Maciek Wisniewski*
www.jornada.unam.mx/150814
Ya muchos lo han
dicho muchas veces: las palabras también son un arma. En las semanas pasadas
los palestinos no sólo enfrentaban la poderosa máquina militar israelí, sino
también la máquina mediática global que hacía todo para deshumanizar e
invisibilizarlos. Sobre sus cabezas caían no sólo las bombas, sino también las
palabras y a veces algo más letal: el silencio. Igual fue durante las otras
masacres en Gaza.
Y mientras Israel
desde hace años sigue con su política de limpieza étnica (por cierto, una de
las palabras vedadas en los medios), repitiendo las mismas mentiras, nosotros
sus críticos seguimos condenados a irlas desglosando una y otra vez.
Mientras sigue gozando
de sus privilegios derivados del sufrimiento del pueblo judío, pudiendo hacer y
decir todo –Norman Finkelstein demostró cómo el Holocausto se volvió el arma
ideológica de Israel para pintarse de víctima y evitar toda crítica (The Holocaust industry, 2000)–,
nosotros a veces nos sentimos limitados por el manual de buena conducta.
Éste dicta, por
ejemplo, que hay palabras imposibles de usar –vinculadas en su mayoría con las
atrocidades nazis–, privatizadas por Israel y prohibidas.
Prohibidas no porque
su pronunciación fuera a traer el Armagedón, sino porque su uso en el caso de
los palestinos los humanizaría, los dotaría de derechos y les ganaría más
simpatía.
¿Pero qué hacer si
resultan las palabras más adecuadas para hablar de la vida y la muerte en los
territorios ocupados? Rescatarlas. Usarlas.
Aquí hay algunas:
• Campo de concentración. El filósofo
italiano Giorgio Agamben, para quien el campo de concentración es el paradigma
de la modernidad, citando un poema de Celan que evocaba el exterminio de judíos
escribía que la muerte ya no es el maestro en Alemania –como apuntaba el
poeta–, sino en Israel, que hizo de Palestina el gran campo de concentración (Il Manifesto, 3/6/10).
• Gueto. No es lo mismo que el campo de
concentración, pero en Gaza los dos conceptos se funden creando uno nuevo, el
gueto-campo, un producto original de la ingeniería represiva-militar israelí.
• Pogromo. Masacre de gente indefensa,
término acuñado en Rusia para denominar los violentos ataques antisemitas,
sirve bien para describir lo de Gaza y la atmósfera anti-árabe/racista en todo
Israel.
• Genocidio. El acto de barbarie contra
los civiles de Gaza atacados por pertenecer a determinado grupo étnico cae en
la canónica definición de genocidio del polaco-judío Rafal Lemkin (1933). No
obstante, el objetivo de Israel no es el exterminio de los palestinos: es
tenerlos golpeados, reducidos a homo sacers, despolitizados y
dependientes de la ayuda humanitaria-‘oenegera’. Divididos entre varios
guetos-campos (Gaza/Cisjordania) y mantenidos como una controlable amenaza y
combustible para la política interna y el complejo militar-industrial israelí.
• Fascismo. Michel Warschawski, el
veterano activista antisionista, por años se abstuvo de llamar a Israel un
Estado fascista: pero si algo parece pato y camina como pato, entonces es un
pato (AIC, 29/5/12).
• Nazismo. Igual y no (recordemos la
vieja fórmula: todo nazi es un fascista, pero no todo fascista es un nazi). El
adjetivo nazi es mejor reservarlo para el nacionalsocialismo y sus crímenes,
evitando su relativización.
El lugar desde donde
hablo es particular. Por un lado los polacos tenemos nuestros propios pecados
antisemitas. Por otro, junto con otros polacos-judíos sufrimos los horrores de
la ocupación alemana. Es parte de nuestra identidad. Mi abuelo fue prisionero
del campo de concentración en Dachau, por ser miembro de la resistencia. Crecí
en los terrenos donde una vez estuvo el gran gueto de Lodz/Litzmannstadt.
Todo esto no otorga
ningún derecho especial para hablar de esta historia, pero tal vez da un poco
más de sensibilidad al significado y al sufrimiento detrás de las palabras en
cuestión. En esto se basa la nada fácil decisión de volver a usarlas (o dejar
algunas fuera).
Algo así, en mucho
mayor grado, hace interesante la posición de Finkelstein, hijo de
sobrevivientes de Auschwitz, quien también hace esta observación: en la
sociedad israelí todos comparan a todos con Hitler o se tachan de nazis.
Incluso los más
prominentes sionistas: “A Rabin lo llamaban ‘nazi’, Ben Gurión llamó ‘nazi’ a
Jabotinsky, Jabotinsky llamó ‘nazi’ a Ben Gurión, Begin llamó ‘nazi’ a Ben
Gurión…” (Defamation, 2010).
En Israel, aunque
hubo planes de criminalizar la palabra nazi, nadie se escandaliza tanto por eso
(el mismo Finkelstein creció con este lenguaje en su casa en Estados Unidos).
Pero cuando alguien
de afuera se atreve a hablar de un campo de concentración o gueto en Gaza,
condenar el genocidio palestino o llamar al Estado de Israel fascista o nazi
por las masacres de los palestinos –por ejemplo, Gianni Vattimo, filósofo
católico y homosexual declarado, que igual por su propia condición acabaría en
Auschwitz o Dachau, como gitanos, comunistas y tantos otros, no solo judíos–,
los israelíes y el mundo liberal políticamente correcto quedan indignados. Lo
denuncian como discurso de odio. Y –claro– como antisemitismo.
¿O será
la palabra correcta para hablar de la hostilidad antijudía causada por lo de
Gaza? Steven Beller, autor de Antisemitism: a very short introduction (Oxford, 2007), argumenta que no: otra vez es sólo el afán
israelí de neutralizar las críticas (Louis
Proyect blog, 8/8/14).
El escritor Etgar
Keret es la voz liberal en su país. A los críticos de Israel como Naomi Klein
los llama (sólo) fascistas de izquierda (Gazeta
Wyborcza, 23/11/09).
Escribiendo de su
padre, sobreviviente del Holocausto, que una vez les gritó nazis a unos skinheads
noruegos que agredían a unos chinos, concluía: A veces es la palabra
correcta ( The New York Times, 17/1/14).
¿Y cuáles serían las
palabras correctas para hablar de lo que hicieron unos extremistas judíos que
el mes pasado secuestraron en Jerusalén a un joven palestino, le echaron
gasolina en la garganta y le prendieron fuego? ¿Y de la masacre en Gaza, en la
que murieron más de mil 900 personas, la vasta mayoría civiles, incluidos 450
niños?
Sólo las más
fuertes: pogromo, genocidio, fascismo. El adjetivo nazi ya dejémoslo de lado.
*
Periodista polaco