Noam Chomsky
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El 26 de agosto,
Israel y la Autoridad Palestina aceptaron un acuerdo de cese del fuego luego
del asalto israelí de 50 días a Gaza que dejó 2 mil 100 palestinos muertos y
vastos parajes de destrucción. El acuerdo pone fin a la acción militar de
Israel y Hamas y afloja ligeramente el sitio israelí que ha estrangulado a Gaza
durante muchos años.
Sin embargo, es
apenas el más reciente en la serie de acuerdos similares alcanzados después de
cada una de las intensificaciones periódicas del interminable asalto militar
israelí sobre Gaza.
Desde noviembre de
2005, los términos de estos acuerdos siguen siendo iguales. La pauta regular es
que Israel desprecia cualquier acuerdo en vigor, mientras Hamas lo cumple –como
Israel ha aceptado–, hasta que un fuerte aumento en la violencia israelí
provoca una respuesta de Hamas, seguida por una brutalidad aún más feroz.
Estas crestas son
llamadas cortar el césped en la jerga israelí. La más reciente fue descrita con
más precisión como remover el suelo superficial por un alto oficial militar
estadunidense, citado por la sucursal estadunidense de Al Jazeera.
El primero de la
serie fue el Acuerdo de Movimiento y Acceso entre Israel y la Autoridad Palestina,
de noviembre de 2005. Estipulaba un cruce entre Gaza y Egipto en Rafah para la
exportación de bienes y el tránsito de personas, cruces entre Israel y Gaza
para artículos y personas, reducción de obstáculos al movimiento dentro de
Cisjordania, convoyes de autobuses y camiones entre Cisjordania y Gaza y
construcción de un puerto en Gaza, y la reapertura del aeropuerto de Gaza, que
bombardeos israelíes habían demolido.
Ese acuerdo fue
alcanzado poco después de que Israel retiró sus colonos y fuerzas militares de
Gaza, acción conocida como desvinculación. El motivo fue explicado por Dov
Weisglass, confidente del entonces primer ministro Ariel Sharon, quien estuvo a
cargo de negociarlo y ejecutarlo.
La significancia de
una desvinculación es congelar el proceso de paz, declaró Weisglass al diario Haaretz.
“Y cuando se congela el proceso, se previene la instauración de un Estado
palestino y se evita hablar de los refugiados, de las fronteras y de Jerusalén.
En los hechos, todo ese paquete llamado Estado palestino, con todo lo que
implica, ha sido retirado de nuestra agenda por tiempo indefinido. Y todo esto,
con autoridad y permiso. Todo con la bendición presidencial de (Estados Unidos)
y la ratificación de las dos cámaras del Congreso.
La desvinculación es
en realidad formaldehído, añadió Weisglass. Proporciona la cantidad de
formaldehído necesaria para que no exista un proceso político con los
palestinos.
Esa tónica ha
continuado hasta el presente: desde la operación Plomo endurecido en
2008-09 pasando por Pilar de defensa en 2012 hasta Borde protector
este verano, el ejercicio de corte de césped más extremo... hasta ahora.
Durante más de 20 años Israel se ha dedicado a separar Gaza de
Cisjordania, en violación de los Acuerdos de Oslo, que firmó en 1993, los
cuales declaran que Gaza y Cisjordania constituyen una unidad territorial
inseparable.
Una ojeada al mapa
explica el razonamiento. Separada de Gaza, cualquier enclave en Cisjordania
dejado a los palestinos carece de acceso al mundo exterior. Son contenidos por
dos potencias hostiles, Israel y Jordania, ambos aliados cercanos de Estados
Unidos. Y, pese a ilusiones en contrario, Estados Unidos está muy lejos de ser
un negociador honesto y neutral.
Además, Israel ha
estado ocupando sistemáticamente el valle del Jordán, expulsando a los
palestinos, fundando colonias, hundiendo pozos y procurando de otras formas que
la región –alrededor de un tercio de Cisjordania, gran parte tierra cultivable–
acabará integrada a Israel junto con las demás regiones arrebatadas.
