Nazanin Armanian
www.publico.es/010615
El mundo ya puede
respirar tranquilo: los yihadistas del Estado Islámico (EI) no han convertido
la ruina de Palmira en ruina. La “no noticia” es que su teatro fue el
escenario de la ejecución de una treintena de personas —civiles, solados
sirios, voluntarios iraníes y afganos—, siendo esos los “daños colaterales” que
no escandalizan a casi nadie.
Los últimos movimientos
militares, diplomáticos y políticos, anuncian la llegada del fin de la guerra
de las potencias regionales y mundiales contra la nación y el Estado sirio. La
sorprendente ofensiva bélica y
política de Arabia Saudí en Iraq, Siria y Yemen, así como la presión
que Riad está ejerciendo sobre Washington y Moscú, desde la llegada del equipo
del Rey Salman al poder en enero, son los principales motivos de un cambio
cualitativo en el escenario sirio-iraquí.
De entre la propaganda
de guerra difundida por todas las partes implicadas en el conflicto, destacamos
las siguientes noticias que pueden apuntar al fin, no de la rentable guerra,
sino del Estado gobernado por Bashar al Assad. Lo cual no debería sorprender a
nadie, pues se trata de la derrota de una pequeña nación atacada por un frente
unido en el que están Arabia Saudí, Qatar y Turquía, Israel, EEUU, Francia,
Gran Bretaña, y Alemania, entre otros oportunistas:
1. La conjura del
triángulo formado por Arabia Saudí, Turquía y Qatar (que han limado sus
discrepancias), contra lo que llaman “la ocupación iraní de las tierras
sunnitas”, materializada en la formación de Jaish al-Fateh —”ejército de la
Conquista”—, que no es más que una variante del impresentable Estado
Islámico. Han conseguido la caída simultánea de las dos urbes estratégicas
que representan un cambio en el equilibrio geopolítico de las fuerzas en esta
batalla regional: en Siria, la ciudad de Palmira (“Tadmor” en árabe”) con sus
51.000 habitantes, y en Irak, Ramadi.
Palmira, que simboliza
el antiguo dominio occidental, y que albergó entre 1971 y 2000 una
de las prisiones más temibles de la dinastía de Assad, deja su aeropuerto y sus
campos de gas bajo el control de los yihadistas. Por otro lado, que el gobierno
de Bagdad, presionado por Washington y Riad, disolviera las milicias
organizadas bajo el mando iraní en Ramala propició la conquista de la ciudad
por los yihadistas sunnies. Entre otras consecuencias, estas pérdidas significan
el fin del proyecto del gaseoducto Mediterráneo Irán-Iraq-Siria en favor del
otro, patrocinado por Qatar y Arabia Saudí, que solo debe cruzar Iraq y
Siria.
Washington, con estos
avances yihadistas, no solo cierra el envío de ayudas iraníes a Siria, sino que
también lanza a Teherán un importante aviso ante las declaraciones de los
militares iraníes de que no permitirán al gobierno de Hasan Rohani la firma del
acuerdo nuclear —previsto para el 30 de junio— si ello supone la inspección de
las instalaciones militares del país.
La bola de nieve
llamada EI sigue avanzando, y si alcanza la provincia de Latakia, el bastión
del gobierno, supondrá otro baño de sangre sirio, esta vez el de los alauíes.
2. La reunión de Barak
Obama con el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenber, para dejar
claro que la OTAN ya está preparada para una intervención “anti-EI” en Libia y
en Siria. Pero, ¿no está interviniendo allí una coalición de una veintena de
países liderados por EEUU “anti-EI”? Cómo se ríen a carcajadas de la
inteligencia del planeta entero, insinuando que unos dos o tres mil individuos
montados en Toyotas y armados con dagas no pueden ser derrotados por cerca de
medio millón de soldados vinculados a la OTAN en la zona, con armas mortíferas
jamás existidas. ¿O es que la OTAN-EEUU ha esperado a que el EI allanase el
terreno para luego colgar su propia bandera en alguna estatua de Assad en
Damasco, como lo hicieron con la de Saddam Husein en 2003 en Bagdad?
3. Los comandos de la
Fuerza Delta de EEUU (sin la autorización de la ONU) ya están en Siria, bajo el
pretexto de matar a los líderes terroristas: el mismo utilizado en la conquista
de Afganistán, donde permanecieron incluso después de anunciar la muerte de Bin
Laden. O incluso hacer las paces con los
talibanes.
4. El objetivo de EEUU
de acusar al ejército iraquí de inútil es entregar a la Alianza la fase final
de la guerra contra Siria, y así poner a Barak Obama la medalla de haber
cumplido su palabra de los “12 motivos
por los que Assad debe marcharse” antes de las elecciones
presidenciales de 2016 en EEUU. Ha sido el Pentágono quien ha formado en Iraq
un ejército dividido por líneas étnicas y religiosas, justamente con el fin de
mantener el país debilitado y sometido y pedirle acciones no contra Israel y en
favor de palestinos, sino contra Irán.
El presidente de EEUU
rechazó todas y cada una de sus exigencias: de enviar tropas a los conflictos
“innecesarios” de Siria, Yemen e Iraq; de formar una alianza militar con los
árabes; y de desmantelar el programa nuclear iraní. En cambio les prometió
vender más y más armas para que se defendieran solitos: ¿nueva guerra
árabe-iraní a la vista?
