Mariela Sagel
www.laestrella.com.pa / 160717
Lamento estar
fuera del país y no al lado de mis compañeros de La Estrella y El Siglo , —como
lo hice en los primeros días de enero—, que atraviesan momentos angustiantes
por la negativa de la súbitamente importante Oficina de Control de Activos
(OFAC) del Gobierno de los Estados Unidos de renovar la licencia para negociar
con empresas estadounidenses. Y digo mis compañeros porque aunque no laboro
allí, tengo 10 años de opinar en sus páginas dominicales y me relaciono con
todos, sean directivos, ejecutivos o periodistas.
Sin embargo, no he
podido abstenerme de estar pendiente de lo que se ha estado desarrollando y con
dolor y verdadera vergüenza he leído la carta genuflexa que le mandó la
Cancillería a la OFAC, en inglés, lo que viola el código diplomático, por el
contexto y el idioma que utiliza, pidiéndole instrucciones de cómo proceder, el
mismo día que se vencía la licencia.
Que una
vicepresidenta y canciller se arrodille en esos términos ante una oficina del
Gobierno de los Estados Unidos demuestra el nivel de servilismo que permea a
estos funcionarios y la falta de compromiso con el país. Se ha perdido a esos
niveles la noción de nación.
La distancia a
veces es un buen recurso para ver las cosas de forma desapasionada. Si Panamá
tuviera su propia moneda y un banco central con reservas monetarias
diversificadas, no estaríamos sujetos a los caprichos gringos. Todas las manos
en un plato solo sirven de arrebato, y en este caso, el arrebato se ha
encarnizado contra La Estrella y El Siglo.
Ya no hablemos del
Grupo Wisa, porque seguramente de él solo quedan escombros. Las tiendas
‘fashion' que tantos desvelos le causaron al presidente y el embajador gringo
para asegurarse que las tarjetas de crédito funcionaran (¿cuánta gente del
pueblo puede comprar en esas tiendas?) las vendieron por una bicoca, un ínfimo
porcentaje de su valor, para beneficiar seguramente a los amigos de la silla
presidencial y su círculo 0. El Banco Balboa ha sido rematado con la
consiguiente pérdida de un gran porcentaje de lo que tenían allí invertido sus
clientes, que seguramente no son los millonarios del país sino profesionales
esforzados que ahorraron toda la vida para tener una vejez sin sobresaltos.
Formalmente, hace
40 años recuperamos el Canal de Panamá, pero en la trastienda, los gringos han
conservado el control de la seguridad y sobre todo, del sistema financiero.
Sufrimos un sangriento 9 de Enero en 1964, una injusta y devastadora invasión
en 1989 y ahora nos tienen colgando de un hilo por la nefasta OFAC. Es el gran
garrote del siglo XXI. Para colmos, le damos importancia a lo que no tiene, y
desaprovechamos las oportunidades para defender a nuestro país en los momentos
oportunos. En la pasada visita del presidente Varela se debió abordar el tema
de la Lista Clinton por parte de los funcionarios que participaron en ella. No
hacerlo demuestra la falta de compromiso de nuestros gobernantes para con los
que los eligieron y para con la población que gobiernan.
Diversas voces han
elevado su enérgica protesta en contra de la postura pusilánime y entreguista
que han demostrado el presidente y la vicepresidenta, desde los más
recalcitrantes antisistema hasta los más encumbrados políticos conservadores.
Es que no se explica cómo hemos llegado a tanto servilismo. Al señor Waked ni
siquiera se le han formulado cargos y solamente se tienen unas caprichosas
‘razones para creer' que el dueño de los diarios está involucrado en negocios
que tienen que ver con lavado de activos.
El solo hecho de
obviar el tema en la visita a Trump debió haber sido motivo de protesta por
parte de los panameños. Se nos está despojando de un patrimonio y todos
asistimos a ese despojo agradecidos con nuestros verdugos. Proporciones
guardadas, no le perdonan a Francia el trato que le dispensó a la canciller
cuando estuvo en París por lo de la OCDE, pero corren todos como borregos al
primer pailazo que dé el vaquero de Clayton y le rinden pleitesía.
Si la población
estuviera tan pendiente de los eventos que afectan al país, el solo hecho de
leer la carta de la canciller sería una tendencia en las redes sociales. Pero
en vez de eso, una tal Assilem ha captado toda la atención por una fiesta que
iba a celebrar en la barriada 24 de Diciembre. Sigamos cayendo tan bajo que no
habrá piso que reciba tanta mediocridad y falta de autoestima. Exijamos que la
susodicha funcionaria renuncie a un puesto que ha irrespetado y ha dirigido una
política exterior desacertada.