Es evidente que el importante triunfo del PP, en las recientes
elecciones generales, ha llamado la atención y ha sorprendido – por inesperado
– a los españoles y a cuantos conocen lo que viene ocurriendo en España en los
últimos años. Un país que no solo soporta la corrupción, sino que además vuelve
a elegir mayoritariamente a quienes han gestionado una fuente fecunda de
corruptos, es por eso mismo un país en el que la percepción de impunidad se
hace más patente.
Una sociedad que elige, por notable mayoría, al
partido que ha sido una fuente importante de corrupción, es una sociedad que
antepone otros valores a la honradez ética. Y también a la honestidad religiosa. Porque, a fin de cuentas, lo que
en una sociedad así, se le dice a la gente corrupta es que siga robando. Porque aquí, “señores”, se puede robar
impunemente. No pasa nada.
Así las cosas, lo primero que se me ocurre es que, para una notable
mayoría de españoles, es más importante en la vida la seguridad que la
honradez. Por tener seguridad, no me importa que se sigan cometiendo los
disparates y las injusticias que se han cometido en los últimos años. Lo que
representa, como es lógico, un problema político importante. Pero también es
esto un problema religioso más grave de lo que algunos, seguramente sin darse
cuenta, se imaginan.
Nos importa y nos preocupa más el propio bienestar que el sufrimiento de
los demás. Lo que evidentemente nos sitúa en los antípodas del Evangelio. Y
esto, para un cristiano, es un asunto grave, muy grave. Si es que la vida y las
enseñanzas de Jesús representan algo en nuestras vidas.
No digo estas cosas por motivos políticos partiditas. No pretendo ni
atacar a la derecha ni defender a la izquierda. Ni siquiera pretendo insinuar
que lo mejor es el centro. Defiendo a los que se ven peor tratados en esta
sociedad, los que son las víctimas de los corruptos.
Por lo demás, debo destacar que la corrupción no se resuelve cargando
las conciencias con motivaciones religiosas. Tales motivaciones, ayudan a
quienes tienen creencias religiosas. Pero en el conjunto de la sociedad son
insuficientes. ¿Qué hacer, por tanto?
Es urgente revisar a fondo determinados supuestos del Derecho vigente.
En concreto: 1) Suprimir la prescripción de los delitos de corrupción,
cometidos por cargos de la administración pública. 2) El delito de robar dinero
de la administración pública se perdonará solamente devolviendo el dinero
robado. 3) Suprimir el aforamiento de cargos públicos. 4) Reducir al mínimo
posible el privilegio de los gobernantes para designar, a dedo, cargos de la
administración pública.
Termino, una vez más, insistiendo en que, si hablo de estas cosas, es
por la fuerza de una convicción que es determinante en mi vida: el silencio y
la pasividad ante el sufrimiento de los más desamparados es hacerse responsable
de ese sufrimiento.
José M. Castillo Sánchez / 280616