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Bajo el gobierno de Rafael Correa recrudecieron los extractivismos, no
sólo insistiendo en la explotación petrolera sino que también se buscó sumar la
minería, y se mantuvieron otros muy conocidos como las plantaciones bananeras.
Todo ello desencadenó fuertes resistencias ciudadanas, con muchas personas
enfrentadas a procesos judiciales, algunos encarcelados, y una Naturaleza
atrapada.
En cambio, el gobierno de Lenin Moreno se presenta con otra actitud, y
de la mano de diálogo ha otorgado indultos a líderes sociales que estaban en
prisión por enfrentar a los extractivismos. Siguiendo ese espíritu, es el
momento de pensar en los llamados postextractivismos, donde para romper con ese
tipo de desarrollo un primer paso debe ser indultar a la Naturaleza.
Esta es una tarea urgente porque Ecuador es uno de los tres países sudamericanos que se
pueden catalogar como hiper-extractivistas. Estas son las economías
donde las materias primas (o sea, la venta de la naturaleza) trepan al nivel
del 90% del total de las exportaciones, y que además están concentradas en un
producto (en este caso, los hidrocarburos). Las otras dos naciones hiper-extractivistas en el
continente son Ecuador, Bolivia y Venezuela.
En este artículo se comparten algunas ideas sobre postextractivismos,
que están lejos de agotar la cuestión pero sirven como aportes a un necesario
debate. Son reflexiones que incluyen aportes que provienen de discusiones
similares en países vecinos y que a la vez abordan algunas de particularidades
de Ecuador.
Extractivismos en el medio del mundo
Precisando los conceptos, recordemos que los extractivismos son
apropiaciones de enormes volúmenes de recursos naturales (como ocurre con las
petroleras o mineras convencionales) o por medio de muy alta intensidad (como sucede con la minería
de oro aluvial que utiliza mercurio), y que son destinados sobre todo a la exportación hacia
los mercados globales, como materias primas o commodities (1). Queda
claro que esta apropiación de recursos naturales no está enfocada en satisfacer
necesidades de los ecuatorianos, sino que sirve a las demandas del consumo de
otros continentes y sus otras sociedades.
En Ecuador hay todo tipo de extractivismos, como los basados en
hidrocaburos o bananos, pero también minería, camaroneras, etc. Todos ellos
desencadenan distintos impactos ambientales, como la contaminación por los
derrames petroleros amazónicos, los relaves mineros o la destrucción de
manglares por las camaroneras. Se invade la selva y se pierde su biodiversidad,
se desplaza a comunidades y se destruyen sus formas tradicionales de vida.
Estos y otros son parte de los llamados impactos locales, que ocurren alrededor
de los enclaves extractivos.
En paralelo se despliegan
los llamados efectos derrame. En
ellos las políticas públicas son modificadas para apoyar o promover algún
emprendimiento extractivo, pero sus consecuencias se “derraman” en todos los
demás sectores productivos y en todo el territorio nacional. Los derrames más conocidos son
las rebajas en los controles ambientales para hacer viable algún emprendimiento,
con lo cual se debilitan las exigencias ambientales pero en todo el país y en
todos los sectores. O sea que esos cambios se “derraman” a otros sectores y al
resto de la geografía nacional.
Otros derrames importantes son la desterritorialización por la
imposición de concesiones mineras o petroleras, o el debilitamiento de las
salvaguardas de los derechos.
Como los extractivismos involucran apropiaciones de enormes volúmenes de
recursos y que afectan amplias zonas del país, despiertan múltiples
resistencias ciudadanas. Muchas de ellas terminan en conflictos donde las
comunidades locales enfrentan a petroleras o mineras, lo que lleva a que el
Estado o las empresas respondan con más violencia. Allí anidan efectos derrame
que hacen tolerable lo intolerable, como las violaciones de derechos, desde
aquellos como los que aseguran el acceso a la información o la participación, a
los que deberían brindar salvaguardas para la integridad y libertad de las
personas. Se observa que los extractivismos se imponen debilitando o
incumpliendo los derechos de las personas y la naturaleza.
