Jorge
Costadoat
www.religiondigital.com/23.06.15
Al papa “franciscano”
le faltaba una encíclica sobre la creación. Hasta ahora para todos ha sido
patente su “opción por los pobres”. El “pobre de Asís” estará feliz con que el
papa Francisco no solo se haga cargo del tema ecológico, sino que, además, lo
vincule con el de la pobreza.
Laudato si’ es una
encíclica impresionante. Se ocupa del medioambiente con una mirada integral,
vinculando estrechamente lo ecológico y lo social, con el objeto de estremecer
las conciencias de una humanidad que se salvará junta o junta acabará en un
tarro basurero. El Papa hace un llamado a volver a amar nuestra Tierra, pues su
estado es dramático. Lo hace con un lenguaje sencillo, suave en general, pero a
veces duro y directo.
La encíclica abunda en
describir los males que aquejan a la naturaleza y a las personas en ella. Estos
son innumerables: deterioro del aire y de las aguas, deforestaciones, basura y
contaminación en los mares, suciedad, aniquilación de especies vegetales y
animales, y miseria humana por doquier. Al mismo tiempo, se evoca en la
encíclica la belleza del mundo que hemos heredado y que hemos dejar en herencia
a las futuras generaciones.
El
Papa no ahorra palabras para denunciar a los culpables. En términos generales
nuestra cultura consumista hace que prácticamente todos usemos y tiremos las
sobras sin la más mínima responsabilidad con la naturaleza o el prójimo actual
o futuro. Pero Francisco dirige los cañones contra los grandes poderes
económicos y políticos, y la tecnocracia de que se sirven, para obtener las
máximas ganancias con los menores costos posibles.
Estos mismos poderes,
sean corporaciones o países, son quienes le bajan el perfil al peligro del caos
ecológico o esperan que algún día la ciencia y la economía encuentren la
solución que siempre dicen que se ha encontrado para que el progreso continúe.
Es una misma la lógica explotadora que ha generado el daño ecológico y la
pobreza.
El Papa cuestiona radicalmente
la idea predominante de progreso. Interroga a fondo la cultura moderna que ha
despejado la cancha para intervenir la creación sin escrúpulos y la cultura
posmoderna individualista y egoísta.
La
encíclica ofrece una visión teológica del mundo. Dios creador hace de
principio de unidad y de solidaridad de toda la realidad, del tiempo y del
espacio, de lo grande y de lo pequeño, de los ricos y los pobres. Llama la
atención como en ninguna otra encíclica papal anterior una visión amplia,
integradora y profundamente histórica de la realidad, pero en clave
apocalíptica. El futuro no está cerrado. La apocalíptica cristiana se nutre de
la “buena noticia” de la resurrección de Cristo, pero incoa la posibilidad del
desastre de la creación y, por lo mismo, urge proféticamente decisiones en el
presente.
¿Qué hacer? La
pendiente al desastre requiere de una reacción enérgica. Francisco habla de la
necesidad de una “revolución cultural”. No tenemos actualmente la cultura
suficiente para revertir la situación. Es preciso generarla. El Papa apela a
cambiar la mirada, a desarrollar una espiritualidad sensible a la belleza y
empática con cada uno de los seres, a cultivar estilos de vida cuidadosos de la
naturaleza y del medio ambiente.
Se
requiere, por otra parte, impactar en las prácticas actuales de consumo y
enderezar la economía a otro tipo de crecimiento. Una mayor conciencia,
reflejada en pequeños cambios de vida, en la medida que va cuajando en una
educación de mayor responsabilidad con todo lo existente, puede incidir
reorientando la economía en otra dirección. La política, sobre todo si es
posible fortalecer alguna forma de gobierno internacional que pueda imperar
soluciones globales, tendría que domeñar la libre acción del dinero.
La encíclica no ha
gustado a todos. Algunos querrán que se la olvide pronto.
Laudato si’ es un
llamado a una fraternidad cósmica. Proclama que todos los seres de la creación
tenemos por vocación ser hermanos, considerarse parte, pertenecer y, en el caso
de la humanidad, hacerse responsables unos de otros, de los ecosistemas y del
planeta. El Papa recuerda que el principio clave de la enseñanza social de la
Iglesia es el “destino común de todos los bienes”. La propiedad privada es, a
este efecto, un medio. En esta
perspectiva ecológica, la propiedad privada ha de ser relativizada. La Tierra nos pertenece a todos.
Este llamado, en el
actual estado de cosas, es subversivo. Así como siempre es posible gozar con
poco, la subversión de la cultura consumista y explotadora de la naturaleza y
de los pobres, ocurrirá con pequeñas conversiones de corazones.
Pero se necesitan
muchos nuevos corazones.