Fátima Subeh
BEIRUT. - Sin parar de llorar, lo único que salía de su boca eran
balbuceos. Las pocas veces que intentaba hablar de lo que había sufrido, el
anciano, testigo directo del horror, no conseguía darle coherencia a sus
palabras. En 1920, Diarbaker Pakradouni tenía apenas ocho años. Junto a su
madre y sus hermanas dejó atrás Armenia y empezó una nueva vida en Líbano. Su
padre había sido asesinado durante el inicio del genocidio que hoy, pasado un
siglo, la comunidad internacional se resiste a reconocer.
Ashod Pakradouni, nieto de Diarbaker, un joven libanés armenio de 25
años, habla de su abuelo con admiración. "Jamás podré olvidar, ni mostrar
respeto hacia alguien que no reconozca lo que sucedió. Sería como si negaran mi
existencia y la de mi familia, es una cuestión de identidad. Soy una
consecuencia directa del genocidio", sentencia.
Ashon participa en todo tipo de actos reivindicativos a favor del reconocimiento. Su padre es diputado del partido armenio libanés Tashnag. Su lucha le ha causado ya algunos problemas. Hace pocos años el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, fue recibido en Beirut por dirigentes políticos libaneses. "Colocaron una pancarta en la plaza de los mártires del centro de la ciudad en el que se podía leer 'Bienvenido Erdogan'. Fuimos a quitarla y la policía intervino. Acabamos a golpes", cuenta.
Los armenios formaban parte de una de las minorías religiosas
(cristiana) dentro del Imperio Otomano musulmán. Eran considerados ciudadanos
de segunda, tenían menos derechos en las cortes islámicas y pagaban más
impuestos que el resto de la población. La pugna entre Rusia y Alemania durante
la Primera Guerra Mundial, y el apoyo de parte de la comunidad armenia hacia
los rusos, despertó un remolino de odio y desconfianza entre el imperio y sus
dirigentes.
Aún así, no fue hasta el 24 de abril de 1915 cuando los Jóvenes Turcos,
el entonces partido gobernante, dio el primer paso hacia el exterminio. Ese
día, 235 miembros de la comunidad armenia de Estambul, miembros de la élite
cultural armenia, entre los que había filósofos y grandes pensadores, fueron
arrestados y asesinados.
A partir de entonces una nueva ley obligaría a todos los ciudadanos de origen armenio a ser deportados a la fuerza en largas caminatas a través del desierto de Deir iz zor.(Siria). En su mayoría, mujeres niños y ancianos. Sin provisiones y vigilados por fuerzas militares turcas, fueron muriendo en masa, asfixiados por el calor, o derrotados por el cansancio, el hambre y la sed. Entre 1915 y 1923 murieron entre un millón y medio y dos millones de armenios.
Cartel
con el año de inicio del genocidio y el número de muertos.
Turquía y la política de negación
Historiadores de diferentes nacionalidades, que han analizado a fondo la cuestión armenia, han llegado a la misma conclusión. Consideran que lo que ocurrió no fue una consecuencia más de la Gran Guerra, como alega el gobierno turco, sino un plan de exterminio estudiado, con motivos racistas, y con el único objetivo de destruir al pueblo armenio.
Historiadores de diferentes nacionalidades, que han analizado a fondo la cuestión armenia, han llegado a la misma conclusión. Consideran que lo que ocurrió no fue una consecuencia más de la Gran Guerra, como alega el gobierno turco, sino un plan de exterminio estudiado, con motivos racistas, y con el único objetivo de destruir al pueblo armenio.
De hecho, en los últimos años periodistas turcos han sido arrestados por atreverse a nombrar en público la palabra maldita. Hace apenas una semana el papa Francisco enfurecía a las élites turcas con sus declaraciones a favor del reconocimiento.
Este viernes, Armenia acoge a dirigentes políticos de todo el mundo en
un gran acto conmemorativo por los cien años del genocidio. Al mismo tiempo, el
Gobierno de Erdogan ha invitado a representantes de todos los países a Ankara
para celebrar el centenario de la batalla de Galípoli (bombardeo de buques
ingleses y franceses sin éxito contra los fuertes otomanos). Un gesto considerado
por muchos como una clara provocación y como una prueba más de la política de
negación que los dirigentes turcos han adoptado siempre.
"Turquía y sus aliados nunca van a reconocer lo que pasó porque la aceptación traería consecuencias. Se tendría que indemnizar al pueblo armenio económicamente y se abriría el debate de si debería devolver las tierras que arrebató a los armenios o no", opina Lilit Alvayan. Esta joven estudiante, criada en España en un pueblo de la sierra madrileña, es bisnieta de una de las supervivientes, Mari, una armenia de Bitlis, un pueblo al este de la actual Turquía, que escapó con apenas seis años en un barco rumbo a Francia. Lilit cuenta que su bisabuela fue adoptada por la directora del orfanato donde acabó, ya en territorio francés. Antes había perdido a toda su familia en el genocidio.
Huir del horror por segunda vez
Líbano, en el centro de Oriente Próximo, se ha convertido en el anfitrión forzado de refugiados de diferentes nacionalidades. Iraquíes que escaparon de la invasión de EEUU en 2003 o palestinos que dejaron atrás sus casas tras la ocupación de Israel , viven en campos de refugiados en los suburbios de Beirut. Ahora la historia se repite con los sirios obligados a huir de la guerra, como Akim de 17 años, de origen armenio. Sus familiares sobrevivieron al genocidio y emigraron a Alepo. Ahora, él mismo ha tenido que vivir el horror en sus propias carnes. Su familia no es la única que ha sufrido el exilio por segunda vez.
Residen en Bourj Hammoud, un barrio de la capital libanesa donde viven
la mayoría de los descendientes de los refugiados armenios. La cultura armenia
se ha conservado en todos sus rincones. Banderas con los colores rojo, naranja
y azul cuelgan de las paredes. El armen se escucha entre sus ciudadanos mucho
más que el propio árabe, el idioma oficial de Líbano. Durante todo el mes de
abril Bourj Hammodd ha estado preparándose para el centenario de este
viernes.
Maria Dosseman es una joven armenia nacida en Líbano hace 27 años.
Trabaja como diseñadora gráfica. Ella se siente libanesa, aunque no olvida sus
orígenes. "El sectarismo y el popurrí de culturas que forman Líbano te
ayudan a comprender otras formas de vida", dice. Ha viajado a Ereván, la
capital de Armenia, para celebrar la conmemoración. Ella, que defiende que a
pesar de las disputas no quiere tener como enemigo "ni a Israel ni a
Turquía", opina que es necesario mirar hacia adelante. "No podemos
anclarnos en el pasado, tenemos que seguir y dejar atrás el odio. Quiero pasar
página", concluye.