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En 2009 un cable diplomático
del Departamento de Estado de Estados Unidos desveló por primera vez la
sospecha sobre la consolidación de una alianza entre Israel y los Estados
árabes del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG). El cable citaba a Yacov
Hadas, funcionario de la embajada israelí, y señalaba: “[...] los árabes del
Golfo admiten el papel israelí por lo que perciben de la estrecha relación de
Israel con Estados Unidos”, y añadía: “los Estados del CCG piensan que Israel
puede hacer milagros”.
Israel y los Estados
del Golfo compartían ya entonces el interés por contrarrestar lo que
consideraban el aumento de la influencia iraní en Oriente Próximo. Así,
mientras ambas partes parecían oponerse en público –la operación militar
israelí Plomo Fundido que acababa de cobrarse más de 1.400 vidas
palestinas en la Franja de Gaza recibió la condena de Arabia Saudí, que la
calificó en carta a Naciones Unidas como “feroz
agresión”– sus dirigentes mantenían en secreto “buenas relaciones
personales”, según un cable referido por Hadas. Al parecer, el funcionario
israelí añadió que los árabes del Golfo “aún no están preparados para hacer
público lo que dicen en privado”.
Han pasado ya seis
rápidos años y parece como si los Estados del CCG ya estuvieran listos para
hacer públicas sus buenas relaciones con Israel. En un evento que ha tenido
lugar esta semana en el Consejo de Relaciones Exteriores en Washington (del que
ha informado Eli Lake en Bloomberg) ex funcionarios saudíes e israelíes
de alto rango no sólo han compartido escenario sino que han revelado que ambos
países han celebrado una serie de reuniones de alto nivel para discutir
objetivos estratégicos compartidos, particularmente en relación con el ascenso
regional de Irán.
En el encuentro de
Washington, el ex general saudí Anwar Eshki promovió abiertamente un cambio de
régimen en Irán mientras que el ex embajador israelí ante la ONU, Dore Gold, en
otro tiempo crítico feroz de Arabia Saudí, se refirió a su acercamiento al país
en los últimos años y a la posibilidad de resolver las diferencias aún
existentes entre ambas naciones diciendo: “Nuestra posición hoy en día en esta
fase no significa que hayamos resuelto todas las diferencias que han existido
entre nuestros países durante décadas pero esperamos poder abordarlas
plenamente en los próximos años”.
Las relaciones con
Israel han sido durante mucho tiempo materia vetada en los Estados árabes. A raíz
de la creación de Israel en 1948 y del consiguiente desplazamiento de cientos
de miles de refugiados palestinos, los gobiernos de Oriente Próximo han venido
manteniendo una posición pública hostil hacia Israel acorde con lo que ha sido
una constante popular durante años. Aunque algunos países, como Egipto bajo la
dictadura militar de Sadat, hayan firmado tratados de paz formales con Israel
en contra del sentimiento de sus pueblos, la mayoría de los países del Golfo se
han abstenido.
En los últimos años,
sin embargo, el acercamiento de los líderes del CCG a Israel ha cobrado impulso
debido al fenómeno dual de las revueltas árabes y de la creciente influencia de
Irán. El año pasado, el príncipe saudí Turki bin Faisal dio un paso sin
precedentes al publicar un artículo de opinión en un importante periódico
israelí en el que llamaba a la paz entre Israel y los países del CCG, así como
reclamaba una solución al conflicto entre Israel y Palestina.
En los últimos años
y como consecuencia de que la administración de Obama haya priorizado la
distensión con Irán, se han hecho públicos informes que desvelan la cooperación
encubierta en materia de seguridad entre Israel y los Estados del
CCG. La web de Middle East Eye ha
documentado recientemente la existencia de vuelos regulares secretos
entre Abu Dhabi y Tel Aviv a pesar de la manifiesta prohibición de que
ciudadanos israelíes entren en Emiratos Árabes Unidos.
En su libro de 2012,
After the Sheikhs: The Coming Collapse of the Gulf Monarchies [Después de
los jeques: el colapso de las monarquías del Golfo], el profesor de la
Universidad de Durham, Chris Davidson, auguraba que los Estados del Golfo
seguirán buscando el apoyo de Israel debido a las crecientes presiones externas
que se ciernen sobre los Estados del CCG como consecuencia de la convulsión
regional. A pesar de describir a los países del CCG como un conjunto de
“poblaciones nacionales mayoritariamente anti-israelíes y pro-palestinas”, y de
constatar que “la cuestión de Israel y del sionismo sigue provocando un fuerte
rechazo”, el libro documenta que en los últimos años se ha intensificado la
coordinación económica y política encubierta de los dirigentes del CCG con sus
homólogos israelíes.
Sin embargo, hay
indicios de que incluso en el interior de estos países el sentimiento popular
anti-israelí se puede estar transformando. Una encuesta a
la opinión pública saudí realizada recientemente por estudiantes del Centro
Interdisciplinario de Herzliya, una universidad israelí, halló que era minoría
la población saudí que consideraba a Israel como una amenaza importante para su
país, y citaba en cambio a Irán o al naciente Estado Islámico como sus
preocupaciones primeras.
“Lo que pensamos
aquí en Israel acerca de los saudíes no es exactamente lo que son”, apunta Alex
Mintz, del Centro de Herziliya y supervisor de las encuestas. “Damos por
supuesto que sabemos lo que piensa la gente en Irán, en Gaza o en Arabia Saudí,
[pero] no he hablado con nadie que piense que los saudíes dirían, con un margen
de 3 a 1, que temen más a Irán que a Israel; nadie predijo nada parecido”.
Dado que el gobierno
de Obama pretende concluir un polémico acuerdo nuclear con Irán el mes que
viene, es previsible que la coordinación estratégica entre los Estados árabes
del Golfo e Israel –aliados tradicionales de Estados Unidos y coaligados en su
oposición al acuerdo– siga aumentando. La decisión de que fueran ex
funcionarios de alto nivel, en su calidad de representantes de los intereses
del Golfo y de los intereses de Israel respectivamente, quienes hicieran
pública su cooperación no es más que la última señal del brío que está cobrando
esta alianza en expansión.
Teniendo en cuenta
que esta relación prospera teniendo como telón de fondo el ininterrumpido
conflicto palestino-israelí y el ascenso de los partidos políticos de extrema
derecha dentro del propio Israel, parece evidente que los dirigentes del CCG,
tras la primavera árabe, han decidido situar sus estrechos intereses
políticos por encima de cualquier principio públicamente declarado sobre la
estabilidad regional.