Bernardo Barranco V.
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El papa Francisco
está dejando de ser ese cura simpático, bonachón de homilías folclóricas que
vive en Roma y le dicen Papa. Ese párroco de pueblo que pretende reformar la
Iglesia universal. Ese pastor de buena estima mediática después de su encíclica
Laudato si y de su reciente viaje por Sudamérica se ha convertido en un
líder con gravitación internacional cuya visión afecta intereses poderosos.
Dentro y fuera del Vaticano, dentro y fuera de los centros financieros
internacionales.
El discurso social
de crítica directa al sistema económico mundial ha colocado a Francisco en el
ojo del huracán como el supuesto regreso a la Teología de la Liberación que se
creía muerta o desahuciada. Pero cual ave fénix, la narrativa de Francisco
invoca a una Iglesia sensible y solidaria con los problemas de los ciudadanos
contemporáneos, en particular los pobres y excluidos.
Para el análisis
político, el discurso más revelador y acaso más osado fue el pronunciado en el
segundo Encuentro de los Movimientos Populares de Santa Cruz, Bolivia. Ahí el
Papa radicaliza su distancia frente a la economía capitalista internacional,
sentenciando:
“Me pregunto si
somos capaces de reconocer que estas realidades destructoras responden a un
sistema que se ha hecho global. ¿Reconocemos que este sistema ha impuesto la
lógica de las ganancias a cualquier costo sin pensar en la exclusión social o
la destrucción de la naturaleza? Si esto es así, insisto, digámoslo sin miedo:
queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya
no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores,
no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los pueblos… Y tampoco lo
aguanta la Tierra, la hermana Madre Tierra, como decía San Francisco”.
Pero, ¿qué es esto?,
se preguntan esas mentes preclaras europeas: ¿un Papa de izquierda, un Papa que
evoca la nostalgia de un cristianismo revolucionario del siglo XX? Matteo Salvini
–periodista, político y eurodiputado del partido Liga Norte– se mostró
indignado de que el Papa haya aceptado la cruz y el martillo regalados por Evo
Morales, porque: Es un insulto a los que en nombre de ese símbolo han dejado la
vida; el comunismo en el mundo ha cometido más crímenes que el nazismo. A raíz
de este viaje, el conductor de noticias Greg Gutfeld, de la conservadora Fox
News, llama al papa Francisco la persona más peligrosa del planeta. The
Economist, más benévolo, designa a Francisco como un Papa peronista. ¿Quién es este Papa que se atreve a
desafiar la economía global?
Hay una extraña
mezcla en Francisco del viejo catolicismo antimoderno y antiliberal con una
renovada Teología de la Liberación que incorpora la ecología y una visión planetaria.
La supuesta radicalidad de Francisco se queda corta con las arremetidas que los
papas Pío IX, León XIII y Benedicto XV acometían contra el liberalismo y la
modernidad capitalista.
En verdad, el papa Francisco ha innovado poco en lo
doctrinal. Los principios básicos de la doctrina social de la Iglesia en la
sociedad moderna y la economía se han actualizado, pero no se han alterado en
casi 125 años después de la encíclica Rerum Novarum, de León XIII
(1891); la encíclica Populorum Progressio, de Pablo VI (1967),
escandaliza en su tiempo, porque habla de los pobres y las naciones marginadas;
Centesimus Annus, de Juan Pablo II (1991), señala con claridad que la
crítica de la Iglesia ante el derrumbe del socialismo real se enfocará ahora en
la dictadura del mercado y en la cultura de la economía consumista. Con Caritas
in Veritate (2009) Benedicto XVI, con exquisitez intelectual y sutileza
argumentativa, nos ofrece una crítica severa del capitalismo global.
Si usted lee el
documento de Aparecida (2007), elaborado por la quinta conferencia de los
obispos de América Latina, encontrará muchas ideas expresadas por Francisco en
este viaje. El mismo Papa ante las preguntas de los reporteros sobre su
radicalidad, en el vuelo de regreso a Roma, expresa con naturalidad: El mundo
de los movimientos populares es una realidad muy muy grande. Lo que yo he hecho
es dar a ellos la doctrina social de la Iglesia, lo mismo que hago con el mundo
de la empresa. Si lee lo que he dicho a los movimientos populares, un discurso bastante
grande, es un resumen de la doctrina social de la Iglesia, pero aplicada a su
situación.
Entonces, ¿por qué la percepción de una
radicalización política del pontificado de Francisco? El éxito de Francisco
es que se le percibe como un actor que desea cambios y reformas en una Iglesia
que había sido reticente a transformarse. Y, en segundo lugar, sin las
envolturas políticas tradicionales, Bergoglio es percibido por los medios como
una persona auténtica, sincera y de buen corazón, ese cura de pueblo que tanto
ridiculizan los italianos eruditos.
Lo que incomoda es
el mayor protagonismo internacional que Francisco va adquiriendo. La capacidad
de convocatoria exhibida es exorbitante para cualquier líder contemporáneo y el
recibimiento apoteósico en cada uno de los países recién visitados obligó a los
gobiernos a plegarse ante el Papa. Rafael Correa se alinea ante la demanda de
diálogo e inclusión de actores en la crisis política que vive Ecuador, y que ni
se le ocurra otra ley de aborto.
Evo Morales se
mostró más moderado en su indigenismo cósmico anticatólico y lo reverenció como
Raúl Castro, diciendo que ahora sí, tiene Papa. Cristina Kirchner va a Paraguay
para reunirse por quinta ocasión con Francisco, sabiendo que éste es uno de los
contrapesos más poderosos de la política interna de Argentina. Y para las
mayores pesadillas de los chilenos, un argentino que ahora es Papa tiene la
iniciativa de pedir diálogo ante el diferendo limítrofe entre Bolivia y Chile
por el acceso al mar.
Es difícil comprender,
para muchos juiciosos vaticanistas, que Bergoglio viene del sur y tiene toda la
sensibilidad del modernismo argentino sobre la patria grande. Un Papa del
tercer mundo que hace propio desde Roma un latinoamericanismo cuyo epicentro
está en los ideales bolivarianos.