Robert Fisk
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Es desconcertante vivir en Medio Oriente en un tiempo en que árabes
mueren por millares para llegar a la Unión Europea mientras Gran Bretaña comete
suicidio económico para abandonarla. El continente de la abundancia –y la
seguridad– para millones de musulmanes en busca de refugio contra dictadores,
torturadores y guerras ha sido rechazado por una nación que combatió casi seis
años para destruir dictadores, torturadores y futuras guerras.
No es raro que los árabes no sepan qué idea hacerse de la Brexit
–o brixit, como aparece en la transcripción árabe– y se remonten a la historia
para explicar la justicia de la crisis europea. Habiendo decidido en
1916 dividir el Imperio Otomano en pequeños estados árabes que serían ocupados
por fuerzas anglofrancesas, los descendientes de sir Mark Sykes ahora tomarán
una sopa de su propio chocolate o, en palabras de un tuitero saudita, Gran
Bretaña, que dividió los países árabes hace 100 años en partes incompatibles,
pronto saboreará la amargura de la división y será desmembrada. Bueno, hasta
cierto punto…
Los gobiernos del Golfo a los que GB, y en especial David Cameron, han
humillado, adoptaron una visión predeciblemente optimista de la catástrofe
potencial de Reino Unido. Un empresario saudita apuntó que las importaciones
británicas serán más baratas, al igual que las compras en el mercado
inmobiliario londinense, refugio de los árabes super acaudalados… lo que no es
precisamente lo que Boris, Mike y Nigel tenían en mente como beneficios de la Brexit.
Bahréin, que acaba de aplastar a su partido opositor de la mayoría
chiíta y ha privado de su nacionalidad a su clérigo chiíta más prominente, el
jeque Issa Qassem, elogió la valiente e histórica decisión británica de salir
de la UE, en reacción, sin duda, a las quejas de la Unión de que el minúsculo
reino árabe y su igualmente diminuto monarca no precisamente han vivido
conforme a los más altos ideales democráticos en los años pasados.
Unos cuantos sauditas se mostraron más juiciosos, aunque con cierto
cinismo. Jamal Kashoggi, uno de los periodistas más conocidos del país –por
cierto, el hombre que me presentó con Osama Bin Laden en Sudán– comentó que
Vladimir Putin estaba feliz de haber logrado desmembrar la Unión Europea con la
crisis de refugiados creada en Siria.
El periodista druso sirio Faisal al-Kassim observó con igual cinismo en
el canal qatarí Al Jazeera: En Gran Bretaña, cuando el pueblo dijo no, Cameron
se marchó de inmediato. En Siria, cuando el pueblo dijo no, fue el pueblo el
que se marchó y Al Assad se quedó. Un punto de vista interesante, un tanto
arruinado porque David Cameron no se va de inmediato y por el número de
ciudadanos de Reino Unido que tramitan pasaportes irlandeses.
Pero el problema subyacente para casi todos los árabes, que sólo se ha
insinuado a partir de la Brexit, es que las elecciones árabes son tan
ridículas, sus resultados tan fantásticos, sus mayorías tan míticas, que el
referendo británico es en sí un sueño de democracia, por terribles, injustos y
divisivos que sean sus resultados. No hablo de los disparates totales –por
ejemplo la victoria de 100 por ciento de Saddam Hussein en las elecciones
iraquíes de 2002–, sino del pobre Egipto, que ha votado encadenado durante
muchos años. Véase nada más ese 98.1 por ciento para una constitución de 2014
que permitió al mariscal de campo Abdul-Fatá Sisi postularse a la presidencia
después de derrocar al gobierno electo de Mohamed Morsi. O la victoria
electoral presidencial del propio Sisi en 2014 por 96.1 por ciento: sin duda
Boris, Mike y Nigel saltarían de júbilo si los británicos mostraran la misma
unidad patriótica que el pueblo egipcio.
Brexit, tuiteó un
egipcio, me recuerda la situación aquí en Egipto: los viejos decidiendo el
destino de los nuevos. Ahmed Salem también se mostró jocoso: Por un día, Egipto
no será el hazmerreír del mundo. Ahora, señaló otro tuit, Minoufia demanda un
referendo para unirse a la UE en lugar de GB. La provincia de Minoufia –hecho
que Twitter no permite espacio suficiente para explicar– fue la tierra natal de
los dictadores Anuar Sadat y Hosni Mubarak, a los que en su tiempo se les
definía, por supuesto, como líderes de regímenes moderados, pro occidentales.
Quizá el intercambio personal más conmovedor y extraordinario que haya
sido provocado por la Brexit en Medio Oriente fue el ocurrido entre el
líder druso libanés Walid Jumblatt y Uri Avnery, el filósofo, activista de
izquierda y ex soldado israelí de 92 años (en la guerra de independencia
israelí de 1948, que los palestinos llaman Nakba o catástrofe). Jumblatt es el
mayor nihilista del mundo, como se lo he dicho, y Avnery, quien salió de la
Alemania nazi en 1933, es hoy día uno de los faros de pensamiento de Israel y
uno de los más destacados defensores de la libertad palestina dentro de un
Estado palestino, razón por la cual ha soportado calumnias de sus
conciudadanos. Los dos hombres han trabado una amistad perdurable.
Jumblatt recordó los acuerdos Sykes-Picot y Balfour de la Primera Guerra
Mundial y la declaración del Estado de Israel en 1948, que causó tanto
sufrimiento a los árabes, y continuó: “La historia del conflicto árabe-israelí
no puede separarse de la moderna historia europea y sus implicaciones durante
el siglo XX… Sabiendo que usted es, en cierta forma, una memoria de la mayor
parte del siglo pasado, uno de los judíos de ese siglo y esa terrible
experiencia, llegué a esta conclusión después de la elección en Gran Bretaña:
100 años después de la Primera Guerra Mundial, es como si Europa volviera a
encaminarse hacia tremendas tormentas, que comienzan con la economía pero
avanzan hacia temas nacionales. La
identidad europea es demasiado débil para confrontar a los demonios del
nacionalismo…”
Un siglo después de la guerra de 1914-18, concluyó Jumblatt, “los
partidos derechistas y xenófobos en toda Europa están en ascenso, hoy contra la
inmigración extranjera, sobre todo de árabes y musulmanes, mañana contra los
judíos, como nos enseña la historia… Qué lástima haber vivido… tantos sucesos y
verse obligado a atestiguar, en lo que queda de vida, este triste final de la
historia. Alguien dijo que la historia se repite”. El druso se despidió con una
expresión de profunda consideración a Avnery.
El intelectual israelí respondió en unas horas: “Estimado Walid, la
historia se repite, pero también cambia todo el tiempo. La Brexit es un
gran paso atrás, pero espero que Europa siga marchando adelante pese a todo.
¡Mantengamos la esperanza! Salamaat, Uri. [Salamaat es saludos (o buena salud)
en árabe].