Obama pretende mantener un frágil equilibrio entre
los iraníes y los árabes para que se maten entre sí y que ninguno gane ninguna
guerra. Eso sí, les prometió que forzaría a Irán a aceptar el fin de
Assad, consciente de que Teherán no puede seguir invirtiendo en un conflicto
más que perdido a pesar de que el país es su “profundidad estratégica”. El rey
Salman menospreció la reunión y no acudió. ¿Quién sabe? Puede que las últimas
dos bombas estalladas en mezquitas chiítas de Arabia Saudí y atribuidas al EI
sean solo un mensaje: que Riad deje de chantajear a Washington, y se ocupe de
la seguridad de su casa, amenazada no por Irán sino por el terrorismo anti wahabita.
6. Que Rusia haya
cerrado el paso al tránsito de equipos militares de la OTAN a Afganistán desde
el Corredor Norte (el Sur está en Pakistán), dejándoles atrapados en el
país centroasiático, ha sido una de las cartas fuertes de Moscú, reforzando su
postura en las negociaciones sobre los cambios en Siria (también Ucrania e
Irán).
7. A pesar de que puede
ser cierto que John Kerry, en su visita del 12 de mayo a Moscú, haya barajado
la permanencia de Assad en el poder hasta terminar su mandato en 2021, a Riad y
Ankara les es imposible soportar más años de guerra de desgaste económico y
político en Siria. Ya necesitan su fin, y pueden imponer su voluntad a Obama.
8. En la conferencia
celebrada en Astaná (Kazajstán), el 29 de mayo, en la que participaron 30
miembros de la mayoría de los grupos opositores sirios, había dos ausencias
significativas: la del Gobierno sirio y la de los dos grupos más poderosos, EI
y Frente Al Nusra. En su hoja de ruta, se propone la liberación de los presos
políticos, la entrega de ayuda humanitaria a la población afectada y la salida
inmediata de todas las milicias extranjeras del país. Además de formar una
Oposición Nacional Siria que englobe a todas las fuerzas políticas, y una
coordinadora que, tras convocar una conferencia de paz, gestione la transición
sin Assad y sin los yihadistas. Se daría así mayor visibilidad a la oposición
interna.
Hay que tener en cuenta
que para Obama ganar la guerra de Siria no pasaba por acabar con Assad (fácil
de conseguir en un “asesinato selectivo”), ni mucho menos reemplazarlo por los
yihadistas (pues, Siria tiene frontera con Israel, no como Libia donde los
yihadistas sí fueron colocados en el poder y uno de sus jefes, Abdelhakim
Belhadj, incluso fue recibido en París por las autoridades francesas), sino
presionarle para que dimita en el momento que tenga preparado un reemplazo
controlable.
9. El general israelí
Ben-David ha declarado estar listo para bombardear Siria después de la caída de
Assad, si los yihadistas toman el poder. Sin responder por qué estos
terroristas no solo no atacan los intereses israelíes, si no ¿por qué Israel les compra el petróleo
iraquí que roban contribuyendo a su financiación? El régimen israelí
bombardeó al ejército sirio en Quteifa, a 40 kilómetros de Damasco, echando una
mano al EI en su avance.
Plan de transición
El “cuándo” será la
retirada de Bashar al Assad es, según la prensa de EEUU, la principal
discrepancia entre Moscú y Washington: Putin propone su presencia en el
proceso de “reconciliación” hasta la formación del nuevo poder, como una salida
digna. Mientras que Washington plantea lo siguiente: declarar una zona de
exclusión aérea en el territorio sirio bajo el pretexto de proteger a los
civiles, como el último golpe psicológico a Damasco; la retirada de la cúpula
militar y de seguridad del gobierno, la marcha del propio presidente Assad, y
la formación de un gobierno de “reconciliación nacional”, con una nueva administración islamista sunnita, dirigida
por los Hermanos Musulmanes. EEUU ha ido
derrocando a los Estados semilaicos de la zona (Iraq y Libia) instaurando
regímenes islamistas, y triturando la seudoteoría de “Choque de Civilizaciones”
de Samuel Huntington.
Tras desmontar la vida de
23 millones de sirios, asesinar a un cuarto de millón de personas, y dejar sin
techo a otras 5 millones de familias en un país destruido y dividido entre
zonas controladas por alauíes, el EI, los rebeldes no yihadistas, y los kurdos,
garantizan la “afganización” de la “nueva Siria”. De paso,
Washington corta la Ruta de la Seda diseñada por China que iba a pasar
por Siria y Yemen —sus accesos al Mediterráneo— y se adelanta a la nueva
estrategia de Rusia de recuperar su influencia en el Gran Oriente Próximo.
Acabar con Assad, es un
paso más hacia la planeada desintegración política y geográfica de un gigante
como Irán (país compuesto por grandes grupos étnicos), una de las principales
reservas de hidrocarburo del mundo. En su estrategia del “caos controlado”, el
Pentágono empuja a los yihadistas hacia las fronteras de Irán: están sólo a 40
kilómetros.