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Como hemos
aprendido de las novelas policiales, tras la aparición del muerto, hay que
preguntarse ¿A quién beneficia? La
misma pregunta habría que hacerse tras fallido golpe de estado en Turquía del
último viernes 15. La respuesta a apenas 48 horas es clara, el mayor beneficiado ha sido el presidente
Recep Tayyip Erdogan, que ha salido infinitamente fortalecido en el frente
interno y en la consideración internacional.
Quien siga
los movimientos que ha realizado Erdogan, en estos últimos tiempos, pocas dudas
podrá tener acerca de que se dirigen a conseguir la suma del poder público;
desembarazarse de los anclajes democráticos y convertirse, como lo que
claramente viene evidenciando, en el sultán de una nueva Turquía. Para ello no
ha dudado en exhumar la historia del “glorioso” imperio Otomano del siglo XVI,
de quien pretende ser el heredero, refiriéndose a una raza turca y recreando
toda la parafernalia del viejo imperio.
A principios
de mayo de manera sorpresiva, forzó la renuncia del primer ministro Ahmet
Davutoglu, hasta el momento uno de sus hombres de máxima confianza, y que había
conducido con éxito las negociaciones con la Unión Europea por la cuestión de
los refugiados. Erdogan temió que el éxito de Davutoglu, se volviera en su
contra y lo colocara como un escollo para sus ambiciones de perpetuación en el
poder. En el lugar de Davutoglu, nombró a uno de sus más íntimos colaboradores
y anémico de poder, Binali Yildirim quien también se ha hecho cargo de la
jefatura del partido gobernante de la Justicia y el Desarrollo (AKP).
Semanas
antes de los atentados en el aeropuerto Atatürk, ya se mencionaba las
posibilidades de una asonada militar contra Erdogan. En un artículo de mediados
de mayo del The Wall Street Journal, el columnista Dion Nissenbaum, se refería
a la creciente influencia del ejército, históricamente un factor de poder en la
política turca, pero al que Erdogan, desde que llegó al gobierno en 2003, como primer
ministro ha ido minando. Desde de 2007, Erdogan ha comenzado a perseguir
jurídicamente al golpismo y ha conseguido llevar a juicio a los cabecillas
de los distintos golpes de estado producidos en 1960, 1971, 1980, 1997, que
llevaron a prisión a más de trescientos oficiales, entre ellos al exjefe del Estado
Mayor Ilker Basbug, quien se convirtió en el primer militar de ese rango preso
en la historia del país.
Nissenbaum,
se refería en su artículo que: “El ejército turco es el único agente que quiere
poner freno y generar contrapesos a las ambiciones de Erdogan”, luego se
refiere a que el crecimiento de la influencia militar, habría generado
preocupaciones en el espectro político y que la llegada de los generales al
palacio presidencial terminaría con la clausura de un complejo y discutido
sistema democrático en marcha desde 1997.
Erdogan está
tejiendo un cuidadoso entramado de complicidades para perpetuarse en el poder
por varias décadas, por lo que el factor militar sería un impedimento
insalvable a sus ambiciones.
Una asonada
demasiado oportuna
Es difícil
creer que en la reunión llevada a cabo en Moscú entre el presidente Vladimir
Putin y el jefe del departamento de Estado John Kerry, apenas horas antes de
que comenzara el golpe en Turquía, éste haya pasado desapercibido para dos de
los hombres mejor informados del planeta y hayan desconocido qué estaban
tramado un importante sector de militares, en una de las naciones de más
crítica importancia geoestratégica del mundo.
Erdogan
gobierna un país que además de ser miembro de la OTAN, cuenta con la segunda
Fuerza Armada más numerosas de la organización atlantista, con 411
mil efectivos, además de contar con varias bases de la OTAN y la
poderosísima base norteamericana Incirlik en el sur del país, lo que
convierte a Turquía en un enclave fundamental para las políticas militares en
la región, de Washington tanto respecto a Medio Oriente como a Rusia. ¿Podría haber permitido la Casa Blanca, la
caída de uno de sus alfiles más fieles?
