Saber y Poder
Esta ayuda-memoria no permite explicar todo lo que sucede en Venezuela,
ni es un corsé que invalida las críticas, muchas de ellas muy oportunas,
profundas y constructivas. Pero constituye un marco previo que tendríamos que
acordar para poder entrar en debate.
Que un proceso político popular en un país latinoamericano se haya
propuesto trascender las fronteras del sistema afirmando su vocación
socialista, ha merecido una respuesta contundente del conjunto de las
burguesías locales del continente y de su metrópoli gendarme.
Esa respuesta contundente se expresa en el plano comunicacional,
económico, diplomático y militar. Basta recordar a Cuba en la década del 60,
expulsada de la OEA, invadida por tropas mercenarias, bloqueada económicamente,
infiltrada desde el exterior por grupos terroristas, difamada y demonizada en
todos los lugares y todos los espacios.
Reflexionaba con impotencia John William Cooke por aquellos años que
parecía casi imposible defender a Cuba, porque cuando se conseguía
desenmascarar una mentira, ya se habían inventado otras veinte.
Esa misma respuesta contundente, con mucho más medios que se inscriben
en lo que se denomina Guerra de Cuarta Generación, es la que está padeciendo la
revolución bolivariana.
Pero no quiero referirme aquí a esta conducta, obvia, del sistema
capitalista hacia el proceso bolivariano, sino a la actitud que desde hace un
tiempo, y cada vez más descaradamente, están asumiendo grupos políticos e
intelectuales que presumen ser de izquierda.
Como estas actitudes se suelen presentar como “constructivas”, me parece
necesario identificar que hay una delgada frontera que separa las críticas más
agudas con buena leche, de aquellas que, retomando argumentos de la derecha,
intentan desmarcarse de procesos que alguna vez apoyaron y hasta usufructuaron.
Y lo hacen sin el menor atisbo de dignidad o pudor, echándole una palada más de
tierra al enfermo que ya declararon cadáver.
No es difícil identificar el razonamiento central de estos personajes.
Para ellos, lo ocurrido en los comienzos del siglo en América Latina fue una
excepcionalidad, una anomalía en la dominación capitalista mundial. Lo que se
viene es la validación de lo posible, y quien quiere seguir sobreviviendo, aún
como analista o referente progre o de izquierda, debe tomar distancia de las
aventuras humanas imperfectas.
No inventan nada nuevo. Me contaron que después del golpe fusilador del
55 en la Argentina, un conocido comunicador social de la época, de ropajes
progresistas, le recriminaba a un amigo por haberse comprometido con la
esperanza de los trabajadores peronistas, diciéndole: – “Pero vos que siempre
fuiste socialista, ¿cómo pudiste confundir un sueño con una grosería?”.
Este particular enfoque era compartido por muchos de sus camaradas que
fueron reconocidos como sensatos y decentes por la oligarquía “a pesar de ser
socialistas”. En Bolívar, mi pueblo bonaerense, hubo un peluquero socialista
que pudo cumplir su sueño de ingresar al Rotary Club, institución que ya se
sabe, sólo acepta a ejecutivos.
Algunos desmarques pueden explicarse, no justificarse, por miedo. Para
algunos intelectuales que han asumido la derrota y que viven y pretenden seguir
viviendo en Venezuela, puede parecerles que no hacerse cargo del chavismo (“¡Yo
también me opuse!”) les puede servir de salvoconducto.
Los que no viven allí y cuyo mayor riesgo de vida son sus frecuentes
viajes aéreos para dar conferencias, no pueden excusarse en su seguridad
personal, pero podrían hacerlo en su ignorancia (“¡Yo no sabía!”).
La ignorancia de personas que cobran sus artículos y conferencias por
estar muy informadas es sospechosa, pero puede haber excepciones.
Para ellos he redactado una sencilla ayuda-memoria sobre algunas cosas que deberían ser tomadas en
cuenta en el momento de criticar al proceso bolivariano en su momento más
difícil:
– La matriz petrolera exportadora
no es un invento del chavismo, sino que tiene 100 años de antigüedad en el
país. Esa matriz no es sólo una estructura económica distorsionada, sino que
tiene profundas consecuencias políticas y culturales, fomentando la corrupción
estructural, el clientelismo, el abandono de las tradiciones campesinas y la
desvinculación del trabajo productivo.
