Nazanin Armanian
www.publico.es/110616/150616
Irán e Israel
Alguien dijo que dada la injerencia de los
dirigentes de EEUU en la vida del resto de la humanidad, los no estadounidenses
también deberíamos poder votar en sus elecciones. ¿A quién votaría usted? ¿A un
Donald Trump mediocre, reaccionario e ignorante o a una Hillary Clinton
siniestra, tramposa y con antecedentes de haber cometido crímenes de guerra en
Libia, Afganistán e Irak? Esa es la verdadera libertad que ofrece un sistema
político esquizofrénico que a la vez que engendra esta clase de dirigentes, presume
de ser la culminación de la civilización humana y de sus valores.
Hoy, el electorado estadounidense, además de la
dificultad de elegir entre uno y la otra, sufre una crisis de identidad: que
ninguno de los dos candidatos cumple con el perfil tradicional de sus partidos.
No hay pulso Halcón-Paloma; ella es el halcón y él, imprevisible, no se
deja catalogar en la lista de las aves. Casi la mitad de los votantes
demócratas se niegan a respaldar a Clinton (entre ellos, la actriz y activista
de izquierdas Susan Sarandon, que hasta prefiere a Trump), ya que en los
asuntos primordiales de la política interior y exterior, la demócrata se sitúa
a la derecha del republicano.
Lo mismo sucede en el ‘Partido Elefante’: en una
carta abierta, las figuras Neocon más ultras del equipo de G. Bush, muestran su
repulsa hacia Trump y votan a Clinton. Entre sus motivos reales: el rechazo de
Trump a lanzar guerras en el extranjero, proponer a Rusia a una cooperación
estrecha, y negarse a dar la prioridad a los intereses de Israel en Oriente
Próximo.
En este escenario surrealista, el indigesto
republicano que cuenta con el apoyo de las fuerzas racistas, fundamentalistas
cristianos, los negacionistas del cambio climático, las empresas de armas, un
amplio sector de desempleados y una posible ‘mayoría silenciosa’ de la
población, se dispone a romper los marcos dibujados por su partido; carece de
un programa electoral y presume de ser “imprevisible”.
Enfrente está Hillary Clinton, una política
previsible, respetuosa con el enfoque de establishment sobre el mundo,
cuenta con el respaldo de la banca inversora Goldman Sachs, Wall Street, las
grandes compañías petroleras, de seguros y farmacéuticas, y los lobbies israelí
y árabe.
Lo cierto es que nunca ha habido una línea roja
entre los programas de ambos partidos. Barak Obama, por ejemplo, entregó al
republicano Chuck Hagel el sillón de Defensa en su gabinete, y aunque la
denominación demócrata puede
confundir, en cuanto al belicismo ganan
a los republicanos:
*Fue Harry Truman quien atacó Hiroshima y Nagasaki
para probar la bomba atómica y agredió a Corea en 1950; fue John F. Kennedy
quien masacró a los vietnamitas en 1961; bajo el mandato de Lyndon Johnson EEUU
asaltó República Dominicana en 1965. El esposo de Hillary, William Clinton
mandó atacar Haití y destruir Yugoslavia,
como ensayo de la guerra humanitaria, sin dejar de bombardear a los civiles en los
estratégicos países de Sudán, Afganistán e Iraq. La propia senadora Hillary
estuvo a favor de aplastar a Irak, desde su puesto en el gobierno de Obama,
organizó la carnicería de Libia, y continuó lanzando bombas y misiles sobre los
desesperados afganos y pakistaníes.
Lo que comparten ambos candidatos
Los representantes de la oligarquía empresarial de
EEUU, Clinton y Trump, coinciden en:
+Preservar la hegemonía mundial de EEUU, a pesar de
los costes humanos para sus ciudadanos y para las naciones víctimas.
+La creencia en la ‘excepcionalidad de EEUU’, cuyo
significado es la legitimidad del uso de la guerra y tortura, con impunidad,
por la única razón de “ser EEUU”. Desde
1991, fecha de la desaparición de la Unión Soviética, las guerras promovidas
por Washington, sólo en Irak, Afganistán, Libia, Siria, y Yemen, han destruido
la vida de cerca de 100 millones de seres humanos.
