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"La semilla del
diablo", así fue como el popular presentador del canal estadounidense HBO
Bill Maher bautizó, en uno de sus programas y en referencia al debate sobre
los Organismos Genéticamente Modificados, a la multinacional Monsanto. ¿Por
qué? ¿Se trata de una afirmación exagerada? ¿Qué esconde esta gran empresa de
la industria de las semillas? El domingo pasado, precisamente, se celebró la
jornada global de lucha contra Monsanto. Miles de personas en todo el planeta
se manifestaron contra las políticas de la compañía.
Monsanto es una de las empresas más grandes del mundo y la número uno en semillas transgénicas,
el 90% de los cultivos modificados genéticamente en el mundo cuentan con sus
rasgos biotecnológicos. Un poder total y absoluto. Asimismo, Monsanto está a la
cabeza de la comercialización de semillas, y controla el 26% del mercado. A más distancia, la sigue
DuPont-Pioneer, con un 18%, y Syngenta, con un 9%.
Solo estas tres
empresas dominan más de la mitad, el 53%, de las semillas que se compran y
venden a escala mundial. Las diez grandes, controlan el 75% del mercado, según
datos del Grupo ETC. Lo que les da un poder enorme a la hora de
imponer qué se cultiva y, en consecuencia, qué se come. Una concentración
empresarial que ha ido en aumento en los últimos años y que erosiona la
seguridad alimentaria.
La avaricia de estas
empresas no tiene límites y su objetivo es acabar con variedades de semillas
locales y antiguas, aún hoy con un peso muy significativo especialmente en las
comunidades rurales de los países del Sur. Unas semillas autóctonas que
representan una competencia para las híbridas y transgénicas de las
multinacionales, las cuales privatizan la vida, impiden al campesinado obtener
sus propias simientes, los convierten en "esclavos" de las compañías
privadas, a parte de su negativo impacto medioambiental, con la contaminación
de otros cultivos, y en la salud de las personas.
Monsanto no ha
escatimado recursos para acabar con las semillas campesinas: demandas legales
contra agricultores que intentan conservarlas, patentes monopólicas, desarrollo
de tecnología de esterilización genética de simientes, etc. Se trata de
controlar la esencia de los alimentos, y aumentar así su cuota de negocio.
La introducción en
los países del Sur, en particular en aquellos con vastas comunidades campesinas
capaces todavía de proveerse de semillas propias, es una prioridad para estas
compañías. De este modo, las multinacionales semilleras han intensificado las
adquisiciones y alianzas con empresas del sector principalmente en África e
India, han apostado por cultivos destinados a los mercados del Sur Global y han
promovido políticas para desalentar la reserva de simientes.
Monsanto, como
reconoce su principal rival DuPont-Pioneer, es el "guardián único"
del mercado de semillas, controlando, por ejemplo, el 98% de la
comercialización de soja transgénica tolerante a herbicida y el 79% del maíz,
como recoge el informe. ¿Quién controla los insumos agrícolas? Lo que le da
suficiente poder como para determinar el precio de las simientes con
independencia de sus competidores.
De las simientes a
los agrotóxicos
Sin embargo,
Monsanto no tiene suficiente con controlar las semillas sino que, para cerrar
el círculo, busca dominar también aquello que se aplica a su cultivo: los
agrotóxicos. Monsanto es la quinta empresa agroquímica mundial y controla el 7%
del mercado de insecticidas, herbicidas, fungidas, etc., por detrás de otras
empresas, líderes a la vez en el mercado de las simientes, como Syngenta que
domina el 23% del negocio de los agrotóxicos, Bayer el 17%, BASF el 12% y Dow
Agrosciences casi el 10%.
Cinco empresas
controlan así el 69% de los pesticidas químicos de síntesis que se aplican a
los cultivos a escala mundial. Los mismos que venden al campesinado las
semillas híbridas y transgénicas son los que les suministran los pesticidas a
aplicar. Negocio redondo.