Los extractivismos dominan
las exportaciones ecuatorianas.
En tiempos recientes las materias primas representan aproximadamente el 90% del
valor monetario de las ventas al exterior; durante varios años han estado
concentradas en los hidrocarburos, y le siguen plátanos, camarones y pescado.
En la medida que las ventas de petróleo han bajado desde 2013, su proporción se
redujo y aumentó la presencia de otros (como camarones), mientras que el banano
se mantiene más o menos constante.
Esto representa una economía muy simplificada. Es así que Ecuador ocupa
un lugar muy bajo en el ranking de complejidad económica (puesto 96 en 141
países). Comparado con los demás países sudamericanos está en la penúltima
ubicación, apenas por encima de Bolivia (sitio 116) (2).
Las aproximaciones más utilizadas siguen una mirada convencional basada
en indicadores monetarios. Pero una mirada más rigurosa considera cuántas
toneladas de recursos se exportan, lo que es un mejor indicador de la pérdida
de patrimonio. Ecuador exportaba más de 10 millones toneladas al año hacia
1990, aumentando sustancialmente desde 2004, hasta estar un poco por debajo de
30 millones toneladas en 2012. O sea que ha tenido lugar una pérdida constante
del patrimonio ecológico del país, especialmente en hidrocarburos, un recurso
que no es renovable (3).
Además, el balance comercial físico (las toneladas de recursos
exportadas contra las importadas) deja todavía más en evidencia las graves
implicancias de los extractivismos. En efecto, hay un déficit desde 1990, o sea
que el país exporta muchos más recursos que los que importa. En 2012, el
déficit neto superó los 12 millones toneladas. En general, por cada tonelada de
bienes importados, Ecuador debe exportar dos toneladas de sus recursos
naturales. Esta misma condición ocurre en los demás países latinoamericanos, ya
que los déficits netos en las balanzas comerciales físicas no han dejado de
crecer desde 1990.
Esta aguda dependencia en vender el patrimonio natural se repite desde
la época de la colonia hasta el momento actual. Sin duda han ocurrido cambios
en la canasta exportadora, ya que en el pasado de Ecuador tenía como producto
estrella por ejemplo al cacao, y hoy lo es el petróleo, mientras otros
permanecen como el banano. De un modo u otro, el país siempre descansa sobre
los extractivismos, lo que a su vez implica que se repiten bajo diferentes
ideologías políticas, desde conservadores a progresistas, desde militares a la
Revolución Ciudadana. Las diferencias entre los gobiernos se basan en distintas
formas de llevar a la práctica los extractivismos, pero cualquiera de ellos ha
sido incapaz de promover alternativas.
La necesidad de los postextractivismos
Todo esto explica que se deben pensar y explorar alternativas a esta
condición extractivista. No es posible seguir bajo los impactos de esas
estrategias, ni resignarse a continuar siendo proveedores de materias primas.
La Naturaleza ya no tolera más impactos, las comunidades locales están cansadas
de toda esa problemática, generan conflictividad social, y brindan muchos
flancos a la corrupción. Aún aquellos que carecen de una sensibilidad social y
ambiental, deberían entender que en ellas no hay un futuro económico ya que
buena parte se basa en recursos finitos como el petróleo o los minerales.
Bajo estas circunstancias surge el campo de los llamados
postextractivismos: son exploraciones de alternativas para dejar de depender de
esa apropiación masiva o intensa de los recursos naturales y de la inserción
internacional subordinada que imponente. Son posturas con la particularidad de
comprometerse con mandatos irrenunciables como la erradicación de la pobreza,
la calidad de vida de las personas y la conservación de la naturaleza. Pero no
se restringen a esas amplias metas, sino que a la vez presentan medidas que
sean concretas, efectivas y replicables, tales como instrumentos económicos o
reformas políticas (4). Los postextractivsmos necesitan de esas precisiones porque
debe convencer a muchos que sinceramente creen que no hay alternativas a ser
mineros, petroleros o bananeros.