+Prolongar las guerras actuales y lanzar nuevos
ataques militares contra otros pueblos, salvando los intereses de sus
patrocinadores.
+Seguir utilizando la tramposa “guerra eterna
contra el terrorismo islámico” como cortina de humo para extender el ‘Arco de Crisis’ a las regiones de
interés estratégico.
+Ignorar las dinámicas y las lógicas de Oriente
Próximo, y seguir interpretándolas en claves metafísicas huntingtonianas.
+Insistir en “contener” a Irán, aumentando la
presión sobre este país, sin tener en cuenta la posible respuesta de su
gobierno.
Aun así, hoy estamos ante una situación de
indefinición caótica en los detalles de sus propuestas, reflejo de una nueva
realidad difícil de asimilar por los estadounidenses: que su país ya no es la
potencia hegemónica indiscutible, y tendrán que diseñarse un nuevo lugar en el
mundo.
¿A quién votarían Irán e Israel?
A pesar de su parecido a Donald Trump, Benjamín
Netanyahu optaría por Clinton, por los siguientes motivos:
*Por su apoyo incondicional a la ultraderecha
israelí, y para presentarle a éste como víctima y a los palestinos como
opresores.
*Empezar a deshacer los tímidos aunque valientes
intentos de Obama para independizar la política de EEUU en Oriente Próximo de
la agenda de Tel Aviv y poner orden en la extraña relación tradicional asimétrica entre ambos países, un caso singular en las
relaciones internacionales.
*Silenciará la negativa de Israel al plan de Dos
Estados, respaldado por los demócratas, republicanos y la mayoría de los
judíos de EEUU. Ella, que nunca reprochó a los 600.000 colonos israelíes por
ocupar tierras palestinas.
*Seguirá con la política de Obama de borrar el conflicto palestino-israelí de su agenda. Le ingresará a Israel 3.000
millones de dólares al año en ayuda militar, que obviamente no son para
destruir los palos y piedras de los palestinos, sino para convertirle en el
gendarme de la región.
*Le dará el honor a Israel de ser uno de los
primeros países en visitar como presidenta de EEUU.
*Luchará contra el movimiento pacífico y
Anti-Apartheid de boicot-desinversión-sanciones (BDS).
*Seguirá defendiendo el muro construido por Israel
que prohíbe la entrada de los musulmanes, mientras critica a Trump por querer
expulsar a los musulmanes del país y levantar un muro igual en la frontera de
EEUU con México.
*Ocultar la amenaza de las bombas nucleares de
Israel para la región y el mundo.
*Hacer de portavoz de Netanyahu para señalar a
Irán como un “estado terrorista”, y prometer ante AIPAC aplicar amplias medidas
para combatir “la agresión de Irán en la región”. ¡Dice que Irán representa un “peligro
existencial” para un Israel con al menos 200 cabezas nucleares!
*Someterá a Irán a una contundente política de
‘desconfianza y verificación’, sin apartar la espada de Damocles del cuello de
los persas: si no cumplen con el acuerdo nuclear, ¡les caerán bombas de los
siete cielos! Decía algo parecido, casi disculpándose ante AIPAC por no haber
destruido Irán durante su mandato, y haber dirigido las negociaciones sobre el
programa nuclear con el equipo iraní, con el único objetivo de ahorrar otra guerra
a las tropas de EEUU, afirmaba.
*Sus amenazas bíblicas a Irán revelan un importante
detalle: que ella enviaría a las tropas de EEUU a la carnicería de otra guerra
sólo para defender los intereses de Israel que pretende sabotear el “acuerdo del siglo” como sea. Ambos saben que la
élite israelí (que no la del Occidente) es la principal beneficiaria de las
guerras dirigidas por EEUU que azotan la región. ¡Cómo disfruta viendo las
cenizas de los poderosos estados árabes que han caído uno tras otro! Ignora que
cuando la casa de un pirómano está rodeada de hogares en llamas, ni un milagro
le salvará de acabar chamuscado. Quizás la mejor manera de proteger a Israel
fuese democratizarlo y exigirle que cumpla con la legalidad internacional, y
así recuperar la ancestral convivencia pacífica de los hebreos con los demás
pueblos de la zona.
*No denunciará al régimen de Netanyahu por respaldar a Al Qaeda. Pues, tanto el presidente
demócrata Jimmy Carter como el republicano Ronald Reagan también patrocinaron
el terrorismo religioso.
