Robert Fisk
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Uno pensaría, dada la
dureza antimusulmana del gobierno de Trump en Washington, que los reyes y
dictadores árabes se estarían uniendo para condenar las despiadadas leyes sectarias
elaboradas por un presidente estadunidense que está en favor de la tortura.
Todas esas fanfarronadas sobre los tipos malos y el terror islámico. Frases
bastante siniestras.
Nada de eso. Los
potentados han estado abrumando el conmutador de la Casa Blanca con llamadas,
tanto el egipcio Al Sissi como los árabes del Golfo. Emiratos Árabes de hecho
expresó aprobación a las políticas de Trump. El monarca jordano, que desde
luego fue el primero en llegar a Washington, fue seguido en rápida sucesión al
salón del trono de Trump por Benjamin Netanyahu.
Es todo un galimatías. Los
europeos levantan las cejas, chasquean la lengua y hasta condenan tibiamente al
nuevo gobierno estadunidense, mientras las principales víctimas del nuevo
régimen –¿acaso no lo estaremos llamando régimen dentro de poco?– guardan un
silencio servil o asienten con aprobación a sus diabluras antimusulmanas. Tal
vez haya sido mejor que el pobre Mahmoud Abbas de Palestina no haya recibido
contestación a sus tres llamadas telefónicas.
Como todos predijimos, el
Isis reaccionó condenando a Trump justo a tiempo. Lo mismo hizo Al Qaeda, cuya
referencia al tonto en la Casa Blanca debió haber sido la primera vez en la
historia moderna en que la reacción de quienes cometieron los crímenes de lesa
humanidad del 11-S fue exactamente la misma que la de la mitad de los
estadunidenses. Por cierto, los argelinos también felicitaron a Trump, no mucho
después de hacer lo propio con Bashar al Assad por su tremenda (en sus
palabras) victoria contra el terrorismo en Alepo oriental. Pero aquí hay más de
lo que parece.
Claro, el Isis puede
regodearse con que Trump en realidad es antimusulmán y que los dictadores
árabes son tan indiferentes como él a sus pueblos. Pero la respuesta de los
regímenes árabes al nuevo régimen estadunidense –sí, llamémoslo así– también es
indicativa de lo cercanos que están unos de otros.
La mayoría de potentados
árabes llevan años alimentando a sus poblaciones con noticias falsas y hechos
alternativos. También prometen siempre la victoria final contra la entidad
sionista mientras esparcen su furia contra sus aliados. Los sauditas han
atacado repetidas veces a Irak y a Siria; Emiratos y Egipto han bombardeado
Libia, los sauditas y Emiratos han asaltado a Yemen.
Es un hecho extraño que
tanto los árabes como Trump usan clichés. Si no es el mantra de tipo
malo/terrorismo islámico del régimen de Trump, es la tontería de
sólo-nosotros-combatimos-al-terrorismo-islámico de los regímenes árabes. Los
dictadores y los gobiernos violentos de Medio Oriente han estado intercambiando
esa basura durante años. Hemos tenido a los Sadat, los Mubarak, los Al Sissi,
los Al Assad y los Saddam y a los reyes del Golfo endilgando fantasías a sus
pueblos y amenazando a cualquiera que difiera de ellos.
De hecho, la cobarde
prensa pro gubernamental de gran parte de Medio Oriente se parece mucho al
periodismo complaciente en el que cree Trump. Busquen el equivalente a la
televisión estatal egipcia o la televisión siria mirando Fox News. Los agentes
árabes de seguridad tienen los poderes que el gobierno estadunidense envidia y
que quisiera que su propia policía tuviera. En Medio Oriente, las minorías son
reprimidas, los jueces son intimidados, los políticos son amenazados… y sus
gobernantes creen en la tortura. ¿Le recuerdan a alguien? ¡Bienvenidos al Mundo
Trump!
Recuerdo que el viejo
Mubarak de Egipto regalaba a su pueblo, constantes elecciones falsas –tema
favorito de Trump–, y recibía felicitaciones de los presidentes estadunidenses,
republicanos y demócratas por igual, después de ganar en las urnas por más de
90 por ciento. Sean Spicer, el extremadamente raro amanuense de Trump, y sus
infortunados asistentes, tienen contrapartes en todo ministerio de información
árabe, templos de la verdad cuyos Spicers se ven obligados a repetir las
fantasías y berrinches de sus amos. El paralelo es completo, puesto que los
ministerios de información árabes no contienen ninguna información en absoluto.
Tendría que decir que,
puesto que Trump y el Mundo Trump son casi intercambiables, hay algo en lo que
se desvían con claridad. A menudo se acusa a los árabes de ser antisemitas,
porque son anti israelíes. Pero los árabes también son semitas. Dada la
negativa de Trump a mencionar a los judíos en el Día del Holocausto y su evidente
disgusto por seis naciones musulmanas árabes, el régimen estadunidense podría
ser acusado de antisemitismo tanto a causa de los judíos como de los árabes.
Pero seamos justos. Si
Trump hiciera una gira por las dictaduras árabes que por el momento no están en
guerra, se sentiría bastante en casa. Gran seguridad, policía fantástica,
montones de tortura, elecciones extremadamente corruptas y enormes proyectos
económicos que dañan el medio ambiente pero resultan por completo inútiles. Y
si se une a sus hijos Eric y Donald júnior en la apertura del Torneo
Internacional Trump de Golf en Dubai, entonces en verdad estará en el Mundo
Trump.
Los potentados, reyes y crueles autócratas árabes
deberían reunirse en Washington en su próxima cumbre. Encontrarían una atmósfera
muy familiar. Para no hablar del presidente.