www.rebelion.org / 010717
Se manejan muchas
causales –unas rocambolescas, otras muy peregrinas– sobre la ruptura dramática
de la coalición de varios países árabes poderosos –encabezados por Arabia
Saudita (AS), la mayor potencia económica de la región, y Egipto, todavía la
mayor fuerza militar del mundo árabe hoy dislocado– con Qatar, diminuto país
(con una superficie de 11 mil 581 kilómetros cuadrados) con el segundo mayor
PIB per cápita del mundo (129.700 dólares, detrás del paraíso fiscal europeo
Liechtenstein) gracias a ostentar la principal exportación de gas natural
licuado (LNG, por sus siglas en inglés) del planeta y a su ínfimo número de
habitantes autóctonos (¡11,6% de la población total de 2 millones 258 mil!),
encapsulados por la aplastante mayoría de trabajadores residentes
primordialmente provenientes del subcontinente indio.
The Hill asevera
que, detrás la crisis de Qatar se encuentra la telenovela del pago de un
rescate por mil millones de dólares de 26 personajes, con varios miembros de la
familia real, que andaban de caza en Irak, secuestrados por Al Qaeda y cuya
mitad fue pagada al gobierno de Bagdad.
Otros novelistas
británicos con pretensiones geopolíticas, afirman que se trata de una venganza
del otrora empresario Trump por el desprecio a sus inversiones inmobiliarias y
de casinos mafiosos en Qatar.
Seré más
estructural con la profundidad geopolítica de la crisis que ha fracturado al golfo
Pérsico –enfrentando a las cinco potencias regionales del Medio Oriente: por un
lado, AS, Egipto (e Israel en forma subrepticia), y por otro, a Turquía e Irán
que apoyan a Qatar– sin contar la división interna del Consejo de Cooperación
del Golfo cuando Kuwait (con una notable población chiíta de 40%) y Omán se han
inclinado por una plausible cuan elusiva salida diplomática– no se diga la
neutralidad de Argelia y Marruecos en el mundo árabe y, sobre todo, en el mundo
islámico no-árabe, la ecuanimidad, que no nimiedad, de Pakistán: único país
musulmán dotado de 130 bombas nucleares que comparte una frontera de 959
kilómetros con Irán y cuenta con una pletórica población chiíta (20 %) inmersa
en sus 200 millones de habitantes de mayoría sunita.
Muchos factores
han acercado a la potencia sunnita no-árabe de Turquía con la potencia chiíta
persa de Irán cuando destacan su mutuo apoyo a Qatar y su común aversión a la
creación de un estado independiente kurdo.
Todavía no redacto
las causales estructurales, a mi juicio, cuando ya brilla en todo su resplandor
la hipercomplejidad de la grave crisis que enfrentan AS y Qatar que ha puesto de
cabeza tanto al mundo árabe como al mundo islámico para el schadenfreude –placer que provoca el mal ajeno– de Israel, cuyo
anhelo es balcanizarlos con el fin de prevalecer sola con su máximo de 400
bombas nucleares clandestinas.
El gobierno alemán
–usualmente parco y prudente en sus apreciaciones globales– teme la detonación
de una guerra regional en el golfo Pérsico.
No es un asunto
menor, que tiene como epicentro a Qatar y coloca en relieve dos simultáneas
guerras estructurales: 1. La del petróleo (encabezado por AS) contra el gas (el
componente LNG de Qatar) y 2. La del dólar de EEUU con el renminbi chino.
Entre las 13 exigencias
perentorias, transmitidas por la loable intermediación de Kuwait, que han
exigido cuatro países árabes –AS, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Bahréin– para
que cumpla Qatar en un plazo de 10 días, destaca el alineamiento (sic) militar,
político, social y económico (¡supersic!) con los otros países del Golfo y el
mundo árabe, en línea (sic) con el acuerdo logrado con AS en 2014.
Más que
alineamiento parece más bien la alienación y la capitulación de Qatar.
Pese a la asfixia
en sus únicos 87 kilómetros de frontera terrestre con AS que encabeza un boicot
por cielo, mar y tierra –sin contar la pérdida de 13 mil millones de dólares en
sus activos bursátiles y la obligada importación de alimentos de Turquía, Irán
y Omán–, Qatar cuenta con cartas nada desdeñables: desde sus prósperos Fondos
Soberanos de Riqueza –que le han permitido invertir en grandes empresas de Gran
Bretaña y Alemania–, pasando por la principal base militar de EEUU en la zona,
hasta la nueva base militar de Turquía.
Alá ha deseado que
Qatar comparta geográficamente con Irán su mayor fuente de ingreso de su
pletórico yacimiento gasero en el golfo Pérsico (los contiguos campo norte de
Doha y el campo Pars sur de Teherán) y cuyas transacciones son retribuidas con
la divisa china renminbi debido a las sanciones cada vez más asfixiantes de
Trump contra la antigua Persia al haber adoptado sin rubor la irredentista política
exterior del primer israelí Netanyahu acoplado con el ultraortodoxo judío Jared
Kushner, yerno del polémico empresario-presidente.
Tal como pintan
las cosas, al corte de caja de hoy, se ha gestado la competencia de dos
estratégicos oleogasoductos para desembocar en el mar Mediterráneo con mira en
el relevante mercado europeo: 1: El de AS-Jordania-Israel, y 2: El de
Qatar-Irán-Siria-Turquía.
Ya habrá tiempo
para detallar la guerra del petróleo de AS y del LNG de Qatar para centrarme en
forma sucinta en el primer centro regional del renminbi en Doha.
Desde hace dos
años opera en Qatar un Centro de Compensaciones & Liquidaciones con la
divisa china renminbi, según Economist Intelligence Unit, propalado por HSBC,
lo cual, a mi juicio, no podía quedar sin respuesta disuasiva por EEUU que
lleva en su conciencia a dos cadáveres conspicuos que intentaron fugarse de los
grilletes globales del dólar -centrismo petrolero– el ahorcado iraquí Saddam
Hussein, quien se atrevió a formular la permutación de petrodólares por
petroeuros, y el libio sodomizado (literal) Muamar Kahadfi quien pretendió
lanzar el dinar-oro en lugar de la chatarra del billete verde–, sin contar el
extraño accidente aéreo en Rusia de Christophe de Margerie, jerarca de la
petrolera gala Total, quien pensaba realizar sus transacciones en petro-rublos
en lugar de dólares.
El Centro Renminbi
de Qatar es operado por el banco chino ICBC, el mayor del planeta que ayudará
en teoría a facilitar los flujos comerciales de China con Qatar y la región.
Hoy las petroleras
estatales chinas CNOOC y PetroChina son recipiendarias de las cada vez más
crecientes importaciones de LNG qatarí (con la estatal QatarGas, la mayor del
mundo), detrás de Japón, Surcorea e India.
La Autoridad de
Inversiones de Qatar diversifica sus Fondos Soberanos de Riqueza y ya empezó a
invertir en empresas chinas: ICBC, Banco Agrícola de China, Citic Capital (22
por ciento) y Lifestyle International (20 por ciento), mientras la constructora
China Harbour Engineering Company y Sinohydro participan en la infraestructura
de Qatar que apoyó en forma entusiasta la creación del legendario banco AIIB de
patrocinio chino.
El Centro Renminbi
de Qatar epitomiza el desplazamiento del dólar en su otrora feudo inexpugnable
del golfo Pérsico, hoy fracturado, cuando se vislumbra la muy riesgosa fase del
advenimiento del petroyuan.
¿Dejarán
celebrar la Copa Mundial de Futbol en 2022 en Qatar?