No hay pleno conocimiento y conciencia en las estructuras de poder
político y mediático (que en terminología anglosajona se llama el establishment
político-mediático) que gobiernan las instituciones de la Unión Europea, así
como las que gobiernan en la mayoría de países que constituyen la tal Unión, de
lo que ha estado ocurriendo en la UE y las consecuencias que las políticas
propuestas e impuestas por tales establishments han estado teniendo en las
clases populares de los países miembros.
Durante estos años, después del establecimiento de la Unión, ha ido
germinando un descontento entre estas clases populares (es decir, entre las
clases trabajadoras y las clases medias de renta media y baja) que aparece
constantemente y que amenaza la viabilidad de la UE.
El rechazo de las clases populares a la UE
Indicadores de tal descontento han aparecido ya en muchas ocasiones. Una
de las primeras fue el resultado del referéndum que se realizó en varios países
de la UE que, por mandato constitucional, tenían que hacer para poder aprobar
la Constitución europea. En todos los países donde se realizó el referéndum, la
clase trabajadora votó en contra. Los datos son claros y contundentes.
En Francia, votaron en contra el 79% de trabajadores manuales, el 67% de
los trabajadores en servicios y el 98% de los trabajadores sindicalizados; en
Holanda, el 68% de los trabajadores; y en Luxemburgo, el 69%. Incluso en los
países en los que no hubo referéndum, las encuestas señalaban que, por ejemplo
en Alemania, el 68% de los trabajadores manuales y el 57% de los trabajadores
en servicios hubieran votado en contra. Unos porcentajes parecidos se dieron
también en Suecia, donde el 74% de los trabajadores manuales y el 54% de los
trabajadores en servicios también hubieran votado en contra. Y lo mismo ocurrió
en Dinamarca, donde el 72% de los trabajadores manuales también hubieran votado
en contra.
El rechazo a la UE por parte de la clase trabajadora ha ido aumentando
Otro dato que muestra tal rechazo fue el surgimiento de partidos que
explícitamente rechazaron la Unión Europea, partidos cuya base electoral era
precisamente la clase obrera y otros segmentos de las clases populares que
antes, históricamente, habían votado a partidos de izquierdas, siendo el caso
más conocido (pero no el único) el del partido liderado por Le Pen y que, según
las encuestas, podría ganar las próximas elecciones en Francia.
En realidad, la identificación de los partidos de izquierda tradicionales
con la Unión Europea (y con las políticas neoliberales promovidas por el
establishment de tal Unión) ha sido una de las mayores causas del enorme bajón
electoral de estos partidos en la UE (y, muy en particular, entre las bases
electorales que les habían sido más fieles, es decir, entre las clases
trabajadoras).
Para que baste un ejemplo, en Francia, si la mitad de los votos
(predominantemente de la clase trabajadora) que habían apoyado al partido de Le
Pen hubieran sido para la candidata socialista Ségolène Royal, ésta hubiera
sido elegida Presidenta de Francia. En paralelo con la pérdida de apoyo
electoral, los partidos socialdemócratas en la UE perdieron también gran número
de sus militantes. El caso más dramático fue el del Partido socialdemócrata
alemán que, junto con la pérdida de apoyo electoral, perdió casi la mitad de
sus militantes, de 400.000 en 1997 a 280.000 miembros en 2008.
La evidencia es pues abrumadora que la identificación de tales partidos
de izquierda (la mayoría de los cuales han sido partidos gobernantes
socialdemócratas que han jugado un papel clave en el desarrollo de las
políticas públicas promovidas por la UE) con la Unión ha sido una de las
principales causas de su enorme deterioro electoral y de la pérdida de su
militancia.
El rechazo a la UE ha ido aumentando más y más entre las clases
populares, a la vez que ha ido aumentado el apoyo entre las clases más
pudientes
Por desgracia, las encuestas creíbles y fiables sobre la UE (que son la
minoría, pues la gran mayoría están realizadas o financiadas por organismos de
la UE o financiadas por instituciones próximas) no recogen los datos de la
opinión popular sobre la UE según la clase social. Sí que los recogen por país,
y lo que aparece claramente en estas encuestas es que la popularidad de la UE
está bajando en picado. Según la encuesta de la Pew Research Center, las
personas que tienen una visión favorable de la UE ha bajado en la gran mayoría
de los 10 mayores países de la UE (excepto en Polonia). Este descenso, desde
2004 a 2016, ha sido menor en Alemania (de un 58% a un 50) pero mayor en
Francia (de un 78% a un 38), en España (de un 80% a un 47). Grecia es el país
que tiene un porcentaje menor de opiniones favorables a la UE (un 27%).