Los postextractivismos deben ser entendidos como un conjunto de
transiciones con sucesivas medidas que permiten reducir los sectores extractivos
mientras que fortalecen alternativas en otros sectores y otras políticas. Esos
pasos se pueden dividir en dos grandes etapas. La primera, en el corto plazo,
son acciones urgentes para detener los impactos más graves de los
extractivismos, especialmente los que afectan directamente a la salud de las
personas o están destruyendo la biodiversidad. La segunda fase, más amplia, es
una sucesión de cambios que fortalecen otras opciones productivas y económicas
y refuerzan las transformaciones políticas que permiten concretarlas.
El extractivismo petrolero brinda un ejemplo de cómo encadenar esas dos
fases en las transiciones postextractivistas en Ecuador. Las medidas urgentes
buscan detener el avance de nuevas perforaciones en la Amazonia, ya que violan
los derechos de la Naturaleza por la contaminación y pérdida de biodiversidad,
y afectan a la calidad de vida y la salud de las comunidades locales,
especialmente indígenas. Las excusas de afectaciones del uno por mil o slogans
análogos son un mito tecnológico que en la realidad no se cumplen.
Enseguida se debe pasar a revisar la situación de los pozos que están en
explotación desde hace años. Los que no pueden ser reformulados
tecnológicamente para evitar derrames y otros impactos, también deben ser
clausurados. Aquellos que por ajustes y por su ubicación no generen impactos
podrán seguir en operación. Pero en este punto aparecen los vínculos directos
con las demás medidas postextractivistas.
En efecto, los pozos petroleros que sigan operativos deben servir en primer
lugar a las necesidades del consumo nacional o de los países vecinos, y no a
las demandas globales. La dependencia global significa extraer grandes
volúmenes de crudo en poco tiempo. En cambio, las demandas nacionales y
regionales son mucho menores, lo que permite un aprovechamiento durante un
período de tiempo mucho mayor. Esto sirve para pasar a otra medida encadenada
que es ganar tiempo para una reconversión energética del país, desmontando poco
a poco los sectores que consumen hidrocarburos para fortalecer fuentes de
energía alternativas, especialmente renovables.
No puede olvidarse que bajo el actual extractivismo, Ecuador corre el
riesgo de agotar en poco tiempo sus campos petroleros antes de tener
suficientes fuentes de energía alterna. Enfrenta además otro problema asociado,
que es vender crudo para obtener financiamiento para importar combustibles
refinados. Este es un círculo vicioso que debe cortarse. Por lo tanto, lo más
inteligente es usar sus propios hidrocarburos para ganar tiempo (y financiamiento)
para rediseñar todo el sector energético del país.
Estos primeros pasos deben apuntar a que el país deje de ser un ejemplo
de hiper-extractivismo. La representación de materias primas en sus
exportaciones debería ser menor al 50% del total, y a su vez, debería estar
dividida en varios productos en lugar de concentrarse en uno solo. Esta es una
posición muy distinta del plan de diversificación productiva bajo Correa, ya
que ellos planteaban salir de los extractivismos por medio de más extractivismos,
lo que evidentemente nada tiene de alternativo.
Paralelamente, se deben fortalecer otros sectores productivos, donde las
primeras prioridades están en la agricultura, ganadería y silvicultura. Estos
demandan proporcionalmente más empleo, contribuyen a la autosuficiencia
alimentaria, y hay varias opciones de procesos que utilicen menos materia,
energía y agua. A más largo plazo se busca extraer del entorno lo que realmente
se necesita para asegurar la calidad de vida.