El impacto
medioambiental y en la salud de las personas es dramático. A pesar de que las
empresas del sector señalan el carácter "amigable" de estos productos
con la naturaleza, la realidad es justo todo lo contrario. Hoy, tras años de
suministro del herbicida de Monsanto, Roundup Ready, a base de glifosato, que
ya en 1976 fue el herbicida más vendido del mundo, según datos de la misma compañía, y que se aplica a las semillas
de Monsanto modificadas genéticamente para tolerar dicho herbicida mientras que
éste acaba con la maleza, varias son las hierbas que han desarrollado
resistencias. Solo en Estados Unidos, se estima que han aparecido unas 130
malezas resistentes a herbicidas en 4,45 millones de hectáreas de cultivos,
según datos del Grupo ETC. Lo que ha llevado a un aumento del uso de
agrotóxicos, con aplicaciones más frecuentes y dosis más elevadas, para
combatirlas, con la consiguiente contaminación ambiental del entorno.
Las denuncias de
campesinos y comunidades afectadas por el uso sistemático de pesticidas
químicos de síntesis es una constante. En Francia, el Parkinson es incluso
considerado una enfermedad laboral agrícola causada por el uso de agrotóxicos,
después que el campesino Paul François ganará la batalla judicial contra Monsanto,
en el Tribunal de Gran Instancia de Lyon en 2012, y consiguiera demostrar que
su herbicida Lasso era responsable de haberlo intoxicado y dejado inválido. Una
sentencia histórica, que permitió sentar jurisprudencia.
El caso de las Madres de Ituzaingó, un barrio de las afueras de la
ciudad argentina de Córdoba, rodeado de campos de soja, en lucha contra las
fumigaciones es otro ejemplo. Tras diez años de denuncia, y después de ver como
el número de enfermos de cáncer y niños con malformaciones en el barrio no
hacía sino aumentar, de cinco mil habitantes doscientos tenían cáncer,
consiguieron demostrar el vínculo entre dichas enfermedades y los agroquímicos
aplicados en las plantaciones sojeras de sus alrededores (endosulfán de DuPont
y glifosato de Roundup Ready de Monsanto). La Justicia prohibió, gracias a su
movilización, fumigar con agrotóxicos cerca de zonas urbanas. Estos son tan
solo dos casos de los muchos que podemos encontrar en todo el planeta.
Ahora, los países del Sur son el nuevo objetivo de
las empresas de agroquímicos. Mientras que las ventas globales de
pesticidas descendieron en los años 2009 y 2010, su uso en los países de la
periferia aumentó. En Bangladesh,
por ejemplo, la aplicación de pesticidas creció un 328% en la década del 2000,
con el consiguiente impacto en la salud de los campesinos. Entre 2004 y 2009,
África y Medio Oriente tuvieron el mayor consumo de pesticidas. Y en América
Central y del Sur se espera un aumento del consumo en los próximos años. En
China, la producción de agroquímicos alcanzó en 2009 dos millones de toneladas,
más del doble que en 2005, según recoge el informe. ¿Quién controlará la economía verde? Business as usual.
Una historia de
terror
Pero, ¿de dónde
surge dicha empresa? Monsanto fue fundada en 1901 por el químico John Francis
Queeny, proveniente de la industria farmacéutica. Su historia es la historia de
la sacarina y el aspartamo, del PBC, del agente de naranja, de los
transgénicos. Todos fabricados, a lo largo de los años, por dicha empresa. Una
historia de terror.
Monsanto se
constituyó como una empresa química y, en sus orígenes, su producto estrella
era la sacarina, que distribuía para la industria alimentaria y, en particular,
para Coca-Cola, del que fue uno de sus principales proveedores. Con los años,
expandió su negocio a la química industrial, convirtiéndose, en la década de
los 20, en uno de los mayores fabricantes de ácido sulfúrico.
En 1935, absorbió a
la empresa que comercializaba policloruro de bifenilo (PCB), utilizado en los
transformadores de la industria eléctrica. En los 40, Monsanto centró su
producción en los plásticos y las fibras sintéticas, y, en 1944, comenzó a
producir químicos agrícolas como el pesticida DDT.
