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El conflicto en el Congo, su matriz histórico-estructural


Giulia de Conto Affonso y Marina Soares Rossetto - Unisinos

www.cpalsocial.org/110716



Desde 1885, con el establecimiento del Estado Libre del Congo, una propiedad privada del rey belga Leopoldo II, el Estado en el Congo ha sido débil y un depredador en relación con la naturaleza. Durante la colonización, las autoridades belgas hicieron poca inversión en infraestructura, estructuras de gobierno o educación, concentrándose apenas en la extracción de recursos naturales de una forma especialmente brutal y represiva. En la posguerra, el dominio belga se debilitó ya que Bélgica fue tomada por sorpresa por el movimiento de independencia en la década de 1950. Cuando la República del Congo (RDC) fue declarada el 30 de junio de 1960, el país tenía poca capacidad de autogobierno y casi inmediatamente entró en una guerra civil.



Durante el gobierno del presidente Mobutu quien gobernó de manera despótica desde 1965 y por 32 años – período durante el cual el país fue renombrado como Zaire, la naturaleza del Estado no fue alterada radicalmente. Occidente, que vio el país como un gran aliado africano en el contexto de la Guerra Fría, generosamente subsidió su régimen basado en una “cleptocracia”. Mobutu acumulaba corrupción en todos los escalones del Estado y construyó un sistema de patrocinio para enriquecerse a sí mismo y comprar la lealtad de los principales aliados. Mobutu también reprodujo la táctica realista del “divide y reinarás” para extender su poder a las provincias inquietas que están alejadas de la capital de la RDC, Kinshasa. Al capacitar a ciertos grupos a cambio de su lealtad, y manipulando cuestiones fundamentales de identidad y ciudadanía, dio origen a una enorme cantidad de quejas locales, particularmente en la región de Kivu (en el extremo oriental del país).



Durante los años 1970 y 1980, el Zaire fue dividido en varias “ciudades estado”. Se tornaron cada vez más aisladas las unas de las otras y la infraestructura de transporte fue desgastada por sistemas de negligencia y de comunicación; el país entró en colapso. En muchas partes, la administración convencional y el sistema de justicia formal desapareció, las fuerzas de seguridad se volvieron cada vez más corruptas e ineficientes y varias ciudades fronterizas orientales (como Goma y Bukavu) se volvieron esencialmente anexos económicos de los países vecinos.



Con el fin de la Guerra Fría y el colapso de los precios de las commodities a finales de los años 1980, el sistema de patrocinio de Mobutu perdió las fuentes externas de financiamiento necesarias para su supervivencia, y su control sobre el poder se deterioró rápidamente. En 1990, fue forzado a cambiar el estado de partido único y lanzó un proceso de diálogo nacional (Conférence Nationale Souveraine).



Sin embargo, en Zaire faltaba el marco institucional para regular la competencia multipartidaria emergente y la apertura democrática del país a comienzos de 1990 trajo consigo el aumento de las turbulencias. En un intento por aumentar su legitimidad, Mobutu, explotando sentimientos étnicos, movilizó la opinión pública contra las poblaciones migrantes. De esta manera, afectó la estructura productiva en las provincias de Kivu, donde miles de inmigrantes de ascendencia ruandesa (el llamado ‘Banyarwanda’) se habían establecido desde mediados del siglo. Las tensiones entre las comunidades indígenas y estos migrantes degeneraron en un conflicto abierto y los primeros conflictos violentos eclosionaron en 1993, en Kivu del Norte.



La situación en el este de la RDC se deterioró aún más después del genocidio de 1994 en Ruanda. Con la muerte de más de 800.000 tutsis por iniciativa del gobierno extremista hutu, centenas de miles de refugiados cruzaron la frontera hacia Zaire en conjunto con una serie de genocidas hutu, soldados y milicianos responsables por los asesinatos en masa. Apreciando la simpatía de Mobutu, encontraron abrigo en grandes campos de refugiados alrededor de Goma y Bukavu e inmediatamente se reorganizaron con la convicción de recuperar por la fuerza el poder en Ruanda.



En 1996, después del genocidio, el gobierno tutsi que había dominado en Ruanda decidió invadir Zaire en busca de los antiguos genocidas. Ruanda, en conjunto con Uganda, acomodó una coalición de rebeldes, la Alliance des Forces Démocratiques de Libération du Congo (AFDL) y les proporcionó municiones, tropas y apoyo. El ejército de Mobutu se fue desmoronado y gracias al apoyo de Ruanda, tomó un poco más de seis meses para que los rebeldes tomaran el control del país y pusieran fin al reinado de Mobutu.



En mayo de 1997, el líder de la AFDL, Laurent-Désiré Kabila, fue instalado como el nuevo presidente del país. Sin embargo, las relaciones entre Kabila y sus antiguos aliados se deterioraron rápidamente, al punto de que Ruanda y Uganda intentaron formar una nueva rebelión contra el nuevo líder.



La “Segunda Guerra del Congo” comenzó en agosto de 1998. El  Rassemblement congolais pour la démocratie  (RCD), sin embargo, no consiguió derribar a Kabila, quien había recibido apoyo de Angola, Namibia y Zimbabue. El país fue transformado en un vasto campo de batalla, con nada menos que once países africanos involucrados. Con la división RCD entre Ruanda, apoyando RCD-Goma y en Uganda apoyando RCD-K / ML, y un nuevo movimiento rebelde, el MLC, que surgió en el norte, el país fue fragmentado en cuatro zonas de control.



