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Israel utiliza el agua como arma de guerra



www.rebelion.org/040716



Comunidades enteras en Cisjordania no tienen acceso al agua o han visto reducido  su suministro casi a la mitad.



Este hecho alarmante ha tenido lugar durante semanas, ya que la compañía nacional de agua de Israel, "Mekorot", decidió cortar -o reducir significativamente- el suministro de agua a Yenín, Salfit y pueblos de los alrededores de Nablús, entre otras regiones.



Israel ha estado "librando una guerra del agua" contra los palestinos, según el primer ministro de la Autoridad Palestina Rami Hamdallah. La ironía es que el agua proporcionada por "Mekorot" en realidad es el agua de los palestinos usurpada de los acuíferos de Cisjordania. Mientras los israelíes, incluidos los de los asentamientos ilegales de Cisjordania, utilizan la gran mayoría de ella, a los palestinos les venden su propia agua a precios elevados.



Al cortar el suministro de agua al tiempo que los funcionarios israelíes están planeando exportar agua esencialmente palestina, Israel una vez más utiliza el agua como una forma de castigo colectivo.



Esto no es nada nuevo. Todavía recuerdo la inquietud en las voces de mis padres cada vez que temían que la fuente de suministro de agua estaba llegando a un nivel peligrosamente bajo. Era casi una discusión diaria en el hogar.



Cuando se producían enfrentamientos entre los niños que arrojaban piedras y el ejército israelí en las afueras del campo de refugiados, siempre, por instinto, mis padres se apresuraban a llenar los pocos cubos de agua y botellas que estaban esparcidos por toda la casa.



Este fue el caso durante la Primera Intifada palestina, o levantamiento, que entró en erupción en 1987 en todos los Territorios Palestinos Ocupados.



Siempre que se producían enfrentamientos, una de las primeras acciones llevadas a cabo por la Administración Civil de Israel -un título menos que nefasto para las oficinas del ejército de ocupación israelí- era castigar colectivamente a toda la población porque el campo de refugiados se había rebelado.



Los pasos que el ejército israelí tomaba se volvieron redundantes, aunque se hicieron más vengativos con el tiempo: un estricto toque de queda militar (lo que significa el cierre de toda la zona y el confinamiento de todos los residentes en sus hogares bajo la amenaza de muerte), corte de la electricidad y corte del suministro de agua.



Por supuesto estos pasos se tomaron solo en la primera etapa del castigo colectivo, pero perduraba durante días o semanas, a veces incluso meses, arrastrando a algunos campos de refugiados hasta el punto de morir de inanición.



Dado que poco era lo que los refugiados podían hacer para desafiar la autoridad de un ejército bien equipado, invirtieron sus escasos recursos o el tiempo que tenían para trazar su supervivencia.



De ahí la obsesión por el agua, porque una vez que el suministro de agua se agotaba no había nada que hacer excepto, por supuesto, la de Salat Al-Istisqa o la "Oración por la lluvia" que invocan los musulmanes devotos en tiempos de sequía. Los ancianos del campo insisten en que realmente funciona y hacen referencia a historias milagrosas del pasado en esta oración especial que aún dio resultados durante el verano, cuando menos se esperaba la lluvia.



De hecho más palestinos que en cualquier otro momento han estado llevando a cabo su oración por la lluvia desde 1967. Ese año, hace casi 49 años, Israel ocupó las dos regiones restantes de la Palestina histórica: Cisjordania, incluida Jerusalén Oriental, y la Franja de Gaza. Y a lo largo de los años Israel ha recurrido a una política prolongada de castigo colectivo: la limitación de todo tipo de libertades y la negación del uso del agua como arma.



De hecho se utilizó el agua como arma para doblegar la rebelión de los palestinos durante muchas etapas de su lucha. Esta historia se remonta a la guerra de 1948 cuando las milicias sionistas cortaron el suministro de agua a decenas de aldeas palestinas alrededor de Jerusalén para facilitar la limpieza étnica de esa región.

Durante la Nakba (o catástrofe) de 1948, cuando conquistaban un pueblo o una ciudad, las milicias demolían de inmediato sus pozos para evitar el regreso de los habitantes. Los colonos judíos ilegales todavía utilizan esta táctica hasta el día de hoy.