Hillary Clinton aprovecha la amnesia que padece la sociedad estadounidense para proponer las mismas políticas de Bush para Oriente Próximo, amenazando a Irán y destruir el único logro de la política exterior de Obama, a pesar de sus luces y sombras.
Hillary Clinton aprovecha la amnesia que padece la sociedad estadounidense para proponer las mismas políticas de Bush para Oriente Próximo, amenazando a Irán y destruir el único logro de la política exterior de Obama, a pesar de sus luces y sombras.
Lo cierto es que a la candidata se le escapan
dos detalles: que la capacidad de su país en realizar agresiones militares
tiene un límite, y que incluso para enviar a matar y morir a miles de soldados,
hay que tener el carisma de líder, y ella no lo tiene.
En cuanto a Trump, es posible que ni sepa dónde está ubicado Irán:
+Anuncia que ya decidirá el destino de este país y
sus 80 millones de almas. Él considera un “desastre” el acuerdo nuclear, y
asegura, sin ofrecer pruebas, que Teherán ya lo ha violado en breve conseguirá
la maldita bomba.
+Revocará el acuerdo nuclear y les atacará con una
de las 5.113 bombas de su arsenal atómico, eso sí, a condición de que los
jeques le paguen el trabajo y el material empleados. Otra de las joyas de sus
propuestas es proporcionar armas nucleares a la Casa Saud para defenderse.
+Al contrario de otros republicanos, Trump quiere
ser un árbitro en el conflicto israelí-palestino, poniendo en duda el
compromiso de Likud con la paz.
+Israel, que hubiera querido ver amenazas a Irán a
nivel industrial en los discursos de Trump, teme convertirse en un aliado
irrelevante durante su posible mandato. No le convence este señor, aunque
prometa trasladar la embajada de EEUU a Jerusalén.
Trump, ¿el favorito de Irán?
Algunos dirigentes de Italia, Alemania, Gran
Bretaña o Japón ya han mostrado su horror ante un Trump en la Casa Blanca,
quizás por su postura aislacionista e incluso por exigirles a los socios
militares de EEUU que la fiesta ha terminado y deberían hacerse cargo de los
gastos de su propio militarismo.
Para Teherán, la opción ideal era Bernie Sanders,
crítico tanto con las agresiones militares de su país, como con el patrocinio
del terrorismo wahabí por Arabia Saudí, el expansionismo israelí (es el único
candidato que rechazó la invitación de AIPAC y se comprometió a buscar una
solución justa por Israel y Palestina por igual), y su postura favorable hacia
una mayor cooperación con Irán en el Oriente Próximo para gestionar y resolver
las crisis de la región. Y con Sanders apartado, los iraníes meditan su voto
entre “la mala conocida y el otro por conocer”.
No hay que descartar que Trump fuese un simple
elemento de ‘miedo’ para canalizar los votos hacia Clinton (parecido al
escenario de las elecciones francesas del 2015). Un magnate exitoso ‘normal’,
no hubiera dicho ni la mitad de las sandeces que ha dicho él durante la
campaña.
Pivote y reequilibrio son los nombres que
la administración de Obama da a la estrategia de bloquear el ascenso de China en Asia y el Pacífico. Con un crecimiento de 5% en 2016, el país
oriental ha sido el centro económico del mundo. Para ello, ha empleado las
mismas exitosas medidas económicas, diplomáticas, religiosas y militares que
EEUU utilizó para acabar con la Unión Soviética.
Hillary Clinton y Donald Trump heredan una
política que ha sido basada en:
*Intensificar los conflictos de soberanía territorial entre China y sus
vecinos a través de la compleja estrategia de reequilibrio, empujándoles a una
mortal carrera militar.
*Reforzar los lazos estratégicos de EEUU con los países como Japón,
Australia, Corea del Sur, Taiwán, India, entre otros.
*Limitar la conexión de China con las economías de la región mediante
excluyentes ‘acuerdos mutuos’.
*Fortalecer sus bases militares y su presencia naval cerca de China, país que es el objetivo actual de la OTAN. ¿Se imaginan a tropas chinas en México?
