Francisco
Beens
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Todos están de acuerdo
sobre la necesidad de una ‘educación sexual’. El problema está en el modo de
implementar esta educación: el contenido de los programas, los mismos
educadores, la patria potestad, etc. La mayoría de estos aspectos están basados
en principios filosóficos, religiosos o incluso políticos, que los interesados
están manejando y que son discutibles.
Nos limitaremos a
emitir algunas consideraciones éticas en torno al mismo proyecto de ley.
1.— Los defensores del
proyecto de ley están manejando la temática desde una antropología
reduccionista que encierra una visión deshumanizante de la sexualidad humana.
De hecho, la tendencia general del proyecto es dejar la educación sexual en
manos de ‘especialistas’ del sector médico-clínico: ‘sexo sano y seguro’.
Entre muchos
pseudocientíficos existe la tendencia de reducir al ser humano a sus
dimensiones biopsicosociales, donde no hay cabida para realidades y valores que
no son verificables con los instrumentos ‘científicos’. Valores como
responsabilidad, libertad, solidaridad, lealtad, amor, etc. no son verificables
ni por la biología, la fisiología, la psicología o la sociología. Además, estas
ciencias explican todo a base de condicionamientos ya sean de tipo biológico,
fisiológico, psicológico o sociológico.
La verdadera ciencia no
pone límites a las posibilidades del ser humano y no excluye a priori el
impacto que puede tener la dimensión espiritual en la conducta humana. Cuando
nos referimos aquí a lo espiritual no nos referimos a la religiosidad. La
dimensión espiritual es mucho más amplia que la religiosidad. Es precisamente
en esta dimensión donde se ubican los recursos que permiten al ser humano, ser
realmente ‘humano’. No es que la dimensión espiritual elimina o reprime la
dimensión biológica, psicológica y sociológica, sino que las humaniza y las da
su verdadero sentido humano. Además, la dimensión espiritual da la facultad al
ser humano de superar las limitaciones biopsicosociales.
2.— El énfasis en los
‘derechos humanos’ en detrimento de los ‘deberes humanos’ tiende a crear una
sociedad desequilibrada. Por eso mismo, dentro del campo de la educación sexual
se hace también énfasis en los ‘derechos’ de los menores de ‘gozar’ de su
sexualidad, pero con ‘seguridad’ (‘sexo seguro’). En ningún momento habla de
los deberes. La única condición que se recomienda en el Proyecto es el uso de
los preservativos. Según este concepto la promiscuidad está permitida, siempre
y cuando se utilice un condón. Eso es lo que se llama ‘sexo sano y seguro’.
Cuando se trata de
menores de edad, el asumir responsabilidades y cumplir con los deberes compete
ante todo a los padres de familia. Es lo que conocemos por ‘Patria Potestad’.
Se debe recalcar no solo el derecho, sino también el deber de los padres de
familia a asumir su responsabilidad de ser los primeros educadores de sus
hijos. Es parte de la ‘paternidad responsable’. Es una responsabilidad
intransferible; a menos que los padres de familia no estén en condiciones de
ejercer sus derechos y deberes.
3.— Justifican la
‘educación sexual y reproductiva’ desde la negatividad o más bien desde
situaciones disfuncionales: para combatir las infecciones de transmisión sexual,
el VIH/Sida y el embarazo precoz. Según este proyecto, tanto el MEDUCA como el
MINSA deben convertirse en un cuerpo de bomberos, para apagar el fuego.
4.— Dentro la propuesta
existe también la tendencia de pasar silenciosamente por encima de la vertiente
‘formativa’, de la educación. Ésta queda prácticamente reducida a la
‘información’. Limitar la educación a una mera información tiende fácilmente a
una imposición de un solo punto de vista, el del programa o del educador, o a
una ‘permisividad acrítica’: La buena información debe formar parte de la
educación para evitar conceptos erróneos, pero no debe limitarse a eso.
5.— La educación es ante todo ‘humanización’;
es integrar y fortalecer cuerpo, mente y espíritu con sentido de libertad y
responsabilidad. Es importante considerar la sexualidad humana, no como algo
negativo, sino como un valor positivo y una potencialidad muy rica, pero que
requiere ser humanizada. Dentro del proceso del desarrollo humano integral, la
humanización de la sexualidad debe ocupar el espacio que le corresponde.
Tareas
pendientes
La
educación sexual debe ser considerada dentro de un contexto más amplio que es el
problema del desarrollo humano en Panamá. Quizás podemos seguir creciendo en
desarrollo económico, pero en desarrollo humano estamos hundiéndonos cada vez
más y más.
Es necesario crear y
promover una cultura ética como
condición indispensable para asegurar el auténtico desarrollo humano y
contrarrestar la cultura de violencia, corrupción y el consumismo irracional
que están acabando con nuestras familias y la misma sociedad.
Es
urgente prestar la atención a la consolidación de la familia como un valor
insustituible para que pueda asumir su responsabilidad. Ninguna institución
puede reemplazar la familia.
Por esta razón es
urgente ‘restaurar’ el objetivo principal del Ministerio de la Familia. El
MIDES es actualmente un ministerio de beneficencia.
El punto más delicado
es probablemente el contenido del
programa de educación sexual. Quizá MEDUCA puede elaborar un programa para
la educación oficial. Sin embargo, los centros del sector privado deben tener
la libertad de elaborar su propio programa, según su propia orientación
filosófica y con sus propios educadores. Esta educación no debe darse como una
materia más. Debe desarrollarse con otra metodología y adaptada según los
niveles y edades de los estudiantes. La programación no debe seguir un esquema
ni un horario tradicional. Puede darse en forma de seminarios donde tratan
diferentes temas sobre la convivencia humana, la familia, el matrimonio, el
análisis crítico de los mensajes de los medios de comunicación social, etc.
Consideramos que es
urgente que se integren equipos de educadores debidamente preparados y que
estén libremente dispuestos a prestar sus servicios en este campo.
PROFESOR