– El proceso bolivariano se impulsó en un país que en la década del 70
estaba considerado como el más atrasado en conciencia y organización revolucionaria
de Suramérica, donde había menor poder popular acumulado y posibilidades
revolucionarias, y fue encabezado por un reducido grupo de militares y militantes civiles de izquierda que, contando con el
liderazgo excepcional de Hugo Chávez, aprovecharon una coyuntura política
favorable por el descrédito de los partidos del sistema. Llegaron por vías pacíficas al gobierno, sin el paso previo formativo
de masas de la lucha por el poder, que tuvieron otras experiencias como la
revolución cubana.
– El proceso bolivariano, por ser considerado una amenaza ideológica y
política para la dominación capitalista, por estar ubicado precisamente en el
lugar del mundo donde Estados Unidos se está replegando, y por contar con las reservas de petróleo más grandes del mundo
y segundo lugar en reservas de oro, ha merecido una especial atención por
parte de las fuerzas de derecha del continente y del mundo. Hay mucha materia
gris con apoyos comunicacionales, militares, paramilitares, científicos,
económicos y financieros, conspirando contra el proceso bolivariano. Lo mismo
ocurrió con Cuba durante más de 50 años, lo mismo ocurrió con Chile en los 70.
– El experimento de
transformación social venezolano se ha desarrollado en soledad. Solamente
al gobierno cubano, y a alguno de los países de la Alba, les ha interesado que
Venezuela avanzara en una perspectiva socialista. El gran arco de alianzas que
construyó Chávez a partir del Unasur y la Celac, las relaciones con Rusia,
China e Irán, obedecen a cuestiones geopolíticas, económicas o comerciales,
pero no ideológicas. Valorar la importancia que ha tenido ese gran paraguas de
alianzas no supone imaginar que compartían afinidades ideológicas.
– En Venezuela no faltaron esfuerzos para cambiar la matriz productiva,
para “sembrar el petróleo”. Seguro hubo errores, pero tampoco es posible en 16 años cambiar esa matriz, apelando a la
promoción y a la sugerencia, y estando sometidos a elecciones periódicas. No es
compatible rechazar la imposición de colectivizaciones e industrializaciones
forzosas impuestas por métodos autoritarios, y lamentarse porque esos cambios
demoraron demasiado tiempo.
– El precio del barril de petróleo osciló alrededor de los 100 dólares
durante los años 2011, 2012 y 2013; los mismos bajaron en 2014, 2015 y en el
primer trimestre de 2016 no superaron los 30 dólares. La consultora
Ecoanalítica hizo la proyección de que con precio promedio de 30 dólares el
barril, Venezuela recibiría un ingreso de 22.273 millones de dólares por
exportaciones petroleras, mientras que los gastos por importaciones, servicios,
pagos de deuda y salida de capitales suman 49.487 millones, considerando los
ajustes realizados el año pasado. Esas cifras desnudan un déficit de 27 mil millones de dólares.
– Como consecuencia del cambio
climático, Venezuela ha soportado una feroz sequía desde hace tres años.
Esa situación se ha agravado este año a consecuencia de la corriente del Niño,
que ha afectado a toda la zona del Caribe, agravando la ausencia de
precipitaciones. Los campesinos saben que en producción se puede prever casi
todo, menos la lluvia. El problema de la sequía no afecta solamente a la
producción agropecuaria. En Venezuela, el
73% de la energía eléctrica que se consume se genera en represas que
abastecen usinas hidroeléctricas. La sequía provoca además otros efectos
dañinos, como la proliferación de incendios forestales, afectación de
plantaciones, etc.
– La imposibilidad de hacer un referendo revocatorio durante 2016 es
responsabilidad de la derecha local, que perdió tiempo apelando a otros métodos
para desalojar al presidente Nicolás Maduro del gobierno. Se acordaron tarde, y
ahora los plazos están vencidos para un proceso formal con las instancias
previstas de apelaciones.