Ahora bien, aunque raramente se recoge información por clase social, sí
que se ha recogido el distinto grado de popularidad que la UE tiene según el
nivel de renta familiar. Y, ahí, los datos muestran que hay un gradiente, de
manera que a mayor renta familiar, mayor es el apoyo a la UE. Es razonable,
pues, suponer que la parte de la población que tiene una visión más
desfavorable de la UE es la clase trabajadora y otros componentes de las clases
populares.
Y lo que también aparece claro en varias encuestas es que una de las
mayores causas de tal rechazo es la percepción que las clases populares tienen
del impacto negativo que tiene, sobre su bienestar, la aplicación de las
políticas propuestas por el establishment político-mediático de la UE. Esta
percepción es mucho más negativa entre las clases populares (clase trabajadora
y clases medias, de renta media y baja) que no entre las clases más pudientes.
En realidad, el rechazo, siempre especialmente agudo entre las clases
populares, es claramente mayoritario entre la gran mayoría de la población. Ahí
vemos que, según la encuesta Pew, el 92% de la población en Grecia desaprueba
la manera como la UE ha gestionado la crisis existente en Europa; tal
porcentaje es de 68% en Italia, el 66% en Francia y el 65% en España, países
donde precisamente el descenso del porcentaje de población con la opinión
favorable de la UE ha sido mayor.
Este rechazo a la UE existe también entre la clase trabajadora del Reino
Unido
Es en este contexto descrito en la sección anterior, que debe entenderse
el rechazo de las clases populares del Reino Unido, rechazo que ha ido
claramente acentuándose en los barrios obreros de aquel país, y muy en especial
en Inglaterra y Gales. El voto de rechazo a la permanencia en la UE procede en
su mayoría de las clases populares. Y ha sido un voto no solo anti-UE pero
también (y sobre todo) un voto anti-establishment británico y, muy en
particular, anti-establishment inglés, siendo este último el centro del
establishment británico, pues concentra los mayores centros financieros y
económicos del país.
El establishment británico y el establishment de la UE habían movilizado
todo tipo de presiones (por tierra, mar y aire) a fin de que el referéndum
fuera favorable a la pertenencia. De esta manera, es un claro signo de
afirmación y poder que las clases populares se opusieran y ganaran al
establishment. Por otra parte, los datos mostraban que lo que ha ocurrido, iba
a ocurrir. La popularidad de la UE en el Reino Unido pasó de ser un 54% (ya uno
de los más bajos de la UE) en 2004 a un 44 en 2016 (según Pew). En realidad, el
Reino Unido es el país donde el porcentaje de población opuesta a dar más poder
a la UE es mayor (65%) después de Grecia (68%) Y, según otras encuestas, el
sector menos entusiasta con la UE eran las clases populares, que gradualmente
han ido transfiriendo su apoyo electoral del Partido Laborista al UKIP (el
partido anti-EU).
La supuesta excepcionalidad de España
Es un dicho común en los mayores medios de comunicación que España es
uno de los países más pro-EU, lo cual es cierto, pero solo en parte (lo mismo
era cierto con Grecia). Es lógico que Europa, percibida durante muchos años
como el continente punto de referencia para las fuerzas democráticas, por su
condición democrática y su sensibilidad social, se convirtiera en el “modelo” a
seguir por países como España, Portugal y Grecia, que sufrieron durante muchos
años dictaduras de la ultraderecha, seriamente represivas y con escasísima
conciencia social. Para los que luchamos contra la dictadura, Europa Occidental
era un sueño a alcanzar.