Para alcanzar esas metas, a las medidas que se presentaron arriba se
deben sumar otras. No es posible describirlas aquí en detalle, pero otros
ejemplos son pertinentes. Se deben aplicar correcciones de los precios de las
materias primas, para que integren los costos de los daños sociales y
ambientales que generan y que actualmente son pagados por el resto de la
sociedad. El aumento de los precios de venta redundará en una reducción de
ingresos por exportación, pero esto a su vez se compensa parcialmente con los
ahorros que hace el estado al dejar de pagar los costos en daños a la salud y
el ambiente. Esas pueden ser cifras enormes, como ha dejado en claro el caso
Chevron Texaco en amplias zonas de la Amazonia. También son necesarias reformas
tributarias y ajustes en los gastos estatales, especialmente desmontando los
subsidios que los gobiernos otorgan por vías directas o indirectas a los
extractivismos.
Tampoco puede dejar de mencionarse el contexto internacional, ya que los
extractivismos están encadenados a las demandas internacionales y los precios
globales, como es muy claro en Ecuador. La caída de los ingresos por
exportaciones petroleras, el déficit monetario en la balanza comercial entre
2009 y 2015, y factores similares explican que el gobierno Correa se volcara a
los préstamos con China a cambio del petróleo. La consecuencia ha sido más
subordinación, ya que el país está comprometido en exportar sus hidrocarburos a
China por lo menos hasta el año 2024.
Los postextractivismos buscan romper con la subordinación a la
globalización, por un lado apelando a mecanismos para regular los precios,
stocks y comercio en materias primas (por ejemplo resucitando los convenios en
esa materia en la UNCTAD), y por otro lado buscando complementaridades
productivas con los países vecinos, especialmente en sectores manufactureros.
Ante medidas como estas no faltarán las réplicas convencionales, muy
conocidas, que insisten en que, por ejemplo, no explotar petróleo es un “mal
negocio” para el país. Sin embargo, Ecuador ya cuenta con estudios mas
abarcadores que integran a la dimensión económica distintos aspectos sociales y
ambientales (5). Estos concluyen que una economía extractivista típica, como la
actual, tiene un horizonte temporal acotado y menor viabilidad económica en el
mediano plazo en comparación con alternativas enmarcadas en la sustentabilidad
ambiental.
Dolarización, autoritarismo y derechos de la Naturaleza
Los postextractivismos en Ecuador enfrentan varios desafíos que le son
propios y no se repiten en otros países, y aquí se deben señalar al menos tres:
la dolarización, el autoritarismo y el marco de derechos.
Ecuador es la única nación sudamericana que no tiene una moneda propia,
y esa dolarización lo vuelve aún más dependiente de los extractivismos, con
riesgos sociales y ambientales son todavía mayores. El país no cuenta con
capacidades de actuar sobre la tasa de cambio de una moneda nacional para
incidir en los costos de sus materias primas. A la vez, esto hace que una de
las pocas vías que tiene para incidir sobre el “precio” de sus productos sea
reduciendo los costos sociales (por ejemplo salarios) o ambientales (por
ejemplo la remediación ambiental). Estos y otros mecanismos hacen que la
dolarización por un lado refuerce los extractivismos como fuente dólares a
costa de consideraciones sociales y ambientales, y por otro lado limita buscar
alternativas. Es que cualquier alternativa real de cambio de ese tipo de
desarrollo requiere reconstruir una moneda propia; negarse a discutirlo es
condenar al país al extractivismo perpetuo (6). Por todo esto, los
postextractivismos en Ecuador deben considerar vías para la desdolarización.
La insistencia por promover nuevos extractivismos, especialmente en
megaminería, acentuaron un sesgo autoritario que aunque se observa en varios
países, en Ecuador alcanzó mucha intensidad. De desplegaron todo tipo de
medidas para limitar los debates públicos, se impidió una consulta ciudadana
sobre la suerte del Yasuní-ITT, se buscó anular a las ONGs, se actuaba sobre
las comunidades locales para dividirlas y allí donde la resistencia se mantuvo,
se envió a fuerzas policiales o militares. El hostigamiento alcanzó ribetes
extraños, como la batalla para impedir que se difundieran mapas que presentaran
la ubicación de los pozos petroleros o la persecución policial a un
destartalado vehículo de Yasunidos que se dirigía a un evento en cambio
climático en Perú. Se cayó en una judicialización express, se criminalizó la
protesta y se encarcelaron a varios líderes ciudadanos. Los extractivismos de
mayor impacto, como la megaminería, necesitan de esos niveles de autoritarismo
para poder imponerse contra la voluntad de las comunidades locales.
