Nazanin Armanian
www.publico.es/110716
A pesar de que el Gobierno de Tayyip Erdogan haya atribuido la masacre
del día 28 de junio en el Aeropuerto Internacional de Atatürk a los terroristas
del Estado Islámico (EI), no ha explicado por qué el monstruo que ha patrocinado desde el 2013 ahora
le traiciona. En el contexto de la región, los motivos pueden ser los
siguientes:
1. Que el grupo islámico o una de sus facciones haya roto realmente
su alianza con el gobierno turco. El motivo sería la venganza por la
disminución de ayuda que recibía de Ankara para derrocar a Bashar al-Assad y
destruir a las izquierdistas Unidades kurdas de Defensa Popular. El EI ha incumplido su misión. Es más, hoy los kurdos, con el apoyo de EEUU,
Francia y Rusia se han hecho con gran parte de la frontera turco-siria. Un
Erdogan atrapado, ahora se enfrenta a dos enemigos armados en casa: los kurdos
y el grupo terrorista.
2. El interés de un sector del
Pentágono para empujar a Turquía hacia el infierno y seguir avanzando en el proyecto del Nuevo Oriente Próximo. La desastrosa política del presidente turco contra la izquierda kurda, los periodistas y los juristas, los
simpatizantes de la poderosa organización de Gulán y el ala pro estadounidense
del Partido de Justicia y Desarrollo representada por el destituido primer
ministro Ahmed Dawood Oglu, su pretensión para arrastrar a la OTAN a un enfrentamiento con Rusia, y sus imprevisibles movimientos han convertido
al líder turco en un personaje peligroso. Washington le busca sustituto.
3. Se trata de un ataque terrorista a un país de la OTAN, por lo que podría ser utilizado por la Alianza
para intervenir en Siria en víspera de las elecciones presidenciales de
EEUU, si Assad se niega a retirarse.
4. Que el divorcio entre el EI y Ankara fuese simulado y el
presidente patrocinador de un terrorismo tan brutal y aislado, a nivel regional
e internacional, pretenda ahora presentarse como la víctima del terrorismo. Se
trataría de un cambio en la táctica y no en su estrategia: la contención
de los kurdos ahora desplaza la tarea de eliminar a Assad a un segundo plano.
Utilizará el atentado para incrementar el Estado policial y recrudecer la lucha
anti kurda, mientras reorienta su diplomacia para impedir que Kurdistán se convierta en el estado número 195 de la ONU:
+Ofrece el permiso de residencia a miles de refugiados árabes-sunitas
sirios, instalándoles en las regiones kurdas, y así cambiar su composición
étnica.
+Recupera los lazos con Rusia, pidiéndole disculpas por el derribo del Su-24 el pasado invierno. Pretende así influir sobre
las decisiones de Moscú para Siria y poder vigilar la oficina de representación
kurda, abierta recientemente en Moscú. El Kremlin, que teme una mayor
radicalización de Erdogan (tiene desplegados misiles de Patriot en su país,
dirige el segundo contingente militar más grande de la OTAN y no suele dudar en
utilizarlo), le perdona: Turquía puede
romper el bloqueo occidental y enviar a Rusia productos agrícolas por el valor
de cien mil millones de dólares anuales, entre otras ventajas que
tiene este país tan estratégico.
+Se acerca al general Al-Sisi de Egipto, a pesar de su dura política
contra los Hermanos Musulmanes y otras organizaciones rivales.
+Hace las paces con Israel,
también con magníficas relaciones con los kurdos, siendo por otro lado,
aliados en contener a Irán (que pretende instalar una base militar en la frontera siria-israelí) y luchar contra el Estado sirio. Ankara se
compromete a controlar a Hamas evitando tensiones en Gaza, a cambio, Israel
pagará 20 millones de dólares de indemnización a las familias de las víctimas
de la flotilla libertad, permitirá que las empresas turcas participen
en la reconstrucción de la Franja y cooperen en el proyecto del transporte de gas al Mediterráneo. Ankara, sin rubor, archiva la condición de
‘levantar el bloqueo a Gaza’ para restablecer contactos con Tel Aviv. Habrá un
aumento en la cooperación militar y de inteligencia, en calidad de
contactos diplomáticos públicos.
Sin embargo, las consecuencias de
los errores del presidente turco son irreversibles, y no sólo para millones
de sirios cuyas vidas se han perdido para siempre. La estabilidad del peso
pesado de Eurasia está gravemente amenazada y el país puede sucumbir en
una mayor violencia dentro y, también, en sus fronteras.