente como la guerra de clases.
Ahora bien, hay también
motivos de gran esperanza. El enorme sacrificio del pueblo griego no será en
vano. Hoy Europa está llena de movimientos de protesta y rechazo hacia esta
Europa mezquina, antidemocrática y profundamente injusta. Y ya vemos algunas
grietas en el edificio que sostiene el imperio del establishment alemán.
No puede descartarse
que se establezcan divisiones en la estructura de gobierno de la eurozona, con
posibles tensiones con Francia e Italia, que ya aparecieron, pero que fueron
totalmente insuficientes para cuestionar el dominio y hegemonía del gobierno
alemán.
Pero lo que es más
urgente es que las clases populares –a través de movimientos sociales y
sindicales, y partidos políticos- establezcan lazos de cooperación y asociación
para parar las medidas de austeridad, estableciendo las bases para un cambio
profundo de esta Europa reaccionaria hacia otra Europa justa y democrática.
Y la estrategia de
cambio debería ir más allá del debate “euro sí” o “euro no”, cambiando la
gobernanza de esta moneda y de toda la eurozona, con alianzas, a nivel europeo,
que puedan ya expresar un Basta Ya, con una petición y exigencia de cambios
democráticos en cada uno de los países de la eurozona, como está ocurriendo hoy
en España.
Soy consciente de que
esta expresión podrá verse como un deseo inalcanzable, pero ¿quién hubiera
dicho en España hace solo un año que habrían ocurrido los cambios que
ocurrieron en las últimas municipales, que fueron ni más ni menos que un tsunami
político, y que cambiaron toda España y toda Europa? En realidad la hostilidad
del establishment europeo, liderado
por el gobierno alemán, a las clases populares griegas era un mensaje que
intentaba atemorizar a las clases populares españolas.
Una última observación.
Ni que decir tiene que la situación en España es distinta a la griega, y por lo
tanto las soluciones para cada país son distintas. El intento de presentar a
Podemos como la Syriza española es un indicador más de una manipulación,
confundiendo la necesaria y noble solidaridad de Podemos con el pueblo griego y
con su mejor representante, Syriza, con el desarrollo de sus políticas, que
necesariamente serán distintas, puesto que las realidades que reflejan son muy
diferentes.
Hoy en Grecia no hemos
visto el fin, sino el inicio de un proceso de cambio que impactará a toda
Europa, ayudando a todas las fuerzas en este continente que se oponen al enorme
austericidio que se ha estado
imponiendo y que ha hecho tanto daño al pueblo griego y al español.
*Catedrático
de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y ex
Catedrático de Economía. Universidad de Barcelona