Nazanin Armanian
www.publico.es/250716
Entre
los países que desean ver derrocado a Tayyib Erdogan están EEUU, Alemania,
Francia, Israel, Arabia Saudí, Egipto, Emiratos Árabes Unidos (EAU), Siria e
Irak entre otros, aunque el único con capacidad de hacerlo es EEUU, aliado acusado por las autoridades turcas de
haber organizado el motín militar del 15 de julio. En esta línea, el atentado
en el aeropuerto de Atatürk del 28 de junio podría
formar parte del mismo plan que desde 2012 intenta apartar al rebelde y
chantajista presidente turco del poder.
Días
después de la chapuza intentona golpe de Estado del 15 de julio, tres elementos
se destacan para aumentar la confusión sobre los hechos:
1.–
Que la base militar de la OTAN de
Incirlik (el almacén de armas nucleares más grande de la Alianza Atlántica
fuera de EEUU) ha sido el centro de las
operaciones de los golpistas. ¿Ofrecerá el Pentágono alguna explicación al
respecto?
2.–
Que los golpistas, a pesar de darse cuenta de que el plan había sido
descubierto antes de empezar, decidieran seguir. Según algunos diarios de
Oriente Próximo, los rusos desde su base militar en Hmeymim (Siria)
interceptaron las comunicaciones de los golpistas cuatro horas antes del inicio
del golpe y avisaron al Gobierno de Erdogan.
3.–
Que el equipo de Erdogan dejó que el golpe sucediera, organizando
apresuradamente el teatro de su fracaso. Ahora tendrá tres largos meses
de estado de emergencia para difundir terror y pánico entre la población y
vengarse de todas las voces críticas.
Los golpistas han triunfado
Dichos
elementos se añaden a otros datos de interés: que los golpistas no querían matar
o arrestar a Erdogan, provocando una guerra civil. La situación actual parece
la que podrían desear: la suicida purga que está realizando el Sultán
contra decenas de miles de personas, muchas pertenecientes a los centros del
poder, cumpliría con dos de los objetivos de los sublevados:
Eliminar,
a mano de un Erdogan absolutamente desatado, a aquellas fuerzas que en el
futuro podrán ser obstáculos al avance de los planes de los golpistas. Han sido
represaliados, hasta hoy, cerca de 8.000 policías, 6.000 soldados, 103
almirantes y generales, 3.000 jueces y fiscales, 15.000 empleados del
Ministerio de Educación y 8.777 del Interior, 21.000 maestros, 30 de los 81
gobernadores provinciales (arrestados) y 34 periodistas, entre otras miles de
personas.
El
proceso de demonización de Tayyib Erdogan iniciado por los medios de
comunicación occidentales y árabes, y semejante al que sufrieron Sadam Husein,
Gadafi y Asad, facilitará su cese incluso violento. La UE está advirtiéndole a
Ankara sobre la restauración de la pena de muerte, cuando sus dos principales
socios, EEUU y Arabia Saudí, la aplican utilizando medios como silla eléctrica
o una espada afilada. La UE no cuestiona la democracia de EEUU a pesar
de que haya condenado a cerca de 3.000 menores a cadena perpetua o que 70 de
estos niños ni siquiera hayan cumplido los 14 años.
La
fragmentación social y la inestabilidad política de Turquía, serán explotadas
por EEUU y sus aliados árabes e israelíes, para conducirla a
las puertas del infierno, y acabar con
Erdogan. Les costará: el líder turco ha aprendido del error de su hermano
egipcio Mohamad Mursi, y está formando un ejército ideológico fiel para
neutralizar al Ejército clásico, como lo hizo el ayatolá Jomeini, creando a
Pasdaran, los Guardianes Islámicos, y una docena de grupos paramilitares.
Desde
la organización juvenil del Partido de Justicia y Desarrollo y de las cerca de
80.000 mezquitas, cientos de miles de hombres han formado grupos parecidos a los
camisas negras de Mussolini, haciendo sus prácticas en el escenario de
la guerra de Siria. Éstos se integrarían en el Ejército, para cambiar
radicalmente su naturaleza, eso sí, siempre y cuando el Pentágono se quedase
mirando, cruzándose de brazos.