Si la
importancia geoestratégica y el poderío militar fueran poco, Erdogan se ha
hecho en estos últimos años con un arma de coerción clave para Europa: 4.5
millones de refugiados sirios, iraquíes y de otros naciones, que aspiran llegar
a Europa. Tras el acuerdo en marcha desde el 20 de marzo último, Turquía impide
que sigan su camino, por la módica suma de más de 6 mil millones de euros. Si
alguien intentara reprochar a Erdogan sus andanzas y sueños de perpetuación
usando para ello la represión como la que está llevando a cabo tras el golpe,
el sultán sabe que permitiendo que unos cuantos miles de refugiados “escapen”
hacia de Turquía, convertiría a la Unión Europea en un polvorín próximo a
estallar.
El
presidente turco tiene todas las condiciones “éticas y morales” para haber
podido alentar el golpe, para producir la consabida represión y así descabezar
la resistencia militar para sus fines de continuación, son más de
seis mil los militares detenidos, y ha limpiado de un plumazo alrededor de tres
mil jueces y funcionarios judiciales. Sin duda, un número demasiado importante
para no haber sido captados sus movimientos antes del viernes.
Recordemos
que casualmente la intentona lo “sorprendió” al presidente en su residencia del
balneario Marmaris, cerca de la ciudad Bodrum, a menos de 30
minutos de Grecia, por si las cosas salían mal.
La represión
que costó casi 500 muertos y unos mil quinientos heridos, sin contar los
soldados que están siendo degollados en el puente Boğazi, a manos de
fundamentalistas que se han plegado a última hora a las huestes del sultán, es
una bicoca para las ganancias que ha sacado de todo esto Erdogan.
Desde mañana
mismo, podrá continuar con su guerra con la nación kurda, deteniendo y
desapareciendo periodistas, cerrando medios de comunicación opositores y
violando a su antojo los Derechos Humanos. Ya se le
han perdonado sus negociados petroleros con Estado Islámico, y el sostén
logístico que le ha brindado, desde que comenzó la guerra en Siria, a todos los
opositores de Bashar al-Assad.
Occidente
permitirá que Erdogan lave su imagen de demócrata que acaba de vencer una
insubordinación militar, seguirá tolerando sus caprichos.
Quizás a
partir de esta asonada Erdogan también haya dado un paso más para aproximarse a
su ansiado ingreso a la Unión Europea. Mientras por otra parte ya ha comenzado
a presionar a Washington para que le entreguen a uno de los más importantes
opositores de su gobierno, y ex compañero de ruta, Fethulá Gülen,
exiliado en los Estados Unidos y a quien se ha señalado como la cabeza de
la insurrección.
Erdogan
podrá continuar, ahora mucho más legitimado, con los recientes acuerdos con
Israel, donde se ha comprometido a impedir actuar a Hamas desde su territorio y
profundizar los acuerdos sobre de la cooperación militar y de inteligencia.
Además de algunos pactos comerciales relacionados a la construcción de un
gasoducto que permitirá exportar gas israelí a Europa.
Quien funge
como el líder de la intentona golpista es el general Akin Ozturk, exjefe de la
Fuerza Aérea entre 2013 y 2015, unos de los héroes con más condecoraciones de
la OTAN y las Fuerzas Armadas turcas; fue detenido junto a altos mandos como el
general Adem Huduti y el mayor general Avni Angun y el teniente general Ishak
Dayioglu y cuya ejecución ya ha sido reclamada por Erdogan.
Si bien
todavía es muy temprano para confirmarlo, el golpe tiene todas las
características de haber sido una operación de inteligencia para permitirle a
Erdogan limpiarse de muchos elementos opositores dentro de las fuerzas armadas
y en la sociedad civil.
Ya tampoco
tiene demasiada importancia jugar a los detectives y saber a quién ha
beneficiado el muerto, los hechos hablan claramente de que el sultán Erdogan
parece tener un largo reinado por delante.
Guadi Calvo es escritor y
periodista argentino.
Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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