José M. Castillo
S.
www.religiondigital.com / 29.07.17
Entiendo que haya personas que, nada más que
leer el título de este breve artículo, sientan un cierto recelo o quizá
experimenten desconfianza o incluso un abierto rechazo. Porque a muchos de
nosotros nos han educado en el convencimiento de que “lo humano” se contrapone
a “lo divino”. Y eso, llevado hasta sus últimas consecuencias, desemboca – sin
más remedio – en la idea fija de que “a más humanidad, menos divinidad”. O sea
que “humanizar la Iglesia” equivaldría a robarle o recortarle su condición
sagrada, sobrenatural y divina.
Sin embargo, me atrevo a decir que “humanizar la
Iglesia”, no sólo es lícito, sino sobre todo es enteramente necesario y urgente.
Si es que este asunto se piensa desde la fe y la mentalidad cristiana. Porque
vamos a ver, según nuestras creencias, ¿qué es lo que hizo Dios, para traer
solución y salvación al mundo?
Los cristianos
decimos que esa pregunta tiene su respuesta a partir del misterio de la
Encarnación de Dios en Jesús. Lo que, traducido a un lenguaje más sencillo,
quiere decir la humanización de Dios en un modesto galileo que se llamaba Jesús
el nazareno. San Pablo lo explica diciendo algo muy fuerte: “Él, a pesar de su
condición divina, no se aferró a su categoría de Dios; al contrario, se despojó
de su rango y tomó la condición de esclavo, haciéndose uno de tantos” (Fil 2,
6-7).
Desde hace más de
diez años, me viene preocupando lo que esto entraña y representa. He publicado
cuatro libros y cantidad de artículos sobre el tema. Ahora quiero dar un paso
más, que me parece urgente y decisivo.
Porque, si lo que
acabo de indicar es indispensable para entender el cristianismo, ¿no va a ser
tanto o más urgente y necesario para entender la Iglesia?
Lo que equivale a
hacerse esta otra pregunta, quizá más incómoda para algunos: Si Dios se rebajó y se humanizó, para traer
salvación a este mundo, ¿por qué la Iglesia no se despoja también de sus
rangos, dignidades y privilegios, de forma que de ella podamos decir que se ha
humanizado?
Y lo peor de todo
es que, como sabemos (y con frecuencia), los “hombres de Iglesia” mantienen sus
rangos, privilegios y dignidades a base de “deshumanizarse” en no pocos asuntos
que tocan asuntos de los más fuertes que tenemos que afrontar los humanos. Por
supuesto, Dios no es la religión. Ni Dios es la Iglesia. Pero, en todo caso, los
caminos de Dios, de Jesús, ¿no tendrían que ser los caminos de la Iglesia?
Me da mucho que
pensar lo que está ocurriendo con el papa Francisco. Sus numerosas
manifestaciones de humanidad y espontaneidad lo hacen odioso para un sector
importante del clero. ¿Por qué será esto así?