José Steinsleger
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Cuando en 2000 el
partido Likud (extrema derecha) llegó al Ministerio de Educación, los niños,
adolescentes y jóvenes de Israel empezaron a recibir, progresivamente, una
formación altamente distorsionada y militarizada. Gobernaba entonces el primer
ministro y criminal de guerra Ariel Sharon, y el ministro Limor Lifnat quedó a
cargo de la revisión a fondo de todos los planes de educación y de enseñanza.
Siete años después,
la gestión de las instituciones educativas de Israel estaba en manos de
funcionarios militares. Motti Saji, titular del programa Tsafta, reconoció que
en lugar de formar profesores calificados, el propósito apuntaba a encontrar
dirigentes militares con habilidades especiales.
Simultáneamente,
varios investigadores y pedagogos de las universidades de Tel Aviv y Haifa se
volcaban a investigar los nuevos contenidos didácticos de los libros de texto.
En Una cara fea en el espejo, por
ejemplo, el profesor Adir Cohen analizó exhaustivamente mil 700 libros
publicados después de 1967, tras la guerra de expansión que los medios
occidentales (y textos israelíes) llaman Guerra de los seis días (1966). El
estudio arrojó resultados radicalmente opuestos a la tolerancia predicada en
los cientos de museos que Israel tiene montados en distintas capitales y
ciudades del mundo.
En 520 libros, Cohen
descubrió descripciones humillantes y negativas de los palestinos. Desglosados,
66 por ciento de los textos se referían a los árabes como violentos, malvados
(52), mentirosos (37), codiciosos (31), falsos (28), traidores (27 por ciento).
Asimismo, en 86 libros, el profesor encontró que se describe a los árabes como
homicidas (21 veces), sanguinarios (21), animales viciosos (17), belicistas
(17), asesinos (13), creyentes de mitos (9), joroba de camello (2).
Otro capítulo del
estudio se basó en los resultados de cinco preguntas del tipo ¿cómo reconoces a
un árabe y te relacionas con ellos?, realizadas a un grupo de niños en una
escuela primaria de Haifa (cuarto a sexto grado). Pues bien: 70 por ciento
describió al árabe como asesino, secuestrador, criminal, terrorista, 80 dijo
que veía a los árabes como sucios y con cara aterradora, y 90 por ciento afirmó
que los palestinos no tenían derecho alguno sobre la tierra de Israel o
Palestina.
Para la profesora de
la Universidad de Tel Aviv Nurit Peled-Elhanan (premio Sajarov para la Libertad
de la Conciencia, Parlamento Europeo, 2001) “…las construcciones del mundo
hechas a partir de los libros de estudio, por tratarse de las primeras a
sedimentarse en la mente de los niños, son muy difíciles de ser erradicadas.
“Los palestinos
–añade– nunca son presentados como seres humanos normales. No hay en este
material siquiera una fotografía de un palestino que muestre el rostro. Tan
sólo podemos verlos enmascarados o en situaciones que representen amenazas para
los judíos.”
Los programas
distorsivos resultan más obligatorios en los colegios palestinos de Jerusalén
este. El director de la oficina de Educación, Sameer Jibril, instó a las
familias palestinas con niños en edad escolar a estar atentas y conscientes,
pues al menos en cinco escuelas palestinas se les están cambiando por la fuerza
los materiales por los programas israelíes.
La ilegal
municipalidad de Jerusalén –observó Jibril– ofreció aumentar los salarios de
los maestros y directores palestinos que acepten poner en práctica los
programas israelíes en sus escuelas. La propuesta añadiría unos 2 mil shekels
(550 dólares) de subsidio por alumno matriculado. Los materiales muestran mapas
modificados en los que Israel incluye la ribera occidental con los nombres de
Judea y Samaria, además de Gaza y el Golán sirio ocupado.
En materia de
historia, los programas hacen hincapié en el estudio de la destrucción del
templo de Salomón en la vieja ciudad de Jerusalén, remarcando que la ciudad les
pertenece como capital judía de Israel, omitiendo, de paso, que por esa época
Palestina y Jerusalén estaban bajo la ocupación romana-hebrea, el templo fue
demolido por los romanos, y nunca existió un Estado de Israel antes de 1948.
De su lado, la
profesora Nurit Peld-Elhanan denunció la circulación de supuestos libros de
texto escolares palestinos en los que se diaboliza a los judíos. Pero estos
materiales, asegura, son impresos en el llamado Centro de Vigilancia sobre el
impacto de la Paz (sic) de Efrat, colonia ilegal de Cisjordania situada al sur
de Jerusalén, administrada por rabinos judíos de extrema derecha.
En 2013, los falsos
programas fueron presentados en el Congreso de Estados Unidos. Para lavar la
afrenta, el Congreso entregó medio millón de dólares por cada uno, y Hillary
Clinton contrató al director del Centro de Vigilancia, Yohanan Manor, como
consejero personal.
Desde su más tierna
infancia, los niños del enclave
neocolonial llamado Israel descubren que son los elegidos de Dios y que este
privilegio suscita la envidia, el odio antisemita y la persecución de los
otros, de los goyim (no judíos). Aprenden
que estos goyim son meras almas animales
encarnadas en cuerpos humanos, y que la tierra prometida fue robada por
ladrones paganos.
