Nazanin Armanian
www.publico.es/290914
Los cazas de EEUU están
bombardeando Siria, matando a decenas de civiles, entre ellos niños. Todo, sin la autorización de Damasco o de
la ONU, pisoteando el derecho internacional. Por ser quien es el verdugo y
quienes son las víctimas, la CNN o la BBC no han mostrado los vídeos (si
los hubo) de su muerte. Por la misma razón tampoco habrá condenas ni
movilizaciones contra el terrorismo de estado practicado con total impunidad
por EEUU y sus socios, que en las últimas décadas han arrancado la vida a
cientos de miles de iraquíes y afganos, pakistaníes, yemeníes o sudaneses, por
citar algunos pueblos. Israel también ha aprovechado la situación, derribando
un bombardero sirio que atacaba las posiciones del Frente al-Nusra. ¿De qué
lado está Netanyahu? ¿Por qué la ‘comunidad internacional’ no ha
condenado esta agresión a un Estado soberano?
Estamos
ante la séptima agresión militar de Barak Obama a un país que además y
‘accidentalmente’ también es de mayoría musulmana. No es que el
presidente quisiera desmentir así las acusaciones del Tea Party sobre su
afinidad religiosa -si no atacaría Indonesia o Arabia Saudí-, sus motivos
son otros: Dominar Eurasia Heartland; controlar la totalidad
del levante mediterráneo –que fue también uno de los motivos para derrocar a Gaddafi;
humillar a Rusia en su zona de influencia; destruir el Ejército sirio, por sus
vínculos con Rusia, como ha hecho con las fuerzas armadas de Irak y Libia, y lo
hará con la de Ucrania; impedir la
construcción del megagaseoducto Irán-Irak-Siria; triunfar en el
terreno bélico y controlar militarmente el mundo para compensar el fracaso en
lo económico; empujar el precio del petróleo al alza perjudicando a China; anular aún más a la ONU y acorralar a
Irán por los cuatro costados.
Con
estos objetivos, en 2007 EEUU puso en marcha el ‘Plan A’ contra Siria, que
consistía en:
* Realizar operaciones
encubiertas, financiar al ala derecha de la oposición con el fin de derrocar a
Asad; montar bandas criminales para provocar el terror entre la población y
generar el desgobierno.
*Crear y armar a los
grupos terroristas a los que llamaron “rebeldes”, los mismos que arrancaban el
corazón de los soldados sirios para comérselos, y a los que pasaron a denominar
“extremistas asesinos” cuando mataron a los periodistas occidentales. Son
la viva imagen de los escuadrones de muerte de Latinoamérica en los ochenta,
adiestrados por John Negroponte, quien en 2003 organizó en Irak las “Fuerzas
Especiales”.
* Convertir Siria en una trampa para los países
rivales de Israel en la zona.
*Realizar atentados de
bandera falsa, como el episodio de los gases químicos del 2013, para culpar a
Asad como ‘causa belli’ y lanzar una ataque militar contra Damasco. Según 12 ex-agentes del Gobierno de EEUU
el Ejecutivo de Asad no estaba implicado.
Además, el veto de
Rusia a una intervención militar, así como la ausencia de una alternativa capaz
de gobernar el país (y a pesar de poder acabar con Asad con uno de estos
“asesinatos selectivos”), la inutilidad de las conferencias de Ginebra I y II,
y el temor a una situación caótica en la frontera de Israel, hicieron fracasar
esta fase de la ‘Operación contra Siria’, aunque sirvieron para militarizar la
región y permitieron instalar misiles Patriot en Turquía.
“Plan B” en marcha
Consiste en:
* Trasladar el
“califato americano” del Estado Islámico (EI) de Siria a Irak, dejando que
ocupara tranquilamente unos 90.000 kilómetros cuadrados de ambos países,
aterrorizando a cerca de ocho millones de personas.
* Organizar una campaña
de propaganda sobre la crueldad del EI, como hizo con las lapidaciones de los
talibanes para justificar el ataque “liberador” a Afganistán, o la matanza de
bebés kuwaitíes por Saddam Husein en 1991. Por no hablar de la farsa del envío
de Ántrax a EEUU, y las tristemente famosas armas de destrucción masiva
inexistentes del 2003.
* Desempolvar el acuerdo militar que trapicheó con Irak, y
que le permite “reocupar” el país cuando lo considere oportuno.
*Apartar de forma
fulminante a Nuri al Maliki, por su oposición al uso del territorio iraquí para
lanzar ataques contra Siria.
* Romper el tabú de
bombardear Siria, para lo que el año pasado Obama no pudo conseguir
apoyos, ni dentro ni fuera de su país. Ahora, en el medio del caos, si
‘de repente’ alguien asesina a Bashar al Asad, ¿quién llorará por él?
¿Puede ser esta la promesa de Obama al Rey Abdulá
en su viaje a Arabia Saudí, a cambio de que no sabotee el acuerdo
nuclear con Irán? “Siria para tí e Irán para mí… que por algo soy la
superpotencia”. EEUU sabe que Damasco no puede derribar los aviones que invaden
su territorio. La zona bajo el control
del EI, una vez ocupada por los soldados dirigidos por EEUU, le
servirá de base de operaciones para actuar en toda Siria.