Un paisaje regional cambiante
El
primer país en condenar el golpe y que ofreció a Erdogan “todo tipo de ayuda”
fue Irán. Las razones son varias: más tensión en la zona y en sus fronteras
amenazaría su seguridad nacional; devuelve el favor al líder turco, quien
rompió las sanciones económicas impuestas por EEUU y la UE sobre Irán (aunque
él y sus hijos ya recibieron lingotes de oro como recompensa); se trata de la
solidaridad religiosa: el régimen turco, aunque sunita, es islamista e iba a
ser derrocado por una institución laica; finalmente, hay un factor estratégico:
Teherán comparte con él la lucha contra las
aspiraciones autonomistas de los kurdos; y un
factor económico: que pueda unirse, algún día, al proyecto del
gaseoducto Trans Anatolia (TANAP).
En
cuanto a Arabia Saudí, EAU y Egipto, que dirigen el frente internacional anti
Hermanos Musulmanes, esperaban el triunfo de la intentona. Riad lo consideró un
“problema doméstico”, tardando dos días en mostrar su “satisfacción” por el
regreso del orden en Turquía, sin apoyar a su presidente. Los Al Saud han
invertido millones de dólares en derrocar a Bashar al Asad para
debilitar a Irán, y no admiten que Ankara ahora negocie la paz con
Damasco. El Egipto del dictador Al Sisi, miembro del
Comando central de EEUU (US CENTCOM), impidió en el Consejo de Seguridad una
declaración de apoyo a la democracia de Turquía.
Desde
Qatar, el único país árabe dirigido por los Hermanos Musulmanes, su ex emir,
Hamad Al Thani, acusaba a EEUU y al ministro de Exteriores saudí, Adel
Al-Jubeir, de dirigir el golpe. Y no es un secreto que Israel prefiere una
Turquía controlable e incapaz de cuestionar su hegemonía en la región. Este
país es el oculto y principal beneficiario de la destrucción de los Estados de
Irak, Libia, Sudán y Siria.
Rusia, el ganador
Vladimir
Putin, quien será el primer mandatario en recibir a Tayyib Erdogan después del
susto a principios de agosto –y acaba de conocer la decisión tomada por la OTAN
en la cumbre de Varsovia de aumentar el cerco militar alrededor de Rusia– ahora
sí que podrá pedirle a Erdogan que bloquee el plan de EEUU de tener una flota
permanente en el Mar Negro. A cambio dejará de
jugar con la cuestión kurda y descongelará el
proyecto del gasoducto del Corriente Turco: Turquía ganará millones de euros y
rublos, y Rusia podrá prescindir de los gaseoductos de Ucrania e impedir que EEUU controlase el flujo de gas que
recibe Europa desde esta región. No es prudente pensar que Putin y Erdogan se
han unido en una lucha “antiimperialista” como lo hicieron (de forma
intermitente) Lenin y Atatürk contra el enemigo común, el imperialismo
británico. Erdogan no tiene doctrina, y mañana puede volver a cambiar de bando.
Washington no va a perder a Turquía
En
2012, Barak Obama ideó que en vez de acabar con Asad lo mejor
sería convertir Siria es una trampa donde
Rusia, Irán, Turquía, Hamas, Hizbolá, Arabia Saudí, incluso Israel, desgastasen
sus fuerzas. A Turquía la castigó por “colaborar con los enemigos” y con el fin
de mantenerla en la órbita del Occidente, le hundió en Siria y neutralizó su montaje de
la “crisis de refugiados”; armó a la rama
siria del Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK), respaldó a organizaciones
de derecha religiosa como el Movimiento Gülen, y puede que la CIA siga
alimentando las “células dormidas” de los Lobos Grises, Ergenekon, o la
“Contraguerrilla” que es la rama turca de la red de Gladio experta en las operaciones
de “bandera falsa”.
Washington
ahora fortalece sus bases militares en Irak, sobre todo en la región kurda,
donde planea levantar otras cinco bases (y éste fue uno de los 7 motivos de la
ocupación de Irak), mientras disfruta de ver cómo el Donald Trump
turco, “va calentando su casa, utilizando de combustible sus vigas y
puertas”.