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Primera conclusión: el bloque de 33 países que componen la Celac
–Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños– quedó fortalecido tras la
reunión de Panamá. Una imagen puede dar cuenta de esto: tras escuchar a Raúl
Castro, y antes de que hablaran Cristina Fernández de Kirchner y Nicolás
Maduro, Obama se retiró de la plenaria de Jefes de Estado, en una actitud muy
cuestionable.
Esta imagen, que algunos analistas conservadores buscaron hacer pasar
como una derrota de los países de la Unasur, supone más bien lo contrario:
EE.UU. no puede dirigir un espacio que creó con ese fin, allá por 1994, lo que
queda graficado con claridad en la salida de Obama del recinto. Así, el país
que en décadas previas fue "amo y señor” de este tipo de encuentros, ni
siquiera escuchó los discursos de buena parte de los presidentes de la región,
en una actitud arrogante pero también defensiva.
Segunda conclusión: si alguien esperaba un discurso "light” de Castro en Panamá, producto del restablecimiento de relaciones diplomáticas con Washington, se equivocó. El cubano fue contundente en su explicación sobre la política de Washington de cara a la isla, a nivel histórico, más allá de los recortes malintencionados que luego intentaron diversos medios hegemónicos de la región. Recordó que en la guerra de la independencia los EE.UU. "entraron como aliados, y se apoderaron del país como ocupantes”.
Luego manifestó que las penurias que produjo el bloqueo provocaron un
mayor apoyo al modelo político, económico y social vigente en la isla desde
1959. Así, dijo que "el 77 por ciento de los cubanos nació bajo el bloqueo.
Pero el hostigamiento trajo más revolución”. Por último, dio cuenta de la
derrota del ALCA, la propuesta de libre comercio cuyo de-sarrollo se pergeñó
precisamente en la Cumbre de las Américas, al afirmar que "el ALCA
naufragó en 2005 en Mar del Plata bajo el liderazgo de Chávez, Kirchner y
Lula”.
Tercera conclusión: la crítica a la orden ejecutiva proclamada por
Obama, considerando a Venezuela una amenaza para Washington, se apoderó de
buena parte de las intervenciones. Es decir: trastrocó una reunión cuyo punto
esencial iba a ser la foto Obama-Castro. Cristina Fernández de Kirchner fue
contundente: "Lo primero que hice fue reírme. ¿Una amenaza? Es
inverosímil”, dijo primero, para después afirmar que "es una pena que esta
cumbre se vea ensombrecida por esa decisión. Ese decreto debe ser dejado de
lado”.
Luego fue el propio Nicolás Maduro, quien llevó 11 millones de firmas al
encuentro, el que sentenció que "este decreto se mete en la vida interna
de Venezuela”. Tras ello, Maduro clarificó que busca una resolución diplomática
del tema, al decir: "Le tiendo la mano, presidente Obama, para que
resolvamos el tema sin intervención en asuntos internos”.
Cuarta conclusión: la ausencia de una declaración final marca el descontento de EE.UU. y
Canadá con los ejes centrales de la reunión, algo similar a lo que sucedió en
Cartagena de Indias, Colombia, durante 2012. Si bien Obama logró la foto que
quería junto a Raúl Castro, y aprovechó los días previos para reunirse con los
países del Caribe nucleados en Caricom –en vías a intentar debilitar la
hegemonía venezolana en la zona a través de Petrocaribe–, podemos decir que el
hecho de que no exista un documento final marca las divergencias entre el
bloque Celac y los países de América del Norte, que se opusieron a posicionarse
sobre el decreto ejecutivo contra Venezuela.
Dos cumbres consecutivas sin posicionamiento conjunto demuestran los
límites de una instancia tan abarcadora, con países muy divergentes en términos
de orientación política y económica.
Diversos interrogantes quedan planteados luego del cónclave panameño,
rumbo a la reunión de Perú 2018: ¿hasta qué punto la Cumbre de las Américas
marcará el pulso de las discusiones regionales, visto y considerando que el
bloque Celac ya arriba a dichas reuniones con consensos previos?; ¿de qué forma
cambiará el escenario regional, plagado en la actualidad de un conjunto de
gobiernos posneoliberales, de cara a la próxima Cumbre de las Américas?; ¿podrá
EE.UU. lograr una mayor afinidad con los países del Caribe, a través de
Caricom?
Como sea, aun luego de cambiar una política de histórica hostilidad con
Cuba, el escenario regional sigue siendo muy complejo para EE.UU. Al fin y al
cabo, tras la aparición de nuevas herramientas integracionistas –como Unasur,
Celac y ALBA/Petrocaribe– la Cumbre de las Américas sigue siendo heredera de
una etapa previa de la región: aquella del "Consenso de Washington”,
derrotado precisamente diez años atrás en Mar del Plata. De modificar (o no)
ese formato depende buena parte de la supervivencia de esta instancia, que
parece haber quedado atrapada en un cambio de época de América latina.