Washington acaba de firmar un acuerdo con Filipinas para instalar cinco bases
en su territorio. Obama ha intentado hacerse con el control del Mar del Sur de
China y del Estrecho de Malaca que une el océano Índico con Europa, por donde pasa un total del 90% de las importaciones
de energía de Asia Oriental.
*Desmantelar los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Las
sanciones contra Rusia y los sucesos en Brasil están en esta dirección.
*Debilitar la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), constituida un mes antes de los atentados del 11-S del
2001. ¡Luego EEUU, en lugar de ocupar Arabia Saudí,
ocupó Afganistán por ser el país más estratégico del mundo para la OTAN.
*Impulsar la Asociación de Asociación Transpacífico (TPP) que excluye a
China. EEUU se introduce en el mercado preferente de los doce países de la
región que representa el 40% de la economía mundial. Sin embargo, el TPP puede
quedarse en nada porque en realidad no perjudica a un dragón como China,
que es el fundador del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII)
—alternativo al Banco Mundial y al Banco Asiático de Desarrollo controlado por
EEUU—. También, por el desinterés que muestran ambos candidatos hacia el
tratado.
*Animar a los países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático
(ASEAN) a integrarse en la OTAN.
*Impedir una Chindia. Obama es el único presidente de EEUU que ha visitado dos
veces la India para llevarla a la órbita del Occidente sacrificando a Pakistán. Fracaso total: la Chindia se unió a
los BRICS, y el país donde mató al fantasma de Bin Laden, fue recogido por la OCS.
*Obstaculizar el megaproyecto chino de la Nueva Ruta de la Seda, que
según Francis Fukuyama, podrá transformar “el conjunto de Eurasia, desde
Indonesia a Polonia” en la próxima generación.
Clinton, la chinófoba
Hillary Clinton siempre ha presumido de
odiar a la República Popular de China. Como secretaria de Estado del gobierno de Obama (2009-2013), Clinton
realizó 61 visitas oficiales a los países de Asia-Pacífico para hacer un
hueco a EEUU en Asia, destacando la importancia de la ASEAN para el pivote.
En 1992 llamó “carniceros de Pekín” a los líderes chinos, mientras
ella misma apoyaba la agresión militar al pueblo iraquí. Luego, en 1995, desde
la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en Pekín, condenó el abuso de
las mujeres en China sin hablar de la realidad de sus compatriotas. En 2008 pidió el boicot a los Juegos Olímpicos
de Pekín, y cuando anunciaba en 2011 que la estrategia de EEUU para Asia era la
“promoción de la democracia y los derechos humanos”, a los finos oídos chinos
sonaba a lanzar una de estas ‘revoluciones de color fabricadas por la CIA y la
Fundación Soros.
Clinton acusa a China de colonizar África. Uno de los motivos de
destruir Libia por la OTAN fue poder convertirlo en una plataforma para AFRICOM y así parar el avance de China en el
continente. Su obsceno grito al conocer la noticia del asesinato de Muammar al
Gaddafi de “Vini vidi vinci”, es una prueba de su implicación directa a
este crimen de guerra. Neutralizar la creciente influencia china en Yemen
también forma parte de los 25 objetivos de EEUU y Arabia Saudí en la actual guerra contra Yemen: se trata de
dominar el estrecho de Bab el Mandeb, camino de los barcos chinos para entrar
en el Mediterráneo.
Desde el Centro para una Nueva Seguridad Americana (CNAS), próximo
a los demócratas, se advierte que el reequilibrio no parará el
ascenso de China, y propone más militarismo combinado con el “poder blando”.
Trump, agente secreto de China
Para el segmento antichino de la política estadounidense, el
aislacionismo de Trump beneficia a China, ya que tira por la borda la
construcción de la alianza entre EEUU y sus socios en Asia y el Pacífico,
empujando a los aliados hacia China y Rusia. Su faceta antimusulmana ha hecho
que los regímenes pro occidentales de Indonesia o Malasia mostrasen su
preocupación por la xenofobia del republicano.
Trump, en su idea de recuperar la supremacía decaída de EEUU, admira, por
un lado, el nacionalismo del gobierno chino, que protege su comercio y sus
intereses en las aguas adyacentes, y justo por ello planea romper con la
política antichina de Obama en los dos ámbitos principales: el comercio y la
seguridad.