En los 60, junto con
otras empresas del sector como Dow Chemical, fue contratada por el gobierno de
Estados Unidos para producir el herbicida agente naranja, que fue utilizado en
la guerra de Vietnam. En este período, se fusionó, también, con la empresa
Searla, descubridora del edulcorante no calórico aspartamo. Monsanto fue
productora, asimismo, de la hormona sintética de crecimiento bovino
somatotropina bovina. En la década de los 80 y 90, Monsanto apostó por la
industria agroquímica y transgénica, hasta llegar a convertirse en la número
uno indiscutible de las semillas modificadas genéticamente.
Actualmente, muchos de los productos made by Monsanto
han sido prohibidos, como los PCB, el agente naranja o el DDT, acusados de
provocar graves daños en la salud humana y el medio ambiente. Solo el agente
naranja en la guerra de Vietnam fue responsable de decenas de miles de muertos
y mutilados, así como de pequeños nacidos con malformaciones. La somatotropina
bovina también está vetada en Canadá, la Unión Europea, Japón, Australia y
Nueva Zelanda, a pesar de que se permite en los Estados Unidos. Lo mismo ocurre
con el cultivo de transgénicos, omnipresente en Norte América, pero prohibido
su cultivo en la mayoría de países europeos, a excepción, por ejemplo, del
Estado español.
Monsanto, asimismo,
se mueve como pez en el agua en las bambalinas del poder. Wikileaks lo dejó
claro cuando filtró más de 900 mensajes que mostraban cómo la administración de
Estados Unidos había gastado cuantiosos recursos públicos para promocionar a
Monsanto y a los transgénicos en muchísimos países, a través de sus embajadas,
su Departamento de Agricultura y su agencia de desarrollo USAID.
La estrategia
consistía y consiste en conferencias "técnicas" desinformando a
periodistas, funcionarios y creadores de opinión, presiones bilaterales para
adoptar legislaciones favorables y abrir mercado a las empresas del sector,
etc. El gobierno español es en Europa el principal aliado de EEUU en dicha
materia.
Plantar cara
Ante tanto
despropósito, muchos no callan y plantan cara. Miles son las resistencias contra Monsanto en todo el
mundo. El 25 de mayo ha sido declarado jornada de acción global contra dicha
compañía y centenares de manifestaciones y acciones de protesta se llevan a
cabo ese día alrededor del globo. En 2013 se realizó la primera convocatoria, miles de personas salieron a la
calle en varias ciudades de 52 países distintos, desde Hungría hasta Chile
pasando por Holanda, Estado español, Bélgica, Francia, Sudáfrica, Estados
Unidos, entre otros, para mostrar el profundo rechazo a las políticas de la
multinacional. El domingo pasado, día 25, la segunda convocatoria, menos
concurrida, se llevó a cabo con acciones en 49 países.
América Latina es,
en estos momentos, uno de los principales frentes de lucha contra la compañía.
En Chile, la movilización logró, en marzo del 2014, la retirada de la conocida
como Ley Monsanto que pretendía facilitar la privatización de las semillas
locales y dejarlas a manos de la industria. Otra gran victoria fue en Colombia,
un año antes, cuando el masivo paro agrario, en agosto del 2013, logró la
suspensión de la Resolución 970, que obligaba a los campesinos a usar
exclusivamente semillas privadas, compradas a las empresas del agronegocio, y
les impedía guardar las suyas propias.
En Argentina, los
movimientos sociales están, asimismo, en pie contra otra Ley Monsanto, que
pretende aprobarse en el país y subordinar la política nacional de semillas a
las exigencias de las empresas transnacionales. Más de cien mil argentinos han
firmado ya contra dicha ley en el marco de la campaña No a la Privatización de
las Semillas.
En Europa, Monsanto
quiere ahora aprovechar la grieta que abren las negociaciones del Tratado de
Libre Comercio Unión Europea-Estados Unidos (TTIP) para presionar en función de
sus intereses particulares y poder legislar por encima de la voluntad de los
países miembros, muchos contrarios a la industria transgénica. Las resistencias
en Europa contra el TTIP, esperemos, no se hagan esperar.
Monsanto es la
semilla del diablo, sin lugar a dudas.
*Artículo
en Público.es, 29/05/2014.