Nazanin
Armanian
www.publico.es/290715
En octubre de 2014 el
gobierno de Tayeb Erdogan condicionaba su lucha contra el Estado Islámico (EI) y que EEUU
pudiera utilizar la base militar de Incirlik, a que la OTAN acabara con Bashar Al Assad. Y
ahora, de repente, bombardea las supuestas posiciones del EI y “de paso” las de
la guerrilla kurda del PKK en Irak, mientras autoriza a Washington para que
ataque Siria desde Incirlik.
¿Esto significa que
Barak Obama cumplirá su parte? ¿Va a crear para ello una zona de exclusión área
en el norte de Siria, como el inicio de la desintegración de Siria, igual que
se hizo con Irak en 1991? ¿Es una coincidencia que estas operaciones hayan
tenido lugar días después de que Obama consiguiera
de Irán —aliado de Damasco— el acuerdo nuclear de contenido secreto?
¿Y lo es también que el 12 de julio Ankara acogiese una reunión de la oposición
derechista de Siria con el plan de formar un gobierno en exilio? Y ¿qué cosa más
valiosa espera recibir Erdogan a cambio de destrozar las negociaciones de paz
con el PKK? ¿Qué problema tenía con la guerrilla que no podía resolverse por la
vía del diálogo?
Los kurdos afirman que Erdogan había lanzado bombas sobre los
refugios abandonados de los yihadistas y que el objetivo real de los artefactos
ha sido el PKK y los kurdos sirios.
En realidad, estamos
ante un giro radical en la situación
política turca y el atentado del 20 de julio en el campamento
de la Federación de Entidades Socialistas en la ciudad de Suruç, que dejó 32
muertos y un centenar de heridos —cuando recogían ayuda humanitaria para la
población de la ciudad siria de Kobani—,
sólo ha acelerado este proceso.
Mientras Erdogan
responsabilizaba al EI de la masacre, los kurdos le acusaron a él y a Hakan
Fidan, el jefe de los servicios de inteligencia turca (MIT), de estar
implicados, utilizando la “bandera falsa”. Preguntaban: “¿por qué estas
acciones siempre están dirigidas a la población civil y a los kurdos y nunca al
gobierno?” Horas después, en una gran redada organizada por el régimen, cientos
de activistas de formaciones progresistas fueron detenidos y el mundo volvió a
ponerse al revés: un atentado contra la izquierda ha servido para agredir a la
izquierda. Algo ya casi clásico.
¿Un complot?
Dos
prioridades han encabezado la agenda de Erdogan: contener a las fuerzas kurdas
y derrocar a Assad. Incluir al EI en este escenario es puro teatro, simplemente
para evitar más críticas por patrocinar el terrorismo yihadista. China denuncia
que los aeropuertos tucos permiten la entrada de miles de uigures con
pasaportes turcos falsos, quienes luego son enviados a Siria.
En realidad, Erdogan
está corrigiendo su “error” al negociar con los kurdos y permitir que entren en
el juego democrático. Nunca se imaginó que bajo la bandera del Partido de la
Democracia del Pueblo (PDP) las fuerzas progresistas kurdas y turcas se
reunieran para asestarle un duro golpe en los comicios parlamentarias del
pasado junio, en los que el PDP ganó 80 escaños, 32 destinados a las mujeres
candidatas; Deilak Ojalan, la sobrina del líder del PKK, una de ellas. Sólo
puede sentir celo personal y rabia política hacia Selahattin Demirtas, el
carismático líder de dicho partido.
Objetivos de la “lucha
antiterrorista” de Erdogan
1. Imponer a los kurdos
una guerra y forzarles a esconderse en los montes para volver a ser el único
gran protagonista de la política turca. Cierto, un grupo guerrillero en la
montaña es menos peligroso que un partido capaz de organizar huelgas generales
con millones de trabajadores. Ya dijimos en 2013 que Erdogan no buscaba la paz
con el PKK, le estaba tendiendo una trampa.
2. Evitar la unión
entre las dos comarcas kurdas sirias, Kobane y Yazira, a lo largo de sus
fronteras. Sus victorias militares coincidieron con las conquistas políticas de
sus hermanos en Turquía. La “cuestión kurda de Siria” ha sido el gran regalo envenenado de Assad a su homólogo
turco. Tayyeb cree estar a tiempo de destruirlos antes de que Obama aplique el
modelo iraquí a Siria, formando una autonomía kurda o logrando que los kurdos
sean invitados a las conferencias sobre el futuro de Siria.
3. El presidente
turco, molesto por el suministro de armas por EEUU a los kurdos de Kobani
pretende involucrar a Occidente en su batalla personal, mientras éstos e Israel
apuestan por un Estado Kurdo, rompiendo los países grandes de la región.
4. Exhibiendo una
postura anti-kurda, Erdogan puede atraer al Partido Republicano del Pueblo,
kemalista, para formar un gobierno de coalición, y no convocar nuevas
elecciones. Pero Erdogan no es anti-kurdo. Se lleva de maravilla con los
colegas de la oligarquía kurda que gobierna la Autonomía del Kurdistán iraquí.
Su problema es la lucha de clases: ha tenido mala suerte porque los
principales partidos kurdos de Turquía y de Siria son representantes de los
trabajadores.
5. Ha aumentado de
forma progresiva las políticas de reislamización de las instituciones y centros
académicos, como retén del avance de la izquierda: pero, mire usted, hizo lo
mismo el Sha de Irán en la década de 1970 y ya sabemos lo que le pasó.
6. Lanzándoles
bombas a diestra y siniestra se presentará como el hombre de hierro, el campeón
de la “lucha antiterrorista”, neutralizando las críticas del poderoso
movimiento secreto Gülen, que ve cómo
Turquía ha ido perdiendo peso y prestigio en la región durante el mandato de
Erdogan. Recientemente, a través de MIT, lanzó una gran ofensiva contra cientos
de policías, juristas y agentes de inteligencia, acusándoles de gülista y de formar “un gobierno
paralelo”, aunque en realidad habían desvelado grandes casos de corrupción de
su familia y sus ministros.
7. Correr una
cortina de humo sobre el proceso judicial contra su hijo Balal y varios
ministros por la corrupción.
Erdogan seguirá
utilizando a los yihadistas contra Damasco y también contra los kurdos, a pesar
de la “turquización” del Estado Islámico wahabita y de su imparable crecimiento
en las regiones más subdesarrolladas del país, convirtiéndose en un rival
político para el “Hermano Musulmán” Tayyeb Erdogan, representante de la
burguesía “liberal”.
Turquía entra de lleno
en una guerra contra Siria en la que lo único que va a ganar es una crisis
económica (para empezar, espantando el turismo) y millones de refugiados que se
convertirán en otro foco de tensión, desestabilizando su propio régimen.
Se oyen voces de amenaza de grandes atentados en los mercados o en el metro: se
convertiría en un Pakistán para una Siria afganizada.
¿Está
Washington empujando a
su aliado turco hacia el suicidio? Al único país que le
beneficiará esta situación es a Israel, quien después de la desaparición
programada de Irak, Siria y Libia (y un agónico Egipto y un acosado Irán),
perderá a otro gran competidor regional.