Ángel Guerra Cabrera
www.jornada.unam.mx/020415
En el discurso
inaugural de su segundo mandato el presidente Barack Obama afirmó: una
década de guerra se está terminando ahora. Sin embargo, el Nobel de la Paz ha
realizado operaciones militares contra Libia, de nuevo en Irak (donde
supuestamente había culminado la guerra) y en Siria, además de ampliar la
invasión en Afganistán. Pakistán, Somalia y Yemen han sido escenario de
incesantes ataques con drones ordenados personalmente por el inquilino
de la Casa Blanca, que han ocasionado miles de muertos y heridos, la mayoría
civiles, incluyendo muchos niños, según la Oficina de Periodismo de
Investigación con sede en Londres.
Hace unos días, sin
pedir permiso al Congreso ni apenas informar a la opinión pública, Obama
decidió apoyar con logística e inteligencia la agresión al empobrecido Yemen de
10 países árabes y musulmanes encabezados por su adinerado vecino Arabia
Saudita. Entre ellos, Egipto y Pakistán, que cuentan con poderosas fuerzas
armadas. La coalición actúa bajo bandera de la Liga Árabe, que en cambio se ha
desentendido de la liberación de Palestina.
Los drones de
Estados Unidos proveen de videos para que los sauditas seleccionen los blancos
de su aviación. Al parecer, es guiándose por esos videos que se han producido
las masacres de civiles desde que la coalición inició los ataques aéreos. El
jefe saudita de la operación ha dicho que una invasión terrestre seguirá a los
bombardeos.
La agresión a Yemen
se ha querido presentar como una acción para proteger de la supuesta
intervención de Irán al pueblo yemenita, un pretexto como las armas de
destrucción masiva en Irak. Es ilegal atacar a cualquier país salvo que lo
decida el Consejo de Seguridad de la ONU, de modo que jurídicamente no cabe esa
justificación.
El hecho de que los
yemenitas zaidíes pertenezcan a una rama chiíta del islam, por cierto
heterodoxa y la más cercana al sunismo, no significa, ni mucho menos, que sean
marionetas de Teherán, aunque éste condene la agresión de su enemigo saudita y
mantenga buenas relaciones con ellos. Los zaidíes, ahora llamados también
hutíes, deben este nombre al apellido de Hussein Badr al-Din al-Houthi, líder
religioso muerto en combate cuando encabezó la rebelión armada de su pueblo contra
el gobierno de Saná en 2004.
También al hecho de
que los tres hermanos de aquel forman parte del liderazgo actual de la
insurgencia. Los zaidíes, que constituyen la tercera parte de la población de
Yemen pedían autonomía política para la gobernación de Sa’dah, donde residen
mayoritariamente, así como respeto a sus creencias religiosas y cultura
ancestrales. Este pueblo gobernó Yemen del Norte durante casi mil años hasta
1962.
En febrero
de 2010, durante la primavera árabe, el gobierno y los
rebeldes hutíes acordaron un cese del fuego. En 2011, los hutíes
se unieron a las protestas contra el posteriormente depuesto presidente
Saleh y expandieron su control territorial en Sa’dah y la provincia
vecina de Amran.
Posteriormente,
participaron en la Conferencia para el Diálogo Nacional, celebrada desde
marzo de 2013 hasta enero de 2014. El presidente Hadi, sucesor de Saleh,
anunció un plan para febrero de 2014, de convertir a Yemen en una federación de
seis regiones, que los hutíes rechazaron categóricamente, por lo que retomaron
la lucha armada contra el gobierno apoyado por Arabia Saudita.
Guerrilleros
fogueados, los montañeses hutíes llevaron a cabo una campaña relámpago apoyados
por unidades de las fuerzas armadas leales al ex presidente Saleh que los llevó
a tomar Saná, la capital; Taíz, tercera ciudad del país, y luego la segunda y
estratégica Adén que domina el golfo de igual nombre, de donde pusieron en fuga
a Hadi, que intentaba hacerse fuerte allí.
Más que una disputa
religiosa de la fanática versión del islam predominante en Riad contra los
zaidíes, la enorme coalición creada por el ultrarreaccionario reino saudita
contra la insurgencia hutí expresa su enorme temor por un movimiento popular
armado que ha sido capaz de imponerse militarmente en un extenso territorio que
la Casa de Saud siempre han intentado dominar.
También teme la
presencia en el sur de Yemen de Al Quaeda y el Estado Islámico, ahora enemigo,
pero de cuyo surgimiento son Washington y Riad los máximos responsables.
Quien controle Yemen, controla el estrecho de Bab Mandeb que comunica el
Canal de Suez y el mar Rojo con el golfo de Adén, por donde pasan más de 3
millones de barriles de petróleo al día.