El ejército de Israel, también siguió utilizando esta estrategia, sobre todo en la primera y segunda intifadas. En la segunda los aviones israelíes bombardearon el suministro de agua de cada pueblo o campo de refugiados que planeaban invadir y someter. Durante la invasión del campo de refugiados de Yenín y la masacre de abril de 2002 el suministro de agua del campamento fue destruido antes de que los soldados entraran desde todas las direcciones, matando e hiriendo a centenares de sus habitantes.



Hasta la fecha Gaza sigue siendo el ejemplo más extremo de castigo colectivo relacionado con el agua. No sólo el suministro de agua es un objetivo de ataque durante la guerra, también los generadores eléctricos que se utilizan para purificar el agua a menudo son destruidos desde el cielo. Y hasta que el asedio que ya lleva una década haya terminado hay pocas esperanzas de reparar permanentemente cualquiera de los generadores.



Es de conocimiento público que el Acuerdo de Oslo fue un desastre político para los palestinos. Menos conocida, sin embargo, es la forma en que Oslo facilitó la desigualdad actual en Cisjordania.



El llamado Oslo II, o Acuerdo Provisional palestino-israelí de 1995, fijó un sector separado de agua de Cisjordania para la Franja de Gaza, dejando así que la Franja desarrolle sus propias fuentes de agua localizadas dentro de sus límites. Con el asedio y las recurrentes guerras los acuíferos de Gaza producen en cualquier caso entre el 5 % y 10 % de "agua potable para el consumo humano". Según ANERA (American Near East Refugee Aid, N. de T.) el 90 % del agua de Gaza no es apto para el consumo humano.



Por lo tanto la mayoría de los habitantes de Gaza subsisten con aguas residuales contaminadas no tratadas. Pero Cisjordania debe -al menos teóricamente- disfrutar de un mayor acceso al agua que Gaza. Sin embargo no es el caso.

La fuente de agua más grande de Cisjordania es el acuífero de la montaña, que incluye varias cuencas: norte, occidental y oriental. Israel restringe la pendiente occidental de estas cuencas y también niega a los palestinos el acceso al agua desde el río Jordán y el acuífero de la costa. Oslo II, que estaba destinado a ser un arreglo temporal hasta la conclusión de las negociaciones finales, consagró la desigualdad existente dando a los palestinos menos de una quinta parte de la cantidad de agua otorgada a Israel.



Pero incluso ese acuerdo perjudicial no se ha respetado, en parte porque un comité conjunto para resolver los problemas del agua da poder de veto a Israel sobre las demandas palestinas. En la práctica se traduce en un 100 % de todos los proyectos de agua israelíes que recibieron vía libre, incluidos para los asentamientos ilegales, mientras casi la mitad de las necesidades de los palestinos son rechazadas.



En la actualidad, según Oxfam, Israel controla el 80 % de los recursos hídricos palestinos. "Los 520.000 colonos israelíes usan aproximadamente seis veces más de agua que la utilizada por los 2,6 millones de palestinos en Cisjordania".



El razonamiento detrás de esto es bastante sencillo, como escribe Stephanie Westbrook en +972 Magazine de Israel. "La compañía que bombea el agua hacia fuera es Mekorot, la compañía nacional de agua de Israel. Mekorot no sólo opera más de 40 pozos en Cisjordania, apropiándose de los recursos hídricos palestinos, sino que además controla eficazmente las válvulas para decidir quién se lleva el agua y quién no".



"No debe ser ninguna sorpresa que se de prioridad a los asentamientos israelíes mientras el servicio a las ciudades palestinas se reduce o se corta de forma rutinaria" como ocurre en la actualidad.



La injusticia de todo esto es indiscutible. Sin embargo, durante casi cinco décadas, Israel ha estado empleando las mismas políticas contra los palestinos sin mucha censura o una acción significativa de la comunidad internacional.



Este verano la temperatura en Cisjordania llega a los 38 grados centígrados. Familias enteras, según los informes, viven con la mínima cantidad de 2-3 litros por habitante y día. El problema está alcanzando proporciones catastróficas. Esta vez la tragedia no se puede dejar de lado porque la vida y el bienestar de comunidades enteras están en juego.





Ramzy Baroud lleva más de veinte años escribiendo sobre Oriente Medio. Es columnista internacional, consultor de medios, autor de varios libros y fundador de PalestineChronicle.com . Entre sus libros cabe destacar: Searching Jenin The Second Palestinian Intifada y el último publicado: My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story (Pluto Press, Londres). Su web es: www.ramzybaroud.net.