Lo que propone es:
+Diseñar políticas a favor del crecimiento económico de EEUU con
las siguientes medidas:
Romper el TPP. Pues, el comercio es un juego de suma cero y los tratados
comerciales regionales dañan la economía de EEUU. Señala a Clinton —Bill, el
esposo—, como responsable del cierre de 50.000 fábricas y de la pérdida de unos
siete millones de empleos por dejar en 2000 que China ingresara en la
Organización Mundial del Comercio (OMC). Trump culpa a China por el déficit
comercial de 505 millones de dólares de EEUU, y propone imponer una carga del
45% sobre los productos chinos, ignorando que la víctima de esta medida serán
los consumidores de EEUU, ya que China es hoy el mayor socio comercial de EEUU.
Esto desataría además una guerra comercial a nivel mundial, provocando otra
posible recesión; sin embargo, no cuenta con la posible represalia china contra
las empresas estadounidenses en sus mercados.
Obviamente, un capitalismo exacerbado nunca podrá competir con el
complejo sistema económico chino que ofrece, entre otras ventajas, servicios
públicos y materias primas casi gratis a las pequeñas y medianas empresas,
además de concederles préstamos con expectativa de no cobrarlo. El presidente
Xi Jinping está apostando por el ‘renacimiento nacional’, una economía
sostenible, animando el consumo interno por el que va subiendo los salarios
(provocando el traslado de algunas fábricas chinas a África, en busca de mano
de obra barata).
Además, la estrategia llamada Made in China 2025 está dirigida a
centrar su economía en la exportación de productos de alta gama, como trenes de
alta velocidad, la biotecnología, etc.
Establecer un estricto control sobre la propiedad intelectual de la
tecnología exportada a China.
Impedir la deslocalización de las empresas estadounidenses. Pero, ¿cómo lo hará si el dinero no conoce nacionalismo ni tiene patria?
Impulsar la industria manufacturera de EEUU, regresando al siglo XIX.
En el terreno de seguridad, el apodado “el hombre más peligroso del
mundo” por Der Spiegel, afirma que dejará de pagar por la seguridad de
Japón, a cambio se le permitirá armarse con unas bombas nucleares para la
autodefensa. Así, los nipones podrán rescatar la llamada “bomba en el sótano”,
o sea unas 4,7 toneladas de plutonio almacenado, riéndose del Tratado de No
Proliferación Nuclear , mientras se empuja a los países vecinos a una temible
carrera militar.
La cuestión de Corea del Norte
“Que China haga desaparecer a ese tipo en una forma u otra y lo haga
rápido”, ordena Trump al presidente Xi, como si fuera su chico de los recados,
refiriéndose a Kim Jong Un. ¿Propone asesinarlo? Así, el millonario pretende
frenar al ‘peligrosísimo’ Corea del Norte. Pero, ¿por qué Pekín debe
apoyar el desarme de este país, beneficiando a los planes de EEUU en la región?
Las relaciones entre Pekín-Pyongyang son más cercanas que “los labios y
los dientes”, en palabras de Mao Zedong. Además, este país hace de Estado tapón
entre China y las tropas de EEUU en Corea del Sur. Un Pyongyang aliado de
Washington o reunificado con Seúl no le interesa a China, pues, significaría
tener un vecino poderoso y encima ocupado por las tropas del enemigo americano.
“¿Qué hace EEUU en la lejana Asia?”, pregunta Trump para responder:
¡Nada! Habría que retirar las tropas de Corea del Sur, armarle con bombas
nucleares, ser neutral en una guerra entre ambas Coreas, mientras convence a
Kim en una reunión de vis a vis a que deponga sus mortíferos hongos.
Hillary Clinton rechaza extorsionar a los aliados regionales de EEUU y
aboga por la aplicación del modelo iraní en Corea del Norte: una combinación de duras sanciones económicas
contra la población y amenazas militares.
Es difícil que el 2017 altere las prioridades de la política exterior
del imperialismo de EEUU. El militarismo seguirá siendo la fórmula para justificar
su presupuesto militar de 650.000 millones de dólares (comparando con los 155
mil millones de China).
No habrá un ‘siglo pacífico de los EEUU’, pero
Clinton y Trump harán del mundo un lugar aún más peligroso para la humanidad