Robert
Fisk
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Resurrección,
reinvención y lingüística. Barack Obama hizo todo. Y ahora está llevando a
Estados Unidos a la guerra con Siria, así como con Irak. Oh sí, y va a derrotar
al Estado Islámico (EI), su “barbarie”, “genocidio”, su “ideología retorcida”
–hasta que los chicos malos sean “erradicados de la Tierra”–. ¿Qué pasó con
George W. Bush?
Pero pasemos por
esto un peine lingüístico. En primer lugar, Obama va a resucitar a las milicias
sunnitas del “Consejo del Despertar” –una criatura inventada por un tal general
David Petraeus–, a quienes Estados Unidos les pagaba por luchar contra Al Qaida
durante la ocupación estadounidense de Irak, pero que luego fueron atacados por
Al Qaida y traicionados por el gobierno iraquí dominado por los chiítas. Obama
incluso inventó un nuevo nombre para estas milicias: los llamó “Unidades de la
Guardia Nacional” que “ayudarán a las comunidades sunnitas a asegurarse su
propia libertad de EI”. Guardia Nacional ¡por cierto!
Luego está la
reinvención de la “moderada” oposición siria que una vez fue llamada el
Ejército Libre de Siria –una fuerza de desertores corruptos y traicionados
tanto por Occidente como por sus aliados islámicos–, que ya no existe. Este
ejército fantasma ahora va a ser llamado la “Coalición Nacional Siria” y será
entrenado –de todos los lugares– en Arabia Saudita, cuyos ciudadanos dieron
miles de millones de dólares a al Qaida en Irak, Isis, Isil, EI (usted decide
sobe las siglas), Jabhat al-Nusra y otros tipos malos que Obama quiere ahora
“borrar de la Tierra”.
Y luego la
lingüística. Obama “no dudará en tomar medidas contra el EI en Siria”. Pero eso
significa que él va a “vencer” a los enemigos del presidente sirio, Bashar al
Assad, a quien Obama también iba a “vencer” el año pasado –hasta que él se
arrepintió y decidió dejarlo solo–.
Así que si el
enemigo de mi enemigo es mi amigo –como los árabes supuestamente dicen–, Assad
puede considerar a Washington como su nuevo aliado. Pero no. Porque luego
vinieron las pequeñas explicaciones dudosas: Estados Unidos “no puede confiar
en un régimen de Assad que aterroriza a su pueblo”, un régimen que “nunca
recuperará la legitimidad que perdió”. Pero a Estados Unidos nunca le pidió que
“confíe” en Assad –es Assad quien confía en el apoyo de Rusia–. Y la
legitimidad de Assad es aceptada por China, Irán –con el que los
estadounidenses están teniendo conversaciones nucleares acogedoras– y Rusia,
cuyos ejércitos claramente “no dudan en tomar medidas” en Ucrania.
En definitiva,
entonces, una graciosa situación. Y parte del problema es la memoria semántica
institucional –o nacional– inexistente de Estados Unidos. Obama nos dice que
Estados Unidos “va a dar caza a los terroristas que amenazan a nuestro país”.
Pero recuerdo al vicepresidente George Bush (padre) diciendo a su pueblo
después del bombardeo de Beirut por los marines de Estados Unidos, en 1983, que
“no vamos a permitir que un grupo de cobardes terroristas insidiosos sacuda la
política exterior de los Estados Unidos”. Entonces el ejército estadounidense
huyó de Beirut.
Tres años más tarde,
el presidente Ronald Reagan dijo de Muammar Khadafi de Libia (“el perro loco de
Medio Oriente”) que “él puede correr, pero no se puede ocultar”. Pero Khadafi
se escondió –y luego fue besado por Tony Blair después de haber sido perdonado
por todo su “terrorismo”– sólo para ser asesinado por sus enemigos cuando se
convirtió en un “terrorista” nuevamente.
Uno puede ver, por
supuesto, lo difícil que estas lecciones de la historia de Medio Oriente deben
ser para el estadounidense promedio. Todas estas fuerzas del mal están vencidas
una y otra vez, y luego –bingo– hay otra fuerza del mal para vencer. Así que
Obama produce palabras que son fáciles de tragar. “Genocidio”, “barbarie”,
“cáncer”.
Sólo de vez en
cuando hay una falacia que los estadounidenses deben ignorar. Hubo, por
ejemplo, una referencia bastante extraña de Obama de “grupos radicales”, que
“explotan agravios para su propio beneficio”. ¿Y cuáles serían estos
“agravios”?, me pregunto. ¿La invasión ilegal de Irak en 2003 y su baño de
sangre concomitante? ¿Nuestra continuada ocupación de Afganistán? ¿La
pulverización de Gaza por el mayor aliado de los Estados Unidos?
Misericordiosamente,
Obama dejó sin mencionar el nombre de ese aliado, aunque tiene una gran
participación en la guerra, recientemente ampliada por Estados Unidos en el
Medio Oriente –después de todo, comparte una frontera común con Siria–. Pero a
Arabia Saudita, Qatar y todos los otros líderes de los sunnitas del Golfo árabe
puede no gustarles que a su gente se le recuerde que su más reciente alianza
con Washington –la formación de todos esos tipos “moderados” inexistentes, por
ejemplo– va a ayudar a Israel.
La ironía es que los
hombres del “Estado Islámico” hacen carnicerías, degüellan y limpian
étnicamente a sus enemigos. Su “estado” charlatán y su sadismo los han
convertido en una extraña combinación de Mickey Mouse y Genghis Khan. Tampoco,
extrañamente, trató realmente el EI de explotar los “agravios” anónimos a los que
Obama se refiere. Tan totalmente introvertida es su “ideología” (las comillas
son obligatorias) que no pronunciaron una palabra de simpatía por los
palestinos de Gaza durante su reciente baño de sangre. Pero los agravios están
ahí. Existen. ¿Habrá un Kurdistán? ¿Habrá alguna vez una Palestina?
No musitó ni una
palabra Obama sobre estos asuntos infinitamente más graves. Me temo que es la
misma vieja política de Estados Unidos: hacer frente a la mayor crisis en el
Medio Oriente desde la última crisis más grande en el Medio Oriente. Y podemos
depender de los estadounidenses para eso.