Juan Pablo Proal
www.adital.com.br/251013
Las refresqueras, impías máquinas de matar, sacaron su chequera para
financiar una campaña en la que pretenden hacerle creer a su presa, la sociedad
mexicana, que es su benefactor.
El incremento al impuesto en nuestras bebidas afectará empleos, los ingresos de los tenderos y a las familias mexicanas, argumentan quienes han respaldado el homicidio de sindicalistas, han despojado de agua potable a millones de personas y utilizan agentes cancerígenos en sus venenosos productos.
Con su interminable perversión e inconmensurable poder, boicotearon la
campaña de la Alianza por la Salud Alimentaria, coartando la libertad de
información, derecho indispensable del consumidor. Esta asociación denunció que
Televisa, Televisión Azteca y Milenio Televisión se negaron a reproducir
propaganda contra el daño que provoca la industria refresquera:
"Las televisoras Televisa, TV Azteca y Milenio TV, por más de un
mes, se han negado a pautar un anuncio que expone los riesgos del refresco y
los beneficios que puede traer para la población un impuesto a estas bebidas y
el destino de lo recaudado a la introducción de bebederos de agua en todas las
escuelas y espacios públicos, mientras, transmiten una publicidad intensa de
refrescos y bebidas azucaradas que dañan la salud y los buenos hábitos de
alimentación”.
El líquido de la muerte de las refresqueras no tiene redención, más en
un país desinformado, enfermo terminal de obesidad y diabetes. México, de acuerdo con la Organización
Mundial de la Salud, ocupa el segundo
lugar de sobrepeso en todo el mundo y los primeros en obesidad infantil. En un solo sexenio la diabetes se disparó
de 6.4 a 13 millones de personas, de las cuales el 85 por ciento no cuenta
con acceso a tratamiento, según un estudio del Instituto Nacional de Salud
Pública.
Las refresqueras responden con vergonzoso cinismo. Las calorías
contenidas en nuestras bebidas, pretextan, se pueden utilizar para "ser
más felices”. La Procuraduría Federal del Consumidor obligó a Coca Cola a
suspender su campaña "Una Coca-Cola = 149 calorías para usar en
actividades felices”, por no comprobar que sus consumidores podrían quemar las
calorías de su producto con pasear a su perro, bailar o sonreír, como presumía
la trasnacional.
La principal alerta es que las mórbidas refresqueras penetraron hasta lo
más íntimo de la sociedad mexicana. El refresco acompaña la más precaria comida
de una familia; está presente en entierros, bodas, graduaciones, quince años,
ferias… "Cuando una cultura integra
refrescos a lo más sagrado, que es su relación con los ancestros, entonces
estos forman parte de su identidad” reflexiona el antropólogo Joaquín
Praxedis Quesada en el texto "México lanza golpe a la obesidad al estilo
Bloomberg”.
Las depredadoras refresqueras y trasnacionales de los alimentos
expandieron sus adictivos venenos a muchas más industrias. En México, Danone,
Coca Cola y Pepsi acaparan el 82 por ciento de las ventas de agua embotellada,
mercado valuado en alrededor de diez mil millones de dólares.
Y no son los únicos que engrosan sus arcas comercializando drogas
alimenticias letales. Bimbo, por
ejemplo, ganó un promedio de 173 mil 139 millones de pesos el año anterior con
sus venenosos panquecitos. Su popular producto Mantecadas es un coctel de muerte equivalente a ocho y media cucharadas
de azúcar, diez de grasa, alto sodio y colorantes que inducen hiperactividad en
los niños, de acuerdo con un análisis de El Poder del Consumidor.
Basta entrar a una tienda Oxxo -por cierto, propiedad de Femsa, el mayor
embotellador de Coca Cola en el mundo y enemigo número uno de los tenderos
populares- para advertir que los anaqueles están repletos de productos nocivos
hasta el quirófano. Y no sólo se trata de chatarra perjudicial para nuestra
salud, sino de empresas gigantes que pagan cabilderos, engañan a un pueblo
desinformado, inciden en las políticas públicas de la sociedad y, sobre todo,
son actores protagónicos de una silenciosa masacre colectiva.
En la tercera edición de su informe "Y tú… ¿sabes lo que comes?”,
difundido en septiembre de 2012, Greenpeace presentó un enorme listado de
empresas y productos que se negaron a demostrar que están limpios de los
nocivos alimentos transgénicos. Están incluidos Kellogg’s, Nestle, Pepsi,
Bimbo, Hershey´s, Lala, Herdez y muchísimos más.
Lo más tenebroso es que la mayoría de estas firmas generalmente invierte
millones de dólares en limpiar su imagen. Los mismos patrocinan actividades
culturales que competencias deportivas, e incluso se dan el lujo de financiar
campañas sobre ética y civismo. Jamás veremos en sus anuncios un ápice de
veracidad: El Tigre Toño ya habría muerto hace años por diabetes y Ronald
McDonald no habría llegado a los cincuenta años, aniquilado por un paro
cardíaco.
Son crueles estrategas del engaño. Maestros en manipular a un pueblo que
tiene una precaria escolaridad promedio de 8.2 años y sólo lee 2.9 libros al
año. Una nación presa de una televisión pública tóxica y vomitiva,
ametralladora de hipnóticas falacias.
No tienen reparo en engañar a nadie, incluidos los menores de edad. En
julio pasado la Profeco impuso una multa a McDonald’s de 684 mil pesos por
mentir a los niños con el contenido de su producto "Cajita Feliz”.
Las trasnacionales de las bebidas y la chatarra penetraron y con
profundidad. Ahí están presentes en la campaña del gobierno federal
"Cruzada contra el Hambre” y libres para apoderarse de las escuelas
públicas gracias a la privatizadora reforma educativa.
El incremento al impuesto a las bebidas azucaras y la chatarra aprobado
la semana pasada por el Poder Legislativo está lejos de ser el principio del
fin de esta industria de muerte; por el contrario, la sociedad debe comenzar a
fortalecer las iniciativas para acabar con este temeroso poder.
La juez federal (de EEUU) Gladys Kessler ofreció un ejemplo certero de
cómo mermar a las compañías que merman nuestra salud. El año pasado obligó a
las tabacaleras estadunidenses a admitir "la verdad sobre sus mortales y
adictivos productos en una serie de anuncios”. En tanto, la Comisión Federal de
Comercio de Estados Unidos multó a Reebok con 18 millones de dólares y a
Skechers con 31 millones de dólares por vender zapatillas para adelgazar sin
presentar evidencias de sus resultados.
En Japón, China y algunos países de la Unión Europea, las compañías
dedicadas a los alimentos están obligadas a etiquetar sus productos en caso de
utilizar transgénicos.
El derecho a una alimentación sana está
contenido en el artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, así como en el título primero de la Constitución
mexicana. Es obligación del Estado poner un alto a esta vorágine de alimentos
basura.
El reinado de los refrescos y la chatarra atenta contra nuestra salud,
el campo, la educación, la libertad, el derecho a la información, el desarrollo
económico y la democracia del país. Por nuestra propia sobrevivencia, es tiempo
de desterrar a Coca Cola y similares de los hogares mexicanos. La felicidad que
nos quieren imponer no es otra cosa que la mentira que ofrece la peor de las
drogas: una lenta y dolorosísima muerte (que, por cierto, no será individual).