Nazanin Armanian
www.publico.es/140317
Catorce años
después de la invasión de una treintena de países liderados por el imperialismo
de Estados Unidos, y la imposición de un régimen títere de la derecha islámica
chiita en 2003, Iraq sigue siendo ocupado y en guerra. Entre los objetivos
(reales) de Washington estaban: desmantelar el estado iraquí, destruyendo su
nación y sus infraestructuras para que en décadas no levantara cabeza;
convertirlo en una gran base militar en el corazón de Oriente Próximo desde
donde vigilar a Irán, Arabia Saudí y Turquía, y de paso acabar con uno de los
rivales árabes de Israel y defensores de la causa palestina (luego harán lo
mismo con Libia y Siria).
La primera fase
del plan fue ejecutada en 1980, provocando la guerra entre Iraq e Irán, para
que ambos estados poderosos y desarrollados de la zona se destruyeran entre
ellos en el marco de la doctrina de Dual Containment Policy (la “doble
contención”), impidiendo el desarrollo económico, político, social y militar de
Iraq e Irán para controlar esta estratégica región. Ésta es la fecha del inicio
del asalto a los derechos de la mujer en Iraq.
Mujer
antes de la guerra
Cuando los
republicanos derrocan la monarquía en 1958, entre las reformas que realizan
está la eliminación de los tribunales religiosos, conceder iguales derechos de
herencia y divorcio a las mujeres y restringir la poliginia. La Constitución
del 1970 en un intento de modernizar el país reconoce el derecho la igualdad
entre los sexos (al contrario de la actual). El Partido Baas que pretendía
crear una nación, sustituyendo las lealtades tribales y sectarias por la
lealtad al partido gobernante, rescata a las mujeres para construir un país
moderno: podrían acceder a universidades y trabajar como jueces,
catedráticas o pilotos sin dejar de ser madres: tendrían seis meses de permiso
de maternidad. Entre ellas estaba la doctora Rihab Taha al-Azawi fue la
microbióloga más destacada del país.
Con el desarrollo
del sector petrolífero en los años setenta, Iraq en vez de contratar la mano de
obra masculina extranjera (como ha hecho Arabia Saudi) emplea a las mujeres,
medida que se intensificó con la guerra entre Irán e Iraq (1980-88) en la que
murieron cientos de miles de hombres de ambos lados. Mientras las mujeres
urbanas, seculares y de clase media y altas se convertían en ingenieros, médicos
o arquitectos, el capitalismo belicista de Hussein fortalecía los valores
patriarcales y religiosos en las zonas rurales, entre las familias pobres y
excluidas.
Iraq recibe en 1982 el premio de la UNESCO por su campaña de alfabetización, y la Federación General de Mujeres Iraquíes (GFIW), rama femenina del Baas, hizo que en 1985 las tasas de alfabetización de las mujeres alcanzasen el 87%. Pero, un Saddam cada vez más dictador, más islamista y aliado de la teocracia reaccionaria de Arabia Saudi, no tenía piedad con las mujeres activistas, quienes eran torturadas y violadas en las terribles prisiones.
La presión de la
guerra, le empuja a retirar las ayudas a las madres trabajadoras; así, la
pobreza cierra las puertas de los colegios a las niñas, abriéndoles la del
“matrimonio”, quitando una boca de la mesa vacía. El analfabetismo se disparó
al igual que la prostitución, poliginia. Saddam recuperaba la Sharia en las
leyes del divorcio y la custodia de los hijos, y redujo las penas de prisión en
los crímenes de honor de 8 años a 6 meses. Fue él quien utilizó armas químicas
en 1988 contra los kurdos, matando a cerca de 5.000 mujeres, hombres y niños.
Impacto de las patrañas bélicas
Nada más salir de
la guerra contra Irán, Saddam volvió a caer en la trampa de Estados Unidos,
esta vez en Kuwait. Iraq, su estado y miles de sus ciudadanos fueron sepultadas
bajo toneladas de bombas. El Estado de sitio económico impuesto por la ONU mató
a un millón de personas de hambre, la mitad eran niños. Saddam aceleró su giro
hacia la extrema derecha islamista sacrificando a las mujeres. En el año 2000,
la milicia fundada por el hijo de Hussein, Uday, realizaba decapitaciones
públicas de mujeres acusadas de prostitución.
La prioridad de
las mujeres que daban a luz hijos del uranio, era la mera supervivencia. Se
había creado una paradoja: las madres seculares y con educación universitaria
estaban criando hijas semi analfabetas y conservadoras que resucitaron el velo
en las calles del país.
Con la invasión del 2003 EEUU remataba la nación iraquí, implantando además una teocracia de corte fascista (con los escuadrones de muerte, incluidos), garantizaba el regreso del país a la Edad Media. Los ciudadanos se convirtieron en “comunidades religiosas”: desde ese momento los hombres pueden casarse con niñas de 9 años; ellas ni de adultas podrán salir de casa, estudiar, trabajar, o viajar sin el permiso de un tutor varón, y la violación deja de ser delito si el delincuente se casa con la víctima. Estas leyes han sido aprobadas también por las diputadas fundamentalistas que adornan el régimen creado por un tal George Bush.
Hoy 10 millones de
iraquíes viven en la pobreza absoluta, la gran mayoría mujeres cabeza de
familia. Miles de ellas mendigan con sus hijos y viven en vertederos y
tugurios, sin agua ni luz. Los traficantes de niñas y mujeres hacen su
agosto. La inseguridad en las calles y el número de secuestradas es tal que
muchos padres no dejan que sus hijas vayan al colegio. Otras, con estudios
universitarios, no encuentran trabajo o si lo hacen es por pertenecer a decenas
de “familias” que controlan el poder, o gracias al soborno que piden las
autoridades.
En 2014, entre 4 y
6 mil mujeres fueron agredidas sexualmente por las fuerzas de “seguridad”. Los
vándalos, los terroristas y los soldados de EEUU han militarizado la
prostitución. La Organización para la Liberación de la Mujer en Iraq (OWFI)
estima que entre 2003 y 2010 unas 4.000 mujeres y niñas desaparecieron. La
fórmula “iraquí” de trata es “original”: un traficante se casa con la víctima
para sacarla del país. En el destino la repudia para venderla. Luego regresa en
busca de carne fresca.
El precio de niñas
en el mercado de los países del Golfo Pérsico es de 30.000 dólares si la
mercancía es una niña de 11-12 años, y es de 2.000 si es de “segunda mano”. Los
“asesinatos selectivos” han acabado con la vida de cientos de periodistas,
intelectuales, científicos y políticos progresistas. En noviembre de 2009,
dispararon a la cabeza de la profesora Safa ‘Abd al-Amir, candidata del partido
comunista, que salvó la vida de milagro.
No hay lugar para
huir de esta infernal dictadura donde EEUU sigue enviando soldados, y sigue
bombardeando el país. Medio millón de vecinos de Mosul han perdido su hogar en
los últimos meses. Las solicitudes de refugio de los hombres y mujeres iraquíes
son denegadas (al igual que la de los afganos) por tener en su país una
“democracia made in USA”. Las mujeres y los hombres de Iraq, campo de
batalla entre EEUU, Gran Bretaña, Israel, Arabia Saudí, Irán y Turquía, siguen
su interminable agonía.