Pero, debido al control o excesiva influencia del pensamiento neoliberal
en el establishment político mediático de la UE (muy próximo al capital
financiero y al capital exportador alemán, que ha estado configurando las
políticas públicas neoliberales que los establishment político-mediáticos de
cada país de la UE han hecho suyas), este sueño se ha convertido en una
pesadilla para las clases populares, particularmente dañadas por tales
políticas neoliberales. Las reformas laborales que han dañado el estándar de
vida de estas clases y los recortes de gasto público, con el debilitamiento de
la protección social y del estado del bienestar, así como la desregulación en
la movilidad del capital y del trabajo, han sido un ataque frontal a la
democracia y al bienestar de las clases trabajadoras, realidad muy bien
documentada (ver mi libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al
pensamiento económico dominante, Anagrama, 2015).
La pérdida de soberanía nacional que conlleva la UE ha significado la
pérdida de soberanía popular, causa del deterioro de su bienestar. La evidencia
de que ello es así es contundente, clara y convincente. Es más que obvio que
esta Europa no es la Europa de los pueblos, sino la Europa de las empresas
financieras y de los grandes conglomerados económicos.
¡No es chauvinismo lo que causa el rechazo a la UE!
Ante esta situación, el establishment político-mediático europeo quiere
presentar este rechazo como consecuencia de un retraso cultural de las clases
populares, todavía estancadas en un nacionalismo retrógrado, que incluye un
chauvinismo anti-inmigrante que merece ser denunciado. John Carlin, en el El
País, 24·06·16, define este rechazo (Brexit) como resultado “de la
mezquindad, ignorancia, carácter retrógrado, xenofobia y tribal” de los que
votaron en contra de la permanencia. Y así se está interpretando, por parte de
la mayoría de los medios de comunicación europeos, el voto de rechazo a la UE
por parte de las clases populares británicas. Este mensaje intenta ocultar las
causas reales de tal rechazo, causas que he descrito en este artículo. Olvidan
que, si bien todos los xenófobos votaron a favor de la salida del Reino Unido
de la UE, no todos los que así votaron eran xenófobos.
En esta manipulación están participando poderes de la socialdemocracia
europea que no han entendido todavía lo que está ocurriendo entre lo que solían
ser sus bases. No quieren entender que el rechazo que está ocurriendo es hacia
esta Europa que la socialdemocracia ha contribuido a crear, una Europa que
carece de vocación democrática y sensibilidad social. El maridaje de los
aparatos dirigentes de las socialdemocracias con los intereses financieros y
económicos dominantes en la UE (y en cada país miembro) ha sido la causa de su
gran declive, que todavía no entienden porque no quieren entenderlo. Lo que
pasa en Francia, donde hay un gobierno socialdemócrata que está intentando
destruir a los sindicatos (como la señora Thatcher hizo en el Reino Unido), o
en España, donde el PSOE fue el que inició las políticas de austeridad, son
indicadores de esta falta de comprensión de lo que está ocurriendo en la UE, y
que es el fracaso de las izquierdas para atender a las necesidades de las
clases populares. De ahí la transferencia de lealtades que están ocurriendo, en
lo que refiere a los partidos.
Es lógico y predecible que las políticas neoliberales y los partidos que
las aplican sean rechazados por las clases populares, pues son éstas las que
sufren más cada una de estas políticas, incluyendo la desregulación de la
movilidad de capitales y del trabajo. Regiones enteras en el Reino Unido han
sido devastadas, siendo sus industrias trasladadas al este de Europa, creando
un gran desempleo en esas regiones. Y la desregulación del mundo del trabajo,
acompañada de la dilución, cuando no destrucción, de la protección social, ha
creado una gran inestabilidad y falta de seguridad laboral. En realidad, fueron
las políticas del gobierno Blair y del gobierno Brown (1997-2010) las que
sentaron las bases para este rechazo generalizado hacia la UE. Tales gobiernos
de la Tercera Vía facilitaron la llegada de inmigrantes a los que los
empresarios contrataban con salarios más bajos. Y así se inició el desapego con
la Unión Europea (ver Don’t blame
Corbyn if Brexit wins, Denis McShane).
En España, frente al descrédito del partido socialdemócrata (PSOE)
debido, entre otras razones, a su participación en la construcción de esta
Europa, han aparecido una serie de fuerzas políticas, tanto en la periferia
como en el centro (Unidos Podemos y confluencias), que están canalizando este
desencanto popular acentuando, con razón, que esta no es tampoco nuestra
Europa, y que se requieren cambios profundos para recuperar la Europa
democrática y social a la que aspiramos y que debe construirse. Así de claro.