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Jóvenes aborígenes que dejan sus comunidades para estudiar y aparecen
muertos sin causa aparente. La mayor investigación en la historia de Ontario
revela la vulnerabilidad de la población indígena canadiense, que se enfrenta
al racismo y a enormes dificultades para progresar.
Varias horas después de haberse cumplido la hora de volver a casa de su
sobrino de 15 años, Dora Morris llamó a la policía, pero su preocupación fue
menospreciada por los oficiales de Thunder Bay, una pequeña ciudad de 11.000
habitantes en Ontario.
Le dijeron que seguramente el adolescente estaría de marcha en algún
sitio. Hicieron falta días –y varios llamados a la policía– para que se
iniciara una investigación por la desaparición de su sobrino.
El 11 de noviembre de 2000, unas dos semanas después de su desaparición,
el cuerpo de Jethro Anderson fue hallado cerca del río Kaministiquia. Fue uno
de los siete estudiantes aborígenes que
murieron yendo al instituto en la ciudad entre 2000 y 2011.
Todos ellos se habían mudado a la ciudad desde lejanas comunidades
aborígenes del norte de Ontario, donde las posibilidades de acceder a la
educación secundaria son limitadas. Viajan cientos de kilómetros y a menudo
viven con desconocidos en residencias, solo para poder ir al instituto.
En 2015, luego de que las familias de las víctimas y grupos aborígenes
hicieran presión por años, Ontario lanzó una de las mayores investigaciones de
su historia para resolver las misteriosas muertes. La investigación recogió el
testimonio de casi 150 testigos, inclusive muchos que detallaron cómo el
sistema falla en proteger a estos estudiantes en estado de vulnerabilidad,
dejándolos solos con sus propios recursos para combatir la soledad y la discriminación
racial de la ciudad.
A principios de esta semana, el jurado finalizó las audiencias que
duraron ocho meses y emitió más de 100 recomendaciones sobre cómo mejorar la
protección de estos jóvenes aborígenes obligados a mudarse a la ciudad para
estudiar. El jurado concluyó que tres de las muertes fueron accidentales,
mientras que caratuló las otras cuatro como "indeterminadas".
"Los siete eran jóvenes amados que murieron trágica y
prematuramente y perdieron la oportunidad de vivir sus vidas, formar sus
propias familias y hacer sus valiosas contribuciones a la sociedad", dijo
David Eden, el forense principal, a la sala repleta del juzgado el pasado
martes.
Investigaciones deficientes
En el caso de Anderson, que se había mudado a la ciudad con la esperanza
de convertirse en oficial de policía, el jurado no pudo determinar cómo el
joven de 15 años terminó en el río. Tampoco pudieron explicar por qué Kyle
Morriseau, una talentosa artista de 17 años, fue encontrada en el río McIntyre
en 2009. Tampoco encontraron pruebas que explicaran por qué Jordan Wabasse,
visto por última vez en la residencia estudiantil, fue encontrado a dos
kilómetros, en el río Kaministiquia. Con 15 años y siendo una estrella del
hockey en su comunidad, se había mudado a la ciudad soñando con llegar a jugar
en la liga de hockey más importante.
La muerte de Paul Panacheese también fue caratulada
como "indeterminada". Mientras estudiaba en el instituto, el
joven de 21 años pasó por diez residencias estudiantiles distintas, incluida
una que usaba candados en la nevera y la despensa para negar el acceso a la comida
a los estudiantes que no estuvieran a la hora de la comida. Finalmente su madre
se mudó con él a la ciudad para ayudarlo en su último semestre. El joven se
desplomó en el suelo de su casa en 2006. La autopsia no encontró razones
anatómicas ni toxicológicas para su muerte.
El uso de la palabra "indeterminada" es significativo, dice
Julian Falconer, abogado de la comunidad Nishnawbe Aski y representante de las
comunidades aborígenes del norte de Ontario. "Indeterminado' respecto a
tres de las cinco muertes por ahogamiento da a entender claramente que las
investigaciones policiales fueron profundamente defectuosas", dijo a la
Corporación de Radiodifusión Canadiense. "En consecuencia, lamentablemente
no hay forma de probar que estos jóvenes fueron asesinados deliberadamente".
Tres de las cinco muertes fueron accidentales, dijo el jurado. La
desaparición de Curran Strang, un joven de 18 años de la comunidad Pikangikum,
se denunció en 2005, después de que fuera visto por última vez bebiendo con sus
amigos cerca del río McIntyre. Su cuerpo apareció cuatro días más tarde.
Robyn Harper, una tímida adolescente de 18 años, murió en 2007, días
después de llegar a Thunder Bay. Después de que saliera a beber con unos
amigos, empleados del instituto la encontraron en una estación de autobuses y
la llevaron a la residencia estudiantil, donde la dejaron desmayada en la entrada.
Murió por coma etílico.