Bajo todas estas condiciones, los postextractivismos plantean tanto
redemocratizar la toma de decisiones sobre el uso de los recursos naturales,
con adecuada información y consulta a las comunidades locales, como una plena
vigencia de las salvaguardas que otorgan los derechos humanos.
Finalmente se debe abordar la cuestión de los derechos. Si bien en casi
todos los países los extractivismos han proliferado bajo el debilitamiento o
recorte de los derechos de las personas, problema que también se registra en
Ecuador, hay de todos modos una particularidad clave que no se repite en
ninguna nación. Es el único país donde se han reconocido los derechos de la
Naturaleza o la Pachamama. Existe un mandato constitucional que obliga a
preservar el entorno, una cuestión que las posiciones postextractivistas han
hecho suyas (7).
Ecuador es también el único caso donde sabemos con bastante precisión la
fecha y las circunstancias por las cuales los extractivismos se impusieron
sobre esos derechos de la Naturaleza. Esto ocurrió en agosto de 2013, cuando el
entonces presidente R. Correa anunció la suspensión de la moratoria petrolera
en Yasuní-ITT y la apertura a su explotación. En ese discurso, Correa sostuvo
que los derechos de la Naturaleza eran “derechos supuestos”, desvistiéndolos
así de su relevancia. Para muchos esa sentencia pasó desapercibida, pero allí
estaba la base conceptual que permitió la más reciente expansión petrolera en
la Amazonia. Al despojarla de sus derechos, la Naturaleza quedó prisionera
dentro de los extractivismos correístas.
Se llega así a una medida esencial para los postextractivismos, simple
pero a la vez radical: indultar a la Naturaleza es liberarla de la prisión
extractivista, es reimplantar la plena vigencia de los derechos de la
Naturaleza y de las personas. Así como se están indultando a los líderes
sociales que han sido encarcelados por resistirse a los extractivismos, lo
mismo habría que hacer con la Naturaleza restituyéndose la plena vigencia de
los derechos de la Pachamama que están en la constitución de Montecristi.
Desde la mira de los postextractivismos esto implica reconocer los
límites ecológicos a la apropiación de recursos naturales. Esto no significa
postular una Naturaleza intocable, sino que los ritmos e intensidades de su
aprovechamiento deben estar dentro de las capacidades de cada ambiente en
renovarse, reproducirse y lidiar con los efectos de los usos humanos. Esto
permite dejar en claro que postextractivismo no es por ejemplo prohibir la
minería, la agricultura, o extremos semejantes como muchas veces indebidamente
se acusa.
Esos límites ecológicos son diferentes en cada tipo de ambiente; por
ejemplo, en la Amazonia no deberían iniciarse nuevas perforaciones petroleras
pero se pueden promover cosechas sostenibles de productos forestales. De esta
manera se puede ver que los postextractivismos no son deterministas, sino que
se ajustan a las capacidades ecológicas de cada sitio y a distintos usos
humanos.
Los postextractivismos son una búsqueda
La búsqueda de alternativas a los postextractivismos tiene muchos
antecedentes en Ecuador, y de hecho podría decirse que fue en uno de los
primeros países donde se manifestó. Por ejemplo, hace 17 años atrás se propuso
transitar a un Ecuador postpetrolero, un propósito que en aquellos tiempos por
cierto sonaba como radical y recibía muchos menos apoyos que en la actualidad.
