Magdalena Gómez
www.jornada.unam.mx / 040717
Ya es lugar común
hablar de lenguas indígenas que corren el peligro de desaparecer y, por ende,
de la necesidad de conservarlas, promoverlas y revitalizarlas, como señalan
diversos espacios institucionales, tanto dentro como fuera del país.
Asimismo, es innegable
la importancia de la lengua indígena como factor central en la cultura e
identidad de los pueblos. Sin embargo, es necesario considerar que no podemos
hacer abstracción de la lengua respecto de la situación histórica de los
pueblos indígenas en relación con el Estado y la sociedad mayoritaria. La
cuestión es que desde el Estado mexicano tardíamente se prestó relativa
atención a la necesidad de considerar el factor lingüístico en la educación.
Durante más de
cinco décadas se ha transitado por las llamadas educación bilingüe, luego
educación bilingüe bicultural y, recientemente, educación bilingüe
intercultural. En la práctica, se adoptó un paradigma que entraña abordar las
lenguas indígenas sin hacerlo con el sujeto histórico portador de las mismas,
esto es, los pueblos indígenas.
Este enfoque llevó
al absurdo de que, por ejemplo, el Inegi hasta muy recientemente mantuvo el
criterio de que hablantes de lenguas indígenas es sinónimo censal de la
existencia de indígenas. Por fortuna, dentro de los claroscuros del
reconocimiento de derechos se ha incluido el de autorreivindicación, que
permite deslindar a la identidad y presencia de los pueblos indígenas
independientemente del grado en que se practique la lengua originaria.
Para ubicar el
telón de fondo, encontramos que Rodolfo Stavenhagen (+) presentó un informe
temático sobre educación, en 2005, en su carácter de relator especial de las
Naciones Unidas para la situación de los Derechos Humanos y las Libertades
Fundamentales de los Pueblos Indígenas. En el mismo señaló que, a escala
internacional, los sistemas de educación formal que ha impartido históricamente
el Estado o las corporaciones religiosas o privadas han sido arma de dos filos
para los pueblos indígenas.
Por una parte, han
significado con frecuencia la posibilidad para los niños y las niñas, así como
para los jóvenes indígenas, de adquirir conocimientos y capacidades que les
permiten progresar en la vida y de relacionarse con el mundo más amplio.
Por otra parte, la
educación formal, sobre todo cuando sus programas, currícula y métodos
provienen de sociedades distintas y ajenas a las culturas indígenas, ha sido
también un mecanismo para la transformación impuesta y a veces la destrucción
de las culturas indígenas. Agregó que la principal forma de discriminación en
materia de educación ha sido la tendencia de usar la escuela como instrumento
privilegiado para promover la asimilación de los pueblos indígenas al modelo
cultural de la mayoría o de la sociedad dominante.
Ya desde entonces
insistió en que un serio problema es la falta de maestros indígenas bilingües
bien capacitados. Pocos son los países, señaló, que han dado a la capacitación
de maestros indígenas bilingües la prioridad que merece. En efecto, basta
considerar la realidad en nuestro país, ya que los maestros indígenas han sido
asignados a regiones y escuelas donde se habla una lengua distinta a la suya.
La cuestión es que la política de Estado para desaparecer a los pueblos
indígenas topó con su resistencia, la cual, obviamente, ha tenido costos.
Uno de ellos está
ligado a la hegemonía e imposición del español. No pocas veces encontramos
testimonios en comunidades donde los padres de familia se niegan a que se
imparta educación en lengua indígena, pues ellos han sufrido discriminación
grave por no hablar español. Sin embargo, encontramos, en abierto contraste,
que las comunidades que mantienen sus formas de organización y practican la
autonomía de hecho, utilizan la lengua indígena a su interior de manera
regular. O bien algunas que ya han perdido su uso, están intentado recuperarla.
Hay esfuerzos encomiables desde diversos espacios en este sentido.
El panorama es más
complejo que lo que ofrece el nuevo modelo educativo de la Secretaría de
Educación Pública, al incluir como asignaturas en educación básica las de
lengua materna, lengua indígena y segunda lengua.
Lengua indígena.
Pese a que se indica el respeto a la diversidad e incluso se reproduce
textualmente parte del artículo segundo constitucional, se ratifica el
reduccionismo de la lengua como el universo total en la identidad de un pueblo,
omitiendo que aun sin lengua originaria un pueblo subsiste con base en otros
elementos culturales, como el territorio y su autonomía como forma de gobierno,
cosmovisión, saberes.
El llamado rescate
de las lenguas indígenas tiene sentido si se coloca como prioridad la
participación en ello de los pueblos y sus comunidades. La ONU ha declarado 2019 Año Internacional de las Lenguas Indígenas
con la finalidad de llamar la atención sobre la grave pérdida de lenguas
indígenas. Ello sucede en contextos de despojo territorial. No lo olvidemos.