280217
El pensador italiano,
autor de El péndulo de Foucault y El nombre de la rosa, entre otras novelas y
ensayos, alentó una de sus últimas controversias en 2015, durante una
conferencia de prensa, cuando le otorgaron el honoris causa en la misma
universidad donde se graduó en Filosofía: “Internet promueve al tonto del pueblo al nivel de
portador de la verdad”.
En su alocución, invitado
por la Universidad de Turín, Umberto Eco apuntó a Internet como el responsable
de promover “las reacciones en caliente, sin que dé tiempo de reflexionar”.
“Las redes sociales le dan el derecho de hablar a
legiones de idiotas que antes hablaban solo en el bar después de un vaso de
vino, sin dañar a la comunidad. Entonces eran rápidamente silenciados, pero ahora
tienen el mismo derecho a hablar que un Premio Nobel. Es la invasión de los
imbéciles”, dijo el autor que falleció en febrero del año pasado.
En el volumen de crónicas
que alcanzó a entregar antes de su muerte, De la estupidez a la locura (Lumen), Eco cuenta, con alguna cuota
de humor, que “inmediatamente se difundió viralmente una inútil discusión sobre
si yo había recibido el premio Nobel o no. Sin que nadie fuera a consultar la
Wikipedia. Esto para decir lo inclinados que estamos a hablar al tuntún”.
En la columna titulada
“Los necios y la prensa responsable”, el autor da sentido al mensaje que
rápidamente se viralizó en las redes sin el contexto con que fue dicho:
primero, porque el italiano se refiere a la persona que cree que su opinión
tiene el estatus de verdad, y, luego, en segundo lugar, a la publicidad o
visibilidad de las redes sociales, que son las que validan ese mensaje.
“Hice una observación de
puro sentido común. Admitiendo que entre los siete mil millones de habitantes
del planeta haya una dosis inevitable de necios, muchísimos de ellos antaño
comunicaban sus desvaríos a sus íntimos o a sus amigos del bar, y de este modo
sus opiniones quedaban limitadas a un círculo restringido”, aclara Eco.
“Ahora —argumenta— una
consistente cantidad de estas personas tienen la posibilidad de expresar las
propias opiniones en las redes sociales. Por lo tanto, esas opiniones alcanzan
audiencias altísimas, y se confunden con muchas otras expresadas por personas
razonables”.
Según Eco, nadie es necio
de profesión, pero una persona que es un excelente cirujano, un excelente
empleado de banco “puede decir estupideces sobre argumentos de los cuales no es
competente, o sobre los que no ha razonado bastante”. Entre otros asuntos
“porque las reacciones en Internet se hacen en caliente, sin que dé tiempo de
reflexionar”.
Al contrario de la versión
que propone Chomsky para la libertad de expresión, “si crees en la libertad de
expresión entonces crees en la libertad de expresión para puntos de vista que
te disgustan”, por el contrario, el planteamiento de Eco es un asunto de
competencias.
¿Cómo filtrar?
Para acabar con la
“imbecilidad” en Internet, el autor propone una solución “culturalmente
preciosa”, aunque, puntualiza, “se trata de una empresa sin duda cara”.
Según Eco, los diarios a
menudo son víctimas de la red, porque de ella sacan noticias, algunas veces
leyendas, dando voz por lo tanto a su mayor competidor, y al hacerlo siempre
llevan dos días retraso sobre Internet.
En cambio, el pensador italiano propone que
los medios “deberían dedicar por lo menos dos páginas al día al análisis de
sitios Web (tal y como se hacen reseñas de libros o de películas) indicando los sitios virtuosos y
señalando los que transmiten bulos o imprecisiones”.
“Sería un inmenso servicio al público y
quizá también un motivo para que muchos navegantes de la red, que han empezado
a dejar de lado los periódicos, vuelvan a hojearlos a diario”, añade.