El conflicto fue especialmente mortal en el este, donde el gobierno usó una variedad de milicias como intermediarios para desestabilizar los rebeldes. A pesar del acuerdo de cese al fuego firmado en Lusaka en 1999 y el establecimiento de una misión de paz de la ONU, la MONUC (con un mandato débil), la guerra continuó con todo hasta 2002.



En julio de 2002, después de meses de negociaciones involucrando a los principales participantes congoleses en el “Diálogo intercongolés”, un acuerdo de paz fue finalmente firmado en Pretoria. Todas las tropas extranjeras abandonaron el país en los meses siguientes. Con un apoyo internacional fuerte, el gobierno de división del poder de la República Democrática del Congo, llevó al país a una transición democrática y a la subsecuente adopción de una nueva constitución; las primeras elecciones democráticas fueron organizadas a fines del 2006. Joseph Kabila, quien asumió el poder después de que su padre fuera asesinado en enero de 2001, fue electo presidente.



Sin embargo, desde entonces el este de la RDC ha permanecido marcado por conflictos y en el período después de la transición, se ha visto realmente un aumento de la violencia debido a una mezcla de dinámicas regionales y locales, a la debilidad del Estado y a intereses de la élite local. Una variedad de actores armados ha sido capaz de enraizarse debido a la falta de autoridad del Estado:



- Los grupos armados originarios de países vecinos han usado a la República Democrática del Congo como una base de retaguardia y han sobrevivido aprovechándose de las poblaciones locales. Estos incluyen las Allied Democratic Forces de Uganda (ADF), las fuerzas ruandesas Forces démoratiques de libération du Rwanda (FDLR), cuyo liderazgo está mayoritariamente compuesto por exgenocidas, y las fuerzas de Forces nationales de libération de Burundi (FNL).



- Los movimientos denominados tutsi que afirmaron proteger a sus compañeros étnicos, han surgido con el apoyo de Ruanda. Ellos entraron en choque varias veces con el ejército nacional (FARDC), asumiendo el control de grandes porciones de territorio en los Kivus, incluyendo Goma, durante la insurgencia del Movimiento 23 de Marzo (M23) en 2012-2013.



- La milicia autodeclarada (los llamados ‘Mai Mai’) también proliferan como respuesta a la inseguridad en las zonas rurales. Mientras que ofrece un mínimo de protección y regulación en ausencia del Estado, grupos Mai Mai también son movidos por una ideología étnica violenta, lo que ha llevado a muchos casos de pillaje a gran escala y a un deterioro de las relaciones intercomunitarias.



Después de muchos años de guerra, se creó una economía de guerra. Muchas personas de la élite ahora tienen un interés escondido en la continuación del conflicto y en la extracción de recursos naturales (minerales lucrativos, pero también madera o carbón), lo cual ha sido un elemento importante en la estrategia de varios grupos armados. Fallidos acuerdos de paz, permitieron que los exrebeldes integraran el ejército nacional, manteniendo sus redes ilegales lucrativas. Cadenas paralelas de comando se han multiplicado, perjudicando gravemente la cohesión y la eficacia de los militares en combate.



Después de llegar bajo fuertes críticas por su pasividad durante el otoño de Goma con los rebeldes del M23, en noviembre de 2012, la MONSUCO, fuerza de paz de la ONU, fue reformada y recibió un mandato más robusto en marzo de 2013. Su componente ofensivo, la Brigada Fuerza de Intervención (FIB) dio un apoyo decisivo al ejército nacional para derrotar a los insurgentes a finales del año 2013.



Desde comienzos del año 2014, la FIB ha realizado operaciones ofensivas en contra de otros grupos armados en Kivu del Norte. Por más que la situación en esta provincia tuvo mejorías visibles, a mediados de 2014 más de 25 grupos armados todavía estaban activos en el este de la República Democrática del Congo, siendo los principales focos del conflicto el norte de Katanga, Ituri y Kivu del Sur.



Durante mediados de los años 2000, el Congo fue muchas veces expuesto como el gran ejemplo de una crisis humanitaria tratada con la mayor negligencia del mundo. En el 2007, una investigación realizada por el Comité de Internacional de Rescate (IRC) indicó que el número de muertos del conflicto congolés sería de 5,4 millones, tornándose así la guerra más mortífera del mundo desde la Segunda Guerra Mundial. Esto equivale, aproximadamente, a 27 mil muertes cada mes desde 1998.



Repetidos conflictos perturbaron profundamente la subsistencia local. Millones de personas fueron forzadas a desplazarse. A mediados del 2014, había más de 2,8 millones de desplazados internos y refugiados. Esta violencia y turbulencia creadas por el conflicto afectaron severamente los medios de subsistencia agrícolas de los más desfavorecidos, reduciendo su capacidad de producir y comerciar. A partir del 2006, más del 70% de la población congolesa vivía debajo del umbral de pobreza de $1,25 dólares por día.



Igual de impactante es el aumento, sin punto de comparación, de abusos a los derechos humanos hechos por milicias y soldados en contra las poblaciones locales. En los últimos años, la situación de las mujeres y niñas se ha destacado por una serie de casos de violaciones en masa. La violencia sexual creó altos niveles de trauma y llevó a la ruptura de muchas familias.



En 2004, el Tribunal Penal Internacional (TPI) abrió una investigación sobre crímenes de guerra contra la humanidad cometidos en la RDC. En 2012, el ex señor de la guerra Ituri Thomas Lubanga fue considerado culpable de reclutar niños-soldado y fue condenado a catorce años de prisión. La segunda sentencia fue proferida en 2014 y otros tres señores de la guerra fueron acusados.