En los interminables
realineamientos geopolíticos de Medio Oriente, el califato del Estado Islámico
(antes Isis o Isil) parece haber amedrentado al resto de los grupos
involucrados en la política de Medio Oriente, orillándolos a formar una alianza
geopolítica de facto. Repentinamente, encontramos a Irán y a Estados
Unidos, a los kurdos (tanto en Siria como en Irak) y a Israel, a Turquía y al
gobierno sirio de Bashar al Assad, a Europa occidental (Gran Bretaña, Francia y
Alemania) y a Rusia persiguiendo, por diferentes vías, un mismo objetivo:
impedir que el califato se expanda y se consolide.
Esto no ha alterado
significativamente otros loci de conflicto geopolítico tales como
Palestina-Israel y Ucrania, pero es seguro que tendrá un impacto sobre ellos.
Por supuesto, todos estos actores están persiguiendo objetivos de mediano plazo
que son bastante diferentes. No obstante, miren lo que ha ocurrido durante la
primera quincena de agosto.
Nouri al Malaki fue
derrocado como premier de Irak por la presión combinada de Estados Unidos, el
gran ayatola Alí al Sistani, Irán y los kurdos, primordialmente porque se
resistió a contemplar un papel significativo para los sunitas en el gobierno
iraquí. ¿Y por qué era esto importante? Porque para todos estos actores parecía
la única manera de minar el califato desde dentro.
Estados Unidos ha
comprometido sus drones (aviones no tripulados), una nueva fuerza de
cerca de mil infantes de marina y fuerzas especiales para salvaguardar a los
yazidís y a los cristianos iraquíes de ser masacrados (operación que recibió la
asistencia de facto de Bashar al Assad), así como para frenar el avance
del califato en Erbil –la capital kurda de Irak, donde hay un consulado
estadunidense y un número significativo de ciudadanos de dicho país–;
probablemente logre otras cosas tras una evaluación en el terreno que está
ocurriendo en estos momentos.
El presidente Barack
Obama se rehúsa a indicar una fecha límite para esta operación y, por tanto, es
casi seguro que dejará incumplida su promesa firmada de retirarse por completo
de Irak durante su presidencia.
El gobierno turco ha
cerrado la frontera abierta para las fuerzas anti Assad en Turquía, lo que
previamente fue un elemento clave en su política hacia Siria. El ex senador
Joseph Liberman, conocido halcón y ardiente promotor de las políticas
israelíes, ha encomiado públicamente a Obama por lo que ha hecho, mientras los
iraníes se han abstenido de criticarlo. Los saudíes, que no se pueden decidir
respecto de su política hacia Siria, aparentemente han decidido que el silencio
y el misterio son la mejor táctica.
Entonces, ¿qué
sigue? ¿Y quién se aprovecha de este realineamiento?
Parece haber tres
ganadores en el corto plazo. El primero es el califato mismo. La re-entrada de
Estados Unidos a la lucha militar iraquí le permite al califato presentarse
como fuerza importante que desafía al diablo encarnado, Estados Unidos. Le
servirá para conseguir muchos reclutas adicionales, sobre todo en el mundo
occidental. Y uno puede esperar que intentará involucrarse en actividades hostiles
al interior de Estados Unidos, así como en Europa occidental.
Por supuesto esta
ventaja de corto plazo podría colapsarse, si el califato fuera a sufrir reveses
militares serios. Pero tomará tiempo para que esto ocurra, si sucede alguna
vez. El ejército del califato parece todavía ser la fuerza militar más
entrenada y comprometida de la región.
Un segundo ganador
importante es Bashar al Assad. El respaldo exterior para las fuerzas contrarias
a Assad siempre ha sido mucho menos decisivo y es probable que se seque aún más
en el corto plazo, conforme más y más oponentes sirios se alineen con el
califato.
El tercer
beneficiado importante son los kurdos, que han consolidado su posición dentro
de Irak y mejoraron sus relaciones con los kurdos en Siria. Ahora recibirán más
armas de los países occidentales y posiblemente de otros, haciendo que sus
combatientes, los peshmerga, se tornen una fuerza militar aún más consolidada.
¿Y los claros
perdedores? Uno, sospecho, es Estados Unidos. A menos que el califato se
desmorone en el futuro cercano (algo que parece muy improbable), este esfuerzo
militar muy pronto expondrá, de nuevo, los límites de las capacidades militares
estadunidenses y la inconsistencia de sus posiciones públicas con respecto a
Irak, Palestina y Ucrania. Y Obama habrá perdido su alegato principal en cuanto
a logros geopolíticos. El público estadunidense respalda los logros, no
empantanamientos.
Y hay por lo menos
tres grupos cuyo futuro inmediato como ganadores o perjudicados permanece
incierto.
Uno es Irán. Si
Estados Unidos e Irán están del mismo lado en Irak y Afganistán, ¿puede Estados
Unidos negarse a llegar a algún arreglo de compromiso con Irán respecto de los
asuntos relacionados con la energía nuclear? La posición iraní en esta negociación
por lo menos quedó fortalecida.
Un segundo caso es
Hamas. Los israelíes están bajo una pesada presión internacional para
reformular su posición en torno a Palestina. ¿Será que este énfasis en los
peligros del califato sirva de presión adicional? Es lo más probable, pero los
israelíes se quedarán el mayor tiempo posible.
El tercer caso es
Rusia. Mientras escribo esto, el gobierno de Kiev está resistiendo la entrada
de los camiones que dicen los rusos que es una misión humanitaria para auxiliar
a los atrapados y sufrientes habitantes de Lugansk, población rodeada por las
tropas ucranias que buscan hambrearlos hasta que se rindan. ¿Acaso es esto algo
en verdad diferente de los esfuerzos del califato por hambrear a los yazidís en
su montaña para que se sometan? Si Estados Unidos y Europa occidental están en
favor de la ayuda humanitaria en un lado, ¿pueden sostener una posición en
contra en otras partes?
Vivimos tiempos
interesantes.