* Continuar con el Proyecto del Gran Oriente Medio, cambiando
fronteras y regímenes. Washington enviará tropas a Irak, la mayoría árabes y
pakistaníes, para que maten a los árabes y pakistaníes del EI. Una vez borrado
del mapa a Irak y Siria como estados, serán tratados como “escenario de
operaciones Ir-Sir”, para que rime
con Af-Pak, otros dos estados convertidos en “áreas” durante el
capítulo anterior del montaje de la
lucha contra el terror.
* La masiva expulsión
de las minorías étnicas y religiosas de sus hogares, que está llevando a cabo
el EI, está en la línea del Plan Biden:
‘Divide, vencerás y gobernarás‘. Rompen los estados grandes, agrupan
a sus gentes en zonas determinadas para levantar los mini estados que han
diseñado. En Irak, con cerca del 30% de los
matrimonios mixtos, se repetiría el drama de Yugoslavia: decenas de
miles de personas se verían forzadas a matarse y separarse para que cada país
agresor tenga su parte del pastel. Cierto es que esto puede suceder en un caldo
de cultivo como el profundo descontento de las minorías de las sociedades de la
región, que sufren hondas desigualdades económicas, étnicas, sociales,
políticas y religiosas.
* Que de repente
aparezca en la prensa un grupo islamista llamado Jorasan, más peligroso que Al
Qaeda y el EI -asusten, asusten!- tiene mala pinta, y no sólo por la capacidad
de la CIA de fabricar en cadena grupos terroristas, sino porque Jorasan -Tierra
del Sol en persa- era el nombre de la región que incluía, durante el imperio de
Aqueménides, parte del Irán actual, y el resto de los “stanes” de Asia Central,
aunque hoy es la denominación de una provincia situada en el noreste de Irán.
¿Significa que esta banda operará en Asia Central e Irán?
EEUU, así pretende
reestructurar Irak a su gusto, dominar sus recursos, consolidar sus posiciones
en la región, y de paso chantajear a Rusia y China en otras zonas del planeta.
¿Tercera Guerra
mundial?
Algunas fuerzas pacifistas
están advirtiendo de una posible guerra mundial que incluiría el uso de armas
atómicas. Advertencias bienintencionadas, que sin embargo rebajan la gravedad
de las guerras locales. ¿Parece poco que cerca de 90 millones de personas (solo
en Afganistán, Irak, Siria y Gaza) hayan vivido los continuos bombardeos de sus
mundos en los últimos años?
Por otro lado, no hay
indicios de que los BRICS+Irán quieran ni puedan frenar dichas acciones
militares de la OTAN. Es más, sorprende que China y Rusia no hayan exigido una
reunión urgente del Consejo de Seguridad para discutir la agresión de EEUU e
Israel sobre Siria. A pesar de que ambos países fueron muy perjudicados con la
pérdida de influencia en Irak, Afganistán, Sudán, Malí, Libia o Ucrania, no
tuvieron una reacción bélica. De hecho, si hubieran tenido una capacidad
militar considerable, la OTAN no se hubiera atrevido a irrumpir en sus zonas de
influencia de esta manera.
Moscú, tras perder a
Ucrania, y la amenaza de desmantelar la
Federación Rusa, no puede involucrarse en Siria. Vladimir Putin,
apretando la mano de Petró Poroshenko, ha reconocido el resultado del golpe de
estado fascista en Kiev, y con ello el
equilibrio de fuerzas: no se enfrentará a la OTAN. Lo mismo en el
caso de Irán, que con su pragmatismo ha demostrado que no es ningún suicida.
Algunas facciones (como la encabezada por el poderoso Hashemi Rafsenyani que
acusó al presidente sirio de haber soltado el gas químico contra su pueblo)
pueden utilizar a Bashar al Asad como una carta en sus negociaciones con Arabia
Saudí y EEUU.
Las élites de dichos
países no están en una lucha “de clases” con los dirigentes de la Alianza
Atlántica. Perecen al club de la burguesía global, unidos con los mismos
intereses y fuertes lazos económicos. Teherán, que inteligentemente ha
preferido paralizar su programa nuclear a cambio de no ser atacado, permitirá
dentro de poco las inversiones de las grandes compañías occidentales, chinas,
rusas y otras tantas, con total garantía de seguridad. Era lo que la capital
financiera mundial le exigía.
Por todo ello, a
ninguna de las partes le interesa una gran guerra que afecte al normal
funcionamiento del mercado. Otra cosa son las guerras locales y controlables de
las que vive el complejo Militar-Industrial de EEUU que recibe anualmente un
billón de dólares de presupuestos, mientras casi la mitad de la población vive
bajo el umbral de la pobreza.
Solo un movimiento
internacional por la paz puede frenar la destructiva fuerza de OTAN, lograr que
se disuelva.