Reggie Bushie, un joven de 15 años, fue hallado muerto en el río
McIntyre después haber sido visto bebiendo con su hermano mayor. Su muerte
también fue considerada "accidental" por el jurado.
Durante la investigación, muchos testigos de las comunidades aborígenes
hablaron del racismo descontrolado al que se enfrentan. James Benson, un ex
estudiante, le dijo al jurado que era normal que los coches que pasaban por la
ciudad le arrojaran comida y le gritaran insultos racistas. "Como era una
cosa cotidiana, después de un tiempo te acostumbras", afirmó. Muchos
estudiantes recurren al alcohol y a las drogas para sobrellevar la situación.
"Estamos en peligro solo por ser aborígenes, nuestras vidas están
en riesgo por el mero hecho de ser aborígenes", declaró a la investigación
Shane Monague, de 20 años. "Creo que no se debe menospreciar el coraje que
tenemos para progresar, para venir a la ciudad y tener acceso a una
educación".
Mudarse para poder estudiar
La mayoría de los jóvenes aborígenes que se mudan a Thunder Bay no tiene
muchas otras opciones para estudiar. Muchos provienen de comunidades muy
pequeñas que no tienen educación secundaria o no tienen financiamiento para
traer profesores o tener infraestructuras básicas en los institutos del resto
del país, como ordenadores o bibliotecas.
Estas evidentes desigualdades quedaron al descubierto en la
investigación, que realizó paralelismos con el sistema de escuelas internados
del país, donde fueron llevados durante décadas más de 150.000 niños aborígenes
en un intento de integrarlos a la fuerza a la sociedad canadiense. Ese sistema
fue descrito como una política de "genocidio cultural" en un informe
muy importante publicado el año pasado por la Comisión para la Verdad y la
Reconciliación del país.
"La educación hoy en día le sigue haciendo tanto daño a nuestra
gente como en el pasado", afirmó a la investigación Christian Morriseau,
padre de Kyle.
Charlie Angus, político del Nuevo Partido Democrático, cuyo distrito
electoral incluye varias comunidades aborígenes, asegura que la analogía
con el pasado también se utiliza entre los jóvenes. "He hablado con
jóvenes que dejaron sus hogares a los 14 años para vivir en residencias
estudiantiles", declaró a la prensa canadiense a principios de este año,
"y hablan de los colegios internados. Dicen 'esto es lo que vivieron mis
abuelos".
El jurado también redactó 145 recomendaciones para proteger a
estudiantes aborígenes en las ciudades. Las recomendaciones no vinculantes
incluyen financiación para la educación, incluida la educación secundaria, en
las comunidades aborígenes. Para los que se muden a Thunder Bay, el jurado
recomienda más ayudas, reglamentación e inspecciones a las residencias
estudiantiles, becas para que los estudiantes puedan visitar su comunidad más
de una vez al año y para que puedan hablar por teléfono con sus familias de
forma regular. Se recomienda que en 2017 comience la construcción de una
residencia especial para estudiantes aborígenes en la ciudad.
Varias de las recomendaciones también responden a quejas de las familias
sobre inacción policial, mejor entrenamiento para los policías de la ciudad y
que se sume un representante indígena al cuerpo policial. La fuerza ya ha hecho
esfuerzos para mejorar sus servicios, dice el abogado Brian Gover, que
representó a la policía durante la investigación. "Estos casos sucedieron
hace 11 años. En estos 11 años, la policía de Thunder Bay se ha adaptado para
responder al problema de la desaparición de jóvenes aborígenes", declaró a
la prensa canadiense.
El gobierno canadiense agradeció las conclusiones del jurado, afirmando
que ahora el desafío es cómo prevenir tragedias similares. "Este informe
saca a la luz una tragedia terrible y evitable", dijo en un comunicado la
Ministra de Asuntos Indígenas, Carolyn Bennett. "Comprendemos y
estamos de acuerdo en que hay grandes problemas sistémicos que llevaron a la trágica
pérdida de esas vidas".
En los últimos años, el instituto al que asistían la mayoría de los
estudiantes muertos, así como las organizaciones de comunidades aborígenes, han
intentado ofrecer más programas extracurriculares a los jóvenes que llegan a la
ciudad, mientras que estudiantes mayores patrullan regularmente los ríos para
ayudar a estudiantes que puedan encontrarse en peligro.
Christa Big Canoe, la abogada que representó a seis de las siete
familias, pidió que las autoridades implementen las recomendaciones de la
investigación. "La memoria de estos jóvenes vivirá en los corazones de sus
familiares, pero esperamos que su legado, luego de esta investigación, sea un
cambio significativo que haga Thunder Bay más seguro para los estudiantes
aborígenes y mejore el acceso a la educación para los jóvenes de las
comunidades aborígenes", declaró. "La muerte de estos siete jóvenes
debe ser un punto de inflexión para el cambio y eso no debemos olvidarlo.
Debemos darle un significado."