www.diario.es/080716
Unos
documentos de inteligencia publicados en el marco del informe Chilcot respaldan
las acusaciones de que la invasión de Irak aumentó la amenaza terrorista sobre
el Reino Unido y contribuyó a la creación del grupo extremista Estado Islámico
(EI).
Los informes
altamente confidenciales del Comité Conjunto de Inteligencia (JIC), algunos de
los cuales son publicados por primera vez, confirman la preocupación de los
servicios de seguridad por el creciente poder de los grupos yihadistas de Irak.
Algunos de ellos, vinculados de forma directa con al-Qaeda.
Los
documentos del JIC refutan la afirmación de Tony Blair de que el EI se generó
principalmente en Siria y no en Irak.
Los informes
ya demostraban que a los servicios de seguridad británicos les preocupaba desde
2006 que los grupos yihadistas suníes hubieran empezado a dominar la
insurgencia contra el gobierno iraquí chií de Nouri al-Maliki.
En un
informe del JIC de marzo de 2007 se dice: “No faltan los terroristas suicidas.
AQI (al-Qaeda en Irak) busca objetivos de gran notoriedad. Creemos que AQI
intentará expandir su campaña sectaria por donde pueda: los atentados suicidas
en la ciudad de Kirkuk han aumentado bruscamente desde octubre, cuando AQI
declaró el establecimiento de un teórico 'Estado Islámico de Irak' (incluido
Kirkuk)”.
El informe
prosigue: “Varios grupos suníes están involucrados en los ataques sectarios,
pero calculamos que AQI está al frente de los ataques… su objetivo estratégico
principal es llevar adelante una campaña sectaria para arrastrar a Irak hacia
la guerra civil. Calculamos que su campaña ha sido la más efectiva de todas las
de grupos insurgentes, con un efecto importante en el último año; en lo
inmediato, representa la mayor amenaza para la estabilidad en Irak. El ritmo de
los ataques con multitud de víctimas sobre objetivos predominantemente chiíes
ha sido implacable”.
En un
informe anterior, de julio de 2006, se dice: “El término 'yihadista' se vuelve
muy difícil de definir: en muchos casos la distinción entre nacionalistas y
yihadista es difusa. Comparten cada vez más causas comunes al unir fuerzas
contra la violencia sectaria chií”.
Y agrega:
“Calculamos que al-Qaeda en Irak (AQI) es la mayor red insurgente de todas y
aunque su liderazgo mantiene un elemento extranjero importante, una gran
mayoría de sus combatientes es iraquí. Su motivación es variada: algunos son
extremistas islámicos inspirados por la agenda de al-Qaeda, otros son simple
mano de obra atraída por el dinero. Algunos se involucran por la oportunidad de
enfrentarse con las milicias chiíes: la campaña de los medios de comunicación
yihadistas subrayan su papel como defensores de los suníes”.
Blair lo
sabía
El informe
da crédito a los que afirmaban que Blair fue advertido de todas las maneras
posibles sobre el riesgo que representaba sacar a Sadam Hussein del poder,
porque se liberarían las tensiones sectarias reprimidas por su brutal régimen.
La directora
entre 2002 y 2007 del servicio de inteligencia británico MI5, Eliza
Manningham-Buller, dijo sobre el tema: “En los años 2003 y 2004 recibimos
muchas pistas de actividades terroristas en suelo británico… nuestra participación
en Irak radicalizó, a falta de una palabra mejor… a unos cuantas personas de la
misma generación… (que) entendieron nuestra intervención en Irak, sumada a
nuestra intervención en Afganistán, como un ataque al islam”.
Cuando le
preguntaron si eran pruebas contundentes o una valoración general lo que le
permitía asociar el aumento de la amenaza terrorista en Reino Unido con la
invasión de Irak, Lady Manningham-Buller contestó: “Creo que hay pruebas en la
cantidad de tramas, pistas, y personas identificadas; así como en su relación
con Irak y en las justificaciones que daban por su participación en actividades
terroristas... De modo que la respuesta a la pregunta es sí".
Blair dijo
que había leído la evaluación del JIC de 2002 en la que se advertía de que la
intervención en Irak aumentaría la amenaza de al-Qaeda sobre el Reino Unido,
pero que en su opinión “retroceder por la amenaza del terrorismo habría estado
completamente mal". "De todos modos, tras el 11 de septiembre y la
guerra en Afganistán, ya éramos un blanco de los terroristas y, tal como lo
demuestran los últimos sucesos en Europa y Estados Unidos, independientemente
de Irak, los terroristas usarán muchas justificaciones como excusa para sus
atentados”.
Desde
Francia también habían advertido: el presidente de ese momento, Jacques Chirac,
se oponía vehementemente a la invasión por las muy impredecibles consecuencias.
El 16 de
octubre de 2002, el segundo de la embajada del Reino Unido en París, Giles
Paxman, habló con dos altos funcionarios franceses sobre el Irak post Sadam en
el que pensaban los británicos. Uno de los funcionarios “temía que sacar a
Sadam desencadenara una anarquía absoluta en Irak con ataques a los símbolos
del Partido Baaz, ajustes de cuentas y violencia generalizada como en Albania”.
En diciembre
de 2002, el director de estrategia e innovación del Ministerio de Asuntos
Exteriores del Reino Unido, Simon Fraser, informó de que un interlocutor
francés le había hablado sobre la necesidad de "pensar con sumo cuidado
acerca de la posible desintegración política en Irak tras una guerra":
"Podría haber una gran cantidad de complicaciones imprevistas, entre ellas
la inestabilidad política motivada por la venganza. No deberíamos dejar que las
perspectivas optimistas nos impidan ver los posibles problemas. Lo mismo sobre
las consecuencias en toda la región".
En el
Ministerio de Exteriores británico le dieron la razón. En un memorándum de
enero de 2013, advertían: “Todas las pruebas de la región sugieren que las
fuerzas de la coalición no serán vistas como liberadoras durante mucho tiempo,
si es que alguna vez lo son. Piensan que nuestras motivaciones son muy
sospechosas. Los iraquíes, incluso los exiliados, quieren que nos vayamos
cuanto antes, al igual que la mayoría de los árabes. Cuanto más dure la
intervención y ocupación de Irak, más se cuestionará su legalidad y será cada
vez peor vista”.