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En el mundo mueren
por año casi 7 personas cada 100 mil habitantes víctimas de homicidios
intencionales. Centroamérica encabeza el
ranking con 41 muertes anuales cada 100 mil personas. El continente
americano ubica a 9 países entre las 15 naciones de mayor violencia. De las 50 ciudades más violentas, 41 se
ubican en América Latina. La principal causa de homicidios en la región es
el delito organizado, principalmente los crímenes vinculados al tráfico de
drogas.
Hijos huérfanos,
padres sin hijos, amigos consolando a los familiares de víctimas y familias sin
consuelo. Latinoamérica se desangra con sociedades que no son capaces de
ponerle freno a la violencia y Estados incapaces de contener la ola de
homicidios, definidos como aquellas muertes ilícitas intencionalmente
infligidas por una persona a otra.
Según una
investigación de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito
(ONUDD), en el año 2010 se registraron 466.078 homicidios intencionales en todo
el mundo, equivalente a una tasa global de 6,9 personas asesinadas. El
continente americano está bien arriba en ese registro, pues con 144.648
homicidios, llegó a una tasa de 15,4 muertes cada 100 mil personas. Por
regiones, Centroamérica encabeza el
ranking mundial con 41 muertes cada 100 mil habitantes, mientras que
América del Sur promedia 20, Caribe 16,9 y Norteamérica 10,2.
Nueve de los quince
países más violentos se encuentran en el continente americano: quien encabeza el ranking es Honduras, con
91,6 homicidios cada 100 mil personas. La siguen Venezuela (3°) con 53,7
muertes; Jamaica (4°), 41,2; Virgin Islands (5°), 39,2; El Salvador (6°) 39,1;
Belice (7°) 39,0; Guatemala (8°), 38,5; Saint Kitts and Nevis (9°), 38,2 y
Bahamas (11°) con 36,6.
La
seguridad humana
Si consideramos las
muertes por homicidio registradas en cada país en 2010, el sangriento podio lo
integran en primer lugar Brasil con 42.785 crímenes y en el tercer sitio se
ubica México con 27.199 casos, ubicándose en el segundo lugar India, donde se
registraron 40.752 muertes. Al ser países superpoblados, la tasa de homicidios
cada 100 mil habitantes se difuma y los quita de los primeros lugares del
ranking, pero en hechos concretos, aportan entre las tres naciones casi el 25%
de los homicidios que se registran en el planeta.
La plena vigencia de
todos los derechos humanos reconocidos internacionalmente configuran la matriz
de lo que, en un Estado de Derecho, debe ser el enfoque primordial de la
seguridad: la seguridad humana. Este enfoque, que ya cuenta con un par de
décadas de desarrollo promovidos por las Naciones Unidas (más precisamente por
el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo – PNUD), sigue siendo la
mejor guía a la hora de diseñar políticas preventivas de la violencia y una de
las maneras claves (como lo demuestra el caso de Medellín) de ofrecer
oportunidades reales de formación, de atención básica y de empleo dignos para
miles de jóvenes que, si carecen de ellas, terminan siendo caldo de cultivo
para las crecientes redes mafiosas que socavan la gobernabilidad democrática –y
que, a su manera, compiten con la provisión de bienes y servicios desde la
ilegalidad.
Seguridad humana centrada
en las personas, que no desdeña políticas punitivas que cuenten con el respaldo
de un sistema judicial que garantiza el respeto de los derechos humanos para
víctimas y victimarios. Solamente apelar a políticas represivas como mecanismo
estatal para frenar los niveles de violencia reducirá drásticamente las chances
de resolver el fondo del problema; y, además, seguirá alimentando una cultura
política favorable a lógicas de castigo sin institucionalidad democrática.
América Latina, y en particular sus ciudades, tienen numerosas marcas dolorosas
de lo que significa profundizar ese camino, y el sensible tema de la seguridad
es una de las herramientas claves para superarlas.
La ciudad como bien público
En cuanto al ranking
de las ciudades más violentas, considerando la cantidad de homicidios en
relación a la cantidad de habitantes, lo encabezó
San Pedro Sula (Honduras) con 187 homicidios cada 100 mil habitantes,
Caracas (Venezuela) con 134, y Acapulco (México) con 112. Si tomamos la
variable de cantidad de muertes anuales, es Caracas quien ocupa ese sitial con
4.364 homicidios al año, seguida de dos ciudades brasileñas, Fortaleza con
2.754 y Salvador 2.234. De las 50 ciudades más violentas del mundo, 46 se
ubican en el continente americano y dentro de ese total, 41 son ciudades
latinoamericanas. Quien encabeza el ranking de ciudades por país es Brasil con
16 dentro de las 50 urbes más violentas, seguido de México con 9, Colombia con
6 y Venezuela con 5.
La ciudad como bien
público supone una ciudad democrática, gobernada para el bien común y no en
beneficio de sectores. En este sentido es necesario profundizar los procesos
iniciados por ciudadanos que vienen transformando la manera como se construye y
gestiona la ciudad en Latinoamérica, apoyando la construcción de arquitecturas
democráticas innovadoras que permitan que nuestras instituciones y prácticas
democráticas sean más sustantivas. Así, se busca potenciar los actuales
procesos de empoderamiento ciudadano, que van de la mano de mejores
herramientas para el control ciudadano sobre la gestión pública, para la
participación ciudadana en la construcción de la ciudad y para el incremento de
información de calidad para la incidencia.
Las arquitecturas
sociales hoy abarcan todas las agendas, incluidas la seguridad. Por ejemplo, la
entidad social La Alameda, en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, organiza a
los vecinos de los diferentes barrios para elaborar “el mapa del delito”, un
relevamiento que indica los lugares donde se venden drogas, donde hay trabajo
esclavo, prostitución con explotación de personas, venta de armas, zonas
liberadas por la policía y todo tipo de ilícitos. Esta información,
geo-referenciada y debidamente editada, se entrega a las autoridades de la zona
y a los medios de comunicación para que la difundan. A partir de allí, los
propios vecinos comienzan a dar seguimiento a la actuación policial en los
mismos focos del delito organizado.