Los demás cantones
palestinos quedarán totalmente aprisionados. La unificación con Gaza
interferiría con todos estos planes, que se remontan a los primeros días de la
ocupación y han tenido apoyo firme de los principales bloques políticos
israelíes.
Puede que Israel
sienta que su apropiación de territorio palestino en Cisjordania ha marchado
sin contratiempos hasta ahora, así que hay poco que temer de alguna forma
limitada de autonomía para los enclaves que les queden a los palestinos.
También hay cierta
verdad en la observación del primer ministro Benjamin Netanyahu: Muchos
elementos en la región entienden hoy día que, en la lucha en la que están
amenazados, Israel no es un enemigo, sino un socio. Es de suponerse que aludía
a Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos.
Sin embargo, el
destacado corresponsal diplomático israelí Akiva Eldar añade que “todos esos
‘elementos en la región’ también entienden que no hay acción diplomática
valerosa e integral en el horizonte sin un acuerdo sobre la instauración de un
Estado palestino con base en las fronteras de 1967 y una solución justa y
negociada al problema de los refugiados”.
Eso no está en la
agenda israelí, advierte, y de hecho entra en conflicto con el programa
electoral de 1999, de la gobernante coalición Likud, que nunca se ha rescindido
y que rechaza de plano la instauración de un Estado palestino al oeste del río
Jordán.
Algunos
comentaristas israelíes enterados, sobre todo el columnista Danny Rubinstein,
creen que Israel está decidido a dar marcha atrás y relajar su estrangulamiento
de Gaza.
Veremos.
El registro de estos
años pasados sugiere otra cosa, y los primeros signos no son auspiciosos. Al
terminar la operación Borde protector, Israel anunció su mayor
apoderamiento de tierra en Cisjordania en 30 años, casi 500 hectáreas.
Con frecuencia se
dice en todos lados que si el acuerdo de dos estados está muerto por efecto de
la apropiación de tierras palestinas por Israel, el resultado será un Estado
palestino al oeste del Jordán.
Algunos palestinos
reciben bien este resultado, previendo que pueden embarcarse en una lucha por
la igualdad de derechos modelada en la lucha antiapartheid en Sudáfrica.
Muchos comentaristas israelíes advierten que el resultante problema demográfico
de más nacimientos árabes que judíos y una disminución de la inmigración judía
socavaría su esperanza de un Estado democrático judío.
La alternativa
realista a un acuerdo de dos estados es que Israel continúe con los planes que
ha estado aplicando durante años: apoderarse de cuanto considere de valor en
Cisjordania, evitando concentraciones de población palestina y retirando a los
palestinos de las zonas que absorba. Con eso evitará el temido problema
demográfico.
Las zonas ocupadas
comprenden una Gran Jerusalén muy extendida, la zona del ilegal muro de
separación, los corredores que cortan las regiones al este y probablemente el
valle del Jordán.
Gaza continuará bajo
el duro sitio de siempre, separada de Cisjordania. Y los Altos del Golan de
Siria –al igual que Jerusalén, anexados en violación de las órdenes del Consejo
de Seguridad– se volverán con sigilo parte del Gran Israel. Entre tanto, los
palestinos de Cisjordania serán contenidos en cantones inviables, con acomodo
especial para las élites en el acostumbrado estilo neocolonial.
Durante un siglo, la
colonización sionista de Palestina ha avanzando primordialmente sobre el
principio pragmático de la silenciosa consumación de hechos en el terreno que
el mundo a la larga ha llegado a aceptar. Ha sido una política sumamente exitosa.
Hay todos los motivos para prever que persistirá mientras Estados Unidos aporté
el apoyo militar, económico, diplomático e ideológico necesario.
Para quienes les
interesan los derechos de los palestinos sometidos a la brutalidad, no puede
haber una prioridad más alta que trabajar por cambiar las políticas
estadunidenses, lo que de ningún modo es un sueño guajiro.
*
El libro más reciente de Noam Chomsky es Masters of Mankind: Essays and
Lectures, 1969-2013 (Maestros de la humanidad: ensayos y conferencias,
1969-2013). Chomsky es profesor emérito de lingüística y filosofía en el
Instituto Tecnológico de Massachusetts, en Cambridge, Mass.