En aquel tiempo se esgrimieron tres razones para abandonar el extractivismo
petrolero: La primera es que los hidrocarburos son un recurso finito; la
segunda es que se lo exporta a precios baratos y cuánto más se extrae más se
contribuye a deprimir precios; la tercera, y seguramente la más relevante, son
los impactos ambientales locales y globales de esa actividad. Todos ellos son
argumentos postextractivistas, vigentes al día de hoy, y responden a la pluma
del economista catalán Joan Martínez Alier en su prólogo al libro “El Ecuador
post petrolero”. En esa obra distintos autores del país ofrecen todo tipo de
argumentos por alternativas a esos extractivismos (8).
No faltan intuiciones, ni ideas ni conceptos para promover los
posextractivismos en Ecuador. Tampoco faltan ejemplos concretos. La propuesta
de una moratoria petrolera en el Yasuní-ITT fue durante algunos años un ejemplo
a nivel mundial de la posibilidad de una salida a los extractivismos petroleros
(9).
Las nuevas circunstancias políticas permiten insistir con esta
perspectiva. El desmontaje de los extractivismos no es una tarea sencilla, dada
sus condicionalidades económicas pero también el profundo apego cultural de
muchos sectores que creen que debe explotarse hasta el último recurso natural.
Salir de los extractivismos del progresismo correista tampoco significa caer en
un extractivismo con otro sentido político, enmarcado en una perspectiva
conservadora que dejaría todo en manos del mercado y de las corporaciones. Es
importante tener cuidado con esos “rebotes”, como por momentos ocurre en
Argentina bajo el empuje extractivista, ahora de signo conservador, que impone
la administración Macri.
Es por ello que los posextractivismos son de alguna manera un cambio de
actitud, rompiendo con el fatalismo de seguir siendo exportadores de materias
primas, y atreverse a pensar y ensayar otras opciones. Apuestan a
redemocratizar estos debates, y en ellos es clave poder avanzar en regulaciones
y controles ciudadanos tanto sobre el mercado como sobre el Estado.
Referencias
1. Una biblioteca con artículos, reportes y libros sobre extractivismos,
incluyendo sus definiciones e impactos, se puede encontrar en:
www.extractivismo.com
2. En el Economic Complexity Ranking 2015, Ecuador tiene un indicador
negativo (- 0.61). El puesto 1 lo ocupa Japón (2.30); en el último sitio se
encuentra Guinea-Bissau (- 2.10). Observatory Economic Complexity, MIT,
http://atlas.media.mit.edu/en/
3. Commercial and biophysical déficits in South America, 1990-2013, P.
Samaniego y colaboradores, en Ecological Economics, 2017.
4. Una biblioteca con textos y otros recursos sobre postextractivismo
está disponible en: www.transiciones.org
5. Yasuní desde una perspectiva multicriterial. M. C. Vallejo y
colaboradores. Programa Conjunto Conservación Yasuní y PNUD, Quito, 2011.
6. Un ejemplo de argumentos contra la desdolarización ante el nuevo
gobierno de Moreno es Walter Spurrier B., ¿Desdolarizar? Ni pensarlo, El
Universo, 8 enero 2017.
7. Derechos de la Naturaleza. Etica biocéntrica y políticas ambientales,
Eduardo Gudynas, AbyaYala, Quito, 2016.
8. El Ecuador post petrolero, varios autores, Acción Ecológica, Quito,
2000.
9. Es de la mayor justicia tener presente los innumerables aportes de
Alberto Acosta en estos temas, desde su apoyo a la moratoria petrolera a las
alertas sobre los impactos de los extractivismos. Por ejemplo, Las
tribulaciones de la iniciativa Yasuní-ITT, Letras Verdes, FLACSO, No 5, 2010;
La maldición de la abundancia, AbyaYala, Quito, 2009.
Eduardo Gudynas es investigador principal en el Centro Latino Americano
de Ecología Social (CLAES), en Montevideo. Este artículo es parte de una serie
de textos sobre postextractivismos en distintos países sudamericanos.