Sigrid Lehman,
académica israelí, dice: “Nosotros, los judíos, estamos predispuestos a recibir
a un árabe como goyim; como europeos los percibimos como un enemigo asiático, y
como socialistas los percibimos como representantes del peor tipo de retraso”.
El profesor Daniel
Bar-Tal (Universidad de Tel Aviv) estudió 124 libros de texto de primaria,
secundaria y de enseñanza superior de gramática, literatura hebrea, historia,
geografía y educación ciudadana. Bar-Tal reconoce que los libros que en la
actualidad utiliza el sistema escolar israelí contienen una denigración menos
directa de los árabes, pero siguen empleando estereotipos negativos.
En hebreo y en árabe,
los textos de primaria son racistas y
crueles, en tanto los de secundaria incluyen matices. Secciones que, por
ejemplo, muestran pláticas entre estudiantes árabes (así llaman a los
palestinos), elogiando el desarrollo sionista de las antiguas ciudades palestinas,
con el esplendor de las actuales urbes israelíes. Los judíos son presentados como industriosos, valientes, decididos, y
los árabes como incapaces, apáticos, improductivos, fatalistas, poco cultos, etcétera.
Los libros
destinados a cerca de un millón de árabes israelíes (quinta parte de la
población) están en árabe. Pero han sido escritos y publicados por el
Ministerio de Educación sionista, donde los palestinos no tienen influencia o
acceso. “Los palestinos –agrega Bar-Tal– desempeñan menos de uno por ciento de
los trabajos en el ministerio, sin contar a los profesores. No tienen cargos de
responsabilidad, y no hay palestinos incorporados en la preparación del
currículo en lengua árabe…”
El sistema de
educación sionista glorifica el poder militar y la guerra como un estilo de
vida. Las escuelas organizan visitas a las bases militares donde los niños y
jóvenes se familiarizan con todo tipo de armas, se trepan a los tanques Merkava
para tomarse fotografías con soldados y familiares, y asisten a entrenamientos
con munición real.
Como tareas
escolares, los niños escriben cartas y tarjetas de felicitación a los soldados,
dándoles las gracias por matar a los enemigos del pueblo elegido de Dios. A su
vez, generales, oficiales y soldados visitan regularmente las escuelas para dar
conferencias sobre la guerra, el invicto ejército israelí y las atrocidades de
las violaciones a los derechos humanos, para que los alumnos se vuelvan
insensibles.
En las colonias
ilegales de Cisjordania y Jerusalén este, el sistema resulta más desquiciante
aún, pues la educación se desenvuelve en una atmósfera de terrorismo puro.
Allí, los niños y adolescentes aprenden que el servicio militar es el más
importante deber religioso al que aspira cada israelí, y en las escuelas se describe
a los criminales de guerra como santos.
Financiadas por el
Tsahal (Fuerzas de Defensa, sic) y administradas por rabinos, el extremismo
religioso y militar en instituciones como Yshovotl Hahsadir, los rabinos Eli
Elbaz de Jerusalén este, o Eliaqhu Reskin, de la colonia Efrat (cerca de
Belén), se mofan de los intentos de diálogo interconfesional entre rabinos y
sacerdotes cristianos.
Un estudio de la
Universidad de Bar-Ilan, en la colonia de Ramat Gan, reveló que 99 por ciento
de los alumnos y 90 por ciento de los religiosos ortodoxos ignorarían las leyes
laicas israelíes y seguirían los decretos de sus rabinos en caso de que éstos
contradijeran las leyes laicas (Hertzlia Center, 2006).
Jamal Atamneh,
coordinador del Comité de Educación Árabe de Haifa, observa que cuando los
libros de texto tratan asuntos como paz y coexistencia, “…es para enseñarnos
cómo llevarse bien con los judíos”. Por otro lado, añade, “…no existen
universidades en lengua árabe. La Universidad de Haifa ha mantenido un porcentaje
de 20 por ciento de estudiantes árabes, cuando la población palestina en el
norte ha crecido a más de 50 por ciento (desde 1948)”.
Atamneh sostiene:
“…Nunca se conceden becas importantes a ningún árabe: no hay dormitorios para
árabes ni trabajos relacionados con la facultad o programas de ayuda
financiera. Los israelíes justifican esta discriminación legal con el hecho de
que los árabes no sirven en el ejército”.
Hace unos años, el
joven estudiante Daniel Banvolegyi contó que un chico se había enfadado con él
por algo que había leído o discutido en la escuela, y que le dieron ganas de
matar al primer árabe que viera. De sus compañeros de clase, Daniel dijo: se
mueren de ganas de entrar en combate y matar árabes.
*
Texto elaborado con los escritos del catedrático palestino Elías Akleh y la
periodista Maureen Meehan (traducción de Beatris Morales Bastos, Rebelión,
20/7 y 20/11/07), Suahil Hani Daher Akel (ex embajador de Palestina en
Argentina) y Nurit Peled-Elhanan (Universidad de Tel Aviv), premio Sajarov por
la libertad de conciencia (Parlamento Europeo, 2001), y autora de Palestine
in israeli school books: ideology and propaganda in education (2012).