Nazanin Armanian
www.publico.es/010217
No hace daño a nadie tener
gustos horteras y colgar cortinas doradas en el Despacho Oval, cuando alguno de
estos ricos tienen su inodoro bañado en oro; el prestamista indio Datta Phuge
adornaba su cuerpo macizo con una camisa hecha de aquel metal amarillo. Otra
cosa es que el presidente de la principal potencia militar y económica del
planeta sea fascista (este es el insulto más serio que le han dicho), el
sistema político más destructivo inventado por el ser humano.
Tras la caída de la Unión
Soviética en 1991, la extrema derecha, gestor de la economía neoliberal, asaltó
al poder primero en Oriente Próximo, luego en la Europa oriental para avanzar
luego en la Europa occidental. En EE.UU el “neofascismo” empezó a tener eco desde el régimen
de George Walker Bush que exhibía fuerza en la Guerra del Golfo Pérsico
(1991), cuando sepultaba a decenas de miles de personas bajo los escombros de
sus hogares, con el afán de exhibir el poderío y anunciar el Nuevo
(des)Orden Internacional. La era de Trump empezó en 2014, cuando Obama
despreció el contundente apoyo que recibía de la mayoría de los ciudadanos.
Los
rasgos del fascismo
El fascismo es una ideología, un movimiento y una estructura
política -económica en la que el poder del estado se fusiona con el de las
corporaciones, fundando un régimen cleptocrático y corrupto, cuyos elementos son:
+La privatización del sector público.
+La creación de un Estado fuerte y centralizado.
+La eliminación de los partidos y asociaciones
progresistas, los sindicatos de trabajadores, y el rechazo a los
fundamentos de la democracia.
+El totalitarismo. El afán de controlar no sólo la vida pública sino
las mentes y los pensamientos. Los ciudadanos además de obedecer las
reglas de juego como en una dictadura, deben pensar como los mandatarios para
no ser considerados una amenaza. De allí, la necesidad de un partido poderoso
capaz de crear el pensamiento único y reclutar a individuos.
+Nacionalismo exacerbado: exaltar las
virtudes de la comunidad, que siempre son superior a las de otras.
+La militarización de la vida civil.
+Lanzar guerra de conquista, en la que
la exaltación a la muerte y el martirio tiene un especial lugar, como
la consigna falange de la “¡Viva la muerte!”
+La primacía de los supuestos intereses colectivos sobre los
derechos individuales.
+Promover el apoyo de grandes masas. Al contrario
de las dictaduras que se mantienen con el respaldo de reducidos grupos de
élite, los fascismos crean una amplia base social.
+El culto al líder-salvador, carismático,
autoritario y narcisista, quien masculiniza el poder (¡más de los que
suele ser!), padece una acentuada mirada misógina, y siendo buen orador es
capaz de inyectar emoción y frenesí patriótico o religioso en las masas,
incitándolas a eliminar las imaginarias “amenazas”. El vocabulario usado
recurre a los bajos instintos donde se alojan el miedo y el egoísmo, nublando
sus conciencias.
+Apología de un pasado glorioso, que nunca existió.
+Enaltecimiento de la violencia en la política. Contar
con una organización de matones y paramilitares para difundir en terror.
+Bendecir la ignorancia y desautorizar a los
intelectuales y científicos.
+Lanzar un discurso de odio, a veces racista, que requiere un chivo expiatorio
que puede ser el comunismo, los inmigrantes, un grupo étnico o religioso.
+Contar con un libro doctrinal, propio o de
referencia: un Mein Kampf o un texto mítico-religioso.
+También juegan un
importante papel la escenificación,
rituales colectivos, la liturgia militar, modos de vestir, barba, bigote y
peinado, etc.
Ahora bien, Trump y su
equipo, de momento, no cumplen la mayoría de estos puntos. En vez de Mein
Kampf su libro se titula “El arte de hacer tratos” y sus directrices
aparecen en tuits, refugio para no explicar nada; no es un “stateman”, más bien
parece ser el rostro de otros invisibles políticos; no es carismático ni tiene
un gran movimiento de masas de apoyo, ni nadie ha pretendido imitar su peinado;
no cuenta con un partido que le represente (¡el Tea Party no cuenta!), y está solo
incluso en su propio partido; tampoco aplasta la oposición, ni envía a las
mujeres a las cocinas, sino a los concursos de belleza; Trump defiende el uso
de la tortura y matar a las familias de terroristas, aunque (de momento)
no parece que recurra a los escuadrones de muerte.
Fue curiosamente Barak
Obama quien firmó el día 23 de diciembre (cuando “las masas” estaba entretenido
con las compras navideñas), la Ley de Autorización de la Defensa Nacional, que
permite la detención indefinida bajo custodia militar de los
sospechosos de actuar contra los intereses del Estado. Trump, por su
parte, ha dado orden al Pentágono a renovar el arsenal nuclear y estudiar el
escenario de guerra contra Irán, Rusia y China.
Trump
y la Pirámide de Maslow
Habría que ver cómo la
teoría “Motivación humana” de Maslow y las necesidades de la mayoría
de los estadounidenses afectará a la posición y a los planes de la administración
Trump. Por el momento, el presidente de los Estados Unidos ha entregado la
política exterior a ExxonMobil, principal compañía petrolífera del mundo,
mientras retira lo poco que hizo Obama por una sanidad accesible para los
desfavorecidos.
Este país, con el 5%
de la población mundial alberga el 25% de los presos del mundo, unos 2,220,300
adultos y 54.148 menores (2013); unos 43 millones viven en pobreza; millones de
negros, hispanos y asiáticos sufren un racismo primitivo; millones de mujeres
no blancas sufren una triple opresión y otras millones de personas desahuciadas
se han convertido en sin techo, a pesar de haber 24 casas vacías por cada persona. El
cambio de Obama era imposible, y no sólo porque él mismo pertenecía a la
alta burguesía, sino también porque aquel sistema es irreformable:
Monstruos como Trump, Clinton, Bush, etc. son su prueba.
Es difícil saber si en
EEUU existen condiciones objetivas para el ascenso del fascismo. Los
intentos de los Bush y de Obama de encontrar una salida a la profunda crisis
del capitalismo se han frustrado. Cada paso que dieron fue otra puerta al
desastre para sí mismo y para el mundo.
El trumpismo y lo que pretende ser, es un
peligroso e inquietante misterio.